Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Project
Syndicate |20 de agosto de 2014
En
el África subsahariana, todo niño con fiebre debe recibir atención médica
inmediata para prevenir la muerte por paludismo o neumonía, pero, como el
pánico por la propagación del ébola está cundiendo en Liberia –además de en
Sierra Leona, Guinea y Nigeria–, se está relacionando cada vez más a los
clínicos y las instalaciones de atención de salud con la exposición a la
enfermedad. Para velar por que sigan acudiendo a recibir atención cuando la
necesiten, son necesarias mejoras en los dispensarios de primera línea e
inversión en la contratación de agentes de salud comunitarios para que lleguen
hasta las personas vulnerables en sus hogares.
Desde
luego, las deficiencias del sistema de atención de salud de Liberia
precedieron en mucho tiempo al brote de
ébola, pues el 20 por ciento, aproximadamente, de los cuatro millones de
ciudadanos carecen de acceso a servicios adecuados. El Acuerdo General de Paz
de Accra de 2003 puede haber puesto fin a años de guerra civil, pero dejó el
país con sólo cincuenta y un médicos y diezmó las infraestructuras.
En
vista de los poquísimos profesionales competentes en materia de asistencia de
salud con que se cuenta, la reparación del sistema de atención de salud
requiere algo más que la construcción de nuevos hospitales y dispensarios en
todas las zonas rurales de Liberia densamente pobladas por bosques de selva
pluvial. Por fortuna, el Gobierno, como otros del África subsahariana, reconoce
la necesidad de invertir en la capacitación de agentes de salud comunitarios en
las zonas rurales para tratar la diarrea, la neumonía y el paludismo: las tres
causas más importantes de muerte de niños menores de cinco años de edad.
Los
agentes de salud comunitarios tienen, por definición, relaciones profundas con
sus comunidades, incluidos los curanderos tradicionales, lo que les permite
ayudar al sistema oficial de atención de salud a calibrar su actuación. Al
mismo tiempo, las tecnologías móviles facilitan el control de calidad y la
supervisión, además de prestar apoyo clínico de expertos a los agentes
comunitarios de salud.
El
pasado mes de marzo, el Ministerio de Salud de Liberia, en colaboración con
organismos de las Naciones Unidas, USAID, organizaciones no gubernamentales
locales e internacionales y empresas privadas, formuló un plan integral de
intensificación del programa de atención de salud comunitaria del país, pero el
ébola atacó poco después, con lo que se pasó a centrar la atención en los
dispensarios, las cuarentenas y la comunicación de curaciones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha
desempeñado un papel fundamental en la coordinación de la reacción
internacional, junto con los gobiernos nacionales, los grupos de ayuda como
Médicos sin Fronteras y los Centros de
Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos. Como la
epidemia sigue extendiéndose, la comunidad de salud pública está intentando
organizar una reacción eficaz, utilizando un importante aumento de la
financiación, que asciende a cien millones de dólares, para desplegar a
clínicos, epidemiólogos y otros expertos.
Para
situarlo en su marco, en el plan liberiano anunciado el pasado mes de marzo se
calculaba que una red nacional de agentes de salud comunitarios costaría unos
veinte millones de dólares al año. Desde luego, las inversión en dichos agentes
no debe hacerse a costa de las decisivas medidas de salud pública encaminadas a
aminorar la propagación del ébola o apoyar los dispensarios de primera línea,
pero, sin una inversión continua al respecto, cuyos costos son módicos en
comparación con los de los sistemas de atención de salud tradicionales, será
difícil que la comunidad internacional y los gobiernos nacionales detengan la
propagación –e impidan la reaparición– del ébola y otras epidemias
devastadoras.
Hay
dos métodos básicos para crear un sistema de atención de salud. Uno es el que
tiene hospitales en el centro y dispensarios que irradian hacia fuera; el otro
se basa en redes sociales y lo movilizan agentes de atención de salud
comunitarios. Si el primero es demasiado rígido, sus medios resultan
insuficientes para abordar las enfermedades y su marco social. Si el segundo es
demasiado flexible, la capacidad para llevar a cabo una labor técnicamente
compleja queda comprometida.
El
de lograr un equilibrio idóneo es un empeño particularmente difícil en zonas en
las que el acceso es limitado o hay falta la confianza. Hacerlo en plena
epidemia resulta aún más complicado, por la dimensión social de la epidemia.
Dicho de otro modo, en la reacción de las personas cuando un hijo o un miembro
de la familia cae enfermo influyen las experiencias de sus amigos y vecinos, la
disponibilidad de servicios de atención de salud y la impresión que de dichos
servicios tiene la comunidad; a su vez, esa reacción determina cómo –y en qué
grado– se propagará la enfermedad.
Como
explicó un experto en CDC, los agentes de salud comunitarios son decisivos para
detener el avance del ébola, porque cualquier persona que presente síntomas de
la enfermedad pasa a ser un “paciente sospechoso”, a todos cuyos contactos se
les debe hacer un seguimiento de otras tres semanas. “Todos los días, excepto
los domingos, los agentes comunican los datos obtenidos a un supervisor”.
Una
organización, Last Mile Health, ha creado una red de 300 de dichos agentes que
presta servicio a 30.000 pacientes y facilita la llegada hasta los dispensarios
básicos en lugares de difícil acceso, como Konobo (Liberia). La estructura
híbrida de la organización puede afrontar las dificultades habituales, sin por
ello perder la flexibilidad para reaccionar ante acontecimientos
extraordinarios.
Al
acercarse la estación de las lluvias, que amenaza con facilitar la aparición de
epidemias múltiples que resulten abrumadoras para las capacidades del sistema
de salud, la necesidad de movilizar, capacitar y equipar a los ciudadanos para
que reaccionen ha llegado a ser aún más urgente. Para ello, se requiere la
combinación de ayuda para el desarrollo selectiva, inversión nacional, apoyo a
la exportación y perspectivas en el terreno de países subsaharianos que han
logrado intensificar las redes de agentes de salud comunitarios.
Lo
mismo es aplicable a todos los países que tengan casos activos de ébola. De
hecho, esos países, respaldados por las organizaciones que participan en la
campaña ”un millón de agentes de salud comunitarios”, están ya procurando
aumentar el número de dichos agentes, pero necesitan más apoyo y los organismos
y los bancos de desarrollo internacionales siguen demasiado centrados en la
contención de la epidemia de ébola para ofrecer el respaldo necesario.
Las
organizaciones internacionales deben reconocer que no deben optar entre apoyar
las inversiones en la atención de salud tradicional y las medidas para afrontar
la emergencia. La inversión a largo plazo en sistemas de atención de salud
creíbles es la única forma de atajar epidemias futuras. De lo contrario, los
habitantes del África subsahariana tendrán que esforzarse siempre para superar
crisis de salud evitables.
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