El
Chapo” permitió a televisoras extranjeras conocer sus dominios/
ANABEL
HERNÁNDEZ
Revista
Procesó No. 1949, 8 de marzo de 2014
En
la cima de la montaña más alta de La Tuna, en Badiraguato, Sinaloa, entre una
base del Ejército y la finca rosada de doña Consuelo Loera, madre del capo más
famoso de México, se yergue una propiedad que destaca por sus altos cipreses,
verdísimos jardines, naranjales, coloridos rosales y una enorme palapa. Se
llama El Cielo y era una de las guaridas de Joaquín El Chapo Guzmán, quien
siempre estuvo a la vista de un gobierno que supuestamente lo persiguió 13
años.
Angus
MacQueen y Guillermo Galdós –directores del documental The Legend of Shorty (La
leyenda del Chapo), coproducción de Canal 4 de Inglaterra y de las compañías
estadunidenses Discovery Channel y Public Broadcast Service (PBS)– hace dos
años establecieron contacto con el líder del Cártel de Sinaloa para
entrevistarlo.
A
finales del pasado diciembre Guzmán se negó a dar “por el momento” una
entrevista, pero durante dos años les abrió a MacQueen y Galdós una de las
puertas del mundo en el que vivió.
La
premier del documental tuvo lugar el viernes 7 en el South by Southwest
Festival, en Austin, Texas.
El
Cielo
“Él
desde chiquillo aspiró siempre a moverse”, dijo doña Consuelo Loera desde su
finca en La Tuna refiriéndose a su hijo El Chapo en entrevista para el
documental, obtenida, según los directores, por instrucciones del capo.
Ante
las cámaras, con rostro sereno como quien habla de las travesuras de sus pequeños,
narra que cuando Joaquín era chico enrollaba los billetes de colores del
Turista Mundial, y aunque eran de fantasía él le pedía que se los guardara.
“Billetitos
que de a 50, que de a cinco… y él juntaba y juntaba y hacía macitos y los
amarraba y me decía: ‘Mamá, guárdemelos, guárdemelos’. Eran de colores, pero al
verse juntos se veían como billetes. Tenía la curiosidad de juntarlos y yo se
los guardaba.
La
finca a la que se llega por un camino pavimentado y empedrado está apenas a
unos minutos del refugio preferido de Guzmán, hasta donde llegaron las cámaras.
El lugar se llama El Cielo y desde ahí El Chapo podía ver la casa de su madre,
que él mismo mandó a construir, y el cuartel militar que en coche apenas está a
10 minutos.
Aunque
la casa de una sola planta no es ostentosa, Galdós señala a Proceso que el lujo
es la majestuosa vista panorámica de sus dominios y la tranquilidad que ahí se
respira.
Con
la tecnología satelital debe ser un lugar que difícilmente pasaría inadvertido,
sobre todo si se encuentra en territorio de Guzmán Loera.
Dicen
sus allegados que allá fue El Chapo luego de escapar del penal de Puente Grande
en 2001. Y es El Cielo donde fue grabado un video subido a YouTube en 2012 en
el cual aparece Guzmán interrogando a un presunto miembro de un bando
contrario, amarrado a un poste y con los pantalones hasta las rodillas.
Galdós,
periodista de Lima, Perú, señala en entrevista que por su trabajo él ha hecho
reportajes en distintas zonas de conflicto en las que invariablemente hay
retenes y fuerte presencia de policías o militares.
“Después
de subir seis veces al territorio del Chapo mi sorpresa fue que nunca me topé
con un retén en el que me revisaran, aunque hay una base militar al lado de La
Tuna”, dice.
Agrega
que una de las historias que se cuentan acerca de Guzmán es que era tal su
cercanía con los soldados que cuando murió uno de sus sicarios más veterano les
pagó para que permitieran que en la base militar aterrizara la aeronave que
traía el cuerpo y poder despedirse de quien tanto le había servido.
