La marcha de los periodistas. Con eso ganamos todos, escribió Martha Anaya
Ejecentral.com. 9 de agosto de 2010 —
Martha Anaya / Ejecentral.com.
Al pié del Ángel (de la Independencia), en su sillita desplegable, Miguel Ángel Granados Chapa veía –no sin asombro– cómo llegaban más y más periodistas. Eran las doce del día. Puntual, como siempre, aguardaba el inicio de la inédita marcha.
-¿Por qué estar aquí este día, en esta marcha?
-Porque es necesario que estemos juntos…, ojalá fuera en circunstancias menos lastimosas.
-¿Cuál es el propósito de la marcha?-, le interrogó una joven reportera.
-No sé cuál es el propósito –repuso–. Más que un propósito es un objetivo, es un hecho: el inicio de una toma de conciencia.
Allá van llegando Luis Javier Solana, Joel Hernández y Miguel Badillo. Se acercan José Cárdenas, Rossana Fuentes Berain, Ricardo Rocha, Gabriela Warketin, Ricardo Alemán, Leopoldo Mendivil, Froilán López Narváez, Ignacio Rodríguez Reyna, María Idalia, Gonzalo Álvarez del Villar, Beatriz Reyes Nevares, Humberto Musacchio, Rubén Álvarez, Roberto González Pérez, Sofía Miselem, Rogelio Hernández, Carole Simonet, Jorge Medellín, Elías Chávez, Luis Guillermo Hernández, Daniela Pastrana, Evangelina Hernández, Laura Simón, Federico Campbell, Sofía Miselem, Nidia Marín, Víctor Hugo Michel, Andrea Merlos, Claudia Salazar, Ariadna García, María Félix, Ethel Riquelme, Fred Álvarez, Estela Livera, Raquel Flores, Lesli Gómez, Jazmin Alessandrini, Luis Pavón, Alberto Morales…
Unos traen mantas y carteles: “No a la prensa silenciada”, “Sin periodistas no hay información”, “No queremos ser la nota. Los queremos vivos”, “Por nuestro derecho a saber y el derecho a informar”, “Porque hay silencios que aniquilan… el de la prensa es mortal”, “Matando a un periodista, no se mata la verdad”.
Cámara al hombro, Epigmenio Ibarra va de aquí-allá. Sabe muy bien lo que es cubrir conflictos armados, guerras en las que se pierden compañeros y sabe también lo que significa luchar por la labor de los periodistas. Juan Manuel Villalpando va twitteando en cada tramo la marcha de los periodistas. Fotógrafos y camarógrafos toman y graban a sus propios compañeros.
Vuelvo la vista hacia atrás en el camino. La marcha cubre ya por completo el tramo del monumento a Colón a la palmera de Niza. “¡Somos un chingo!” Todos estamos anonadados. Ninguno esperábamos ser tantos los asistentes a la marcha.
Daniela Pastrana y Luis Guillermo Hernández no dan crédito a la convocatoria que ellos mismos iniciaron a través de Facebook:
“Estoy –diría ella horas después desde el Face–maravillada de ver en la marcha a periodistas de todas las generaciones, de todas las camisetas, de todas las trincheras… estaban ahí los de mil batallas, los escépticos, las periodistas, las “vacas sagradas”, los veteranos y los de a pie. Hoy se rompió un paradigma en México y ya con eso, ganamos todos”.
-Salió de los cientos y cientos que contó la policía, la que dijo “son mil 200″ cuando la caravana avanzaba desde el Ángel con su movilización de pocos precedentes. Salió de entre las pancartas, de entre las mantas, de entre las gorras, de ese silencio que se convino blandir como protesta, como indignación, como manifiesto de hartazgo pero también de humildad: “perdón, a cada uno de nuestros colegas muertos, por no haber salido a la calle hace 10 años, cuando cayó el primero de los nuestros”. Salió de la certeza de que “juntos, nos salvamos”-, diría a su vez Luis Guillermo.
Rogelio Hernández se ve emocionado ante la convocatoria. Recuerda algo semejante cuando mataron al periodista Manuel Buendía –columnista entonces de Excélsior–, en 1984. Hace más de 25 años.
