El secreto de Jackie (Kennedy)/DOUGLAS THOMPSON
Publicado en El País Semanal, 6/12/2009;
Allí estaba Jacqueline Kennedy Onassis. El Santo Grial de los ‘paparazzi’, en la intimidad de la isla de Skorpios. Relajada, desnuda, ajena a toda la polémica que la rodeaba. Y allí estaba también un fotógrafo dispuesto a conseguir lo imposible. Casi 40 años después de su publicación, el autor ha decidido subastar esas fotos. "Deben verse", dice. "Así era la Jackie feliz". Éstas son las imágenes. Y ésta es la historia de una exclusiva mundial.
El estridente ruido de los pájaros al amanecer ocultaba el sonido del motor fueraborda mientras el sol salía rápidamente para iluminar todas las islas. Iba a hacer calor.
Sería un día radiante, casi sin brisa, tal y como había pronosticado el hombre del tiempo. Otro hombre más importante se había puesto nervioso sólo de pensar que ella podría estar allí. Aquel día, su pequeña barca amarilla descascarillada apareció sin ser vista en la orilla como un rayo de sol. Empujándola hacia la arena, el italiano de ojos marrones alcanzó la espesa vegetación que llegaba hasta el agua y la escondió allí. Sólo rezaba por tener suerte para que su paciencia y tesón se vieran recompensados. Y de repente, al cabo de tres horas, llegó el deseado encuentro con la señora Jacqueline Kennedy Onassis (Long Island, 1929-Manhattan, 1994).
Aquel verano de 1971, en la isla privada de Skorpios, Settimio Garritano captó una serie de fotografías que cambiaron la forma de pensar sobre la mujer más discutida del mundo. Las imágenes fueron también motivo de controversia y se convirtieron en una leyenda, incluso 38 años después de que fueran realizadas.
Desde su discreta y aventajada atalaya, una posición que había calculado cuidadosamente durante varios meses, Garritano consiguió colocar sus dos cámaras para fotografiar a una señora Onassis relajada. Ya lo había hecho antes en numerosas ocasiones. Sin embargo, esta vez su objetivo la captó mientras caminaba de un lado a otro desnuda. Totalmente desnuda.
A sus apenas 43 años lucía una excelente figura. Su postura era correcta: los hombros hacia atrás, el porte propio de una educación exclusiva recibida en el colegio Miss Porter’s en Farmington, Connecticut.
La cámara fotografió su espalda morena, su pecho, su vello púbico. Garritano estaba nervioso, pero en ningún momento se comportó como un colegial. ¿De verdad había conseguido fotografiar desnuda a la mujer de uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo y a la viuda del asesinado presidente de Estados Unidos? ¿Jackie Onassis desnuda? ¿Completamente desnuda? Sí, lo había conseguido. La evidencia se le presentó al revelar los carretes de fotos en un laboratorio de Atenas.
Desde que se casó con Aristóteles Onassis el 20 de octubre de 1968, Settimio Garritano, siempre al acecho, había perseguido a la antigua primera dama en la isla que había tomado como punto de referencia para realizar estas fotografías. Tras su boda con el hombre de cejas arqueadas, la viuda del asesinado presidente John Kennedy se convirtió en Jackie O., en el santo grial de los paparazzi. Onassis aportaba una increíble fortuna, pero también mala reputación, un implacable estilo de hacer negocios y una turbia relación con la diva de la ópera María Callas. La dote de la novia era su propia historia. Para muchos, la viuda de John Fitgerald Kennedy, una de las mujeres más aplaudidas y admiradas tanto por su dignidad como por su estilo, había renunciado a su halo. El mundo no sabía si amarla u odiarla. Tales sentimientos aumentaron su fama a niveles asombrosos.
El carismático Onassis había comprado Skorpios en 1963 y lo había convertido en su reino privado. La isla estaba a escasos, a veces movidos, 10 minutos de Nydry y al este de Lefkada, otra isla unida a la península griega por carretera. La única playa decente de la isla estaba cerca de donde Garritano desembarcó. Onassis había construido allí una sencilla taberna para guardar las hamacas de playa, los cojines, las toallas… Había también un cuarto de duchas y una pequeña cocina. Allí era donde Jackie descansaba. Donde leía y dormía la siesta, donde hacía yoga y nadaba, donde comía y fumaba. Durante sus mil días como primera dama de Estados Unidos tomaba a menudo precauciones para esconder su adicción al tabaco, pero la señora Onassis fumaba abiertamente en Capri.
