Texto del documento leído por el Pbro. Abner López, en la Cumbre Evangélica 2009…
Nosotros, quienes en razón de nuestra tarea pastoral estamos en estrecha relación con los ciudadanos mexicanos, podemos hacer nuestra la siguiente declaración: 2008 deja a mexicanos con un sentimiento claramente más deteriorado en todos los sentidos, disminuye la expectativa y sobre todo, el ciudadano se autoevalúa en los niveles más bajos de felicidad, honestidad, salud y otras variables, es decir, si una conclusión podemos hacer es que la autoestima tuvo un deterioro en el octavo año del siglo XXI. (Consulta Mitofsky, 2009)
Peor aún, sabemos que el deteriorado sentido de los mexicanos, lejos de disminuir, se incrementa en el día a día como resultado de la grave crisis social, económica y política que nuestro país enfrenta. Nuestra tarea pastoral nos permite advertir la grave correlación entre los factores sociales, económicos y políticos con aquellos que tienen que ver con la estabilidad mental, emocional y aún espiritual de los mexicanos. El desequilibrio resultante se expresa en el crecimiento de las familias disfuncionales, pero también en la incapacidad sentida para enfrentar los retos naturales de la educación, el trabajo y la trascendencia social.
Gobierno. Si bien no dejamos de reconocer que las razones de la crisis que enfrenta la sociedad mexicana, son muchas y muy diversas y son de carácter interno y externo, sí creemos que es necesario destacar aquí el que una de las más importantes y definitorias tiene que ver con el fracaso de quienes han recibido la encomienda de dirigir los destinos de nuestro País, en el cumplimiento de sus tareas.
Dado que, como resulta cada vez más evidente, el interés de los gobernantes se concentra en el cuidado y fortalecimiento de la clase a que pertenecen, resultan incapaces de atender las necesidades de la mayoría de los mexicanos. Se trata, entonces, de una incapacidad adquirida, fruto de la perversión de su compromiso social, así como del interés evidente en ser ellos mismos los primeros beneficiarios del poder político y gubernamental.
Dadas las diversas corrientes y los intereses inmediatos de quienes componen la clase dominante, los acuerdos internos pasan por etapas de ajuste que generan, a su vez, desequilibrios y hasta enfrentamientos internos que terminan por afectar el todo de la vida nacional. Ello explica las traiciones, los escándalos y aún la manipulación del ejercicio del poder a favor de unos y en perjuicio de otros. Dígase si no, especialmente cuando se trata de la lucha contra la delincuencia organizada, misma que pasa por acuerdos lícitos y oscuros; mismos que duran en tanto convenga a quienes mayor poder tienen de manera especial compartirnos la lucha que el Presidente Calderón tiene contra el narcotráfico, sin embargo creemos que solo el combate armado no garantiza el mejor resultado y además en algunos casos resulta injusto.
Ante el olvido que los últimos gobiernos han hecho del campo mexicano, lo que ha hecho que muchos mexicanos tengan que dejar su hogar y emigrar al sueño americano en busca de pan y de progreso, otros se han visto forzados a formar parte de la cadena delictiva organizada por mafias cada vez mas poderosas una verdadera lucha contra el narcotráfico tendrá que pasar por una revitalización de agro mexicano que permita al campesino sembrar productos alimenticios y no enervantes que causas daños sociales. .
Para no pocos, la pretendida democracia mexicana no es sino el juego de quienes, beneficiarios del poder, buscan acrecentar sus privilegios políticos, sociales y económicos aún a costa del bienestar de las mayorías. Será por eso que aún las encuentras oficiales muestran que apenas el 51% de los mexicanos creen que México sea un país democrático. En estos momentos esta creciendo la idea de invalidación del voto, porque el ciudadano no siente que los actuales partidos y sus dirigentes lo representan.
Injusticia. La percepción fruto de la experiencia cotidiana nos hace pensar que, sin importar su ideología político-partidista, quienes conforman los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, parecen haber olvidado que el principio fundamental que debe seguir toda nación que desea ser próspera es, precisamente, la práctica de la justicia. El incremento de la pobreza, el azote de la violencia, el fortalecimiento de los poderosos, la violación constante del Estado de Derecho, etc., hacen evidente que nuestro México sufre la privación de la justicia como principio rector de su ser y quehacer. Las leyes se modifican al gusto de los gobernantes para legalizar desmanes y proteger intereses.
