Viaje al
corazón del Triángulo Dorado/PATRICIA DÁVILA
Revista
Proceso # 1967, 12 de julio de 2014
La
zona donde convergen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, conocida como
el Triángulo Dorado del Narcotráfico, es la cuna de varios cabecillas que fundaron
y dirigen poderosas organizaciones criminales, como el Cártel de Sinaloa. Pese
al auge de los enervantes sintéticos, hasta la fecha se producen ahí, en el
municipio de Badiraguato, toneladas de mariguana y amapola. En vísperas de la
siembra, Proceso recorrió los caseríos y los pueblos donde crecieron Don Neto
Fonseca, Rafael Caro Quintero, El Chapo Guzmán, El Azul y los hermanos Beltrán
Leyva.
SANTA
GERTRUDIS, SIN.- En la falda del cerro Cueva Gacha, el más alto de la región
después del Mohinora, se reúnen tres caseríos. Santa Gertrudis pertenece a
Sinaloa; El Cebollín, a Chihuahua, y Cueva Gacha, como el propio cerro, a
Durango. Forman el corazón del Triángulo Dorado del Narcotráfico, zona pionera
del cultivo de mariguana y amapola y cuna de capos de fama internacional.
La
visita al Triángulo Dorado –en el norte de la Sierra Madre Occidental– se
realiza cuatro meses después de la detención de Joaquín Archivaldo Guzmán
Loera, El Chapo. Hay calma. No importa que esté en la cárcel, el amo de estas
tierras sigue siendo él. Sólo a su gente se le rinde cuenta. En todo el
territorio los habitantes se ven tranquilos, comentan que se preparan para la
siembra de mariguana y amapola. Tímidamente muestran menudos sacos de semilla.
La primera puede confundirse con una lenteja chica, mientras que la segunda es
muy parecida a la chía.
Es
24 de junio, día de San Juan Bautista. El inicio del recorrido coincide con la
tradicional ceremonia religiosa oficiada por el obispo de Culiacán, en la
cabecera municipal de Badiraguato. Por sus calles pasa una procesión en la que
cuatro hombres, encabezados por el alcalde y el párroco del pueblo, cargan en
hombros un busto del santo. Lo llevan a bañar al río para que llueva y sea un
año productivo.
Sin
embargo, en este municipio –el segundo más grande del estado– sólo 3.05% de las
tierras son agrícolas. Del resto, 50.18% es selva, 43.79% bosque y sólo 1.52%
pastizal. En total hacen 5 mil 864 kilómetros cuadrados, 8.70% de la superficie
de Sinaloa.
El
viaje desde la cabecera municipal de Badiraguato hasta Cueva Gacha dura seis
horas. El camino es intrincado. En un vehículo de doble tracción se recorre una
carretera de doble carril que a veces se vuelve de uno, por las piedras que se
desgajan de los cerros. Se dejan atrás sucesivos asentamientos de
construcciones de adobe sembradas en la época de la evangelización: San Antonio
de La Palma, El Barril, Cieneguilla, La Lapara, Los Veneros y Los Naranjos.
Se
llega así a Santiago de Los Caballeros, tierra de Ernesto Fonseca Carrillo, Don
Neto. Desde lejos, sobre una loma, se divisa la lápida de mármol blanco que
mandó construir para cuando llegue su hora.
Pero
son hombres del Chapo Guzmán quienes patrullan caminos y poblados en camionetas
o en motocicletas ligeras. Cruzan en su pecho el arma larga o se enfajan una
corta en la cintura. Están convencidos, dicen, de que su jefe se dejó atrapar
pero sigue mandando en la zona.
Después
siguen Guanajuato, El Aguaje, Temeapa, Los Epazotes, El Saucito, El Crucerito,
La Cofradía, Los Amoles y la entrada a Soyatita. Poco más adelante se corta la
carretera de asfalto, justo en la desviación a Bacacoragua, donde el 26 de
junio pasado la gente bloqueó el paso para exigir que continuara la obra. Por
el camino de terracería, después de pasar una de las pistas clandestinas de
aterrizaje más grandes del Triángulo Dorado, se encuentra Huixiopa. Hay que
hacer un alto.