Galdós
cuenta que durante las noches que pernoctó en las tierras de Guzmán, su mayor
preocupación era que llegara un ataque del Ejército y los aniquilaran. “No te
preocupes, de cualquier operativo nos avisan dos horas antes. Al comandante de
la ciudad (Culiacán) ya lo tenemos bien arreglado”, le dijeron los hombres del
Chapo. Lo cierto es que mientras visitó la sierra de Badiraguato, nunca hubo ni
por asomo una incursión militar.
Las
huestes
A
lo largo del documental aparecen personajes primitivos, elementales, que
componen los diferentes eslabones de la cadena de producción y distribución de
droga que hizo que Guzmán fuera catalogado por el gobierno estadunidense como
el narcotraficante más poderoso del mundo. Viendo y escuchando los testimonios
de las huestes del Chapo es difícil pensar que sean exitosos en el negocio de
la droga sólo por buena suerte.
Uno
de esos personajes es El Flaco, a quien Galdós describe como sacado de una
película de Hollywood: al servicio del Chapo y responsable del tráfico de
cocaína desde Sinaloa hasta Tijuana, con 20 años de trasegar drogas y nunca
detenido, él fue el conducto para entrar a uno de los círculos de Guzmán.
También
desfila un pintoresco sinaloense apodado El Chino, quien tiene y canta a cámara
su propio corrido. Es un piloto famoso por llevar por aire la droga a Estados
Unidos. Es uno de los pocos que enseñan su rostro abiertamente, casi con
orgullo, y muestra su habilidad de aterrizar en pistas diminutas en la sierra
de Sinaloa, de las cuales hay docenas.
Luego
vienen los independientes, los que trafican su propia mercancía en menor escala
pero deben respetar los precios que fija el Cártel de Sinaloa y pagar derecho
de piso, si no quieren morir. Como ejemplo aparece un traficante que con la
cámara de testigo guarda más de seis paquetes de metanfetaminas en distintos
compartimentos de una pick-up azul, cada uno con valor de 5 mil 500 dólares, y
lo cruza exitosamente a Estados Unidos.
“La
impresión que me dio es que estos personajes reflejan la realidad de Sinaloa;
todos eran auténticos sinaloenses, gente acostumbrada al mundo del tráfico y el
contrabando, un mundo en el que se sienten seguros”, dice Galdós.
Por
último se muestra el rostro y modo de vida de los campesinos, el eslabón más
frágil de la cadena criminal multinacional que deja millones de dólares en todo
el mundo.
El
documental exhibe sus vidas humildes pese a las toneladas de droga que sus
manos producen; contrastan con la vida que los narcojuniors exhiben en sus
cuentas de Twitter y Facebook.
Campesinos
niños, adolescentes y adultos aparecen rayando la amapola o cortando, secando y
haciendo pacas de mariguana que se van a Estados Unidos.
“Si
comparo mi experiencia con traficantes de Río de Janeiro que estaban llenos de
oro, esta gente es bien básica; tienen sólo su .38 súper, su cuerno de chivo,
una cuatrimoto y su bolsa de perico a un lado”, dice Galdós. La mayoría de los
hombres de la sierra consumen cocaína, no mariguana.
–¿Qué
pensaron cuando supieron de la captura de Guzmán a unas semanas del estreno del
documental? –se le pregunta a Galdós.
–Pensamos
que le había llegado la hora de cambiar de cara a la organización y que esto
era algo quizás que había sido un pacto, un arreglo, que se había acordado su
arresto. Me parece muy raro que haya estado solo, sin su seguridad… dicen que
andaba protegido como un presidente.
–¿Por
qué piensa que El Chapo les abrió una ventana a su mundo?
–Sabía
que habíamos hablado con gente de organizaciones criminales de otra parte del
mundo y que nuestro interés principal era entender cómo funcionaba el negocio…
tal vez quería mostrar ese mundo de la sierra y enseñar que no son los
productores los que tienen las grandes ganancias. La ganancia está en los que
la trafican, pero sobre todo en los que la distribuyen.
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