Raymundo Rivapalacio |
24 Horas, 15 de abril de 2013
Mauricio Fernández, nieto de uno de los fundadores del Grupo Monterrey, terminó el año pasado su segunda gestión como alcalde de San Pedro Garza García. Está libre y está vivo, dos hechos que por más naturales que parezcan, en su caso son extraordinarios. Querían matarlo en vísperas de que asumiera el cargo en 2009, y se alió́ a un cartel para que a cambio de no perseguirlos, eliminaran a quienes iban por el y a sus cómplices. Junto con los narcos, formó un escuadrón de la muerte extra legal que se encargó de limpiar el municipio de otros delincuentes.
La PGR abrió́ un expediente por presunta relación con la delincuencia organizada y lo llamó a declarar en 2009, pero no pasó nada. Los indicios de su vinculación con carteles de la droga y tener un grupo de asesinos en el municipio de mayor ingreso per cápita en el país y donde vive la mayoría de los jefes del Grupo de los 10 -herederos del Grupo Monterrey- dejaron de ser parte del imaginario nacional. Por la vía de WikiLeaks, cuatro cables del consulado general de Estados Unidos en Monterrey desnudan hoy al ex alcalde.
El primero está fechado el 15 de octubre de 2009, dos semanas antes de asumir el cargo, y habla de una reunión el 9 de octubre de el con dos diplomáticos del consulado. Uno de ellos, Bruce Williamson, reportó que informaron a Fernández que “tiene una relación antagonista con algunos elementos de carteles, tiene una inquietantemente cercana con otras”, y que la DEA sabía que un cartel quería asesinarlo. Fernández no se sorprendió́ del todo.
Identificó, sin acusarlo directamente, a Héctor El Negro Saldaña, que había roto con Arturo Beltrán Leyva, ex jefe del cartel del mismo nombre, como la persona que podría ser su asesino. Fernández les dijo que Beltrán Leyva, cuya familia vivía en ese municipio, y “el Ejercito”, querían asesinar a Saldaña, cuyo cuerpo, el de su hermano Alan y otras dos personas fueron encontrados en el Distrito Federal el 31 de octubre, el mismo día que al tomar posesión informó del crimen cuatro horas antes que las autoridades capitalinas encontraran siquiera el vehículo donde estaban los cuerpos.
Williamson, en otro cable el 3 de noviembre, reportó ese discurso y dijo que cuatro días antes había confiado al cónsul general ya no estar “preocupado” por los Saldaña, pues habían sido “levantados”. El 30 de octubre, un día antes del anuncio, la policía de San Pedro, que ya estaba bajo el control de Fernández, informó extraoficialmente al consulado que estaban muertos.
La línea del tiempo en los cables establece que Fernández notificó al otro cartel de la amenaza para matarlo y que fue informado que los habían secuestrado y asesinado. Nada de esto informó a las autoridades federales. Los diplomáticos dejan entrever, pese a lo cuidadoso del lenguaje, su asombro por los hechos, ante la candidez del ex alcalde, quien les había dicho, antes de tomar posesión, que tenia un grupo de “chicos malos”, que ya habían asesinado a dos secuestradores en San Pedro Garza García. La PGR lo llamó a declarar en relación a la muerte de Saldaña y sus asociados, pero no pasó nada.
Los cables, en cambio, revelan que Fernández fue cómplice de un crimen al guardarse lo que sabia de la suerte de Saldaña y sus asociados, y delincuente confeso por su relación con los Beltrán Leyva. Los cables del consulado son un manifiesto de autoincriminación. No se sabe qué tanto de lo que reveló Fernández a los estadunidenses lo supieron las autoridades mexicanas, que sin embargo, a juzgar por los resultados, fueron totalmente laxas.
Esta documentación oficial es el mejor estudio de caso de la narcopolítica en México. No es tarde para reabrir el expediente de Fernández y llamarlo a declarar. A juzgar por lo dicho a los diplomáticos estadunidenses, es un cántaro de información sobre cómo funciona el narcotráfico en Monterrey. Pero principalmente, para que explique quienes financiaron su cuadrilla de asesinos, y porqué se apoyaron en un cartel de drogas para que los narcotraficantes, no la autoridad, garantizaran la paz en San Pedro Garza García.
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