Hacia
el lado derecho se puede ver la casa donde nació Juan José Esparragoza Moreno,
El Azul, a quien recientemente se dio por muerto de un infarto, tras un
accidente de auto. Ahora la vivienda está prestada a una familia con otros
apellidos que la utiliza en vacaciones.
La
vieja casa de adobe y techo de teja, como la mayoría de las viviendas de por
aquí, es una hilera de unas cuatro habitaciones y su cocina construidas a lo
ancho de la propiedad. Destaca su amplio terreno con palmas y árboles que
intentan ocultar el caserío. Lo rodea una baja barda de piedra.
Al
día siguiente de su supuesta muerte había fiesta en una de las escuelas de su
pueblo. Llegaron los soldados a la casa de la síndico Rosa Amelia Avilés. “Me
preguntaron si sabía de algún sepelio, si iba a llegar un cuerpo. Les dije:
¿Qué no miran y oyen que aquí en Huixiopa no hay luto?”.
Los
militares rentaron una de las aproximadamente 150 casas del poblado y siguen
viviendo aquí.
Adelante,
después de pasar por otras pequeñas rancherías, está La Palma, que tiene sólo
27 viviendas; una de ellas fue habitada por la difunta Ramona Leyva, madre de
los hermanos Beltrán Leyva, quienes en honor a ella construyeron la escuela
primaria que lleva su nombre.
Frente
a su casa natal se encuentra La Herradura, propiedad de Alfredo Beltrán Leyva,
El Mochomo, preso desde 2008. La construcción, con forma de este herraje, es en
realidad la que atrapa la atención del visitante. Un vistoso kiosco adorna el
centro. De manera voluntaria, una vecina se encarga de la limpieza de las
casas.
A
sólo unos metros está la población de La Tuna, cuya matriarca es Consuelo
Loera, madre de Joaquín Guzmán.
Educar
en la tierra del narco
Zigzagueando
en cuatrimoto por empinadas laderas se logra subir dos terceras partes del
cerro Cueva Gacha. El último tramo, una cuesta resbaladiza, se hace a pie. Con
una altitud máxima de 2 mil 800 metros sobre el nivel del mar, la cumbre a la
vez une y divide a los tres estados en los que se enquista el Triángulo Dorado.
Más
de 90% de los hombres de aquí viven del cultivo de enervantes; sólo hay
agricultura y ganadería de subsistencia. En Santa Gertrudis, los hermanos
Manuel y Jesús Álvarez Martínez pretenden abrir opciones a la siembra de
mariguana y amapola.
En
el hogar de Marisela y Jesús se inicia el día orando. Hace tres años él se
empeñó para que en este lugar hubiera una escuela primaria; hoy también tienen
preescolar, secundaria y prepa.
Los
estudiantes vienen en combi, moto y cuatrimoto, o caminan hasta tres kilómetros
con mochila al hombro. Dentro de poco no será necesario: en su escuela se dan
los últimos acabados a un par de salones, el albergue, la cancha y un amplio
comedor autorizado por la Secretaría de Educación Pública. Abrirá sus puertas
el próximo ciclo escolar.
Jesús
acepta platicar. No se asume como un peón ni como un capo del Triángulo Dorado:
“Yo le veo la otra cara a esta región, porque hay gente como nosotros que
lucha, se prepara y regresa a impulsar la zona. La gente aquí es buena,
pacífica”.
Relata
que en su niñez no había escuelas y tampoco mucho trabajo, lo que obligó a su
madre a emigrar con los hijos. Él regresó después de graduarse como enfermero y
de trabajar 10 años en las clínicas IMSS-Solidaridad, con el fin de demostrar
que ahí la siembra de mariguana y amapola no lo es todo. Ahora su familia tiene
un aserradero, proyectos productivos de manzana, durazno, aguacate Hass y cría
de ganado en pequeña escala.