Carteles grabados con los rostros de los más de sesenta periodistas asesinados en los últimos diez años, se alzan sobre las cabezas de los colegas: “Ricardo Rincón Taracena. Periodista muerto. Villa Hermosa, Tabasco. 20/01/07”, “Teresa Bautista, Felícitas Martínez. Periodistas asesinadas. San Juan Copala, Oaxaca. 7 de abril, 2008”. Imágenes, lugares y fechas se suceden.
Manuel González Arizpe narra a Granados Chapa lo ocurrido con Jesús Lemus Barajas, del Tiempo de La Piedad, Michoacán; periodista detenido y encerrado ahora Puente Grande, Jalisco. El maestro de periodistas quiere que la marcha se detenga frente a la Procuraduría General de la República, “ellos tienen una fiscalía para periodistas, ¡que cumplan”, expresa.
Humberto Aranda tiene otra razón para marchar: el “robo” de las cooperativas La Prensa y Excélsior. Eso, afirma, “también es delincuencia organizada”. Volantes sobre el tema se reparten en el camino.
La marcha llega hasta las puertas de Gobernación. Elia Baltazar, de la organización “Periodistas de a pie”, dice: “No venimos a tumbar puertas, no venimos a entregar nada; venimos a exigir justicia por nuestros compañeros muertos”.
Se hace un minuto de silencio y se canta el himno nacional en torno a una máquina de escribir portátil y las decenas de carteles que cruzaron del Ángel para acá. Los periodistas nos miramos, nos reconocemos…, parecemos mirarnos de otra manera.
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Mejor investigar que protestar en la calle, dice Carlos Ramírez
Mejor investigar que protestar en la calle, dice Carlos Ramírez
INDICADOR POLÍTICO
Carlos Ramírez
Lunes, 9 de agosto de 2010
* Narcotráfico: se les fue la nota .
* Periodistas con miedo, no útiles.
A la memoria de Fidel Samaniego, un reportero de trincheras
Cuenta la leyenda urbana periodística que un día un aspirante a reportero acudió a solicitarle empleo a uno de los directores del The New York Times. El veterano periodista lo miró de arriba abajo y le pidió que fuera a una tienda a dos cuadras del diario a comprarle cigarros.
El aspirante cumplió la tarea pero en el camino fue pensando cómo botarle la solicitud en la cara al editor. Como periodista en crecimiento, necesitaba experiencias serias, no de mandadero. Al regresar con los cigarros y antes de que pudiera explotar, el editor le dijo:
-Siéntese en aquella máquina de escribir. Y quiero que me haga una descripción periodística de lo que vio en el camino a comprar mis cigarros.
Los periodistas mexicanos están enojados. Y con bastantes razones: han matado a varios de ellos, otros fueron secuestrados y hay varios desaparecidos, además de algunos zarandeados en la cobertura de asuntos vinculados a la violencia del crimen organizado. Pero la verdad es que a los periodistas se les está escabullendo la nota entre los dedos de la mano: prefieren protestar que escribir, fotografiar, editar y denunciar.
En los años de la represión mexicana, a un reportero novato lo enviaron a cubrir una manifestación de estudiantes, allá por los años setenta. La marcha fue reprimida por la policía y el reportero pasó unas tres horas lidiando, en separos policiacos, por identificarse con los jefes policiacos para que lo dejaran salir libre. Una vez que lo logró, llamó a su jefe de información y le contó el incidente. El reportero veterano le dijo que escribiera lo que vio dentro de la prisión, los nombres de los detenidos y el cargo de los funcionarios. Al reportero novato se le fue la nota: lo periodístico no era su aprehensión sino la recopilación de datos sobre la realidad de la represión.
El periodista italiano Roberto Saviano publicó un extraordinario reportaje sobre la mafia italiana: Gomorra. Además de un éxito editorial, el trabajo le acarreó amenazas de muerte de los mafiosos. Y desde 2006 vive escondido con una guardia policiaca permanente. Además de algunas quejas propias de su autodesaparición forzosa, Saviano le dedica la mayor parte de su esfuerzo a seguir denunciando al crimen organizado.
En Rusia, la periodista Anna Politvóskaya fue asesinada en 2006 por los servicios secretos del Estado ruso por sus severas críticas al entonces presidente ruso Vladimir Putin. Desde 2007, el caricaturista sueco Lars Vilkis vive escondido por las amenazas de muerte en su contra por los radicales musulmanes que no le perdonarán la vida por haber criticado a Mahoma.
