Los Reyes Magos, según
Benedicto XVI/NIEVES SAN MARTIN
MADRID, Friday 4 January 2013
(Zenit.org).
El papa Benedicto XVI, en su
último libro “La infancia de Jesús”, editado por Planeta, se inclina por
considerar que el relato evangélico de los Reyes Magos es histórico y no solo
una narración catequética de la primera comunidad cristiana.
El papa ha logrado reunir en
muy poco espacio, y con un lenguaje muy asequible, las principales teorías
sobre el origen y significado del episodio de los, hasta ahora, sabios de
Oriente. Pero ¿y si llegaron de Occidente? No se sabe. Podían proceder de
Persia en Oriente.
Pero Benedicto XVI aventura otra hipótesis que deja abierta
y no desarrolla. Podían ser reyes de Tarsis, un lugar que se situaba en África
o quizá en el sur de la península ibérica, como centro de la cultura tartésica
que floreció en este espacio geográfico.
Dice el papa, en su libro,
respondiendo a qué tipo de hombres eran aquellos que se pusieron en camino
hacia el rey Jesús: “Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran
capaces de calcular la conjunción de los planetas, y la veían, les vino la idea
de un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. Para que la
estrella pudiera convertirse en un mensaje, debía haber circulado un vaticinio
como el del mensaje de Balaán”.
Varios factores, explica,
“podían haber concurrido a que se pudiera percibir en el lenguaje de la
estrella un mensaje de esperanza. Pero todo ello era capaz de poner en camino
sólo a quien era hombre de una cierta inquietud interior, un hombre de
esperanza, en busca de la verdadera estrella de la salvación”.
En búsqueda de la verdad
Para Benedicto XVI, los
hombres de los que habla el evangelista Mateo no eran únicamente astrónomos.
“Eran 'sabios'; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más
allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del
verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra”.
“Podemos decir con razón
–afirma- que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la
autosuperación de la ciencia con vistas a él. Están en cierto modo siguiendo a
Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente
están siguiendo a Sócrates y a su preguntarse sobre la verdad más grande, más
allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores,
precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos”.
Asegura que, de modo paralelo
a como la tradición de la Iglesia ha leído el relato de la Navidad sobre el
trasfondo de Isaías 1,3, también ha leído la historia de los Magos a la luz de
Salmos 72,10 e Isaías 60. “Y de esta manera, los hombres sabios de Oriente se
han convertido en reyes, y con ellos han entrado en la gruta [en las
representaciones del belén] los camellos y los dromedarios”, afirma.
“La promesa contenida en
estos textos --añade- extiende la proveniencia de estos hombres hasta el
extremo Occidente (Tarsis-Tartesos en España), pero la tradición ha
desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de
aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes
entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en
el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por
él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad”.
El reino de Tartessos
Tartessos o Tartéside fue el
nombre con el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización
de Occidente. Posible heredera de la edad del Bronce final atlántico, se
desarrolló en el triángulo formado por las actuales provincias de Sevilla, casi
toda, y parte de las de Huelva y Cádiz, en la costa suroeste de la península
Ibérica, influyendo sobre las tierras del interior y el Algarve portugués.
Al parecer, tuvo como eje el
río Tartessos, que los romanos llamaron luego Betis, antes Oleum flumen (río de
aceite) y los árabes Guadalquivir (río grande).
Los tartesios desarrollaron
una lengua y escritura distinta a la de los pueblos vecinos y, en su fase
final, tuvieron influencias culturales de egipcios y fenicios.
La primera fuente histórica
que alude a Tartessos es la Historia de Herodoto, del siglo V a.C, que habla
del rey Argantonio (Hombre de plata), del que se dice que gobernó cien años y
se habla de su incontable riqueza, sabiduría y generosidad.
Una fuente más tardía data
del siglo IV, del escritor romano Rufo Festo Avieno, que escribió una obra
titulada Ora maritima, conocida también como “Las costas marítimas”, poema en
el que se describen las costas mediterráneas.
El poeta afirma que utilizó
fuentes antiquísimas de autor desconocido. Una de estas fuentes data del siglo
IV a.C, de la que Avieno escribió que era un "periplo", es decir, un
viaje de navegación costera, realizado por un marino griego y cartaginés, en el
que partiendo de las costas de Cornualles (Inglaterra) llegó hasta Massalia
(Marsella). Como resultado de aquel viaje se narran los lugares visitados por
el desconocido marino, que proporciona las noticias más antiguas sobre la
península ibérica.
Argantonio es el único rey
del que se tienen referencias históricas. Se sabe que fue el último rey de
Tartessos. Vivió 120 años según Herodoto, aunque algunos historiadores piensan
que puedan referirse a varios reyes conocidos por el mismo nombre. También dice
Herodoto que su reinado duró 80 años, desde el 630 a.C. al 550 a.C. Propició el
comercio con los griegos foceos durante 40 años, los cuales crearon varias
colonias costeras durante su reinado.
En el siglo VI a.C, Tartessos
desaparece abruptamente de la historia, posiblemente barrida por Cartago y las
demás colonias fenicias --Gadir (Cádiz), metrópolis fenicia, se encontraba en
pleno reino tartessio- que, después de la batalla de Alalia, entre Cartago y
Grecia, le hicieron pagar así su alianza con los griegos focenses. Los romanos
llamaron a la amplia bahía de Cádiz Tartessius Sinus, pero el reino ya no
existía.
En la Biblia, aparecen
referencias a un lugar llamado 'Tarshish', también conocido como 'Tarsis' o
'Tarsisch'. “En efecto, el rey [Salomón] tenía en el mar la flota de Tarsis,
además de la flota de Hiram; cada tres años la flota de Tarsis llevaba
cargamentos de oro y de plata, de marfil, de monos y de babuinos”. (Libro de
los Reyes I, 10-22).
En la actualidad, algunos
creen que Salomón no se refería a Tartessos, sino que se refería al puerto de
Aqaba, en la península del Sinaí.
En un texto del profeta
Ezequiel (27, 12) (siglo VI a.C.) se comenta que Tiro comerciaba con Tarsis y
en este caso es posible que sí se refiera a Tartessos, puesto que Fenicia ya
había contactado con ellos: “Tarsis comerciaba contigo, por tus riquezas de
todo género, intercambiando tus mercaderias con plata, hierro, estaño y plomo”.
El Libro de Jonás 1,3 (siglo
VIII a.C.) dice: "Pero Jonás se levantó para ir a Tarsis, lejos de la
presencia de Yahvéh. Bajó a Yoppe y encontró una nave que iba a zarpar hacia
Tarsis. Pagó el pasaje y se embarcó en ella para ir con ellos a Tarsis, lejos
de la presencia de Yahvéh".
En todo caso, los Reyes Magos
no podían proceder del Tartessos de la península ibérica mientras que, como no
se sabe muy bien donde estaba la Tarsis de la Biblia, toda posibilidad queda
abierta.
Son la humanidad en camino
hacia Cristo
Sin embargo, a Benedicto XVI
le interesan menos estos datos históricos, en los que tampoco profundiza, para
detenerse en el significado profundo del hecho para nuestra fe.
Por ello, al final de este
apartado dedicado a los sabios que visitaron y adoraron a Jesús, afirma: “Más
tarde se ha relacionado a los tres reyes con las tres edades de la vida del
hombre: la juventud, la edad madura y la vejez. También esta es una idea
razonable, que hace ver cómo las diferentes formas de la vida humana encuentran
su respectivo significado y su unidad interior en la comunión con Jesús”.
“Queda la idea decisiva
--concluye--: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad
cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre
toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado
ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu
humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de
Cristo”.
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