Álvaro Delgado
Revista Proceso # 1870, 2 de septiembre de 2012
Rafael Giménez y Octavio Aguilar Valenzuela, colaboradores de la campaña de Josefina Vázquez Mota, consideran que Felipe Calderón sí tuvo una responsabilidad en la catástrofe electoral del PAN. Es más: dicen que el mandatario podría contribuir a hundir más a este partido si persiste en fomentar la lógica de las facciones que ha provocado división y corrupción institucional.
A dos meses de la peor derrota electoral de su historia y a unos días de cumplir su 73 aniversario el 15 de septiembre, el Partido Acción Nacional (PAN) sigue atrapado en la simulación: las facciones tutelan la “reflexión” de la catástrofe que ellas mismas generaron y se reparten los mendrugos, pese a los augurios de un mayor deterioro.
Así, pasada la conmoción del 1 de julio por derrumbarse del primero al tercer lugar, la cúpula del PAN y sobre todo Felipe Calderón –cuyo gobierno fue un lastre para la campaña– esconden sus responsabilidades, en tanto que la Comisión de Evaluación y Mejora, creada por los grupos para “refundar” o sólo “restructurar” el partido, no tiene apremio.
“¡Parece que no pasó nada! Esta primera etapa de deliberación es una tragedia por eso, porque parece que no pasó nada”, observa Rafael Giménez, coordinador de estrategia de la campaña de Josefina Vázquez Mota, la excandidata presidencial que el 30 de agosto regresó a México al cabo de casi dos meses de vacaciones en Europa.
Experto en estudios demoscópicos –como tal trabajó con Calderón durante 14 años, desde el PAN y en la Presidencia de la República–, Giménez advierte que si este partido no cambia radicalmente entrará en una etapa “agónica”, porque en los 12 años de gobierno federal ha perdido consistentemente el voto de varios sectores, sobre todo de los jóvenes.
“Esta generación que aprendió a votar contra el PAN va a seguir votando así a gran escala, y el hecho de no sacudir al PAN de manera más severa o pensar que ya todo se acomodó, tiene un riesgo terrible: que el partido se vaya, no a veinticincos, sino a quinces y a dieces.”
Pone el ejemplo del Estado de México: “Fue clave en el triunfo de Vicente Fox en 2000, con 43.71% de los votos; llegamos a tener mayoría en el Congreso y el año pasado, en la elección estatal, tuvimos una votación de 12%”.
Cita esa entidad no sólo porque es el origen de Enrique Peña Nieto, a quien el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declaró ya presidente electo, sino porque ahí se generó un modelo de corrupción del PAN que “se exportó” a todo el país.
“No hay límite en la caída de los partidos. Siempre pongo el caso de Copei, un partido de centroderecha como el PAN que fue muy fuerte en Venezuela y ahora no es nada, con apenas 5% de los votos.”
Justamente en el Estado de México será la próxima elección interna del PAN –“vamos a ver exactamente lo mismo”–, y en las 14 elecciones estatales de 2013 también “van a ocurrir las mismas cosas”, prevé Giménez, quien tampoco augura nada positivo en la Asamblea Nacional que se celebrará el próximo año.
“Va a haber una Asamblea Nacional que elegirá al Consejo Nacional, que a su vez va a elegir al próximo presidente del PAN en diciembre de 2013, pero será exactamente con las mismas prácticas que hasta ahora. Nada más que ese modelo del PAN ya no sirve para recuperar la confianza de la ciudadanía.”
Otro colaborador cercano y amigo de Vázquez Mota, Octavio Aguilar Valenzuela, coincide con Giménez en que el PAN está secuestrado por los grupos de Calderón y del líder Gustavo Madero, porque pretenden seguir usufructuando lo que queda, pese a su tendencia hacia la irrelevancia electoral:
“En vez de tener la humildad de dejar que otros vengan a ayudar, lo que quieren es mantener el control. De lo perdido, lo que aparezca. Tú me culpas a mí, yo te culpo a ti, y entonces nos dividimos. Es lo que han hecho hasta ahora.”
Ante los 14 procesos electorales del próximo año, entre ellos el de la gubernatura de Baja California, Aguilar augura que si no hay un cambio radical pronto, “en dos o tres meses”, el resultado será “desastroso”.