A finales de los años setenta y principios de los ochenta, el periodista Manuel Buendía se dedicó a revelar identidades de la CIA y a denunciar al crimen organizado. En 1984 comenzó a recopilar datos sobre la corrupción policiaca y política y gubernamental por complicidades con el narcotráfico. A pesar de que amigos y enemigos le insistieron en lo peligroso de la tarea, Buendía estaba comprometido con su convicción del periodismo de lucha. Si el atentado que lo asesinó hubiera fallado, sin duda que Buendía no habría pensado en protestas contra el gobierno y contra el Estado ni exigido escolta personal sino que hubiera continuado su denuncia.
La nota, como se dice en el argot periodístico, no ha sido la agresión contra los medios sino la violencia del narco contra la sociedad. El tono de queja y protesta de los periodistas, en el caso de los camarógrafos secuestrados en Durango hace unas semanas, se ha enfocado contra el Estado y el gobierno, sin que haya hasta ahora el gran reportaje audiovisual contra el crimen organizado en la plaza. En la marcha a favor de los secuestrados, el pasado sábado, no hubo reportajes de denuncia sobre la corrupción criminal en el sistema penal de Durango, sino gritos exigiendo seguridad.
El periodismo es el oficio más peligroso del mundo y el peor comprendido. En las guerras -ahí está la cobertura en Vietnam revelada por Tom Wicker en De la prensa, por la prensa y para la prensa- siempre se ha tratado de engañar a los medios. En Vietnam los medios anduvieron sueltos porque no eran objetivo de guerra. En Irak, en cambio, los terroristas secuestran y asesinan periodistas como una forma de debilitar la cohesión social en Estados Unidos. Ahí está, como ejemplo, el asesinato despiadado del periodista Daniel Pearl, del The Wall Street Journal. Los corresponsales en Irak y Afganistán no tienen más que dos escenarios: o trabajan por la libre y por tanto sus textos son reveladores de la verdadera guerra o prefieren andar, con casco y chaleco antibalas y algunos con pistolas al cinto, dentro de los camiones del ejército de EU pero dando sólo la óptica oficial del conflicto. A estos últimos se les llama embedded o empotrados, aunque en una traducción libre y juguetona se puede caracterizar -por la palabra bed- como encamados.
La función del periodista es siempre incómoda: queda atrapado, sin remedio, en medio de los conflictos para poder narrar-contar-revelar-denunciar-criticar sin las complicidades que da la corrupción el miedo. Los que no quieran riesgos tienen la opción de cubrir las noticias deportivas, de espectáculos o de sociales.
www.grupotransicion.com.mx carlosramirezh@hotmail.com
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Me resulta innecesario “salir a las calles convocados quién sabe por quién”: Rafael Cardona.
El Cristalazo
Porqué no fui a la marcha
Rafael Cardona | Opinión / Crónica de hoy
Lunes 9 de Agosto, 2010
Si esta profesión permite, entre otras cosas, publicar convicciones, puntos de vista, opiniones, pensamientos reflexivos; análisis políticos, memorias, sinsabores, emociones, datos, alabanzas, condenas, proclamas propias y ajenas, entonces los periodistas no necesitamos salir a las calles a protestar como si fuéramos encuerados de los “400 pueblos”.
Si somos periodistas digamos nuestra verdad en los espacios disponibles. Y si no los hay, construyamos esos espacios, editorialmente, pero también políticamente.
Pero salir a las calles convocados quién sabe por quién, en coincidencia de la convocatoria del gobierno para formar parte de su estrategia contra la delincuencia organizada, acuerdo convenido con los dueños de los medios, no con nosotros los “de a pie”, a mí me resulta innecesario. Y además de inútil, ofensivo para algunos a quienes se ofendió en plena euforia contestataria y urbana, y paradójico para todos, como se vio el sábado.
“Los queremos vivos”, gritaban. Yo también quisiera vivos a muchos, empezando por mi inolvidable padrino Manuel Buendía cuyo asesinato ocurrió sin saberse hasta hoy cuál fue el móvil del crimen, lo cual no impide ver por la banqueta a su asesino, de paseo por el mundo con su secreto a cuestas.
