22 feb 2015

Entre el humor, la blasfemia y la muerte/ ¿es blasfemia la libertad de expresión?

Revista PROCESO  No. 1999, 21 de febrero de 2015
Entre el humor, la blasfemia y la muerte/MARTA DURÁN DE HUERTA
Primero fue el ataque a la publicación satírica francesa Charlie Hebdo. Un mes después el fanatismo golpeó un foro sobre libertad de expresión en la capital de Dinamarca. Y no son casos aislados, pues al menos dos caricaturistas escandinavos han sido condenados a muerte por extremistas islámicos, quienes quieren imponer la censura a base de terror. Ahora algunos medios y periodistas se preguntan: ¿es blasfemia la libertad de expresión? ¿Vamos a ceder terreno ante los fundamentalistas? ¿Son ellos los que decidirán qué podemos publicar y qué no?
El sábado 14 Helle Merete Brix, del Comité Lars Vilks, organizó en Copenhague un homenaje a los caricaturistas del semanario francés Charlie Hebdo, asesinados el mes pasado. El acto tuvo lugar en el café Krudttoenden, de la capital danesa. Pero ese día, desde la calle, un hombre les disparó a los asistentes. El cineasta Finn Norgaard cayó muerto ahí mismo. Los guardaespaldas del caricaturista sueco Lars Vilks respondieron el fuego, aunque el atacante pudo huir. Hubo cinco policías heridos.