Militante del PAN desde 2005, aunque en vías de renunciar –“lo estoy valorando seriamente”–, cuestiona el proceso de “reflexión” que conduce la comisión que coordina Cecilia Romero, secretaria general del CEN del PAN: “La pregunta es qué ha hecho, y si están haciendo algo, qué malos son para comunicar, que es la clave de este sexenio, pero también del partido. ¡Qué demonios han hecho! Y si hay hecho algo, que lo digan”.
–El PAN dice que usted, como militante, puede participar a través de la página de Internet…
–Yo no sé si estén haciendo algo, pero otra vez es el partido cooptado por unos cuantos, sin participación de la gente. Si de verdad tuvieran interés, abrirían foros, se harían cosas a nivel nacional y se invitaría a la militancia a que opinara. No lo están haciendo, y si lo están haciendo, no sé dónde, porque a mí nadie me ha convocado a nada.
La comisión se ha reunido sólo una vez desde que se instaló para revisar los documentos que han circulado diversos grupos de panistas y las propuestas que han hecho militantes y simpatizantes a través de la página en internet del PAN, y deberá presentar una propuesta de reforma ante el Consejo Nacional a más tardar el 15 de octubre.
Sin embargo lo que se aprecia, juzga Aguilar Valenzuela, es una reflexión cupular y tutelada, desprovista de autocríticas de las facciones y del propio Felipe Calderón.
El lastre
Aunque Calderón ha afirmado que su gobierno no fue culpable de la derrota y se ufana de que lo hizo muy bien pese a la peor crisis económica en la historia, Giménez y Aguilar aseguran que sí tiene mucha responsabilidad.
A diferencia de Aguilar, quien asegura que Calderón abandonó a Vázquez Mota y pudo haber pactado con Peña Nieto, Giménez reconoce que, si bien no hubo un contubernio con el priista, tampoco hubo apoyo suficiente de altos funcionarios.
“Yo nunca vi una situación de entrega a él en lo particular, pero sí hay mucha gente en el gobierno que sacó la conclusión de que no íbamos a ganar y no apoyó”, dice Giménez, quien asegura que eran frecuentes las críticas a Vázquez Mota en el gobierno federal y en los estatales.
“Ellos decían que la campaña estaba mala, que la candidata no servía, pero es demasiado el tercer lugar en Puebla, donde la izquierda nunca había sacado segundo lugar y al Panal nunca había sacado 25% en un distrito, como sacó varios en el estado.”
Lo mismo ocurrió en Sonora, donde la panista quedó en el lejano segundo lugar, o en Sinaloa, donde la desventaja fue de 35 puntos. “Si Josefina sólo ganó un estado gobernado por el PAN, Guanajuato, y por medio punto, entonces hay un problema muy serio”.
Sobre Calderón, Giménez no tiene duda de su responsabilidad y reconoce que poner como pretexto la crisis económica mundial no es suficiente: “Los ciudadanos hubieran entendido la crisis económica si el PAN estuviera haciendo cosas que valieran la pena. Por ejemplo, si se hubiera distinguido por la honestidad y por atacar la corrupción. Se diría: bueno, están compartiendo sacrificio de todos”.
La estrategia contra el crimen organizado, que arroja decenas de miles de muertos, también influyó: “Para colmo de males teníamos todo el problema de la violencia en el país y eso también afectó mucho el estado de ánimo hacia el PAN. Pero el factor donde teníamos opción era en el tema de la corrupción”.
Aguilar Valenzuela es más severo en la responsabilidad política de Calderón en la catástrofe del PAN y de Vázquez Mota, su amiga y de quien el entrevistado fue colaborador desde que, en 2000, fue secretaria de Desarrollo Social. “¡Es un gran perdedor!”, define: “¿Cuántos candidatos del presidente perdieron en elecciones previas a la de Josefina? ¡Casi todos! Su hermana Luisa María, por ejemplo. ¡Es perder, perder, perder, y él ha impuesto a una gran cantidad de candidatos!”.
Además de candidatos a diputados y senadores que impuso y perdieron, Calderón también fracasó con Ernesto Cordero ante Vázquez Mota, pero también su consultor Antonio Solá, que hizo la campaña del PAN para legisladores.
