La verdad
enterrada/MARCELA TURATI
Revista
Proceso
# 1914, 7 de julio de 2013
En
su página de Facebook, la señora Margarita López escribió con “alma y corazón
amputados” una dedicatoria a su hija, Yahaira Guadalupe. La había buscado –en
esta tierra y entre los muertos– durante dos años, dos meses y 20 días.
Por
“su niña” (la de la foto impresa en las mantas que siempre cargaba: grandes
ojos almendrados, rostro maquillado, vestido de novia) se convirtió de ama de
casa en investigadora. Gastó millones en informantes, se introdujo a cuarteles
militares, recorrió morgues, revisó pilas de cadáveres, encaró a criminales
dentro de las cárceles, descubrió casas de trata y se enfrentó a la corrupción
del gobierno; se unió al Movimiento por la Paz, marchó por todo México y por
Estados Unidos, hizo dos huelgas de hambre, afrontó un levantón, se salvó de un
atentado y encaró a dos presidentes y a sus gabinetes con la exigencia de que
localizaran a su hija.
“He
encontrado a mi niña, ayer recibí la noticia y me cuesta mucho compartirles
esto, tuve hasta el último instante la esperanza de que todo fuera un sueño y
que mi muchachita volvería a mis brazos con vida y con esa sonrisa hermosa que
siempre le caracterizaba, mi alma está desmembrada de la misma forma que
hicieron con el cuerpo de mi niña, y desde lo más profundo del alma, desde lo
más profundo de mi corazón, y si es cierto que la maldición de una madre llega,
maldigo mil veces a esos desgraciados que asesinaron de forma tan brutal a mi
hija, una niña de 19 años que nunca les hizo daño, y que su único delito fue
ser michoacana, y estar en un estado diferente al suyo.”
El
mensaje lo escribió después de que el Equipo Argentino de Antropología Forense
le confirmara que el cuerpo decapitado, que reposaba en un anfiteatro, era el
de su única hija, quien había sido sacada de su casa el 13 de abril de 2011 en
Tlacolula, Oaxaca, por un comando de Los Zetas. Después de cuatro meses de
pruebas con clavículas y vértebras mal conservadas se determinó que el ADN de
madre e hija coincidía.
El
cadáver había pasado por dos morgues: la de Oaxaca, donde fue asesinada, y la
del Distrito Federal, donde se realizaron las pruebas forenses. Antes, denuncia
Margarita, su hija fue enterrada dos veces: la primera por criminales, la
segunda por personal de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en
Delincuencia Organizada (SIEDO, ahora SEIDO) de la PGR, que quiso realizar un
montaje para darle carpetazo al asunto. Por eso, ella acusa a la Procuraduría
General de la República de haber bloqueado la identificación de Yahaira
Guadalupe, porque los datos que había obtenido se contradecían con el lugar del
supuesto hallazgo.
“Mi
niña ya descansa y no sé si decir gracias a Dios, porque yo la esperaba viva.
Dónde estaba Dios cuando permitió que la torturaran y la asesinaran de una
forma tan brutal”, tecleó.
También
se preguntó cuándo caerán los funcionarios cómplices de los crímenes y los que
“solaparon y obstruyeron la acción de la justicia e impiden día a día que miles
de padres tengan la oportunidad de recuperar a sus hijos vivos o muertos”.
El
lunes 1, peritos argentinas le informaron de la coincidencia genética. Para
llegar a ese momento tuvo que presionar con una huelga de hambre en noviembre.
Exigía que permitieran al prestigiado equipo forense estudiar aquel cadáver,
que en la PGR aseguraban que era el de su hija y al que pedían que se enterrara
sin hacerle pruebas.
Sin
embargo, Margarita, en la búsqueda de su hija, se había introducido a la cárcel
de Perote a hablar con El Cabrito, jefe de plaza de Los Zetas. Le suplicó que
le informara de su hija. Y él respondió: “La secuestraron, la torturaron y la
asesinaron los compañeros”. Según lo que López ha dicho a Proceso, El Cabrito
explicó que el comandante de la policía local, Honorio Abel Lara Ruiz (quien se
encontraba arraigado), les había dado el pitazo de que esa joven, recién casada
con un militar, era michoacana, “tenía vínculos con La Familia y llegó a
introducir al cártel” en Oaxaca.
La
remitió con otro preso, Encarnación Martínez Colorado, El Lagarto, quien le
dijo cómo la torturaron, la violaron, la dejaron sin comer, la hicieron presenciar
la excavación de su fosa y la decapitaron. También le comentó el lugar donde la
enterraron, el cual no coincidía con el del hallazgo de la PGR.
La
segunda huelga, en mayo pasado, la hizo para protestar porque en la PGR le
decían que no había dinero para hacer el operativo que le permitiera ir adonde
le dijeron que estaba enterrada su hija.
“Cuando
vi ese cuerpo no me cansé de decirles que la tierra que tenía en su tejido era
distinta a la del lugar donde supuestamente la encontraron, por eso exigía las
diligencias, para que fuéramos. No entendía quién quiso sacarla y reenterrarla.
Ya me queda claro que, en ese entonces, el área de secuestros estaba a cargo
del licenciado Gualberto y de Rodrigo Archundia.”
La
PGR envió las muestras a las especialistas argentinas en enero. Cuando
Margarita se dirigía al Servicio Médico Forense una camioneta con personas
armadas se le cerró a su automóvil, según dijo entonces a Proceso. El escolta
que la cuidaba maniobró para huir.
Los
resultados tardaron cuatro meses porque las sustancias químicas que los
trabajadores del Semefo pusieron al cadáver eran demasiado fuertes: penetraron
el hueso y obligaron a las peritos a extraer el ADN mitocondrial, que coincidió
con el de la madre.
La
semana pasada, tras aceptar las pruebas genéticas, la mujer encaró a los
titulares de la PGR y de la Secretaría de Gobernación. Les exigió que
castigaran a quienes dificultaron la indagatoria, entre ellos, el
exsubprocurador Cuitláhuac Salinas y el titular de la ahora SEIDO, Rodrigo Archundia.
Desde
su casa, en el puerto michoacano de Lázaro Cárdenas –donde hace los
preparativos funerarios– Margarita López dice en entrevista telefónica: “Me
dijeron que investigarán y llegarán hasta las últimas consecuencias. Espero que
cumplan. No descansaré hasta demostrar que la justicia es una burla, que desde
septiembre de 2011 solicité las pruebas de ADN, que hasta noviembre de 2012 que
hice la huelga la SIEDO giró las muestras, que obstaculizaron que ellas (las
argentinas) vinieran, que tardaron un año en hacer un oficio y girarlo, y eso
ocurre con toda la gente que pide a gritos que la apoyen”.
Ahora,
dice, “quedo más convencida de que es mi niña”. Pero sigue con una duda: “Todo
coincide, pero el lugar donde la encontraron sepultada, no. Es muy diferente, y
por alguna razón la PGR no ha querido realizar un peritaje para verificar si el
cuerpo fue removido. El Lagarto dijo que la SEIDO había sacado de la casa de
arraigo a El Vampiro (su cómplice) para que señalara dónde la enterró,
seguramente para sembrarla en el otro lugar, para que yo dejara de buscarla.
Imagino que por eso la SEIDO se opuso tanto a que realizara la diligencia”.
Yahaira
Guadalupe Bahena López pronto descansará cerca de su familia, en su Michoacán
natal, la causa de su asesinato. Su madre, llena de “rabia, coraje” por los
días en que su hija estuvo sola en el Semefo, dice que no reposará: seguirá
pidiendo justicia.
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