En el Krudttoenden se daba ese día una importante discusión sobre la libertad de expresión. Estaban presentes el embajador de Francia en Dinamarca, Francois Zimeray; Inna Shevchenko, activista de Femen, organización feminista cuyas protestas se realizan con el torso desnudo; además de Norgaard y Agnieszka Kolek, del Festival Pasión por la Libertad; así como Vilks.
Al principio la policía pensó que el atentado era contra el embajador francés; ahora se sospecha que el propósito era matar a Vilks, quien en 2007 dibujó un perro con la cabeza de Mahoma. Esa caricatura le costó una condena a muerte de parte de los islamistas. Desde entonces está en la lista negra de Al-Qaeda y necesita protección policiaca permanente.
“No voy a permitir que este ataque me asuste. Seguiré haciendo lo que siempre he hecho”, declaró Vilks vía telefónica a la televisora France 24. Agregó: “Los terroristas sólo entienden el lenguaje de las armas, así que no tiene sentido hablar con ellos sobre la libertad de expresión. El futuro no les debe pertenecer”.
Poco después del ataque, Vilks declaró al periódico inglés The Guardian: “El atentado pretende atemorizar a la cultura europea y contribuye a aumentar la censura”.
El atentado al Krudttoenden ocurrió el sábado 14 a las 16:00 horas. A la una de la mañana del día siguiente, el mismo atacante abrió fuego contra una sinagoga, donde mató al guardia judío Dan Uzan.
Jens Madsen, de la Politiets Efterretningstjeneste (Pet, el servicio de inteligencia de la policía danesa), declaró a la agencia AP que el atacante había sido abatido la madrugada del domingo 15 y no quiso revelar su identidad, aunque la prensa local sí lo hizo.
Según los medios escandinavos se trataba de Omar Abdel Hamid el- Hussein, joven de familia palestina nacido en Dinamarca. Tenía 22 años y un largo historial de pandillerismo y violencia. La prensa danesa reveló que Hussein acababa de salir de prisión, donde cumplió una condena por acuchillar a un hombre en un tren. Se cree que en prisión se volvió un islamista radical.
Según el periódico danés Ekstra Bladet, Hussein subió a su cuenta de Facebook un video a favor del Estado Islámico una hora antes del atentado en el café Krudttoenden. La policía no ha confirmado esta información.­
Las investigaciones siguen para averiguar si Hussein actúo por iniciativa propia y si fueron los atentados de París los que lo motivaron.
“Cuando el sospechoso fue abatido por los disparos durante la acción policial, estaba armado con pistolas”, dijo el comisario Thorkild Fogde en conferencia de prensa.
La primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt declaró que hasta ahora no se han encontrado ligas entre el atacante y alguna red terrorista.
Westergaard
Desde 2007 los islamistas pusieron precio a la cabeza de Vilks: 100 mil dólares… y 50 mil “para quien degüelle como a un cordero” a Ulf Johansson, editor en jefe del Nerikes Allehanda, revista sueca que reprodujo la caricatura de Mahoma como perro.
En 2010 Vilks fue invitado a la Universidad de Uppsala a dar una conferencia sobre libertad de expresión. Tocó el tema de la homosexualidad y el Islam y lo ilustró con un video. De pronto, de la primera fila de los asistentes saltó un islamista que se le fue encima. Los policías sometieron al atacante y el caricaturista –también escultor y doctor en filosofía– sólo recibió un cabezazo que le rompió los anteojos.
En la sala varios islamistas gritaban “Ala akbar” (Alá es grande) al tiempo que algunos de ellos agredían a los uniformados, aunque acabaron siendo arrestados. Días después de este incidente, desconocidos prendieron fuego a la casa de Vilks en Escania, sur de Suecia.
En 2010 y 2011 la policía sueca desmanteló dos complots para asesinar a Vilks.
Tras el atentado del sábado 14, el controvertido escultor fue llevado a un lugar seguro y secreto. Ha hecho declaraciones a la prensa, pero sólo vía telefónica. A la cadena de televisión sueca SVT le dijo: “Creo que el humor es un arma importante, que siempre sobrevive y es la respuesta a muchos interrogantes en la vida”.
Agregó que nunca se arrepintió de sus polémicos dibujos.
El de Vilks no es un caso aislado: en 2005 Flemming Rose, responsable de la sección cultural del periódico danés Jyllands Posten, le encargó a Kurt Westergaard un dibujo que fuera provocador y desatara una polémica sobre la libertad de expresión y el Islam.
Ese año, en septiembre, Jyllands Posten publicó 12 caricaturas de Mahoma. En una de ellas el turbante del profeta era una bomba. Era obra de Westergaard.
“Al principio, sólo hubo una manifestación en Copenhague, de unas 2 mil personas”, dijo el caricaturista en febrero de 2010 en entrevista con el diario español El País. “Una cifra modesta, porque los musulmanes son aproximadamente 4% de la población danesa. La mayoría iraquíes y somalíes, pero era sólo un aviso de lo que se avecinaba. Para los daneses ha sido toda una sorpresa lo que me ha ocurrido”.
Westergaard de inmediato fue objeto de una fatwa (decreto islamista, generalmente equivalente a una condena a muerte) y hubo un boicot a los productos daneses, protestas callejeras, diplomáticas y ataques a las embajadas danesas.
En 2007 las caricaturas fueron retomadas por el periódico sueco Nerikes Allehanda. Las protestas subieron de tono y Westergaard debió esconderse.
En 2008 los principales periódicos daneses reimprimieron las caricaturas y Al Qaeda, como respuesta, perpetró un atentando suicida con un coche bomba en la embajada de Dinamarca en Islamabad, Paquistán. Ese año los agentes de la Pet arrestaron a tres hombres que planeaban asesinar a Westergaard.
Además la extrema derecha danesa tomó como bandera el dibujo de la bomba como turbante. Ello provocó que muchas personas relacionaran al artista con los neonazis. En mayo de 2010 hubo un atentado fallido contra Jyllands Posten: un hombre debía entregar una carta bomba, pero le estalló antes de cometer el atentado y murió.
El baño blindado
El 1 de enero de 2010 Mohamed Geele, islamista somalí de 28 años, rompió una ventana y entró a la casa de Westergaard en la ciudad danesa de Aarhus. Iba armado con un hacha y un cuchillo.
Cuando Geele entró a la casa encontró a Stephanie, nieta del caricaturista, sentada en un sillón. Ella se había roto la pierna esquiando unos días antes y no se podía mover.
Westergaard en cambio se escondió rápidamente en el baño, el cual la policía había convertido en un refugio blindado, donde incluso instaló una alarma y un teléfono. Desde ahí pidió ayuda a la policía que llegó de inmediato y sometió al atacante dándole un tiro en la mano y otro en la rodilla. En febrero de 2011 un tribunal le impuso a Geele una condena de nueve años de prisión y su expulsión del país tras cumplir la sentencia. Desde el día del ataque, Westergaard tiene guardias permanentes en su hogar.
“Ahora tengo la misma vigilancia que el primer ministro y que la reina Margarita. No se puede pedir más”, le dijo a El País.
El asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo y el ataque en Copenhague le dieron nuevos bríos a la discusión sobre la libertad de expresión.
Ahora los periodistas escandinavos se plantean algunas preguntas: ¿es blasfemia la libertad de expresión? ¿Vamos a ceder terreno ante los fundamentalistas? ¿Son ellos los que decidirán qué podemos publicar y qué no?
Westergaard, quien encabeza la lista negra de Al Qaeda y del Estado Islámico, declaró a The Guardian el sábado 14: “No hay protección que baste para prevenir semejantes tragedias. La intención era matar a Lars Vilks, no me queda la menor duda, y estuvo inspirada en el ataque a Charlie Hebdo, que era un pequeño oasis. No cualquiera se atrevía a publicar lo mismo que ellos. Muchas veces me cancelan conferencias o exhibiciones por miedo. Hay mucha censura que viene de los islamistas, pero pocos, como Charlie Hebdo, han seguido adelante”.
 “El arte, la comedia y la sátira en particular, se encuentran a la vanguardia de las libertades democráticas. Los ataques en su contra sólo sirven como alarma sobre las amenazas a otros aspectos de nuestras vidas. Los tiranos y futuros tiranos no toleran la burla. Las democracias, sociedades libres, no tienen opción, deben defenderla como si su sobrevivencia dependiera de ello. Incluso las bromas que no son graciosas, las ofensivas, las que nos ponen en riesgo, hay que defenderlas”, declaró Westergaard a varios medios en enero pasado, un mes antes del ataque a Vilks, a quien el Parlamento danés le otorgará en el próximo otoño el Premio por la Libertad de Expresión.­

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