7 feb 2012

Ministro Juan Nepomuceno Silva Meza

 XCV Aniversario de la Constitución de 1917
Teatro de la República, Querétaro, 5 de febrero del 2012
Ministro Juan Nepomuceno Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Señor Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Felipe Calderón Hinojosa; señor Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores, Senador José González Morfín.
Señor Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Diputado Guadalupe Acosta Naranjo; señor Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro, licenciado José Eduardo Calzada Rovirosa.
Distinguida audiencia, señoras y señores:
México es la historia de sus constituciones y de sus instituciones. No es exagerado decir que México es su Constitución. Asociar el país a la norma fundamental, es reconocer que existe un etos nacional, una forma de ser y un perfil de nuestra Nación.
Hoy, conmemoramos 95 años de continuidad y estabilidad constitucional. Se dice fácil, pero estamos hablando de casi un siglo de un mismo constitucionalismo, de una misma constitucionalidad y de una misma tradición constitucional.
Debemos reconocer que se trata del periodo más largo de paz, estabilidad e institucionalidad de la historia de México.
Con sus dificultades, con sus carencias y problemas, México ha vivido una continuidad institucional de casi un siglo, bajo la Constitución de 1917.
Después de un Siglo XIX accidentado, en el que ensayamos casi todo, en el que lo mismo probamos federalismo que centralismo, República que monarquía, Estado religioso que Estado laico.
Y, por fin, para inicios del Siglo XX, después de una Revolución armada, cara, en términos de paz y de costo de vidas, nuestro Constituyente de 1916-1917 se decantó, finalmente, por un proyecto de Nación, por un proyecto de país que hoy existe y que nos ha permitido estabilidad y continuidad.
La República que hoy tenemos, plural, diversa, democrática, federalista, laica, con libertades, de justicia social, de división de poderes, que, sin duda, todos los días buscamos seguir mejorando y perfeccionando, constituye, sin lugar a dudas, un avance civilizatorio, un gran logro de nuestra historia y, sobre todo, un acuerdo en lo fundamental que todos los mexicanos compartimos y no debemos perder de vista.
Los mexicanos tenemos un acuerdo fundamental que, gracias a la democracia, está más fuerte y más vigente que nunca. Ese acuerdo es la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Decir que los mexicanos sí estamos de acuerdo en lo fundamental, puede sonar extraño en momentos en lo que todo se debate, todo se analiza, todo se cuestiona y todo cambia o se pretende cambiar. Pero el acuerdo existe y está en nuestra Constitución y en nuestras instituciones. Es una esencia del ser nacional, es un punto de partida básico, inamovible, incuestionable. Es México.
A pesar de los embates de la realidad y de la política, la Constitución preserva la esencia de lo mexicano y de lo que queremos ser los mexicanos, no sólo como un proyecto, sino como una realidad; no sólo como un programa, sino como una norma vigente de convivencia.
Existe en nuestra Constitución una idea de México, una visión compartida de México. Una Constitución con tantos cambios, como la nuestra, tiene y mantiene valores, instituciones y razones.
Debemos reconocer que existen en la Constitución instituciones y valores que permanecen y le dan estabilidad y continuidad. El reto, es identificarlos y saber cómo hacerlos evolucionar correctamente.
Los valores constitucionales que nos hemos dado obligan a su cumplimiento para respetar al otro, para respetar el pensamiento diferente, para construir el espacio público, para construir el interés colectivo. Existen valores que tienen continuidad en una Constitución.
A pesar de que es posible discutirlo todo, hay instituciones, valores y tradiciones que todos entendemos le dan cohesión y sentido a la Nación mexicana. Hoy decimos: Todo se discute, pero no cambia la existencia misma de un Estado mexicano.
No cambia la existencia de una Nación mexicana, pluriétnica y diversa en el concierto de las naciones, no cambia la necesidad de apegarse al respeto de los derechos humanos universales. No cambia el compromiso indiscutible con la necesaria idea de la legalidad.
No se altera la estructura clara de un diseño constitucional, basado en la idea de división de Poderes, en la conveniencia de un país plural y tolerante, que se expresa en la esencia de un estado laico. Todos coincidimos en la idea de vivir en una democracia, aunque sus formas y reglas, se discutan todos los días.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, discute todos los días cuál es la aplicación práctica a la interpretación de ese cuerpo constitucional, de ese marco normativo e institucional.
Nuestro trabajo consiste, precisamente, en hacer realizables y prácticos esos valores, en hacer realidad esos principios, en tratar de ajustar el comportamiento de personas, órganos, poderes, a esa tradición constitucional.
Para eso sirven las instituciones, para que el cambio de personas, el paso de hombres y mujeres, con pasiones y convicciones, con deseos y voluntades, a veces con caprichos y formas diversas de pensar, no tengan el poder, la fuerza para alterarlo todo.
La institucionalidad es obra colectiva. La razón y la sabiduría de todos, de muchos, que va más allá de una generación, de un grupo o de un partido. Es eso lo que hoy festejamos, lo que hoy conmemoramos, la institucionalización de México a través de su Constitución.
Una institucionalización a la que le falta por consolidarse, pero que hoy, al hacer un alto en el camino para reflexionar, nos obliga a apreciar con responsabilidad lo mucho que hemos logrado y lo que con nuestro trabajo, estamos obligados a defender todos los días.
Ese México de libertades y de justicia en el que todos creemos, obliga a la moderación, obliga a la prudencia, a la inteligencia y a la responsabilidad.
El Aniversario de nuestra Constitución, es una extraordinaria oportunidad para, a través de ella, pensar en México.
Muchas gracias.

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