FCH
tuvo la razón al extinguir Luz y Fuerza/Miguel Alessio Robles, exconsejero jurídico de la Presidencia en el
gobierno de Felipe Calderón.
Reforma,
2 Feb. 13
A la memoria de
Fernando Todd.
El
pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación había resuelto, por
unanimidad de votos, que el decreto que ordenó la extinción de Luz y Fuerza del
Centro, era apegado a la Constitución y a la ley. Quedaba pendiente resolver si
la Comisión Federal de Electricidad era patrón sustituto de Luz y Fuerza del
Centro y, por tanto, si la primera debía recontratar a los trabajadores de la
segunda que no optaron por la indemnización, debiendo pagarles además los
salarios caídos desde la extinción hasta la recontratación, lo que habría
evidenciado un error en el cálculo y en la medición de las consecuencias. Hoy
la propia Suprema Corte ratifica, desde el ángulo constitucional y legal, que
el Presidente Calderón tomó la decisión correcta. Nuevamente por unanimidad de
votos, esta vez de una de sus salas, ha resuelto que no hubo tal sustitución
patronal y que las medidas que se tomaron
fueron las justas, con tendencia al
bien común. La Corte tuvo claro que el organismo receptor es una persona
jurídica pública con personalidad diversa y obligada por ley a prestar el
servicio de energía eléctrica, lo que necesariamente debía hacer con los bienes
de aquella extinta, dados en uso gratuito por el liquidador.
Frente
a las decisiones de trascendencia para el país, en el pasado los titulares del
Ejecutivo optaron casi siempre por privilegiar los valores políticos que les
permitían mantener un determinado estado, decidiendo equivocadamente por lo
fácil, en lugar de enfrentar las consecuencias que temporalmente pudiera tener
una resolución que a la larga conllevara el bien común. Pero Felipe Calderón
está hecho de otra manera. Sus valores políticos, jurídicos, éticos y morales y
su formación democrática, necesariamente lo llevarían a tomar el camino
difícil; la línea política incómoda que conduce a la larga al bien de todos,
sacrificando todo aquello que a cambio de extensión política hiciera perder al
país ascensión. Para hacerlo, abogado de firmes convicciones, se basó en el
orden jurídico y cumplió con sus obligaciones constitucionales.
Corresponde
ahora ir dando cuenta de los resultados que de tiempo en tiempo vayan teniendo
esas decisiones. Todos los gobiernos anteriores, incluyendo a las legislaturas
que proveyeron de presupuesto, habían sostenido a esta empresa pública, que no
solamente costaba a cada mexicano varios miles de pesos cada año, sino que era
materialmente dirigida por un sindicato corrupto, en base a un contrato
colectivo de trabajo que mantenía sin armas a los usuarios frente a la
corrupción. Basta con señalar que desde su creación, el organismo
descentralizado no dejó de recibir transferencias presupuestarias cuantiosas,
las cuales lejos de disminuir se vieron incrementadas año con año. Un solo
dato: en 2009 dichas transferencias fueron del orden de 41,945 millones de
pesos.
De
frente a todos los valores señalados, las posibilidades eran o seguir
manteniendo un organismo costoso y fuente de múltiples ilícitos o cumplir con
la ley y ordenar su extinción, con todas las consecuencias previsibles,
especialmente el desempleo de sus trabajadores en un momento de especial
énfasis en la creación de trabajos formales. Cualquier consejero político
habría pedido mantener el estado de las cosas, no sólo frente al problema que
implicaba el ejercicio del liderazgo administrativo para paliar el problema del
desempleo, sino frente a las consecuencias políticas y electorales que marchas,
protestas, molestias a los ciudadanos iban a causar. Pero, otra vez, Felipe
Calderón no se veía siendo expresidente como uno más que se mantuvo cómodo,
pero con la conciencia de haber podido mejorar la situación del país en ese
rubro. Ordenó la extinción del organismo y enfrentó valientemente las
consecuencias. Hizo todo lo posible en el ámbito administrativo para aligerar
la carga de los trabajadores; buscó y encontró la manera de entregar
indemnizaciones extraordinarias, porque extraordinario era el caso; instruyó
mecanismos de recontratación de los más capacitados y necesarios; destinó
recursos para fomentar actividades colaterales y negocios de diversa índole;
presidió periódicas reuniones de gabinete para dar seguimiento a todos estos
temas y estuvo pendiente de las resoluciones judiciales. En efecto, también en
el caso de la extinción de Luz y Fuerza del Centro, Felipe Calderón tuvo razón.
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