La
economía mundial al vuelo/Nouriel Roubini, a professor at NYU’s Stern School of Business and Chairman of Roubini Global Economics, was Senior Economist for International Affairs in the White House’s Council of Economic Advisers during the Clinton Administration. He has worked for the International Monetary Fund, the US Federal Reserve, and the World Bank.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.
Project
Syndicate, 2 de abril de 2013
En
las últimas cuatro semanas, viajé a Sofía, Kuala Lumpur, Dubái, Londres, Milán,
Fráncfort, Berlín, París, Pekín, Tokio, Estambul y por todo Estados Unidos.
Así, nunca me sentí demasiado lejos de la infinidad de desafíos que enfrenta la
economía mundial.
En
Europa, el riesgo de una excepcional ruptura de la zona del euro y la pérdida
de acceso a los mercados para España e Italia disminuyó gracias a la decisión
del Banco Central Europeo de crear una red de protección para la deuda soberana
el verano pasado. Pero los problemas fundamentales de la unión monetaria –bajo
crecimiento potencial, recesión sostenida, pérdida de competitividad y grandes
volúmenes de deuda pública y privada– no han sido resueltos.
Por
otra parte, el gran acuerdo entre el núcleo de la zona del euro, el BCE y la
periferia –dolorosa austeridad y reformas a cambio de asistencia financiera a
gran escala– está resquebrajándose a medida que la fatiga por austeridad en la
periferia choca con la fatiga por rescate en los países centrales de la zona
del euro, como Alemania y los Países Bajos.
La
fatiga por austeridad en la periferia se percibe claramente en el éxito de
fuerzas antiestablishment en la reciente elección italiana; en las grandes
demostraciones callejeras en España, Portugal y otros sitios; y también en el
malogrado rescate de los bancos chipriotas, que ha alimentado un intenso enojo
popular. En toda la periferia, los partidos populistas de izquierda y derecha
ganan terreno.
Mientras
tanto, la insistencia de Alemania en imponer pérdidas a los acreedores de los
bancos en Chipre es el último síntoma de fatiga por rescate en el centro. Otros
miembros centrales de la zona del euro, ansiosos por limitar los riesgos para
sus contribuyentes, han señalado de manera similar que los rescates mediante
reestructuración de la deuda con pérdidas para los acreedores (bail-in) son lo
que se viene.
Fuera
de la zona del euro, incluso el Reino Unido lucha por recuperar el crecimiento
debido al daño causado por los esfuerzos de consolidación fiscal concentrados
al principio del período, mientras que el sentimiento antiausteridad gana
fuerza en Bulgaria, Rumania y Hungría.
En
China, la transición en el liderazgo ha sido suave. Pero el modelo económico
del país continúa, según las famosas palabras del ex primer ministro Wen
Jiabao, «inestable, desequilibrado, falto de coordinación e insostenible».
Los
problemas de China son muchos: desequilibrios regionales entre sus regiones
costeras y el interior, y entre las zonas urbanas y rurales; ahorro e inversión
fija excesivos e insuficiente consumo privado; aumento de la desigualdad en el
ingreso y la riqueza; y una enorme degradación ambiental que pone a la salud
pública y alimentaria en peligro por la contaminación del aire, el agua y el
suelo.
Los
nuevos líderes del país hablan seriamente de profundizar las reformas y
reequilibrar la economía pero, por su inclinación, mantienen la cautela, el
gradualismo y el conservadurismo. Además, el poder de los intereses creados que
se oponen a la reforma –las empresas estatales, los gobiernos provinciales y
los militares, por ejemplo– aún debe ser derrotado. Como consecuencia, es
posible que las reformas necesarias para reequilibrar la economía no ocurran lo
suficientemente rápido para evitar una caída brusca cuando, el año que viene,
la inversión se derrumbe.
