13 nov 2008

Fidel y su discrepancia con Tirofijo


Fidel Castro narra que discrepó con Manuel Marulanda, alias Tirofijo sobre el conflicto colombiano, en torno al secuestro de Ingrid Betancourt.
Fue presentado este miércoles 12 de noviembre en el Palacio de Convenciones de la Habana el libro La paz en Colombia.
El Ministro de Cultura, Abel Prieto, dijo en la presentación que "la figura de Marulanda recibe en este libro el homenaje personal de Fidel''.
El libro aborda elementos del inicio de la lucha de Marulanda y de los grupos surgidos entre 1949 y 1953 que desembocaron en los años 60 en las FARC, y que -dice- configuran "la extrema complejidad del proceso colombiano, muy diferente al de Cuba'' y de países de Centroamérica.Castro dijo haber dedicado 400 horas de "intensa labor'' al libro, que incluye documentos, entrevistas y vivencias.
Entre los asistentes al acto estuvieron el presidente del parlamento, Ricard Alarcón, el vicepresidente del Consejo de Ministros, José Ramón Fernández. y Fidel Castro Díaz-Balart, hijo del comandante.
El propósito del libro, dice José Erbesú, director del departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, no es renegar de las FARC y de Marulanda, pero sí establecer que Cuba desde el primer momento apostó por la paz en Colombia y con tal fin prestó su ayuda a Gobierno y guerrilla. Lo más importante es que este libro -dijo Arbesú-, aborda algo que ha estado oculto: el papel de Cuba en favor de la paz en Colombia, asegurando que jamás su país había financiado y enviado armas a las FARC.
La crítica de Fidel:
Castro en su texto Reflexiones de Fidel, publicadas el viernes 4 de julio en El Granma consideró injustificab
le" el secuestro de Ingrid Betancourt y celebró su liberación. Escribió: "Por elemental sentimiento de humanidad, nos alegró la noticia de que Ingrid Betancourt, tres ciudadanos norteamericanos y otros cautivos habían sido liberados. Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar. En su momento, será necesario analizar con profundidad los factores subjetivos", señaló entonces.
Y aunque cíticó los métodos "objetivamente crueles del secuestro y la retención de prisioneros en las condiciones de la selva". precisó "no estoy sugiriendo a nadie que deponga las armas", simplemenete "que declaren por cualquier vía la disposición de poner en libertad a los secuestrados".
Semanas después Iván Márquez, integrante del Secretariado de las FARC. le respondió a Fidel, que Las FARC "están en todo su derecho de buscar por todos los medios la libertad de los combatientes guerrilleros presos, tanto en las cárceles del régimen como en las del imperio".
No es descartable un posisionamiento del las FARC sonre el libro.
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En la introducción del libro, Fidel dice:
"Ee un tema sobre el que prometí escribir. No era fácil hacerlo.
Otros asuntos han ocupado mi tiempo. Ahora cumplo la promesa.
¿Fue objetivo y justo mi análisis sobre Marulanda y el Partido Comunista de Colombia en las Reflexiones publicadas el pasado de julio de 2008? Nadie puede asegurar nunca que sus puntos de vista carecen de subjetivismo; siempre se puede correr el riesgo de parecer injusto. Quien afirma algo, debe estar dispuesto a demostrar lo que dice y por qué lo dice.
Mi desacuerdo con la concepción de Marulanda se fundamenta en la experiencia vivida, no como teórico sino como político que enfrentó y debió resolver problemas muy parecidos como ciudadano y como guerrillero, solo que los suyos fueron más complejos y difíciles.
Sería incorrecta la idea de que en Colombia y en Cuba se partía de las mismas circunstancias. En común compartíamos la ausencia inicial de una ideología revolucionaria —ya que nadie nace con ella— y de un programa para llevar a la realidad más tarde la construcción del socialismo. No cuestiono en lo más mínimo su honradez ni la del Partido Comunista de Colombia; por el contrario, merecen respeto, porque fueron revolucionarios, luchadores antiimperialistas, la cuya causa entregaron decenas de años de lucha. Lo explicaré. (y da sus razones)
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En el Epilógo (página 266), dice:
Raúl Reyes y Manuel Marulanda ya no viven. Murieron en la lucha. Uno, por ataque directo con nuevas tecnologías desarrolladas por los yanquis; el otro, por causa natural. Yo discrepaba con el jefe de las FARC por el ritmo que asignaba al proceso revolucionario de Colombia, su idea de guerra excesivamente prolongada. Su concepción de crear primero un ejército de más de 30 000 hombres, desde mi punto de vista, no era correcta ni financiable para el propósito de derrotar a las fuerzas adversarias de tierra en una guerra irregular. Hizo cosas extraordinarias con unidades guerrilleras que, bajo su dirección personal, penetraban en la profundidad del terreno enemigo. Cuando alguien fallaba en el cumplimiento de una misión parecida, estaba listo siempre para demostrar que era posible. En cierta ocasión, estuvo dos años recorriendo la mitad de Colombia con una unidad de 40 hombres.
Las FARC, por sus concepciones operativas, nunca cercaron ni obligaron a la rendición a batallones completos con el apoyo de artillería, unidades blindadas y fuerza aérea a su favor, experiencia que nosotros llegamos a conocer y así vencer unidades aun mayores de sus tropas élites. No ocurrió así con las FARC, pese a la enorme calidad de sus combatientes. Es conocida mi oposición a cargar con los prisioneros de guerra, a aplicar políticas que los humillen o someterlos a las durísimas condiciones de la selva. De ese modo nunca rendirían las armas, aunque el combate estuviera perdido. Tampoco estaba de acuerdo con la captura y retención de civiles ajenos a la guerra. Debo añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad de maniobra a los combatientes. Admiro, sin embargo, la firmeza revolucionaria que mostró Marulanda y su disposición a luchar hasta la última gota de sangre.
La idea de rendirse nunca pasó por la mente de ninguno de los que desarrollamos la lucha guerrillera en nuestra patria. Por eso declaré en una Reflexión que jamás un luchador verdaderamente revolucionario debía deponer las armas. Así pensaba hace más de 55 años. Así pienso hoy.
Invertí más de 400 horas de intenso trabajo en este esfuerzo.
Lo revisé cuidadosamente bajo el impacto de los huracanes que golpearon con extrema violencia a Cuba. Me satisfizo hacerlo. Aprendí mucho. He cumplido mi promesa.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 16 de 2008
3 y 15 p.m.
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En otra parte del libro (pag 125) dice:
"Hay un hecho que sin duda golpeó fuertemente el prestigio internacional de las FARC-EP: el asesinato de los tres indigenistas norteamericanos. Eran dos mujeres y un hombre: Ingrid Washinawatok, Terence Freitas y Lahe’ena’e Gay. Habían sido secuestrados el 25 de febrero de 1999, y el 4 de marzo aparecieron sus cadáveres en la comunidad indígena de U’Wa, ubicada en las proximidades de la frontera con Venezuela.
Marulanda era demasiado inteligente como para actuar de esa forma. Raúl Reyes admitió la vinculación de su organización al hecho, alegando que el responsable sería castigado, pero que no lo entregarían como demandaban los yanquis. Es obvio que los revolucionarios colombianos no podían acceder a la exigencia, pero se imponía juzgar al culpable y aplicar un castigo ejemplar, como corresponde a la traición en caso de guerra. En nuestra lucha revolucionaria lo hicimos así para contrarrestar un brote de bandolerismo. Por alguna razón, que sospecho pero no deseo exponer para no caer en especulación, no lo hicieron así, lo cual puso a prueba realmente la voluntad negociadora de Pastrana, que estaba consciente del extremismo de la parte más recalcitrante de su partido.
Un vocero del Departamento de Estado dejó constancia del oportunismo yanqui: “Condenamos a las FARC en los términos más fuertes posibles por este bárbaro acto terrorista. También demandamos que las FARC acepten la responsabilidad por este asesinato a sangre fría y entreguen aquellos de sus miembros que perpetraron este crimen para que sean juzgados por las cortes” —las cortes norteamericanas, por supuesto.
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Contenido del libro
Introducción
La Primera Declaración de La Habana
El acuerdo de Costa Rica
La respuesta de Cuba
La reunión de Punta del Este
La Segunda Declaración de La Habana
Los cuadernos de Marulanda
Jacobo Arenas
Los dos libros de Alape
San Vicente del Caguán
Los dos encuentros con Marulanda
Antecedentes
El valor de los principios
Sucesos de ficción
Cómo se salvaron muchas vidas, incluida la del
Embajador de Estados Unidos
Diálogo con jefes guerrilleros colombianos
Primera parte
Diálogo con jefes guerrilleros colombianos
Segunda parte
Andrés Pastrana
Epílogo
El libro completo:

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