“So pretexto de un gobierno dividido, padecimos un gobierno detenido. No supieron, y a veces no quisieron gobernar. Fueron alternancia sin alternativa y el saldo es la decepción.” Camacho Quiroz
El primer dedazo de Peña/ Ricardo Alemán.
Columna Itinerario Político
El Universal, 13 de diciembre de 2012;
Hace unas horas, el PRI designó a César Camacho Quiroz como su nuevo presidente, acompañado en la fórmula por Ivonne Ortega, quien ocupa el cargo de secretaria general.
Se trata, sin duda, del primer dedazo de Enrique Peña Nieto, ya que el mexiquense Camacho y la yucateca Ortega son dos potentes alfiles políticos del presidente. Y es tal su peso en el ánimo presidencial que, incluso, antes del 1 de diciembre se especuló en torno a la posibilidad de que el exgobernador del Estado de México y la ex gobernadora yucateca formaran parte del gabinete de Peña Nieto.
Sin embargo, Peña Nito decidió que César Camacho y a la señora Ortega ocuparan sendas posiciones estratégicas, pero no en el gabinete formal y, mucho menos en el ampliado. ¿Y entonces por qué son posiciones estratégicas?. Porque se desempeñarán en el gabinete político, es decir, en el PRI. Concretamente en la presidencia y la secretaría general.
Y sin duda que se trata del primer dedazo de Peña Nieto en su partido. Acaso por eso, escandalizó a las "buenas conciencias" de la clase política mexicana. Y con toda la razón, no pocos hablaron del regreso de viejas prácticas del PRI, como el dedazo, en el caso de la designación vertical de César Camacho e Ivonne Ortega.
Sin embargo, "las buenas conciencias" olvidan que el "dedazo" ejercido por Peña Nito en el PRI no es –y no debiera ser--, ninguna novedad en otros partidos mexicanos, sea el PAN, sea el PRD. Y los ejemplos abundan.
En el primer gobierno de la alternancia, el de Vicente Fox, el guanajuatense se despachó con la cuchara grande. Antes de asumir la presidencia impuso a Luis Felipe Bravo Mena, para luego forzar la llegada, vertical y autoritaria, de Manuel Espino. De hecho, Fox presionó la salida de Felipe Calderón, quien debió buscar el exilio incluso fuera del país.
En el caso del gobierno de Felipe Calderón, todos vieron y muchos censuraron –aquí lo cuestionamos severamente--, el hecho de que el segundo presidente surgido del PAN impuso de manera grosera a Fermán Martínez como presidente del PAN –un presidente azul que fracasó--, para luego imponer, de la misma forma, a César Nava.
En el PRD también se cuecen habas. Basta recordar la forma grosera, vertical y autoritaria en la que el entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, impuso a dirigentes del partido amarillo, El caso estandarte es el de Leonel Cota Montaño, un ex priísta de poca monta, sin militancia en la izquierda y sin experiencia en la dirigencia de un partido. Su único mérito ser amigo de AMLO y maleable hasta la abyección. De esa manera, sólo sirvió de "pelele" para los afanes políticos de López Obrador.
Pero no es todo. Mucho antes, desde los tiempos en que la hegemonía del partido estabas en manos de Cuauhtémoc Cárdenas hizo lo propio. Es decir, impuso dirigentes de partido a su antojo. Y un dato parece relevante.
Resulta que en 1989, cuando se eligió la primera presidencia del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas propuso como jefe del partido a Andrés Manuel López Obrador quien, en ese tiempo, sólo obtuvo un voto para el cargo, el voto de Cárdenas.
Pero además, el "dedazo" a nivel de partido tampoco es exclusivo de la clase política mexicana. En realidad es una práctica común en el mundo, y tiene mucho más importancia que una mera cultura antidemocrática. Dicho de otro modo, que todo gobierno que se respete requiere el control del partido que lo llevó al poder. ¿Por qué?
Porque de esa manera el gobierno en cuestión no sólo mantiene el control político de los grupos que aglutinan al partido, sino de sus legisladores y, por consecuencia, asegura el respaldo de sus programas y sus políticas.
Pero en el caso de la designación de César Camacho al frente del PRI, el mensaje tiene elementos adicionales a considerar. Resulta que en los próximos meses, el gobierno de Enrique Peña Nieto enviará al Congreso reformas fundamentales que tendrán una repercusión directa en la vida del PRI. Y un caso emblemático es el de la reforma fiscal, que enviará Peña Nieto al Congreso. ¿Por qué?