“Calderón es un gran perdedor. Él y Solá son los grandes perdedores, enormes perdedores y le han hecho un enorme daño al partido, que quién sabe si se puede recuperar”, puntualiza Aguilar.
Contra éste y otros señalamientos de panistas que lo culpan de no apoyar a Vázquez Mota y aun de pactar con Peña Nieto, Calderón hace una campaña para defender su inocencia en la catástrofe electoral. En la sesión del Consejo Nacional del sábado 11 de agosto, se defendió: “Podría pensarse que falló el gobierno porque fuimos incapaces de generar bienes públicos. Honestamente, creo que no fue así”.
Todo fue un problema de comunicación, según Calderón: “El hecho de que el gobierno haya llegado a la veda electoral con un nivel de aprobación de 66%, según encuestas de diversos medios, y que el partido no haya obtenido más de 26% de los votos habla de nuestra debilidad crónica para traducir en apoyo político electoral lo mucho o poco que se hace a nivel gubernamental, desde el más modesto de los municipios hasta la Presidencia de la República”.
Pero la realidad es otra: si bien Calderón llegó a la veda electoral, iniciada el 30 de marzo, con un apoyo popular arriba de 50% gracias a la campaña de medios que costó mil 108 millones de pesos en los primeros tres meses del año, también se inició su desplome.
Según la evaluación presidencial de consulta Mitofsky, la aprobación presidencial en marzo fue de 53%, por 47% que la desaprobaba; en abril fue de 50-47 y en mayo se produjo el cruce: ya 52% desaprobaba su gestión de Calderón y sólo 46 la aprobaba.
Y en junio, en vísperas de la elección, la desaprobación a Calderón alcanzó su punto más alto: llegó a 60 puntos por sólo 37 de aprobación.
Conforme a esa medición de Mitofsky, con ese 37% de aprobación Calderón fue el peor evaluado en comparación con el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, que alcanzó 69%, y Peña Nieto, con 67%.
Los resultados de la evaluación presidencial y de la encuesta de salida de Mitofsky los reproduce el panista Jorge Manzanera en la página en internet de su empresa Desarrollo y Operación de Campañas, S.A. (DOCSA), en la que también se consignan otros datos que hacen colegir que la gestión de Calderón impactó negativamente la campaña del PAN.
Por ejemplo, la mayor parte de los ciudadanos que están de acuerdo con Calderón, 84.4%, votó por Vázquez Mota, y de los que están en desacuerdo votaron mayoritariamente por Andrés Manuel López Obrador, 74.1%.
El PAN “ya no da”
Ante los miembros del Consejo Nacional, Calderón propuso una “reconstrucción ética del panismo” y reconoció que antes “construimos mecanismos que han llevado al control clientelar de los padrones internos, a la pérdida de calidad de la militancia y al envilecimiento de la vida interna del partido”.
Y por eso las candidaturas son producto de una decisión clientelar: “Al pernicioso espíritu de grupos y facciones que ya traíamos desde hace buen rato, a la onda grupera como le llamaba Luis Mejía, le hemos sumado ahora el poder del control del padrón y la prebenda”.
Sin embargo Calderón, él mismo jefe de facción, evadió su responsabilidad en esa “onda grupera” y no mencionó su intervencionismo en ese partido, en cuya presidencia impuso a Germán Martínez y César Nava, así como candidatos a puestos en todos los niveles.
Así, pese al desastre electoral, el comportamiento de las facciones es el mismo, advierte Aguilar Valenzuela: “Se están repartiendo el partido mediante arreglos cupulares de los grupos que tienen más peso”.
En efecto, en la Cámara de Diputados el coordinador, Luis Alberto Villarreal, se rodeó de incondicionales de Madero, como su exsecretario particular, Jorge Villalobos; Rodolfo Dorador, coordinador de su campaña por la presidencia del PAN, y Fernando Larrazabal, exalcalde de Monterrey, vinculados todos a dueños de casinos, como Juan José Rojas Cardona.
En el Senado, el coordinador Ernesto Cordero, frustrado “delfín” de Calderón, actuó con la misma lógica: hizo vicecoordinadores a Luisa María Calderón, Javier Lozano, Salvador Vega Casillas y Luis Lavalle Maury, amigo éste de Juan Camilo Mouriño Terrazo.