También me gustaría ver vivos a los sesenta y tantos colegas por cuyas vidas hemos pedido no de ahora sino desde hace años en todos los foros posibles y en las asociaciones gremiales existentes. No hay otras. Quisiera ver el avance de las investigaciones, si éstas al menos existieran y así se lo hicimos saber algunos (apenas el miércoles pasado en su oficina) al fiscal especial de la PGR para la atención de asuntos relacionados con delitos contra periodistas.
Pero volvamos a la marcha.
Si nos atenemos a la convocatoria, al defender la seguridad de los periodistas en su ejercicio profesional, se impiden los obstáculos a su labor y se beneficia a toda la sociedad, pues el periodismo es la expresión organizada, legalmente vertebrada; institucionalmente responsable; socialmente válida de la vigencia de una libertad pública fundamental; la de expresión, con sus inseparables componentes de libre información, opinión y pensamiento crítico. Emitir y recibir información verosímil, sustentada, legal y profesionalmente.
Si tuviéramos un pensamiento genuino de gremio, cuanto le ocurre a un periodista les ocurre también a los demás. Quien calla una voz, disminuye todas las demás, dicen.
Por eso los periodistas no podemos tolerar la censura o la inquisición sobre nuestro trabajo ni cuando son otros quienes la sufren. Por eso defendemos nuestras independencias aun cuando éstas sean tan relativas como la virtud. Pero si la entera libertad es una utopía, al menos la utopía no es una locura. Es un anhelo.
Visto así el asunto, resulta hasta gracioso (además de grotesco) enterarse de cómo en la marcha se cometieron varias agresiones entre quienes se suponían fraternamente convocados para enfrentar un mismo peligro. Como yo no estuve ahí no lo puedo relatar. Prefiero citar la crónica de Humberto Ríos, reportero de Milenio a quien conozco desde hace muchos años como para otorgarle pleno crédito a sus textos.
“...Y ahí van. En el camino se adhieren más. En la glorieta a Colón aparece una manta, enmarcada con el letrero ‘Se buscan’ y abajo las fotografías de los periodistas Ciro Gómez Leyva, Pedro Ferriz, Carlos Marín y Pablo Hiriart, y abajo, una inscripción ‘Peligrosos seudo periodistas, integrantes del Cártel (desinformativo) del Milenio y asociados’. En la parte inferior: ‘Recompensa, el bienestar de millones de mexicanos’.
“Hay quienes reprueban el hecho. Es otra protesta silenciosa con ceños fruncidos y expresiones de extrañeza. ‘¿Viste?’, pregunta un reportero. ‘¡Qué mamadas son esas!’, dice y mueve la cabeza, como muestra de rechazo. Surgen preguntas. ¿Quiénes la colgaron? ‘El cártel de los ultras’, reflexiona otro.
“Las periodistas Grace Navarro, fotógrafa, y Ana Ávila, reportera, apenas logran desatar y quitar la manta, pues, como los demás, consideran el panfleto como una provocación. ‘Se supone que estamos para ser solidarios, no para arraigar el encono’, exclama Ávila, quien añade que se trata de una situación ‘muy violenta’ por parte de quienes pusieron el letrero.
“Una pareja, hombre y mujer, se acercan a ellas y preguntan la razón por la que desatan el letrero. ‘Porque es una manifestación de los periodistas y no tenemos que permitir una manta contra ellos’, responden Grace y Ana. La mujer les reprocha que sean ellas las ‘intolerantes’, porque mientras luchan por la libertad de expresión, dicen, no permiten expresarse a los demás.
“Luego enrollaron la manta y se la entregaron a un policía preventivo, quien metió el lienzo en una patrulla. En ese momento —relatarían Ana y Grace— llegó la analista y conductora Rossana Fuentes Berain, quien reclamó a los policías por el hecho de haber permitido poner ese tipo de letreros, pero no le hicieron caso”.
Y como remate le entrego esto. Un colega me hizo favor de enviarme estas pocas líneas en cuya brevedad luce la precisión analítica sobre el rol solicitado por el Presidente a los medios.
“Por si ve usted al Presidente —me dice—; un recordatorio:
“La mejor garantía para la libertad es su ejercicio pleno. El garante del tal ejercicio es el Estado (con mayúscula). El responsable de las condiciones para tal ejercicio es el gobierno. La responsabilidad de gobierno recae en el titular del Ejecutivo. Lo demás es limitación de la libertad, para empezar por la de expresión.