Economía. Hábilmente y con una preocupante carencia de ética, la clase gobernante se ha encargado de explotar el tema de la inseguridad como el del principal interés de los mexicanos. Sin embargo, estos desmienten tal pretensión y a quienes la promueven. De acuerdo con diversas encuestas realizadas a nivel nacional, es precisamente la crisis económica la que más preocupa a los mexicanos. Pobreza y desempleo son, cada vez más, los temas que ocupan al hombre y la mujer que no pertenecen a la clase privilegiada.
Sin dejar de reconocer los factores extra-nacionales que alimentan la crisis económica que lastima a los mexicanos, también es necesario destacar que la misma es fruto de la injusticia, de la incapacidad de los gobernantes y de la corrupción de la que los mismos participan. Parece ser que los pobres, para quienes ocupan posiciones de privilegio político y económico, son meros recursos discursivos. Por los que hay que hacer aquello que no ponga en riesgo los intereses de los poderosos.
Las políticas salariales que siempre afectan a los que menos tienen, los privilegios fiscales, siempre en beneficio de los más ricos, así como la reelaboración de las viejas alianzas gubernamentales-sindicales, hacen temer que los pobres serán cada vez más, y cada vez más pobres. Contra las promesas gubernamentales y electoreras, contra el optimismo de los discursos de aquellos que no saben lo que significa vivir la realidad económica, está la realidad cotidiana de millones de mexicanos Hombres Mujeres Niños y Ancianos. Para ellos, cada vez más resulta insuficiente lo que tienen y no encuentran razones para creer que esto va a mejorar con los puros discursos políticos.
Corrupción. No se puede entender la problemática nacional si no se considera el elemento de la corrupción. Esta no solo se limita a la complicidad entre autoridades y delincuentes; ni tampoco a la insana relación entre autoridades y aquellos ciudadanos que deciden (voluntariamente o presionados por la necesidad), participar de los esquemas de corrupción económica tan cotidianos en nuestra sociedad. Además de tales expresiones de la corrupción, y quizá de mayor importancia, está la que tiene que ver con la incapacidad de las autoridades para gobernar a sus conciudadanos.
Impunidad. La práctica de la corrupción, en cualquiera de sus expresiones, es posible, crece y se fortalece gracias a la impunidad. Desde luego, esta no es privilegio de quienes menos tienen; es canonjía de los beneficiarios del poder económico y del poder político. Casi cotidianamente la sociedad mexicana es testigo de los escándalos, las revelaciones y la exhibición de la corrupción de los poderosos. Al mismo tiempo, los mexicanos son testigos de cómo el poder arropa a la impunidad. Quienes debieran ser castigados generalmente resultan premiados, muchas veces evadiendo las consecuencias de su actuar ilegal e ilegítimo; y, en no pocas ocasiones, siendo premiados con mayor poder o con la acumulación de mayores riquezas.
Mediocracia. Desde luego, los recursos de los poderosos son muchos y muy eficientes. Entre ellos están los que resultan del poder y la eficacia de los medios electrónicos de comunicación. La televisión, y en menor medida la radio, son cada vez más eficientes instrumentos de control político, electoral e ideológico. De otra manera no podría comprenderse, por ejemplo, que aunque el 73% de los mexicanos tenga una percepción negativa de la situación política y solo el 21% declare tener “mucha confianza” en la Presidencia de la República, el Presidente Calderón Hinojosa cuente con una aprobación de más del 60% de la población. O que, teniendo senadores y diputados calificaciones de apenas siete por ciento de confianza, puedan seguir teniendo el poder para decidir a favor de quienes conforman la oligarquía nacional.
Pareciera que el Estado Mexicano esté dispuesto a ejercer el control debido a los poderosos concesionarios de los medios electrónicos, es una expectativa cada vez menos posible. La incongruencia de los legisladores respecto del establecimiento de un marco legal que regule a tales concesionarios; la manipulación mediática de las cuestiones electorales y la respuesta complaciente de los responsables gubernamentales; así como las resoluciones contrastantes de integrantes del poder Judicial, todo ello evidencia la subordinación de facto, ante el poder de los medios, de aquellos que tienen la responsabilidad de regularlos. Es en este terreno donde, con mayor frecuencia, se advierte el fortalecimiento de la injusticia, animado por la corrupción y la impunidad.