En
China –así como en Rusia (y parcialmente en Brasil e India)– el capitalismo de
estado se ha afianzado más y esto no augura nada bueno para el crecimiento. En
general, se exageró el desempeño de estos cuatro países (los BRIC). Otras
economías emergentes pueden mostrar mejores resultados durante la próxima
década: Malasia, las Filipinas e Indonesia en Asia; Chile, Colombia y Perú en
Latinoamérica; y Kazajistán, Azerbaiyán y Polonia en Europa del Este y Asia
Central.
Más
hacia el Este, Japón intenta un nuevo experimento económico para detener la
deflación, impulsar el crecimiento económico de recuperar la confianza de las
empresas y los consumidores. La «Abenomía» tiene varios componentes: estímulos
monetarios agresivos del Banco de Japón; un estímulo fiscal este año para cebar
la demanda, seguido por austeridad fiscal en 2014 para poner límite a los
déficits y la deuda; un empuje para aumentar los salarios nominales e impulsar
la demanda interna; reformas estructurales para desregular la economía; y
nuevos acuerdos de libre comercio –comenzando con el Acuerdo Transpacífico–
para impulsar el comercio y la productividad.
Pero
los desafíos son sobrecogedores. No queda claro si se puede vencer a la
deflación con política monetaria; el estímulo fiscal excesivo y la austeridad
diferida pueden hacer que la deuda se torna insostenible; y los componentes de
la reforma estructural de la Abenomía son vagos. Por otra parte, las tensiones
con China por reclamos territoriales en el Mar de China Oriental pueden afectar
adversamente al comercio y a la inversión directa extranjera.
Luego
está el Oriente Medio, que se mantiene como un arco de inestabilidad desde
Magreb hasta Pakistán. Turquía –con una población joven, gran potencial de
crecimiento y un dinámico sector privado– busca convertirse en una importante
potencia regional. Pero enfrenta muchos desafíos propios. La propuesta turca
para unirse a la Unión Europea está actualmente estancada, al tiempo que la
recesión en la zona del euro desalienta su crecimiento. Su déficit de cuenta
corriente aún es grande y su política monetaria ha sido confusa, ya que el
objetivo de impulsar la competitividad y el crecimiento entra en conflicto con
la necesidad de controlar la inflación y evitar una excesiva expansión del
crédito.
Además,
si bien han aumentado las probabilidades de un acercamiento con Israel, Turquía
enfrenta graves tensiones con Siria e Irán, y el partido Islámico en el poder
aún debe demostrar que puede coexistir con la tradición política secular del
país.
En
este frágil entorno mundial, ¿se ha convertido EE. UU. en un faro de esperanza?
Los estadounidenses han experimentado varias tendencias económicas positivas:
la vivienda se recupera, el gas y el petróleo de pizarra reducirán los costos
energéticos e impulsarán la competitividad; la creación de empleos mejora; los
crecientes costos laborales en Asia y la llegada de la robótica y la
automatización apuntalan un resurgimiento manufacturero; y la agresiva
flexibilización cuantitativa ayuda tanto a la economía real como a los mercados
financieros.
Pero
aún existen riesgos. El desempleo y la deuda de los hogares continúan
obstinadamente altos. La carga del aumento impositivo y los recortes del gasto
impactarán sobre el crecimiento; y el sistema político es disfuncional: la
polarización partidaria impide lograr compromisos sobre el déficit fiscal, la
inmigración, la política energética y otros temas clave que influyen sobre el
crecimiento potencial.
En
suma, entre las economías avanzadas, EE. UU. es la que está en mejor situación
relativa, seguida por Japón, donde la Abenomía impulsa la confianza. La zona
del euro y el RU continúan sumidos en recesiones, empeoradas por restrictivas
políticas monetarias y fiscales. Entre las economías emergentes, China podría
enfrentar una caída brusca a fines de 2014 si se posponen las reformas
estructurales críticas; y los demás BRIC deben alejarse del capitalismo de
estado. Si bien otros mercados emergentes en Asia y Latinoamérica muestran un
mayor dinamismo que los BRIC, su empuje no será suficiente para revertir la
marea mundial.
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