7 jul 2013

Más sobre Caso Pablo Neruda: Informes defectuosos


Más sobre Caso Neruda: Informes defectuosos
De Mario Casasús
LA REDACCIÓN
Revista Proceso # 1914, 7 de julio de 2013
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
A 109 años del natalicio de Neftalí Reyes (12/07/1904), quisiera hacer una corrección de fondo relacionada con el reportaje Caso Neruda: Informes defectuosos (Proceso 1908), para evitar otro error en los conceptos del corresponsal en Chile. El reportero Francisco Marín está convencido: “Neruda nunca tuvo cáncer”. Así lo declaró al diario El Santiaguino (21/11/2011) y en algunas conversaciones que sostuvimos off the record. Intenté hacerle ver que un expediente médico incompleto no significa que el cáncer nunca existió.

En la sección Palabra de Lector de Proceso 1910, Marín le responde al director de la Agencia EFE en México: “Cabe consignar que el certificado médico de defunción es el único documento médico que le diagnostica a Neruda cáncer”. Marín miente; el ingreso de Neruda a la Clínica Santa María está registrado con el número 189.950; en la ficha clínica se lee el diagnóstico: cáncer metastásico, con la firma del doctor Vargas Salazar.
 En la respuesta al director de EFE, Francisco Marín hace una lectura poco objetiva: “…como cuenta Velasco en su libro Neruda: El gran amigo, el vate nunca le comentó que padeciera cáncer, y mucho menos ese médico le diagnosticó esa enfermedad”. El doctor Velasco sabía perfectamente que Neruda padecía cáncer; el poeta estaba informado de su enfermedad. Citaré las páginas que Marín se niega a aceptar del mismo libro Neruda: El gran amigo:
 “En su última visita a Valparaíso ya casi no podía caminar, las metástasis cancerosas de los huesos de la cadera le provocaban dolores intensos que sufría estoicamente” (página 125); “el cáncer de la próstata era inoperable, había metástasis en los huesos de la pelvis. Se le efectuó una operación paliativa, una talla vertical para aliviar sus molestias y combatir la infección urinaria” (página 121); finalmente el doctor Velasco escribió: “Nunca se le dijo el diagnóstico a Neruda, aunque él lo sabía, pero seguía actuando como si lo ignorara” (página 122).
 Insistir en la teoría de que Neruda tenía un “adenoma” (tumor benigno), presentada por Marín en Proceso 1826, y descalificar los primeros exámenes de la exhumación que descubrieron la metástasis ósea, como lo hizo el corresponsal (en Proceso 1908), forman parte de la suma de errores para “demostrar” que el poeta nunca tuvo cáncer (sic).
 Si Neruda hubiera abordado el avión el 24 de septiembre de 1973, su destino en el exilio sería el Instituto de Cancerología de México. En lugar de descalificar el descubrimiento de la metástasis en la exhumación de Neruda, el debate debería centrarse en la sustancia que le inyectaron al poeta chileno el 23 de septiembre de 1973; según Matilde Urrutia, fue Dolopirona (La Opinión 05/05/1974); según el médico de turno Sergio Draper, fue Dipirona (Revista Ñ 06/09/2011).
 Analicemos la diferencia entre los dos medicamentos: la Dolopirona es un fármaco compuesto, que además de contener Dipirona, contiene un relajante muscular que potencia su efecto analgésico-relajante, llamado Clormezanona; en todo caso no podría considerarse un fármaco con potencial letal. En cambio la Dipirona está prohibida por la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos desde 1977; en Suecia está prohibida desde 1974, y en Alemania desde 1981. La Dipirona está prohibida porque provoca infartos en los pacientes, es letal, a diferencia de la Dolopirona, que es un calmante suave.
 Si el doctor Sergio Draper ordenó una inyección de Dipirona, desobedeció las indicaciones del médico tratante Vargas Salazar, y Neruda pudo morir por una reacción alérgica a la Dipirona; además, en la Clínica Santa María no hubo un tratamiento contra la infección urinaria que padecía Neruda. Con los exámenes de toxicología de la Universidad de Carolina del Norte por fin sabremos si el poeta murió por una negligencia médica o por las órdenes de Pinochet.

