Carpizo vs. Sicilia /Germán Martínez Cázares
Publicado en Reforma, 8 Ago. 11;
Las palabras de Javier Sicilia poco a poco pierden el tono de poesía, desgraciadamente, se convierten en soflama. Ahora, con dedo flamígero señala, pontifica y condena. Un tic lopezobradoriano parece ganarle la partida a su mensaje de perdón y unidad nacional.
Con un aire de mandamás, decide dónde está la razón, dónde pinta su raya la moral, dónde se aloja la verdad política. Resuelve quién es digno del diálogo o quién es arrojado al inferno de su desdén; qué instituciones sirven o cuáles hay que dinamitar.
Parte de la prensa y sin duda, varios políticos se rendirán a sus pies a propósito de la discusión de la Ley de Seguridad Nacional.
Pronto veremos cómo y cuántos diputados y senadores caen en manos de lo "políticamente correcto" y entonan los versos sicilianos de lo "poéticamente inútil".
Sicilia y los suyos exigen al Estado prácticamente la claudicación, el abandono de la tarea de dar seguridad a todos los mexicanos.
Abrieron un dilema falso por inexistente: derechos humanos contra seguridad pública.
Buscan enredar el procedimiento legislativo de esa Ley de Seguridad Nacional, con la perversión retórica de que fortalecer y hacer eficaz el monopolio de la violencia legítima del Estado es debilitar al ciudadano, descuidar a las víctimas y abrir la puerta a la trasgresión de los derechos humanos.
Creer que la seguridad nacional vulnera garantías individuales es una insensatez, porque precisamente fortalecer la seguridad nacional salvaguardará derechos fundamentales. Así lo resolvió la Suprema Corte desde 1996 (acción de inconstitucionalidad 1/96) ¿Sicilia también está hasta la madre de ministros, magistrados y jueces?
La deliberación parlamentaria no es insulto a las víctimas, ni estupidez, como lo sentenció el vate. ¿Cree Sicilia tener una razón superior a la razón democrática de la representación nacional?
La lucha por la seguridad debe revisarse e incluso corregirse; pero esa revisión debe ser sin rendición. Examinar la lucha contra el crimen, sí, pero sin humillar ni someter a las Fuerzas Armadas mexicanas frente a la delincuencia.
Afortunadamente, la "ruta Sicilia" de la renuncia tiene a partir de hoy otro camino, otro rumbo distinto y transitable: la "ruta Carpizo".
Precisamente hoy la UNAM y el Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, comandados por Jorge Carpizo, lanzan una propuesta democrática, integral, moderna y especializada -como dice su convocatoria-, para "la construcción de una Política de Estado para la Seguridad y la Justicia en Democracia".
Es un documento con puntos concretos, algunos polémicos, otros impostergables, pero todos buscan revisar la tarea estatal de dar seguridad, sin desistir al imperio de la ley o retraer a la fuerza del Estado.
En su borrador para discusión, aparecen afirmaciones como está: "Una eficaz política de seguridad es cien por ciento compatible con una estupenda (sic) protección a los derechos humanos".
Jorge Carpizo lo logró: revisar sin rendir al Estado. El documento preliminar afirma que es necesario dotar a los jóvenes de oportunidades de realización personal. Los jóvenes no representan peligro alguno, sino que son los jóvenes los que están en peligro.
El plan Carpizo admite la necesidad de combatir el delito. "Las estrategias para combatir el crimen organizado deben ser diversas, complementarias, constantes, que periódicamente se evalúen sus resultados y se hagan las rectificaciones del caso". Pero advierte: "El delito jamás puede ser combatido con otro delito".
Aunque no sea en el Castillo de Chapultepec, ni con las fanfarrias que rodearon a Sicilia; la propuesta de Carpizo debe ser atendida por el gobierno federal y por los legisladores.
Carpizo es un hombre bueno y sabio. ¿Eso no es suficiente? Carpizo fue pionero en defender los derechos humanos ¿Tampoco basta? Conoce las leyes y nuestra Constitución. ¿No sirve? Fue eficaz perseguidor del crimen. El procurador Carpizo atrapó, sin un solo tiro, al famoso narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán. Algo le debemos aprender.
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