Porque hace unos cuantos años, cuando el PRI le negó a Vicente Fox la reforma al IVA en medicinas y alimentos –lo que confrontó a Elba Esther Gordillo con Emilio Chuayffet y Manlio Fabio Beltrones-, el partido tricolor incluyó en sus estatutos la obligación partidista de no "transitar" en dirección a esa carga impositiva. Pero además, para la reforma energética el PRI también tendrá que reformar sus estatutos.
Es decir, que Peña Nieto recurre al "librito" en cuanto a la relación de su gobierno con el PRI. O, si se quiere, apela al refranero popular: "para que la acuña apriete, el PRI tiene que ser mexiquense".
*
¿El Nuevo PRI?
El discurso de
asunción de César Camacho:Se fue a la yugular del PAN, dijo:
“So pretexto de un
gobierno dividido, padecimos un gobierno detenido. No supieron, y a veces no
quisieron gobernar. Fueron alternancia
sin alternativa y el saldo es la decepción.”
El texto completo, del 11 de diciembre de 2012
Compañeros de la mesa directiva; Muy respetados y amigos
señores gobernadores; Líderes de sectores y organizaciones; Compañeros del
Consejo Político Nacional; Amigas y amigos; Compañeros de tránsito:
Unido, entusiasta y triunfador, el priismo acude puntual a
esta cita con la historia de México. Venimos a reconocernos en nuestro pasado y
a proyectarnos hacia el porvenir.
El poder popular que nació de las ideas y de la violencia de
la Revolución Mexicana; esa eclosión social que alcanzó dimensiones telúricas,
se decidió por la legitimidad institucional.
Mediante la conciliación de intereses, pudimos edificar un
proyecto de vida para quienes deseaban construir un país más igualitario y
justo, que se plasmó en la Constitución del 17. De esa manera, la Revolución se
transformó en gobierno; un régimen político que nació y creció con vocación
social e ímpetu transformador.
Sin soslayar las carencias, es justo señalar que México
alcanzó la modernidad de la mano de los gobiernos surgidos del PNR, del PRM y,
por supuesto, de todos los del PRI.
Fueron ellos, fuimos
nosotros quienes impulsamos el reparto de la tierra, recuperamos las
industrias petrolera y eléctrica; garantizamos los derechos de los
trabajadores; expandimos la educación pública y forjamos nuestra potencia
exportadora. Casi triplicamos la esperanza de vida, urbanizamos el territorio y
consolidamos el prestigio internacional de nuestro país; impulsamos la
participación política de las mujeres y los jóvenes, y dimos vida a un
entramado de instituciones que dieron buenos resultados.
Por eso, como lo escribió Octavio Paz: “nadie puede entender
a México si omite al PRI”.
Al asumir su responsabilidad histórica, el régimen dio paso
a la transición democrática; proceso de adaptación del orden político y
jurídico, en respuesta a una sociedad que reclamaba un nuevo estado de cosas.
Sobre el sistema presidencial fuimos construyendo un régimen
mucho más acotado por la ley, caracterizado por los contrapesos de la
democracia.
Al expandirse la
transición, se fortaleció al Poder Judicial; el pluralismo político irrumpió en
el Legislativo, aumentaron las competencias y los recursos de estados y
municipios; se hizo más pública, la vida pública; y se consolidaron las
libertades y los derechos humanos.
En fin, las muchas visiones de México y el creciente número
de participantes en la escena política, preludiaron un hito de nuestra historia
reciente: la alternancia en la Presidencia de la República.
No obstante, cortos de miras, los beneficiarios del cambio
supusieron que su sola llegada a Los Pinos resolvería por ensalmo los
problemas.
La banalización del gobierno, primero, y la intransigencia,
después, crearon una administración más grande y costosa, que no ofreció más ni
mejores resultados.
Las condiciones de vida se deterioraron lastimosamente, nos
robaron la tranquilidad, la política entró en desuso y nuestro prestigio
internacional vino a menos.
So pretexto de un gobierno dividido, padecimos un gobierno
detenido. No supieron, y a veces no
quisieron gobernar. Fueron alternancia
sin alternativa y el saldo es la decepción.
Si en ese océano de improvisaciones el país no naufragó, fue
por la madurez de la sociedad civil y la solidez de las instituciones.
No obstante, en todo este tiempo el PRI fue factor de
ponderación y siempre actuó con responsabilidad.
Como partido maduro, hemos entendido el papel que la
ciudadanía nos ha asignado en cada episodio; hemos aprendido de los errores y,
nos sometimos a las reglas de la democracia; nos volvimos más competitivos; nos
rehicimos de fuera hacia dentro y de abajo para arriba.
