Publicado en la revista Código Topo suplemento de Excélsior , lunes 5 de septiembre de 2011, Págs. 42-45
El reloj marcaba las 17:30 horas del viernes 22 de julio de 2011, cuando el cristiano fundamentalista Anders Behring Breivik, llegó a la isla de Utoya, propiedad del Partido Laborista de Noruega, en el lago de Tyrifjorden, disfrazado de policía para simular que formaba parte del equipo de seguridad.
El hombre pidió a los 560 jóvenes socialdemócratas que están reunidos ese verano a que se acercarán con él debido a que tenía información de los recientes hechos terroristas de Oslo. "Acérquense, tengo información importante, acérquense, no hay nada que temer", les dijo, pero los estaba esperando con las armas en la mano; una pistola Glock, un rifle de alto poder y una escopeta. Y desde ese momento y hasta las 19 horas- es decir durante largos 90 minutos-, sin que ninguna autoridad lo contuviera, el monstruo- que no demente-, asesinó sin piedad a casí 70 jóvenes cuadros del partido socialdemócrata; antes y sólo para despistar y “hacer ruido” hizo estallar una bomba en el complejo gubernamental de Høyblokka, en el centro de Oslo que cegó a la vida a 8 personas. En total es culpable de asesinar a 77 personas.
La mayoría de las víctimas que dejaron su sangre derramada eran niños y jóvenes de entre 14 y 19 años.
El homicida sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pretendía acabar con la futura clase gobernante acusándolos de ser los culpables de una política progresista de inmigración abierta y liberal, que defiende el multiculturalismo y la no discriminación.
Breivik, como muchos conservadores quiere ver a la sociedad europea más similar a las de Japón y Corea del Sur Ha expresado su admiración por el "monoculturalismo" de Japón y la admiración de ambas naciones por su denegación a aceptar a los refugiados.
El criminal, noruego de “pura cepa” pretendía que con sus acciones ayudarían a generar miedo y frenar la inmigración musulmana, supuestamente responsable de modificar la identidad de los noruegos y de paso defender a Europa contra la supuesta invasión del islam. No es casual que se haya definido de ser uno de los elegidos para hacer la guerra a los marxistas e islamistas.
El criminal confeso es el preocupante síntoma de una grave enfermedad contagiosa que afecta a una parte lamentablemente significativa de la humanidad: el extremismo, la radicalidad y el odio que justifican la violencia más sanguinaria. Son –si se les pude llamar- los exclamados neofascistas, neonazis, neotemplarios -y otros neos más-, ya que buena parte de sus partidarios es racista, xenófoba y autoritaria.
Los atentados de Noruega –el de Oslo y Utoya- demuestran que el fanatismo no es exclusivo de ninguna cultura, ni de alguna religión en particular. Es un asunto de fundamentalismos religioso que en la vida moderna ha asumido forma política como lo dice el profesor Daniel Bell.
Nueve años de preparación: decenas de muertos.
Behring Breivik confiesa que su acción fue "atroz" pero "necesaria", y que la había planificado durante un largo período de tiempo, nueve años. En ese tiempo escribió un manifiesto de 1.492 páginas denominado “2083: Una declaración de independencia europea” y durante ese espacio –desde los 21 años- formó parte del Partido derechista Fremskrittspartiet, además de ser miembro de la francmasonería y admirador de sus antecesores, los cruzados templarios.
Todo lo tenía preparado, meses antes –en noviembre y diciembre- el “caballero justiciero” adquirió fácilmente -a través de internet- varios elementos de su arsenal como 500 gramos de azufre en polvo para fabricar explosivos, arma y varios accesorios para perpetrar la matanza, así como con otras herramientas y equipamientos, entre ellas una máscara respiratoria, un mono de protección y un torno, un disfraz de policía mismos que escondido bajo tierra para evitar que incluso su madre sospechara de sus planes perversos.
Por cierto en los primero minutos de aquel viernes sangriento se intentó culpar a terroristas musulmanes –para que todo cuadrara-, una de ellas fue la página web del mismo asesino que dos horas después del primer atentado, el responsable escribió: “Noruega está en guerra. El Gobierno ha fracasado. ¿Por qué no dice nada el primer ministro (Jens Stoltenberg)?”
Imaginemos que hubiera pasado si el atentado en noruega hubiera sido obra de extremistas musulmanes; sin duda que se habrían oído estrepitosas reclamaciones de más vigilancia, más seguridad, más policía, más controles…, y menos libertades. Esa es la exigencia de los conservadores crear una sociedad más cerrada que no de asilo, xenófoba, discriminatoria. Tampoco es circunstancial que el mismo verdugo de Oslo se declare admirador del joven político neerlandés Geert Wilders que entre sus ideas están la de prohibir el sagrado corán, deportar a los “terroristas callejeros marroquíes”, prohibir el uso del burka y cerrar escuelas islámicas.