Intolerancia/Discriminación. La defensa de los intereses de grupo de los integrantes de la oligarquía mexicana, resulta en el cultivo y fortalecimiento de una cultura de la intolerancia y discriminación. El problema es que la dinámica de estas actitudes y prácticas sociales sigue el principio de la espiral. Quienes empiezan por descalificar a sus adversarios políticos e ideológicos, propician la intolerancia racial, religiosa, sexual, etc.
Cuando los primeros responsables de velar por una cultura de respeto a la pluralidad, toman partido y usan sus posiciones de poder para favorecer sus propias preferencias, devienen en agentes desestabilizadores de la sociedad. Desafortunadamente, nos parece, cada vez es mayor el número de funcionarios gubernamentales, aún de los del más alto nivel, que se asumen como defensores y promotores de sus ideologías religiosas. El discurso ambiguo, así como el cultivado arte de la manipulación, hace especialmente peligrosa la simulación de tales funcionarios. Lo que ellos defienden como su derecho, no pocas veces se traduce en la intolerancia violenta en los diversos estratos de la sociedad.
Laicidad. La laicidad, conviene no olvidarlo, es una de las principales riquezas de la Nación mexicana. Ha costado la sangre de muchos mexicanos y ha contribuido al avance integral de nuestro país. Sin embargo, la laicidad se encuentra amenazada desde distintas posiciones del poder político, económico y religioso. Particularmente preocupante resulta la doble moral que los sectores de la derecha exhiben actualmente. Al mismo tiempo que presumen de su compromiso con la libertad de creencia, la de expresión, entre otras, se valen de lo que pueden para apoyar a su sector religioso. Nuestra preocupación no tiene que ver con la validez de tal o cual doctrina. Tiene que ver, más bien, con el despropósito de que la cultura mexicana tiene que ser una cultura. Que la religiosidad tradicional, con sus presupuestos, prejuicios y valores es la única valedera para el ser y quehacer de los mexicanos.
En aras de la defensa de la ideología de la derecha, los grandes problemas sociales: las familias disfuncionales, la cuestión del aborto, la diversidad sexual, etc., son tratadas no desde el interés de las mayorías para el desarrollo de las políticas sociales necesarias; sino desde los presupuestos religiosos de quienes, en la práctica, parecen más comprometidos con su fe que con sus obligaciones cívicas.
El evidente desinterés mostrado por el Ejecutivo respecto de las comunidades religiosas no católicas hace evidente que el Presidente no lo está siendo “de todos los mexicanos”, sino que se asume particularmente comprometido, en cuestiones de política religiosa, con quienes le son afines u oportunamente útiles. Desde luego, tal parcialización promueve, o cuando menos anima y justifica, las distintas formas de intolerancia religiosa que sufren las comunidades no católicas.
Compromisos que deseamos adquirir. Necesitamos nuevos políticos no solo con un conocimiento de la ley sino con una ética social y humana de excelencia, políticos que no vivan solo de acuerdo a la ley sino a la justicia pues no siempre lo legal y lo justo son lo mismo, como pastores queremos participar en la formación de esos lideres, que sean lo mismo en la Iglesia que en el servicio publico, que en su peso por la Iglesia hallan quedado huellas profundas de honestidad, justicia y del bien común, que no sucumban no ante las tentaciones del mundo político, sino a las debilidades internas, pues son las oportunidades las que sacan a luz nuestro verdadero ser, y nuestra verdadera formación.