Nada fue casual, por el extraordinario trabajo desplegado
por la militancia en todo el territorio nacional, puesto en sintonía con los
ciudadanos y, subrayadamente, por un candidato excepcional que infundió
entusiasmo, que recuperó confianza, que con su trabajo incansable creó un
espíritu de cuerpo entre electores, activistas y dirigentes: Enrique Peña, es
hoy presidente de todos los mexicanos.
Recuperamos el más alto cargo político del país, con la
impecable dirección de Pedro Joaquín Coldwell, dirigente capaz, ordenado y
trabajador; y de Cristina Díaz, incansable, cuidadosa y comprometida, quienes
lograron lo que para algunos escépticos parecía imposible.
Desde aquí.
¡Felicidades Pedro, un abrazo querida Cristina!
La expectativa es grande y los desafíos enormes, pero
nuestra capacidad de trabajo colectivo no es menor. Esta determinación de que
la nuestra sea la Nación segura y próspera que soñamos, es muy superior, y el
patriotismo está por encima de todo.
En nuestras manos compañeras y compañeros está el reloj de
la historia, tenemos la oportunidad de completar la transición democrática. En
2012, con Enrique Peña Nieto y el PRI como su principal aliado, ha recomenzado
el siglo XXI para México.
La presidencia democrática que el Ejecutivo se ha
comprometido a ejercer, no sólo es un estilo de gobierno convocante, respetuoso
e incluyente, sino un modelo de Estado: el Estado eficaz.
Con fundado optimismo, esperamos buenos resultados, que
serán la invaluable aportación del presidente al fortalecimiento de nuestro
partido.
Por eso, con humildad y gratitud, acepto ésta, la más alta
responsabilidad que el PRI me haya conferido, con la certeza de que nuestro
futuro comienza hoy.
Pero habré de acometer con la seguridad que brinda el sólido
respaldo de quienes tienen suficientes dividendos políticos y sociales, de
quienes estoy seguro formaran parte de un Comité Ejecutivo Nacional con
vocación de triunfo.
Y Porque la actitud determina la elección, el próximo 7 de
julio iremos a 14 procesos electorales locales, sin excesos triunfalistas pero
resueltos a trabajar para merecer la victoria. Vamos a dar la pelea para ganar
una gubernatura, 467 diputaciones locales y mil 348 ayuntamientos.
Afecto a una especie de “federalismo partidario”, el PRI
reconoce el valor de los políticos locales, de los liderazgos surgidos ahí
donde nace nuestra diversidad y se consolida la unidad, su manera de hacer
política, su modo de alcanzar acuerdos, su forma acreditada de ganar
elecciones.
Respaldo y cercanía, buena selección de candidatos,
inteligente estrategia de comunicación política y, sobre todo, un buen
entendimiento con la gente, nos darán el triunfo y la oportunidad de servir a
más mexicanos.
La recuperación de la Presidencia de la República nos impone
el desafío de replantear nuestro papel, para seguir siendo el mejor partido que
refleje las demandas ciudadanas; que las centre, las equilibre, las exprese sin
desbordamientos y las defienda con determinación.
Apercibidos de que si no cambiamos, nos cambian, el partido
debe asumir los grandes retos del presente, fortaleciendo lo esencial; lo que
nos hace compartir convicciones que nos distinguen e identifican.
En la XXI Asamblea transformaremos al PRI a través de las
voces de la militancia, los sectores, las organizaciones e, importantemente, de
la sociedad civil.
Acudamos a la Asamblea con buena disposición, actitud
abierta, con la madurez y el talento para retomar demandas, preservar
conquistas y, con actitud resuelta, respaldar propuestas.
Hagámoslo con la confianza de que el PRI no sólo cambia por
el natural paso del tiempo, sino que
redefine sus propósitos, su trayecto y su destino.
Vamos a asumir el compromiso de los priistas de todos los
tiempos: transformar positivamente la vida de los mexicanos, yendo de la
revolución política a la evolución social.
Decidiremos orientados por principios, no obedeciendo a
dogmas; impulsaremos, como sugiere Enrique Peña Nieto, “sin ataduras, ni
temores, todos los motores del crecimiento”.
Sin dejar de ser esencialmente los mismos, procederemos de
manera diferente; respetaremos los principios que nos cohesionan y distinguen,
pero los pondremos al día, imprimiéndoles visión de futuro.
Solidificaremos las bases ideológicas de un partido
vanguardista, moderno, solidario y de clarísima vocación social.
