El programa nuclear iraní/Fawaz A. Gerges, de la cátedra A. Johnson sobre Oriente Medio, Sarah Lawrence College (Nueva York). Autor de El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana, Ed. Libros de Vanguardia
Publicado en LA VANGUARDIA, 11/06/09;
Tras su reunión con el primer ministro israelí, Netanyahu, Obama dijo que el logro de un arma nuclear por parte de Irán representaría no sólo una amenaza para Israel yEE. UU., sino que sería un factor “profundamente desestabilizador” para la comunidad internacional y que no permitiría que las propuestas conversaciones con la República Islámica se dilataran de forma indefinida, aunque añadió que el resultado de las elecciones presidenciales del día 12 revelaría si cabe alguna oportunidad de progresar en lo que resta de año. Si Obama cree que la elección de un presidente reformista provocará un cambio en la política nuclear de Irán, se llevará una sorpresa al enterarse de que apenas media diferencia entre las posturas de los principales candidatos sobre el programa nuclear. Además, la decisión de iniciar conversaciones con EE. UU. compete a Jamenei y al Consejo de Seguridad Nacional.
Los iraníes de todo el abanico ideológico convienen en que a su país debería permitírsele el desarrollo de tecnología nuclear y la obtención de los conocimientos científicos necesarios para progresar en este campo. Musavi, candidato reformista, al preguntársele si accedería a suspender el enriquecimiento de uranio si fuera elegido presidente, afirmó abiertamente en abril: “Nadie en Irán aceptaría tal suspensión”.
De hecho, los candidatos presidenciales se han esforzado para convencer a la sociedad de que Ahmadineyad no debería llevarse todos los aplausos por los progresos alcanzados en la cuestión nuclear. Incluso el ex presidente Jatami ha criticado a su sucesor por acaparar todos los elogios. Lo cierto es que aunque Irán ha dado pasos cruciales en su programa nuclear bajo el mandato de Ahmadineyad, el programa iraní de enriquecimiento de uranio hizo sus mayores progresos durante los ocho años de Jatami en el poder. Tanto Ahmadineyad, un conservador, como Jatami, un reformista, aspiran al público reconocimiento por el progreso de las actividades y programas de Irán en el terreno nuclear. Para no quedar inerme y desarmado, Musavi, que confía en destronar a Ahmadineyad, ha puesto en guardia al electorado contra la tentación de tragarse las tácticas de su rival consistentes en valerse de los recientes logros en materia nuclear para extraer beneficios electorales: “Todo el mundo está de acuerdo en que tales progresos son necesarios para el país; la cuestión es que no deberían en absoluto explotarse por motivos políticos ni usarse como bazas publicitarias”, afirmó el ex primer ministro en un acto de campaña.
Resulta improbable que el próximo presidente esté dispuesto o ni siquiera esté en condiciones de acceder a las exigencias de las potencias occidentales de suspender el enriquecimiento de uranio. El líder supremo y el Consejo de Seguridad Nacional están decididos a impulsar el programa nuclear a toda costa, sin dejar de insistir en que el enriquecimiento de uranio apunta a fines pacíficos y no a la fabricación de armamento nuclear.
Las últimas declaraciones de Obama - en el sentido de que confiaba en poder saber hacia finales de año si Irán “está realizando efectivamente un esfuerzo de buena fe para resolver las diferencias” a través de conversaciones destinadas a poner fin a su programa nuclear-podrían significar que ambas partes dirigen sus pasos hacia un enfrentamiento abierto.
Para evitar una confrontación y encontrar una solución aceptable a la cuestión del programa nuclear de Irán, los dirigentes occidentales deben considerar la naturaleza de la disyuntiva en el terreno de la seguridad que se presenta a sus homólogos iraníes. En el fondo de la iniciativa iraní para desarrollar actividades nucleares existe una búsqueda de un poder de disuasión frente a un Israel nuclear y un EE. UU. amenazador. Los dirigentes iraníes creen que poseer un factor de disuasión nuclear garantizará la supervivencia de su República Islámica induciendo a EE. UU. a desistir del derrocamiento de su régimen de forma similar a como procedió en Afganistán e Iraq. La invasión y ocupación estadounidense de Iraq fue un aviso a los mulás, que se sintieron amenazados por la presencia de 150.000 soldados estadounidenses en su patio trasero.
Mucho antes de la guerra global contra el terrorismo, como muestra Joost R. Hiltermann en su magnífico libro Un asunto venenoso: Estados Unidos, Iraq y el gaseamiento de Halabja,los mulás en el poder acusaron el negativo impacto del empleo reiterado de armas químicas contra soldados iraníes durante la guerra Irán-Iraq mientras EE. UU. miraba a otro lado. Según Hiltermann, las semillas del programa no convencional de Irán se sembraron en aquel prolongado y sangriento conflicto cuando los iraníes concluyeron que únicamente un poder de disuasión era capaz de proteger la seguridad nacional de Irán.