En este contexto nosotros los pastores Evangélicos nos comprometemos también a crear conciencia entre esas masas desvalidas llevándoles ánimo espiritual con los principios cristianos, no para impulsar un conformismo igualmente absurdo, sino para defender la vida en este mundo en el que Dios nos colocó. Estamos conscientes de que los retos que nos esperan a nosotros y a nuestros hijos, son superiores a nuestras capacidades, hemos confiado demasiado en las cosas materiales, y descuidamos mucho tiempo el desarrollo espiritual, hemos construido como decía el Rabí de Galilea sobre arenas, teniendo como base la tecnología, el poder el dinero etc. Y no lo hemos hecho sobre la roca de los valores humanos, amor, servicio, fraternidad y en el pecado llevamos la penitencia. Hoy cuando ese materialismo supera cualquier situación del pasado, nos comprometemos a que juntos Iglesias, Sociedad y Estado revirtamos esa realidad sin pérdida de tiempo y así dejar a nuestros hijos un México menos cruel que el que tenemos.
Sabemos que los pastores debemos poner el ejemplo con una conducta que nos permita luchar, con autoridad moral por todo aquello que le sirva a nuestra Nación. En Conclusión: Sería deseable que, como mexicanos y pastores, pudiéramos hacer un acercamiento más optimista a la realidad nacional que vivimos. Lo cierto es que pocas razones hay para el contentamiento y la esperanza. Lamentablemente, el sistema político –gubernamental y partidista-, cada vez deja menos espacios para la participación real de la población mexicana en el establecimiento de su devenir como Nación. La democracia mexicana ha venido a favorecer a la oligarquía que controla al País, haciendo prácticamente imposible la transformación pacífica y sostenida de la realidad nacional. Sin embargo, no renunciamos a la esperanza. Por ello hacemos un llamado a quienes tienen el privilegio del poder a que no olviden que su tarea y compromiso tiene que ver con la justicia: con su rescate y su ejercicio en todos los ámbitos de la vida nacional. Desde luego, tal compromiso con la justicia exige el cambio de quienes han menospreciado el bien y privilegiado el mal como su norma de conducta.
Difícil tarea enfrentamos los pastores evangélicos, quienes además de ser llamados a la congruencia y la propia conversión, tenemos la tarea de alentar y animar la paz, la esperanza y la práctica de la justicia en la vida de nuestras ovejas. Al mismo tiempo, enfrentamos el reto de levantar nuestra voz profética ante quienes tienen en sus manos la suerte de los mexicanos. “La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos”. Prov. 14.34
Nosotros, quienes en razón de nuestra tarea pastoral estamos en estrecha relación con los ciudadanos mexicanos, podemos hacer nuestra la siguiente declaración: 2008 deja a mexicanos con un sentimiento claramente más deteriorado en todos los sentidos, disminuye la expectativa y sobre todo, el ciudadano se autoevalúa en los niveles más bajos de felicidad, honestidad, salud y otras variables, es decir, si una conclusión podemos hacer es que la autoestima tuvo un deterioro en el octavo año del siglo XXI. (Consulta Mitofsky, 2009)
Peor aún, sabemos que el deteriorado sentido de los mexicanos, lejos de disminuir, se incrementa en el día a día como resultado de la grave crisis social, económica y política que nuestro país enfrenta. Nuestra tarea pastoral nos permite advertir la grave correlación entre los factores sociales, económicos y políticos con aquellos que tienen que ver con la estabilidad mental, emocional y aún espiritual de los mexicanos. El desequilibrio resultante se expresa en el crecimiento de las familias disfuncionales, pero también en la incapacidad sentida para enfrentar los retos naturales de la educación, el trabajo y la trascendencia social.
Gobierno. Si bien no dejamos de reconocer que las razones de la crisis que enfrenta la sociedad mexicana, son muchas y muy diversas y son de carácter interno y externo, sí creemos que es necesario destacar aquí el que una de las más importantes y definitorias tiene que ver con el fracaso de quienes han recibido la encomienda de dirigir los destinos de nuestro País, en el cumplimiento de sus tareas.
Dado que, como resulta cada vez más evidente, el interés de los gobernantes se concentra en el cuidado y fortalecimiento de la clase a que pertenecen, resultan incapaces de atender las necesidades de la mayoría de los mexicanos. Se trata, entonces, de una incapacidad adquirida, fruto de la perversión de su compromiso social, así como del interés evidente en ser ellos mismos los primeros beneficiarios del poder político y gubernamental.