Creo, como Reyes Heroles, que “la política requiere
eficacia, y donde más eficacia se puede tener para el progreso democrático es
dentro de nuestro partido, en posición abierta y crítica, en actitud espiritual
de no sólo tolerar, sino comprender a quienes piensan distinto a nosotros”.
Nos consolidaremos compañeras y compañeros como ese frente
amplio que a todos representa y contiene. Partido que consulta a la gente,
intuye la mejor manera de servirle, le propone nuevos derroteros y hacia ellos
es capaz de conducirla.
Ésta es, como profetizó Luis Donaldo Colosio “la hora de
reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República.
Reformar el poder significa que cada ciudadano obtenga respuestas eficientes y
oportunas cuando sueña con horizontes más cercanos a las manos de sus hijos”.
Hacer frente a los nuevos desafíos no implica un esfuerzo
aislado, ni asignar responsabilidades a uno solo; es por el contrario, es
hazaña participativa de todos, sin disimulos ni dobleces, sin demagogias ni
ambigüedades.
El PRI no es, ni
quiere ser el partido del gobierno sino el partido en el gobierno.
Militantes y servidores públicos priistas sabemos que esta
nueva oportunidad de servir a México no debe significar la utilización del
gobierno por el PRI, ni la suplantación del partido por quien gobierna.
El PRI es, por definición, parte de la sociedad que exige de
las autoridades esfuerzo y congruencia, al tiempo que les entrega respeto y
respaldo. Por eso los priistas habremos de contribuir vigilando, señalando,
enriqueciendo y acompañando las propuestas del gobierno.
Un partido orgulloso de todos sus integrantes, cuánto y más,
del primer mandatario de la nación,
quien no duda en reivindicar su militancia, sin confundir la
imparcialidad a la que está obligado por la Ley, sin confundir esa
imparcialidad con la neutralidad, pues sabe que, como en toda democracia
madura, le asiste el derecho a militar, lo hace con soltura, y gobierna con la
certeza de que su trabajo no es políticamente neutro; que el PRI lo hará valer,
pues él y su gobierno, representan nuestro activo más valioso.
Un nuevo Presidente de la República entró en funciones, pero
en escasos 11 días, marcados por la formulación de planteamientos razonables,
el acuerdo político y el ímpetu reformista, estamos atestiguando la
consolidación de un liderazgo nacional.
Habituado a las negociaciones con base en las mutuas
cesiones y atendiendo al interés
superior del país, Enrique Peña ha iniciado un genuino “Pacto de Estado”, que
busca crecimiento económico vinculado a la política social, en un entorno
democrático.
Reformista, el Presidente ha acreditado, pues, humildad en
la victoria y civilidad en el trato con quienes piensan distinto.
Ha demostrado aptitud
y actitud; aptitud, que significa conocimiento de los problemas y sus
soluciones, experiencia para acometer retos, y talento para consensuar
propuestas; y actitud, que significa deseos de servir, audacia de arriesgar, y
agallas para conseguir lo propuesto.
Cerrando filas con los mejores legisladores del país, los
gobernadores más comprometidos de México y los ayuntamientos más esforzados,
los del PRI, no sólo dará forma, sino imprimirá vida al “Pacto por México”.
Más que acciones de gobierno y agenda legislativa, el pacto
es hoja de ruta, que busca generar las condiciones óptimas en la política, en
la economía, lo social y las relaciones exteriores, para construir una
administración pública abierta a la participación de la sociedad.
El compromiso de Enrique Peña y de sus correligionarios del
PRI es claro: estar a la altura de la República y permitir a los mexicanos que
ejerzan su legítimo derecho a la esperanza.
El regreso del PRI está marcado por la transformación que ha
vivido el país. México ya cambió y el PRI se está transformando.
Seremos un partido cada día más vivo, actuante, dinámico y
perseverante, porque así es la militancia noble que nos confiere su fuerza
inagotable y renovadora.
Partido al que hay que sumar muchos jóvenes, esos que se
abren paso a golpe de ánimo y empeño; de mujeres valiosas que levantan familias
y sostienen hogares; de hombres de todas las edades que entreverados
generacionalmente construyen México todos los días.
Ellos dan vida a nuestro nuevo tiempo mexicano, tiempo de
confiar en el poder transformador del Poder; el poder para servir, el poder
para cambiar, el poder que haga mejores y más fuertes a nuestras instituciones;
ese México soñado por todos.
Lo conseguiremos trabajando con constancia y patriotismo;
constancia que es perseverar en el esfuerzo, sin claudicar ante las
dificultades, y patriotismo que es hacer crecer la patria, que significa la
tierra de nuestros padres, la que, inexorablemente, será la tierra de nuestros
hijos.
Gracias.
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