El periodista Francisco Marín pretende demostrar su teoría –“Neruda nunca tuvo cáncer”– a toda costa; de la misma forma, insiste en demostrar que el presidente Salvador Allende no se suicidó. Marín desvía la atención de los lectores al insertar noticias del caso Allende en el caso Neruda (Proceso 1899); Marín pretende lucrar políticamente con la historia al organizar el foro: “Allende y Neruda, ¿asesinados?” (Universidad de Valparaíso 11/06/2013). Son dos casos absolutamente distintos, a pesar de que todos los sobrevivientes del bombardeo a La Moneda coincidieron en el suicidio del presidente Allende. ¿Marín continuará demostrando el doble asesinato? ¿Marín negará el suicidio de Salvador Allende y descalificará los exámenes del cáncer que padecía Neruda? Ambos conceptos (magnicidio y adenoma) perjudican la credibilidad del semanario Proceso.
 Atentamente
 Mario Casasús
 Periodista de El Clarín de Chile
 +++
Respuesta del reportero
Señor director:
Las críticas contenidas en la carta de Mario Casasús son falsas y carentes de fundamento. Revisemos por qué:
 1.- Se señala que declaré a El Santiaguino que “Neruda nunca tuvo cáncer”. Esto es falso, como puede leerse en el cuerpo de la nota. En un titular interpretativo, dicho medio publicó: “Francisco Marín: Neruda fue asesinado, nunca tuvo cáncer, ni  murió de pena”, sin que yo haya dicho eso.
 2.- Se afirma que me equivoco al sostener –en mi respuesta a la carta del director de EFE México– que “el certificado médico de defunción es el único documento médico que le diagnostica a Neruda cáncer”. Y se cita la ficha de ingreso número 189.950 –que erróneamente Casasús define como ficha clínica–, donde se registra que Neruda padecía cáncer metastásico. Advierto que esta ficha de ingreso es un documento administrativo, no médico, y que la ficha clínica nunca ha sido entregada por la Clínica Santa María.
 3.- Se me cuestiona una pretendida falta de objetividad al señalar que es falsa la afirmación de EFE en el sentido de que el doctor Francisco Velasco fue “quien detectó el cáncer de Neruda en 1969”. Esta afirmación mía es veraz: Velasco no diagnóstico cáncer a Neruda ni en 1969 ni nunca. La relación que tenían ellos no era de médico-paciente, sino de amigos. En las páginas 119 y 120 del citado libro de Velasco se trata el tema: “Cuando (Neruda) cumplió los 65 años, y casi al final de la fiesta, me (contó de) unas molestias que experimentaba al orinar, cosa que nunca antes había sufrido (…) le aconsejé consultar a un buen urólogo (…) a los pocos días me llama diciéndome que había visto al doctor Vargas Salazar, (quien le) encontró la próstata ligeramente aumentada de volumen”. Semanas después, “pasaron sus molestias, se sintió bien y no volvió al control”, relata Velasco.
 Más adelante, Velasco menciona –no diagnostica– que Neruda padecía de cáncer. Pero ese relato no constituye una prueba de que Neruda haya tenido dicha enfermedad. Como el mismo doctor Velasco refiere, Neruda nunca le confesó que padeciera este mal ni hablaron del tema. Es probable que el doctor Velasco –tras la muerte de Neruda– haya asociado las crisis de flebitis y los problemas de la próstata que objetivamente sufría Neruda con el supuesto cáncer que oficialmente se notificó como causa de muerte. Velasco, antes de morir, en junio de 2011, no dispuso de antecedentes que cuestionaran la versión oficial sobre la muerte de Neruda, por lo que debe haberse quedado con la misma impresión que cualquier chileno: que Neruda murió de cáncer.
 En sus últimos días y semanas de vida, Neruda se reunió con numerosas personas –algunas de las cuales he entrevistado, como el exembajador de México en Chile Gonzalo Martínez Corbalá, la periodista Delia Vergara y el chofer Manuel Araya– y todas ellas coinciden en que estaba muy vital. Hacía diligencias, bromeaba y decidía. En ningún caso se hallaba grave ni menos agonizante. Las fotos finales lo muestran con el mismo peso de siempre.