Dadas las diversas corrientes y los intereses inmediatos de quienes componen la clase dominante, los acuerdos internos pasan por etapas de ajuste que generan, a su vez, desequilibrios y hasta enfrentamientos internos que terminan por afectar el todo de la vida nacional. Ello explica las traiciones, los escándalos y aún la manipulación del ejercicio del poder a favor de unos y en perjuicio de otros. Dígase si no, especialmente cuando se trata de la lucha contra la delincuencia organizada, misma que pasa por acuerdos lícitos y oscuros; mismos que duran en tanto convenga a quienes mayor poder tienen de manera especial compartirnos la lucha que el Presidente Calderón tiene contra el narcotráfico, sin embargo creemos que solo el combate armado no garantiza el mejor resultado y además en algunos casos resulta injusto.
Ante el olvido que los últimos gobiernos han hecho del campo mexicano, lo que ha hecho que muchos mexicanos tengan que dejar su hogar y emigrar al sueño americano en busca de pan y de progreso, otros se han visto forzados a formar parte de la cadena delictiva organizada por mafias cada vez mas poderosas una verdadera lucha contra el narcotráfico tendrá que pasar por una revitalización de agro mexicano que permita al campesino sembrar productos alimenticios y no enervantes que causas daños sociales. .
Para no pocos, la pretendida democracia mexicana no es sino el juego de quienes, beneficiarios del poder, buscan acrecentar sus privilegios políticos, sociales y económicos aún a costa del bienestar de las mayorías. Será por eso que aún las encuentras oficiales muestran que apenas el 51% de los mexicanos creen que México sea un país democrático. En estos momentos esta creciendo la idea de invalidación del voto, porque el ciudadano no siente que los actuales partidos y sus dirigentes lo representan.
Injusticia. La percepción fruto de la experiencia cotidiana nos hace pensar que, sin importar su ideología político-partidista, quienes conforman los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, parecen haber olvidado que el principio fundamental que debe seguir toda nación que desea ser próspera es, precisamente, la práctica de la justicia. El incremento de la pobreza, el azote de la violencia, el fortalecimiento de los poderosos, la violación constante del Estado de Derecho, etc., hacen evidente que nuestro México sufre la privación de la justicia como principio rector de su ser y quehacer. Las leyes se modifican al gusto de los gobernantes para legalizar desmanes y proteger intereses.
Economía. Hábilmente y con una preocupante carencia de ética, la clase gobernante se ha encargado de explotar el tema de la inseguridad como el del principal interés de los mexicanos. Sin embargo, estos desmienten tal pretensión y a quienes la promueven. De acuerdo con diversas encuestas realizadas a nivel nacional, es precisamente la crisis económica la que más preocupa a los mexicanos. Pobreza y desempleo son, cada vez más, los temas que ocupan al hombre y la mujer que no pertenecen a la clase privilegiada.
Sin dejar de reconocer los factores extra-nacionales que alimentan la crisis económica que lastima a los mexicanos, también es necesario destacar que la misma es fruto de la injusticia, de la incapacidad de los gobernantes y de la corrupción de la que los mismos participan. Parece ser que los pobres, para quienes ocupan posiciones de privilegio político y económico, son meros recursos discursivos. Por los que hay que hacer aquello que no ponga en riesgo los intereses de los poderosos.
Las políticas salariales que siempre afectan a los que menos tienen, los privilegios fiscales, siempre en beneficio de los más ricos, así como la reelaboración de las viejas alianzas gubernamentales-sindicales, hacen temer que los pobres serán cada vez más, y cada vez más pobres. Contra las promesas gubernamentales y electoreras, contra el optimismo de los discursos de aquellos que no saben lo que significa vivir la realidad económica, está la realidad cotidiana de millones de mexicanos Hombres Mujeres Niños y Ancianos. Para ellos, cada vez más resulta insuficiente lo que tienen y no encuentran razones para creer que esto va a mejorar con los puros discursos políticos.
Corrupción. No se puede entender la problemática nacional si no se considera el elemento de la corrupción. Esta no solo se limita a la complicidad entre autoridades y delincuentes; ni tampoco a la insana relación entre autoridades y aquellos ciudadanos que deciden (voluntariamente o presionados por la necesidad), participar de los esquemas de corrupción económica tan cotidianos en nuestra sociedad. Además de tales expresiones de la corrupción, y quizá de mayor importancia, está la que tiene que ver con la incapacidad de las autoridades para gobernar a sus conciudadanos.