Recuerda
que antes de introducir el Centro Integral de Educación, una cuarta parte de
los estudiantes emigraba para seguir capacitándose y los demás se quedaban. La
duda es natural: ¿los que permanecían se incorporaban al narcotráfico?
Jesús
duda un poco, pero responde: “Tenían que vivir de algo. Así es, supongo que
buena parte de este 75% se quedaba a alimentar estas actividades que le dieron
‘fama’ a Badiraguato. Por eso, al principio con apoyo del Consejo Nacional de
Fomento Educativo (Conafe), impulsamos el Centro Integral de Educación. Tenemos
a 22 niños en preescolar, 42 en primaria, 36 en secundaria y 22 en
bachillerato”.
Lamenta:
“Todavía no hemos podido captar a 22 jóvenes en edad de cursar la secundaria y
la prepa; falta participación de los padres, que tienen costumbres muy
arraigadas. Necesitan ver que los jóvenes que van a la escuela se graduaron y
lograron generar un cambio. Tenemos tres años con el plantel; en cinco seremos
testimonio real de lo que se puede lograr”.
Al
principio, confía, “no había la certeza de romper con el estigma que usted
comentó (el narcotráfico), porque estamos marcados a nivel mundial. Nos
preguntamos qué hacer para extirpar de raíz ese estereotipo (…) pero pronto nos
convencimos de que este proyecto educativo nos daría una visión más amplia”.
Aún
tienen dificultades para convencer a varias personas: “La costumbre es muy
fuerte. No están convencidos de que tienen los medios para romper con su medio
de vida y poder sobrevivir con otros tipos de producción (que no sea amapola y
mariguana), pero sobre todo con educación”.
–¿En
algún momento los niños fueron renuentes al proyecto?
–Al
inicio, como estrategia de trabajo, les pedimos desarrollar su misión y su
visión: quién eres y quién serás. Unos pocos contestaron que querían ser como
su papá y trabajar en la actividad que él desempeña. En ese momento empezó
nuestra labor para cambiar su proyecto de vida, porque no compartimos ese
oficio pero tampoco lo desconocemos. Sabemos a qué se dedican muchos de los
padres.
–¿Y
cómo abordan con los estudiantes los asuntos del narcotráfico?
–Prohibido
el tema. Si queremos educar y motivar un cambio no tenemos que alimentarlo. Si
surge, con fuerza pero sin regaño les hacemos ver que un huerto o una parcela
de tomate puede darles el triple o cuádruple de lo que obtienen con aquello
(mariguana y amapola).
El
aserradero
El
ejido San José del Barranco, donde se encuentra Santa Gertrudis, abarca 34 mil
hectáreas, 4 mil o 5 mil de ellas forestales. Manuel Álvarez, hermano de Jesús,
solicitó participar en actividades del ejido al ver que los compradores de
madera prometían caminos que nunca abrían.
Explica:
“Decidimos que era mejor hacernos cargo de los caminos y dejamos 40% de las
ventas para la obra; así culminamos los proyectos. Para ello, como interesado,
apoyé con viajes a la Ciudad de México al entonces presidente del comisariado
ejidal, Miguel Ángel Loera Benítez”.
Aquel
excomisariado, tío del Chapo, actualmente es el juez de La Tuna y funge como
cuidador del rancho El Cielo, propiedad que El Chapo conserva, igual que su
vivienda (Proceso 1948). Por eso Manuel aclara que sólo una vez ha visto a
Guzmán Loera: “Fue hace 25 años, cuando fui a un baile en La Tuna. Nunca volví
a verlo”.
Después
de cuatro años de colaborar con el ejido, los Álvarez consiguieron un
aserradero de medio uso y lo instalaron en Santa Gertrudis, donde les dieron
trabajo a 25 trabajadores de los tres estados. Este año el ejido le contrató 4
mil metros cúbicos rollo total árbol (que la Semarnat define como el volumen de
la madera del fuste y la corteza del árbol, sin incluir las ramas).
