1 ene 2016

El entramado turco/

'El entramado turco/Javier Solana was EU High Representative for Foreign and Security Policy, Secretary-General of NATO, and Foreign Minister of Spain. He is currently President of the ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, Distinguished Fellow at the Brookings Institution, and a member of the World Economic Forum’s Global Agenda Council on Europe.
Project Syndicate | 1 de enero de 2016..
Acabamos el año dando pasos, aunque mínimos, hacia la solución de la guerra en Siria: la reciente resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que avala el camino para la transición, y la próxima reunión del Grupo Internacional de Apoyo a Siria (ISSG, por sus siglas en inglés) que tendrá lugar en enero.
Entre los miembros del ISSG hay amigos y también adversarios. Entre los segundos se encuentran Irán y Arabia Saudí o Turquía y Rusia, cuya enemistad se ha agravado tras el derribo de un avión ruso por parte de Turquía. Rusia empieza a comprobar las grandes dificultades de su activa participación en Oriente Medio. Su empeño –fortalecer a al-Assad para que tenga un mayor peso en la mesa de negociaciones– le enfrenta con los países que pretenden debilitarlo. Turquía, miembro de la OTAN, es uno de ellos, y uno muy importante.

El entramado al que se enfrenta Turquía es de enorme complejidad. A nivel interno, acaba de experimentar un período de gran convulsión política. En los últimos seis meses el país ha vivido dos elecciones, ante la imposibilidad de formar gobierno tras las primeras. Además, se ha intensificado el enfrentamiento con los kurdos, después de dos años de tregua entre el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y el gobierno de Erdogan, y recientemente se han dado algunos episodios de violencia especialmente graves.
el-entramado-turcoHacia el exterior, el conflicto sirio le propone grandes desafíos. Turquía, además de querer debilitar a al-Assad, pretende evitar la consolidación de los grupos kurdos de Siria, tanto en el desarrollo del conflicto como en la reconstrucción del país (especialmente del Partido de la Unión Democrática, PYD, muy cercano al PKK). Este aspecto genera fricciones con uno de sus aliados tradicionales, Estados Unidos, que considera a los kurdos como las únicas fuerzas sobre el terreno que han podido hacer frente al Estado Islámico. La nueva hostilidad de Ankara con el PKK, más allá de las implicaciones internas, juega en su contra en las negociaciones de paz en Siria.
Por otra parte, Turquía está viviendo un momento esperanzador en sus relaciones con la Unión Europea. La urgencia de los europeos por resolver una de sus grandes prioridades, la cuestión de los refugiados, ha abierto la puerta para retomar una negociación que parecía agotada. El Plan de Acción acordado en noviembre y el avance en la liberalización de los visados representan una muy buena oportunidad para el país. Incluso se ha llegado a hablar de una posible relación “privilegiada” de la Unión Europea con Turquía, a pesar de que el último informe de la Comisión Europea sobre las negociaciones de ampliación, indica un “retroceso significativo” en la garantía de algunos derechos fundamentales y llama a la reanudación del proceso de paz con los kurdos. Por otro lado, hay esperanza en otro de los asuntos que durante años ha supuesto un obstáculo en las negociaciones con la Unión Europea, la cuestión de Chipre. En mayo se iniciaron de nuevo las conversaciones entre los líderes de las comunidades grecochipriotas y turcochipriotas para reunificar el país, y los pasos que dé el presidente Erdogan, que controla el norte de la isla, son decisivos para acabar con esta división.
La crisis de los refugiados acerca a los países europeos a Turquía, pero acabar con el Estado Islámico, una cuestión de máxima prioridad, requiere negociar con Moscú. De manera especial desde los atentados de París se han intensificado los esfuerzos diplomáticos para avanzar en la lucha antiterrorista, llevando a la colaboración entre París y Moscú.
Las tensiones con Rusia, además de poner en una difícil situación a sus aliados occidentales, han perjudicado la posición de Turquía en Siria. Como respuesta al derribo del avión, además de las sanciones económicas, Rusia ha equipado a sus aviones con misiles aire-aire, lo que dificulta la capacidad de Turquía para defender su espacio aéreo y para mantener bajo su influencia la frontera noroeste de Siria, un enclave que considera fundamental para limitar la extensión del PYD al oeste del río Éufrates.
Ante todos estos elementos, Turquía debe reflexionar sobre su postura. No puede arriesgarse a ser percibido como un país donde las libertades fundamentales son tibiamente respetadas y alejarse de sus aspiraciones europeas. La mejora de las relaciones con los kurdos y la colaboración en las conversaciones de Chipre le mantendrán como un aliado fundamental de los países europeos y Estados Unidos. En la región de Oriente Medio, sus decisiones pueden implicar un paso adelante o un freno en el proceso de solución.
Ankara se encuentra ante una tela de araña, de la que podría salir con mayor facilidad adoptando un enfoque estratégico: aprovechar el nuevo acercamiento de la Unión Europea, entender la importancia de una rápida estabilización en Siria y clarificar, de una vez, su contribución a la lucha contra el Estado Islámico. Los factores que rodean e influyen la posición de Ankara parecen infinitos y hacen difícil la toma de decisiones. Pero no es imposible, hemos visto cómo Turquía ha sido capaz de resolver situaciones complicadas recientemente. Igual que, de manera inteligente, ha recuperado las relaciones con Israel tras años de dificultades, no es impensable que, en un tiempo no muy largo, pudiera haber un acercamiento entre Rusia y Turquía. Y esto sin duda, facilitaría la resolución del resto de cuestiones que se ven agravadas por el conflicto sirio.

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