Impunidad. La práctica de la corrupción, en cualquiera de sus expresiones, es posible, crece y se fortalece gracias a la impunidad. Desde luego, esta no es privilegio de quienes menos tienen; es canonjía de los beneficiarios del poder económico y del poder político. Casi cotidianamente la sociedad mexicana es testigo de los escándalos, las revelaciones y la exhibición de la corrupción de los poderosos. Al mismo tiempo, los mexicanos son testigos de cómo el poder arropa a la impunidad. Quienes debieran ser castigados generalmente resultan premiados, muchas veces evadiendo las consecuencias de su actuar ilegal e ilegítimo; y, en no pocas ocasiones, siendo premiados con mayor poder o con la acumulación de mayores riquezas.
Mediocracia. Desde luego, los recursos de los poderosos son muchos y muy eficientes. Entre ellos están los que resultan del poder y la eficacia de los medios electrónicos de comunicación. La televisión, y en menor medida la radio, son cada vez más eficientes instrumentos de control político, electoral e ideológico. De otra manera no podría comprenderse, por ejemplo, que aunque el 73% de los mexicanos tenga una percepción negativa de la situación política y solo el 21% declare tener “mucha confianza” en la Presidencia de la República, el Presidente Calderón Hinojosa cuente con una aprobación de más del 60% de la población. O que, teniendo senadores y diputados calificaciones de apenas siete por ciento de confianza, puedan seguir teniendo el poder para decidir a favor de quienes conforman la oligarquía nacional.
Pareciera que el Estado Mexicano esté dispuesto a ejercer el control debido a los poderosos concesionarios de los medios electrónicos, es una expectativa cada vez menos posible. La incongruencia de los legisladores respecto del establecimiento de un marco legal que regule a tales concesionarios; la manipulación mediática de las cuestiones electorales y la respuesta complaciente de los responsables gubernamentales; así como las resoluciones contrastantes de integrantes del poder Judicial, todo ello evidencia la subordinación de facto, ante el poder de los medios, de aquellos que tienen la responsabilidad de regularlos. Es en este terreno donde, con mayor frecuencia, se advierte el fortalecimiento de la injusticia, animado por la corrupción y la impunidad.
Intolerancia/Discriminación. La defensa de los intereses de grupo de los integrantes de la oligarquía mexicana, resulta en el cultivo y fortalecimiento de una cultura de la intolerancia y discriminación. El problema es que la dinámica de estas actitudes y prácticas sociales sigue el principio de la espiral. Quienes empiezan por descalificar a sus adversarios políticos e ideológicos, propician la intolerancia racial, religiosa, sexual, etc.
Cuando los primeros responsables de velar por una cultura de respeto a la pluralidad, toman partido y usan sus posiciones de poder para favorecer sus propias preferencias, devienen en agentes desestabilizadores de la sociedad. Desafortunadamente, nos parece, cada vez es mayor el número de funcionarios gubernamentales, aún de los del más alto nivel, que se asumen como defensores y promotores de sus ideologías religiosas. El discurso ambiguo, así como el cultivado arte de la manipulación, hace especialmente peligrosa la simulación de tales funcionarios. Lo que ellos defienden como su derecho, no pocas veces se traduce en la intolerancia violenta en los diversos estratos de la sociedad.
Laicidad. La laicidad, conviene no olvidarlo, es una de las principales riquezas de la Nación mexicana. Ha costado la sangre de muchos mexicanos y ha contribuido al avance integral de nuestro país. Sin embargo, la laicidad se encuentra amenazada desde distintas posiciones del poder político, económico y religioso. Particularmente preocupante resulta la doble moral que los sectores de la derecha exhiben actualmente. Al mismo tiempo que presumen de su compromiso con la libertad de creencia, la de expresión, entre otras, se valen de lo que pueden para apoyar a su sector religioso. Nuestra preocupación no tiene que ver con la validez de tal o cual doctrina. Tiene que ver, más bien, con el despropósito de que la cultura mexicana tiene que ser una cultura. Que la religiosidad tradicional, con sus presupuestos, prejuicios y valores es la única valedera para el ser y quehacer de los mexicanos.