–¿Influye
en el funcionamiento del aserradero el hecho de que está en una zona productora
de enervantes?
–El
narcotráfico no tiene nada que ver con el aserradero. Nosotros nos dedicamos a
visionar cosas lícitas y demostrar, a quienes tengamos que hacerlo, que aquí en
el Triángulo Dorado se hacen cosas bien y legales. Aunque no podemos tapar el
sol con un dedo; sabemos que el narcotráfico está extendido en esta zona, en el
mundo.
–¿Es
difícil evadirse de esa actividad cuando estas tierras se encuentran inmersas
en ella?
–Es
sencillo. Yo tengo una miscelánea, le fio a la gente, me paga. No consulto, no
pregunto. Lo mismo sucede con la madera. No siento ninguna dificultad en permanecer
al margen de todo aquello por lo que se nos juzga sólo porque vivimos en esta
región. Aquí, usted lo está viendo, en esta parte de Badiraguato todo es
tranquilidad. No se oye lo mismo hacia Durango o Chihuahua.
La
toma de Badiraguato
La
siembra de enervantes se inició más abajo, a unos 600 metros de altitud y a
sólo una hora de la cabecera municipal: en Santiago de Los Caballeros.
En
esa población, durante los años cuarenta del siglo pasado, el gobierno mexicano
y el de Estados Unidos establecieron los primeros cultivos de amapola para
surtir de heroína a los combatientes aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Al
concluir el conflicto, el gobierno mexicano fue incapaz de cancelar los
cultivos. La gente siguió sembrando, incluida la familia de Ernesto Fonseca
Carrillo, Don Neto, un nativo de Santiago de Los Caballeros; la de Baltazar
Díaz, El Balta, de Bamopa; la de Emilio Quintero, de Babunica, y la del recién
liberado Rafael Caro Quintero, de La Noria.
En
el panteón del pueblo, a un lado del semiderruido mausoleo de mármol blanco que
se hizo construir Don Neto, está la pequeña tumba de Gilberto, su hijo muerto.
Los otros dos, Irma y Armando, le llevaron flores a su hermano el 25 de junio.
En el pueblo dejaron correr la noticia de que probablemente su padre quede
pronto en libertad.
Entrevistado
al regreso de Santa Gertrudis, el síndico Rigoberto Inzunza Goycochea platica
que a los pocos días de que Caro Quintero fue liberado, esta población, igual
que La Noria, Bamopa y Babunica, fueron sobrevoladas por drones y hace un mes
los cuatro caseríos fueron tomados por marinos que, con el apoyo de agentes de
la DEA, iban por el cabecilla.
Cuando
este último operativo se realizó eran las nueve de la mañana. Cinco
helicópteros sobrevolaban Santiago de los Caballeros a distancia y otros
cubrían La Noria, donde está el rancho de doña Hortensia, la madre de Caro
Quintero, y cuyas únicas seis casas pertenecen a los empleados de la finca del
capo. En Babunica no hay más de 15 viviendas con aproximadamente 60 habitantes,
igual que en Bamopa.
Después
arribaron infantes de la Marina y vehículos sin insignias de los que bajaron
agentes estadunidenses, narran los vecinos. En Babunica sucedía lo mismo, sólo
que buscaban al excomisario Alejandro Quintero. Al hallarlo en su casa, según
cuentan los lugareños, se lo llevaron a la vivienda de un familiar, lo ataron a
una silla y lo torturaron para sacarle la ubicación de su tío, Rafael Caro
Quintero.
En Badiraguato hay quien dice que tan pronto
quedó libre, el capo fue a La Noria y que allí hubo fiesta. El síndico lo
niega.
El
24 de junio Jonás Guerrero Corona, obispo de Culiacán, y cinco párrocos de la
región ofrecieron una misa en la parroquia de San Juan Bautista, patrono de la
cabecera municipal. Oraron para que lloviera. Para que las matas se den en
abundancia.
La
gente se prepara. El tiempo de la labranza se acerca.
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