“Desde el Campo Marte. En el nombre del Padre, de Emilio, Norberto... Saludos”.
racarsa@hotmail.com
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Tras la marcha, evitar que se beneficien el periodismo de elite, los conductores electrónicos y columnistas del oficialismo, advierte Julio Hernández López
Astillero / La Jornada
Julio Hernández López
* Periodistas en marcha
* Enójense los polis y...
* Dia visita a FC
* ¿Malovazo en Guerrero?
Aun cuando no está en sus propósitos la creación de una estructura formal de defensa de periodistas, e incluso se corre el riesgo de que esta primera acción quede como un simple asomo sin seguimiento ni logros inmediatos, la manifestación pública realizada el sábado anterior, en la capital del país y en otras ciudades, tuvo la gran importancia de hacer visible la inconformidad y preocupación del gremio de los trabajadores de los medios de comunicación por los riesgos, amenazas y agravios que sufre, en el contexto de la llamada "guerra" contra el narcotráfico, y por el evidente abandono institucional en que se mantiene la protección del ejercicio de una actividad cuya importancia es creciente en cuanto la oscuridad y densidad de los acontecimientos nacionales requieren mejores y mayores suministros de información, análisis y contexto.
La disposición de un buen número de periodistas para marchar y hacer públicas algunas posiciones conjuntas es ya, de entrada, un avance notable, y es de esperarse que sea el anuncio de un activismo similar ante la previsible continuidad de los ataques provenientes de los poderes reales (el narcotráfico y sus contrapartes gubernamentales) y la desidia oficial para prevenirlos y castigarlos. La movilización de este sábado debe evitar que el beneficio político quede en manos del periodismo de elite, de los conductores electrónicos y columnistas del oficialismo cuyos intereses y medios de protección son otros, y de los empresarios mediáticos a los que sólo interesan los negocios.
La protesta sabatina será trascendente si no se queda en el inmediatismo y si logra articulación política, pues una de las trampas del sistema es estigmatizar lo político, como si ello fuera sinónimo de electoral o partidista: los periodistas necesitan hoy organización con sano sentido político, para darle sentido a la lucha y evitar la volatilidad amorfa. Sólo así se tendrá capacidad de respuesta frente a los problemas de fondo y no sólo ante un confuso y manipulado caso específico que ganó presencia masiva por haber involucrado a la televisora de mayor control nacional y a su asociada versión impresa. De otra manera, se estarían reproduciendo inocuas formas de desahogo insustancial, como sucedió con las masivas marchas de blanco virtualmente convocadas por las televisoras para "protestar" por la inseguridad pública.
Por desgracia, el entramado institucional que debería escuchar esas demandas no está en condiciones de hacerlo. FC no halla cómo zafarse de las trampas que se puso a sí mismo convocando a un diálogo selectivo que le ha resultado inmanejable. La fiscalía federal de atención a problemas de periodistas es una burla burocrática inservible y la CNDH está más preocupada por ofrendar la cabeza de un funcionario de tercer nivel a los soberbios berrinches de quienes explotaron porque esa comisión había reproducido la información del peculiar secuestro de tres periodistas en Gómez Palacio, y porque había expresado una condena pública a tales hechos que los directivos de los medios involucrados estaban negociando en otros términos.
No hay quien pueda atender, prevenir y resolver, si se atienden los términos de la acusación con plena autoridad técnica que contra los simulacros de guerra al narcotráfico han hecho centenares de policías federales asentados en Ciudad Juárez a quienes sublevó la detención y consignación tramposa de uno de sus compañeros, lo que les llevó a un insólito enfrentamiento con algunos de sus propios jefes, a los que acusaron de estar en permanente arreglo con determinado cártel, de utilizar recursos y operaciones policiales para combatir a unos y ayudar a otros, de sembrar falsas pruebas a ciudadanos inocentes, de quedarse con dinero, armas y droga supuestamente decomisadas y de lanzar a esos uniformados a las calles a extorsionar y a cumplir órdenes facciosas. Enójense los policías y díganse las verdades. El mejor juicio sobre la falsa guerra felipista al narcotráfico ha sido pronunciada en su plaza más caliente, de labios de sus ejecutores con más experiencia.
Astillas (…)
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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