En aras de la defensa de la ideología de la derecha, los grandes problemas sociales: las familias disfuncionales, la cuestión del aborto, la diversidad sexual, etc., son tratadas no desde el interés de las mayorías para el desarrollo de las políticas sociales necesarias; sino desde los presupuestos religiosos de quienes, en la práctica, parecen más comprometidos con su fe que con sus obligaciones cívicas.
El evidente desinterés mostrado por el Ejecutivo respecto de las comunidades religiosas no católicas hace evidente que el Presidente no lo está siendo “de todos los mexicanos”, sino que se asume particularmente comprometido, en cuestiones de política religiosa, con quienes le son afines u oportunamente útiles. Desde luego, tal parcialización promueve, o cuando menos anima y justifica, las distintas formas de intolerancia religiosa que sufren las comunidades no católicas.
Compromisos que deseamos adquirir. Necesitamos nuevos políticos no solo con un conocimiento de la ley sino con una ética social y humana de excelencia, políticos que no vivan solo de acuerdo a la ley sino a la justicia pues no siempre lo legal y lo justo son lo mismo, como pastores queremos participar en la formación de esos lideres, que sean lo mismo en la Iglesia que en el servicio publico, que en su peso por la Iglesia hallan quedado huellas profundas de honestidad, justicia y del bien común, que no sucumban no ante las tentaciones del mundo político, sino a las debilidades internas, pues son las oportunidades las que sacan a luz nuestro verdadero ser, y nuestra verdadera formación.
En este contexto nosotros los pastores Evangélicos nos comprometemos también a crear conciencia entre esas masas desvalidas llevándoles ánimo espiritual con los principios cristianos, no para impulsar un conformismo igualmente absurdo, sino para defender la vida en este mundo en el que Dios nos colocó. Estamos conscientes de que los retos que nos esperan a nosotros y a nuestros hijos, son superiores a nuestras capacidades, hemos confiado demasiado en las cosas materiales, y descuidamos mucho tiempo el desarrollo espiritual, hemos construido como decía el Rabí de Galilea sobre arenas, teniendo como base la tecnología, el poder el dinero etc. Y no lo hemos hecho sobre la roca de los valores humanos, amor, servicio, fraternidad y en el pecado llevamos la penitencia. Hoy cuando ese materialismo supera cualquier situación del pasado, nos comprometemos a que juntos Iglesias, Sociedad y Estado revirtamos esa realidad sin pérdida de tiempo y así dejar a nuestros hijos un México menos cruel que el que tenemos.
Sabemos que los pastores debemos poner el ejemplo con una conducta que nos permita luchar, con autoridad moral por todo aquello que le sirva a nuestra Nación. En Conclusión: Sería deseable que, como mexicanos y pastores, pudiéramos hacer un acercamiento más optimista a la realidad nacional que vivimos. Lo cierto es que pocas razones hay para el contentamiento y la esperanza. Lamentablemente, el sistema político –gubernamental y partidista-, cada vez deja menos espacios para la participación real de la población mexicana en el establecimiento de su devenir como Nación. La democracia mexicana ha venido a favorecer a la oligarquía que controla al País, haciendo prácticamente imposible la transformación pacífica y sostenida de la realidad nacional. Sin embargo, no renunciamos a la esperanza. Por ello hacemos un llamado a quienes tienen el privilegio del poder a que no olviden que su tarea y compromiso tiene que ver con la justicia: con su rescate y su ejercicio en todos los ámbitos de la vida nacional. Desde luego, tal compromiso con la justicia exige el cambio de quienes han menospreciado el bien y privilegiado el mal como su norma de conducta.
Difícil tarea enfrentamos los pastores evangélicos, quienes además de ser llamados a la congruencia y la propia conversión, tenemos la tarea de alentar y animar la paz, la esperanza y la práctica de la justicia en la vida de nuestras ovejas. Al mismo tiempo, enfrentamos el reto de levantar nuestra voz profética ante quienes tienen en sus manos la suerte de los mexicanos. “La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos”. Prov. 14.34
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