 4.- Se me acusa de insistir en la teoría de que Neruda tenía un adenoma y de descalificar los primeros exámenes de la exhumación. Respecto de lo primero, debo señalar que en mi reportaje Muerte inducida (Proceso 1826) di a conocer un antecedente objetivo: la nota médica del radiólogo Guillermo Merino (18 de abril de 1973) al doctor Vargas Salazar, donde señala: “Estimado colega: al dorso resumen de tratamiento efectuado a don Pablo Neruda, remitido por usted para tratamiento por adenoma de próstata y artrosis pelviana derecha…”. Esta nota está adosada al expediente de la causa. Si el médico tratante afirmó que padecía de adenoma es porque debe haber tenido la certeza de su existencia.
 Respecto de lo segundo: En el reportaje Caso Neruda: Informes defectuosos (Proceso 1908) di a conocer gravísimos errores del Servicio Médico Legal (SML) cometidos en la autopsia de Neruda. Lo hice basándome fundamentalmente en el análisis del destacado médico forense Luis Ravanal. Hasta ahora ninguna de las denuncias hechas en aquella nota ha sido controvertida.
 5.- Se me imputa “lucrar políticamente” al asistir a un foro que yo mismo habría organizado. Ambas afirmaciones son falsas. Mi motivación fue dar a conocer el resultado de mis investigaciones. Yo no organicé ese foro: fui invitado por los estudiantes de Trabajo Social de la Universidad de Valparaíso. Por lo demás, me llama la atención el seguimiento que se hace de mis actos y el que se califique y cuestione el legítimo derecho que tengo de ejercer mi libertad de expresión.
 6.- Se me adjudica la intención de pretender demostrar “a toda costa” la teoría de que Neruda nunca tuvo cáncer. Falso. No he dicho que Neruda “nunca tuvo cáncer”. Pudo haberlo padecido, lo que hasta ahora no se ha demostrado. De lo que sí estoy cierto es que no tuvo caquexia, como se sostiene en el certificado de defunción.
 7.- Se me inculpa de desviar la atención de los lectores “al insertar noticias del caso Allende en el caso Neruda”. La publicación de notas sobre los casos de Allende y de Neruda en Proceso 1899 es una opción informativa de la revista. Atribuirme intenciones, otra vez, es un señalamiento subjetivo que no se respalda en antecedentes concretos.
 8.- Es inexacto que “todos los sobrevivientes de La Moneda” hayan declarado que Allende se suicidó. Existen versiones diferentes y a veces contradictorias. Varios doctores han expresado que no es cierto que el doctor Patricio Guijón, quien asegura ser el único testigo del suicidio de Allende, realmente lo haya presenciado. En este tipo de casos lo más objetivo es atenerse a las periciales forenses, puesto que los testimonios son cambiantes y subjetivos. En este sentido, la autopsia de 1973 –realizada en el Hospital Militar y vigilada por militares armados– deja en evidencia que el cráneo de Allende fue atravesado al menos por dos balas provenientes de armas distintas, lo que deja en entredicho la tesis del suicidio. Esta contradicción no pudo ser resuelta en la autopsia de 2011, como han subrayado médicos forenses de prestigio internacional; tal es el caso del perito de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, John Clark. El que la justicia esté optando por establecer el suicidio no impide que podamos dar a conocer las inconsistencias y omisiones del proceso denunciadas por actores relevantes de la causa, como querellantes y forenses.
 Las dudas respecto de las versiones oficiales de las muertes de Allende y Neruda son extendidas. Expresión de ello es el cable de Associated Press (AP) del pasado 5 de abril titulado: Exhumación de Neruda no esclarecerá muerte. Allí el autor advierte que “lo más posible es que, como sucedió con la autopsia del expresidente chileno Salvador Allende, nos encontremos en unos meses frente a un dictamen que no todos los interesados y la sociedad compartirán o considerarán válido”.
 9.- En relación con la hipótesis de que Neruda podría haber muerto de una alergia ocasionada por Dipirona, debo decir que consulté a especialistas, los que coincidentemente me señalaron que la Dipirona no es considerada una sustancia “letal”, a menos que se aplique en grandes dosis. No existen antecedentes de que Neruda haya sufrido una crisis alérgica ni certidumbre sobre qué sustancia le aplicaron. Por lo tanto, el citado enunciado no es más que una especulación.
 Atentamente
 Francisco Marín

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