En contraste, Cordero ignoró a Roberto Gil Zuarth, coordinador de la campaña de Vázquez Mota, lo que ha sido interpretado por muchos de los allegados a ella como un acto de exclusión.
Por ejemplo, el también marginado estratega electoral Jorge Manzanera, quien es allegado a Gil Zuarth, criticó a Cordero en Twitter el 29 de agosto: “Nombró burbuja, no fue incluyente”.
La lógica facciosa fue uno de los aspectos que identificó la comisión de reflexión, encabezada por José Luis Coindreau, como causas de la derrota electoral de 2009, a raíz de la cual Germán Martínez renunció a la presidencia del PAN y le siguió Nava.
El documento, revelado en Proceso en julio del año pasado, era rotundo: “En el comportamiento de los panistas no aplica la fuerza de las ideas, sino la fuerza del interés, la nómina y el poder”; “no hay agenda para y con la sociedad”; “se han tolerado actos de corrupción de funcionarios y militantes”; “se ha privilegiado el arribismo y el oportunismo”; “se permite la democracia simulada”, y se impone “la aplicación discrecional de estatutos y reglamentos”.
También “existe manipulación de los procesos internos”; “la onda grupera divide al partido, la autoridad no lo remedia y a veces es factor de parcialidad al tomar decisiones”; “desechamos gente valiosa”; “los dirigentes se reciclan”, y “la cultura y mentalidad corporativa persiste: derechos, antigüedades, cacicazgos”.
El PAN como gobierno, según ese documento, también es un fracaso: “No hemos construido un modelo de gobierno panista”, “no tenemos una agenda programática con 3-4 temas emblemáticos”, sino que “al ganar el gobierno no hicimos un ‘manual de procedimientos panista’ y asumimos la práctica priista”, y por ello “los gobiernos del PAN no han removido las estructuras clientelares que estableció el PRI”.
No sólo eso: “Ha aumentado el desempleo”, “algunos funcionarios hacen negocios desde el gobierno”, “no se redujo el dispendio”, prevalece el “nepotismo”, “hay comportamientos públicos vergonzosos que quedan impunes”, y “se manda un mensaje contradictorio al ejecutar programas contra la pobreza manteniendo el despilfarro y lujo de políticos”.
Además de ese diagnóstico, la comisión propuso una serie de medidas para contrarrestar estas características y hacer más eficaz al PAN, pero no se avanzó en ello durante la gestión de Nava ni en la de Madero. “No hay voluntad política de los presidentes”, dice Coindreau, panista neoleonés.
El mismo Coindreau renunció al cargo porque “no podía seguir presidiendo la comisión y hablar de la corrupción de Larrazabal”, aunque es optimista y cree que el PAN se recuperará. “No creo en las voces catastrofistas”, dice.
En contraste, ante el mismo escenario de corrupción institucional y la actuación de los grupos, Aguilar Valenzuela no ve autenticidad en la reflexión del PAN: “Entonces más decepción para mí, más razones para decir: yo qué hago en este partido”.
En este marco, y justo el día en que el TEPJF desechó la impugnación de la izquierda para invalidar la elección del 1 de julio, regresó a México Vázquez Mota, luego de 56 días de vacacionar en Europa. Durante su ausencia Madero le encomendó la Secretaría de Acción Política.
Ni Giménez ni Aguilar Valenzuela saben qué hará la excandidata. Dice el primero: “El PAN es muy dado a desechar a sus liderazgos. Como quiera, ella sacó 26% de los votos. ¿Qué van a hacer? ¿La van a dejar fuera de la deliberación? ¿Ya no cuenta?”.
–Madero le dio un cargo…
–Sí, pero parece más un encargo de membrete. Y ella no lo ha tomado…
Giménez prevé que Vázquez Mota impulse la organización Ola Civil, pero sin ser parte del PAN:
“Es un movimiento que, de entrada, no está asimilado al PAN. Yo veo que por ahí está el futuro de Josefina. Si va a converger con el PAN o no, lo veremos los próximos años. Todo depende de qué tan abierto o qué tan cerrado quede el PAN. Su identidad está con el PAN, pero también vemos que lo que tiene el PAN no da…”
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