En la romántica isla italiana irradiaba una felicidad que rara vez mostró en Estados Unidos. Cuando se casó con Onassis renunció a la protección del servicio secreto. Frecuentaba las terrazas y las trattorias de Capri, iba de compras y ponía de moda las sandalias planas de tiras de piel de Ragni, el estilo más popular hecho en la isla.
Settimio Garritano, por entonces un veterano profesional de 38 años, la fotografió en todas partes durante un periodo que él llamó "la época feliz de Jackie". Y a ella le agradaba: "Le he visto por aquí, en Grecia". Su actitud hacia el italiano de ojos brillantes, pelo negro, patillas largas y chaqueta sahariana color beis nunca cambiaba. "Siempre me reconocía y me sonreía. A Jackie le encantaba que la fotografiaran. Quería tener todos los periódicos y revistas donde salía. Capri era su isla favorita, mucho más que Skorpios, donde estaba su residencia privada. Le encantaba hacer todas las cosas que no podía hacer en Estados Unidos, pero parecía más feliz cuando paseaba en libertad".
En Skorpios era donde Jackie debía sentirse totalmente libre. Nunca se quedaba más de dos semanas, pero la visitaba con frecuencia. Sabía que la retrataban en Skorpios. Las fotografías de Garritano se habían publicado en todo el mundo. Él acudía a Skorpios y se las arreglaba con los pescadores locales, quienes aceptaban correr un riesgo con tal de ganar unos dracmas por acercarle en barco a la isla. Cuando sus fotografías comenzaron a publicarse, los pescadores recibieron al instante una orden prohibiéndoles llevar a más extranjeros. Cerca de 80 personas que trabajaban en el paraíso de Onassis llegaban cada mañana en barco. Por eso, aquel verano de 1971 escondió su barca entre los matorrales.
Settimio Garritano apreciaba a su jefe, un hombre atractivo llamado Achilles. Gracias a su ayuda, el fotógrafo llegó a la isla disfrazado de jardinero. Supo que Jackie y Onassis llegarían a la playa conduciendo un jeep. La información se la facilitó Irene, que trabajaba en la oficina de Onassis de Olympic Airways en Atenas. Su iniciativa le salió rentable y, por medio de uno de los trabajadores, supo que a la señora le gustaba tomar el sol desnuda. "Me parecía imposible. Ella sabía que era fotografiada en Skorpios. ¿Por qué quería mostrarse? Nunca pensé que ocurriría". Pero ocurrió.
En Roma, donde dirige con éxito una agencia de fotografía, Garritano reflexiona sobre lo que captó: "Mis cámaras de fotos eran buenas, pero, al fin y al cabo, de otra época. Nada que ver con los aparatos digitales que existen hoy día. Si los hubiera tenido hubiera ampliado la imagen mucho más sin perder la perfección. Llevaba dos Pentax con objetivos de 640 milímetros, que utilizaba con una lente duplicadora con la que obtenía 1.280 milímetros de distancia focal, pero el avance de la película era manual".
Sus cámaras se pusieron a trabajar: "Apareció y dio una vuelta por el patio. Me concentré en hacer las fotografías, no en componerlas. Fue cuestión de momentos, ni siquiera de minutos. Me tranquilicé cuando vi los negativos. Pero sólo un poco. Tenía miedo de la reacción de Onassis y de la familia Kennedy. El siguiente problema era sacar la película de Grecia a través de un aeropuerto con mucho control policial. Sentía horror cada vez que volaba desde Atenas, ya que la dictadura respetaba y protegía mucho a Onassis. Se quedaban con todas las fotografías. Y especialmente, con las de Jackie".
"Me puse un cinturón de piel con un bolsillo secreto y escondí ahí uno de los carretes. También llevaba una bolsa rígida de piel con bolsillo doble donde guardé el resto de los rollos. Nunca me había sentido tan paranoico. Sólo conseguí tranquilizarme cuando el avión despegó. Pensé que Onassis o los Kennedy me perseguirían. Nunca creí que fueran a matarme, pero sí que intentarían arruinar mi carrera. No sabía qué hacer".