Las lagrimas de Siv Jensen
El impacto mediático de ambos crímenes fue tan fuerte que incluso los grupos radicales conservadores noruegos –y aún europeos- se preocuparon y por tanto, pretendieron a toda prisa declarar- sin éxito-, a su fiel exmilitante, como un desquiciado mental, quizá para evitar así que sus acciones criminales los salpicaran a ellos con la sangre de los inocentes.
Hay que decirlo el asesino es –o era, ya no sé- un distinguido militante del partido Progresista (Sic) noruego, el segundo más importante de ese país con 41 de los 169 escaños del Parlamento. Su jefa, Siv Jensen, aseguró que se sorprendió cuando salió públicamente que Breivik había sido uno de sus militantes, incluso se le saltaron las lágrimas. Y quizás hayan sido lagrimas innegables. Hay que creerle, ya que hasta donde se sabe ella no es partidaria de la violencia ni del terrorismo, como tampoco lo son –hay que decirlo-, la mayor parte de sus colegas de los partidos conservadores populistas y derechistas europeos, e inclusos norteamericanos.
Pero la verdad es que si son culpables, por lo menos moralmente, por el clima de odio que han fomentado.
Revivamos como ejemplo, el caso de la Sra. Sarah Palin, dirigente del Tea Party Movement reconocido por el partido republicano de EU que se le ocurrió publicar un mapa en su página web marcando con dianas –léase blanco de tiro,- a los congresistas demócratas que había que “eliminar”. Y por supuesto que no falta alguien que le hiciera caso. Eso fue lo que hizo un individuo en enero de 2011 atentó contra la congresista demócrata Gabrielle Giffords y en su intento acabó con la vida de seis ciudadanos. La legisladora era una de las dianas de Palin.
Conservadores del mundo, Uniós!
Los políticos conservadores europeos –no todos hay que decirlo -, saben que es más sencillo acusar a los inmigrante islámicos y a los asilados de los cambios sociales y de la crisis que explicar el impacto de la economía neoliberal, la especulación financiera, y la globalización de la producción y el consumo sobre las sociedades.
Es, como dice Mariano Aguirre “acusar al otro” de los errores de las políticas neoliberales, acusar al “diferente”, y pretenden movilizar un nacionalismo primario, y así evitar el debate público sobre la convivencia entre la sociedad local y las diferentes comunidades de inmigrantes. “El diálogo es sustituido, en el mejor de los casos, por “tolerar” a los otros, y en el peor, por tratar de que dejen de venir, limitar sus derechos, o expulsarlos.”
Agrega Aguirre (El País, 22/08/2011), quién es director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, que frente a los discursos del odio que agitan el miedo social en tiempos de crisis, ciudadanos, sociedad civil, partidos y medios de comunicación deben asumir la complejidad de la situación, exigiendo responsabilidades, denunciando la mentira, y promover el debate sobre el cambio constante que se produce y caracteriza a toda sociedad abierta.
Tiene razón Aguirre hay que exigir responsabilidades, denunciar la mentira y abrir un debate abierto. Esos hechos no deben suceder. Y si se hacen condenarlos por todos. Por eso a los dirigentes populistas y neoconservadores no se les debería dejar así con sus rostros cubiertos por el llanto – como la Sra. Jensen-, aun cuando después de los atentados, varios de ellos han condenado el uso de la violencia.
Ello no los excluye, son en gran parte culpables de los hechos sangrientos de Oslo y Utoya. Son moralmente acreedores de una enorme responsabilidad por generar de manera activa un ambiente en el que el odio y la violencia aparecen como opciones a los ojos de sus millones de seguidores.
Ese es la patología que refleja gente como Breivik. Afortunadamente son casos aislados. pero reflejan el discurso que mantienen ideólogos ultraderechistas y partidos populistas de extrema derecha, fortalecidos por cierto, desde la década de los noventas, y gracias a la crisis. Tienen millones de seguidores y en algunos caso sólidas representaciones parlamentarias. Son los caso de gente como Jörg Haider en Austria, donde su partido –de la Libertad- tiene el 17.5% de la votación, o el Partido de los Auténticos Finlandeses, logró un respaldo superior al 19% en las últimas elecciones del país nórdico; o en Hungría donde el Partido Jobbik es una fuerza considerable (16,7%), no se diga de Dinamarca, donde el partido del pueblo es la tercera fuerza política, con el 13,8%; sin dejar de mencionar al Partido de la Libertad en los países bajos que cuenta con el 15,5% de votantes: o en Italia, donde la Liga Norte cuenta con poco más del 8%
Y por último en Francia donde el Frente Nacional, de Marine Le Pen cuenta con el 4,3%, pero lo preocupante es en recientes encuestas sobre la intención de voto para las próximas elecciones del 2012, Le Pen goza de un 24% de aceptación y el presidente Nicolás Sarkozy sólo de un 19%.