Sólo si se reconocen los temores y preocupaciones legítimas de los dirigentes iraníes puede hallarse una solución a la cuestión del programa nuclear del país. El desafío se cifra en abordar la disyuntiva planteada a Irán en materia de seguridad y brindar a sus dirigentes vías y opciones alternativas a su acceso a la condición de potencia nuclear. Pero ello puede resultar demasiado poco - y ser demasiado tarde-,porque Irán ya posee actualmente los conocimientos científicos al respecto y está a punto de despejar los últimos obstáculos para fabricar un arma nuclear.
Los iraníes de todo el abanico ideológico convienen en que a su país debería permitírsele el desarrollo de tecnología nuclear y la obtención de los conocimientos científicos necesarios para progresar en este campo. Musavi, candidato reformista, al preguntársele si accedería a suspender el enriquecimiento de uranio si fuera elegido presidente, afirmó abiertamente en abril: “Nadie en Irán aceptaría tal suspensión”.
De hecho, los candidatos presidenciales se han esforzado para convencer a la sociedad de que Ahmadineyad no debería llevarse todos los aplausos por los progresos alcanzados en la cuestión nuclear. Incluso el ex presidente Jatami ha criticado a su sucesor por acaparar todos los elogios. Lo cierto es que aunque Irán ha dado pasos cruciales en su programa nuclear bajo el mandato de Ahmadineyad, el programa iraní de enriquecimiento de uranio hizo sus mayores progresos durante los ocho años de Jatami en el poder. Tanto Ahmadineyad, un conservador, como Jatami, un reformista, aspiran al público reconocimiento por el progreso de las actividades y programas de Irán en el terreno nuclear. Para no quedar inerme y desarmado, Musavi, que confía en destronar a Ahmadineyad, ha puesto en guardia al electorado contra la tentación de tragarse las tácticas de su rival consistentes en valerse de los recientes logros en materia nuclear para extraer beneficios electorales: “Todo el mundo está de acuerdo en que tales progresos son necesarios para el país; la cuestión es que no deberían en absoluto explotarse por motivos políticos ni usarse como bazas publicitarias”, afirmó el ex primer ministro en un acto de campaña.
Resulta improbable que el próximo presidente esté dispuesto o ni siquiera esté en condiciones de acceder a las exigencias de las potencias occidentales de suspender el enriquecimiento de uranio. El líder supremo y el Consejo de Seguridad Nacional están decididos a impulsar el programa nuclear a toda costa, sin dejar de insistir en que el enriquecimiento de uranio apunta a fines pacíficos y no a la fabricación de armamento nuclear.
Las últimas declaraciones de Obama - en el sentido de que confiaba en poder saber hacia finales de año si Irán “está realizando efectivamente un esfuerzo de buena fe para resolver las diferencias” a través de conversaciones destinadas a poner fin a su programa nuclear-podrían significar que ambas partes dirigen sus pasos hacia un enfrentamiento abierto.
Para evitar una confrontación y encontrar una solución aceptable a la cuestión del programa nuclear de Irán, los dirigentes occidentales deben considerar la naturaleza de la disyuntiva en el terreno de la seguridad que se presenta a sus homólogos iraníes. En el fondo de la iniciativa iraní para desarrollar actividades nucleares existe una búsqueda de un poder de disuasión frente a un Israel nuclear y un EE. UU. amenazador. Los dirigentes iraníes creen que poseer un factor de disuasión nuclear garantizará la supervivencia de su República Islámica induciendo a EE. UU. a desistir del derrocamiento de su régimen de forma similar a como procedió en Afganistán e Iraq. La invasión y ocupación estadounidense de Iraq fue un aviso a los mulás, que se sintieron amenazados por la presencia de 150.000 soldados estadounidenses en su patio trasero.
Mucho antes de la guerra global contra el terrorismo, como muestra Joost R. Hiltermann en su magnífico libro Un asunto venenoso: Estados Unidos, Iraq y el gaseamiento de Halabja,los mulás en el poder acusaron el negativo impacto del empleo reiterado de armas químicas contra soldados iraníes durante la guerra Irán-Iraq mientras EE. UU. miraba a otro lado. Según Hiltermann, las semillas del programa no convencional de Irán se sembraron en aquel prolongado y sangriento conflicto cuando los iraníes concluyeron que únicamente un poder de disuasión era capaz de proteger la seguridad nacional de Irán.
Sólo si se reconocen los temores y preocupaciones legítimas de los dirigentes iraníes puede hallarse una solución a la cuestión del programa nuclear del país. El desafío se cifra en abordar la disyuntiva planteada a Irán en materia de seguridad y brindar a sus dirigentes vías y opciones alternativas a su acceso a la condición de potencia nuclear. Pero ello puede resultar demasiado poco - y ser demasiado tarde-,porque Irán ya posee actualmente los conocimientos científicos al respecto y está a punto de despejar los últimos obstáculos para fabricar un arma nuclear.
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