Ni tampoco los periódicos y las revistas de todo el mundo cuando se enteraron de que había unas fotografías de Jackie Onassis desnuda. Todos querían verlas. Nadie se atrevía a publicarlas. O, al menos, les aconsejaron legalmente que no lo hicieran. Había pasado poco tiempo desde aquel 22 de noviembre de 1963 en Dallas, del asesinato de un hombre que aún hoy representa para muchos el fantasma de su carismático pasado. El hombre que había hecho las fotografías era realista: "Estaba desanimado, tanto trabajo y euforia para nada. Guardé todos los negativos en una caja fuerte del banco. Para no perder la costumbre, seguí fotografiando a Jackie en Skorpios".
También tomó una serie de fotos en top less a Fiona Campbell, antigua modelo y baronesa Von Thyssen, que entonces era la amante de Alexander, el hijo de Onassis. En cierta ocasión, Garritano y su mujer se encontraban en Grecia, y el joven Onassis viajó en helicóptero hasta allí para saludarle. En lugar de pedirle que destruyera las fotografías sin sujetador, se pusieron de acuerdo en que posara con su amante por primera y última vez: "Le mencioné que existían unas fotografías de Jackie desnuda. Me dijo: ‘¡Quiero que se publiquen! Jackie no le caía bien, y tampoco a su hermana Christina. Me explicó que si se publicaban, Ari se pondría furioso y con suerte se libraría de su nueva esposa".
Ésa no fue la reacción de Aristóteles Onassis cuando se enteró de que las fotografías se habían publicado por primera vez en el semanario italiano Playmen en diciembre de 1972. Onassis respondió con naturalidad: "Algunas veces tengo que desvestirme para ponerme el traje de baño. Mi mujer hace lo mismo". Pero la reacción de Estados Unidos no fue la misma. En Nueva York aparecieron copias pirata de Playmen y las fotografías de Jackie causaron estragos. Su matrimonio con Onassis había sido un escándalo, ¡y ahora esto! Era una desconsideración por parte de Europa. No resultaba propio de una antigua primera dama.
‘playmen’ hizo su agosto en Europa y en Suramérica. En Estados Unidos, Larry Flynt acababa de lanzar la revista Hustler, con "una política fotográfica ligeramente más explícita". En su autobiografía Sexo, mentiras y política relató: "He hecho la inversión más inteligente de mi vida al comprar los desnudos de Jackie Onassis que publiqué en el número de agosto de 1975. Lo demás es historia. Si el fotógrafo me hubiera pedido un millón de dólares, se los hubiera pagado". Y Settimio Garritano los habría aceptado: "Su hermano vino a verme a Roma y me ofreció varios miles de dólares. Como no tenía ningún otro comprador en Estados Unidos, los acepté".
En agosto de aquel mismo año, unos empleados de Andy Warhol descubrieron una fotografía dedicada -la firma era auténtica- de Jackie desnuda: "Para Andy, con todo mi afecto, Jackie Montauk". Montauk era el nombre que utilizaba cuando iba a visitar el estudio de Warhol en Nueva York. Probablemente, Jackie, haciendo gala de su atrevido sentido del humor, se habría puesto de acuerdo con alguien para hacerse esa fotografía como obsequio a Warhol. Tal vez se estaba rebelando contra tantos años de restricciones.
Settimio Garritano recuerda que intentó durante mucho tiempo vender las películas originales y el copyright. Ahora, a sus 76 años, acaba de decidirlo. "Hice unas fotografías a una mujer guapa, elegante y delgada. Son unas fotografías que deben verse. Siempre estaba contenta y de buen humor. No había conseguido superar la tragedia, pero escapaba de ella cuando iba a Italia y a Skorpios. Cuando murió de cáncer en 1994 pensé en todos los años que había estado persiguiéndola. Prefiero recordarla tal como la vi en una fiesta en Capri. Llevaba un vestido de noche. Miré hacia abajo mientras bajaba descalza las escaleras de piedra. Se había quedado quieta esperando a que la fotografiara. Así era la Jackie feliz".
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