Todos estos partidos –por cierto con nombres progresistas, deberían llamarse como lo que son: “conservadores”- se caracterizan por una política contra la inmigración, la preocupación por el crecimiento de las actividades de los terroristas islámicos, las consecuencias de la globalización y, recientemente, el resentimiento hacia la Unión Europea y el costo de rescatar a los países por su crisis fiscal, como es el caso de Grecia.
Sin embargo, acciones como las de Uyoya les ha preocupado, y no tanto porque les preocupen la muerte de jóvenes inocentes, sino los votos que han perdido y que pueden perder debido a acciones de sus seguidores como Anders Behring Breivik.
Un sondeo realizado en Noruega y publicado por el diario Dagbladet a pocos días de la matanza, indica que el Partido Laborista- de Jens Stolberg-, experimentó un notable ascenso en la intención de voto; tienen hoy el 41,7% de la intención de voto 11 puntos más del resultado logrado en una encuesta efectuada en junio. Los noruegos saben quien es quien.
Penas mínimas.
Y aunque sus crímenes son de la misma naturaleza que los realizados por gente como Bin Laden, Al Zawahiri, Mohamed Atta y otros fundamentalistas musulmanes, el criminal noruego “de pura cepa”, soltero de 32 años, rubio, de frente ancha y despejada, de 1,90 metros, educado y de clase media recibirá a lo máximo 21 años de prisión, debido a que en ese país es la pena máxima para el delito de terrorismo. Eso ha indignado más a la una parte de la sociedad noruega y estudian la posibilidad de acusarlo de crímenes de lesa humanidad, lo que elevaría su pena hasta 30 años, demasiado poco por un acto tran atroz. Muchos desearían verlo condenado a cadena perpetua o incluso a la pena capital.
No a la restricción de libertades.
Lo peor que le podría pasar a un país como noruega es que después de la tragedia se coarten las libertades y se reduzcan los derechos de las personas en nombre de la seguridad, como muchos conservadores lo desean. Afortunadamente el Gobierno laborista ha dejado claro que estos atentados no van a alterar la libertad y la apertura de la sociedad, al contrario, se deben reafirmar la vigencia y actualidad de la Alianza de Civilizaciones, iniciativa consolidada en el seno de Naciones Unidas, para combatir la exclusión de la diferencia y para asegurar mayores márgenes de libertad y seguridad.
Es sorprendente lo que dijo una adolscente superviviente de Utoya: “Si un hombre solo puede dar muestra de tanto odio, imagine de cuánto amor podemos dar muestra todos nosotros juntos”.
¡Qué lección!
Perfil del asesino
Nombre: Anders Behring Breivik,
Acusado de ser haber causado más de 77 muertos en Oslo y Utoya.
Penalidad: máximo 21 años por terrorismo, o de 30 por lesa humanidad.
Noruego “de pura cepa”, soltero de 32 años, rubio, de frente ancha y despejada, de 1,90 metros, educado y de clase media, le gusta del deporte de la caza, las armas que tenía eran legales.
Se autodefine políticamente como conservador y cristiano. (miembro de la Iglesia luterana noruega), ex Masón, y miembro de la Nuevo Orden del Temple; dice ser uno de los elegidos para hacer la guerra a los marxistas e islamistas…
Fue miembro del partido derechista Fremskrittspartiet, (en noruego: partido del progreso) y de su sección juvenil.
Es seguidor de Winston Churchill y el héroe antinazi de la Segunda guerra mundial Max Manus. Y sobretodo de político holandés Geert Wilders, cuyo partido describe como el "único partido verdadero para los conservadores".
En Twitter, citó con aprobación la frase del filósofo utilitario John Stuart Mill: "Una persona con una creencia iguala la fuerza de 100.000 con solo intereses".
Tienen estudios de Comercio.
En un vídeo colocado en las redes sociales aparecía empuñando un fusil automático y con un parche en el brazo que decía "Cazador de Marxistas". YouTube lo retiró al día siguiente de la masacre por la noche.
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