El
Universal, 13 de enero de 2016
Hastiado
de la embestida por haber entrevistado al inasequible dictador sirio Bachar el
Asad (2013), el francés George Malbrunot dejó esta frase, que rubrico al cien: “Los periodistas no somos policías de la
moral, el mundo no debe escuchar sólo a los pacifistas”.
Decepcionada
por las respuestas sin carne ni riesgo del líder palestino Yasser Arafat, a quien Oriana Fallaci había perseguido por años, la
periodista italiana escribió en la memorable crónica que abre paso al enjuto
diálogo (1972): “La entrevista duró 90 minutos, gran parte de los cuales se
perdieron traduciendo las respuestas que él me daba en árabe”.
Memorable
también fue el relato de Julio Scherer que acompañó a su tímida conversación
con el temible Mayo Zambada (2010).
Scherer no pudo obtener del aún prófugo narcotraficante mucho más que
expresiones de esta clase: “El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi
tierra, el agua que bebo; la tierra siempre es buena, el cielo no”.
En
los compendios de las mejores entrevistas de la historia suele incluirse la de
George Sylvester Viereck a Hitler (1932). De nueva cuenta, el retrato del
personaje que hace el escritor supera con creces a las respuestas que consigue
extraerle:
“—¿Cuáles son los pilares básicos de su
plataforma?” —presiona Viereck.
“—Creemos en una mente sana en un cuerpo sano.
El cuerpo político debe estar sano para que el espíritu pueda ser saludable. La
salud moral y la física son la misma cosa” —contesta mecánicamente el Führer.
Me ha
sorprendido, por tanto, la manera simplona con que analistas reprueban el
trabajo de Sean Penn sobre el Chapo Guzmán en Rolling Stone.
Increíble, pero hay plumas y mentes arcaicas que siguen condenando la “indebida
conducta” de darle voz al criminal, como si escuchar a criminales de la
dimensión del sinaloense no fuera un fascinante ejercicio para entender qué
significa el poder; su inmenso poder.
Más
me sorprenden las críticas teleológicas de respetados colegas que echan en cara
a Sean Penn no haber obtenido grandes revelaciones del Chapo, por lo que el
texto termina siendo propaganda, tendencioso endiosamiento. No les importa
mayormente que el actor advierta que las preguntas tuvieron que formularse a
distancia y El Chapo respondió lo que se le pegó la gana.
Creo
que como los de Fallaci, Viereck, Scherer, el trabajo de Penn es un
extraordinario documento periodístico por su subjetivísima, sí, desprolija, sí,
pero cuantiosa en imágenes e información y narración introductoria. Y por
permitirnos ver y escuchar al poderoso en su refugio. Él y Kate del Castillo
supieron entrar a donde nadie había podido. Ningún periodista había estado tan
cerca ni dibujado con ese detalle al Chapo. Y quizá ya ninguno pueda volver a
hacerlo.
Por
eso pienso que el texto acabará en las mejores compilaciones periodísticas
sobre personajes extraordinarios en momentos excepcionales. Felicidades.
MENOS
DE 140. Se carcajean los lopezobradoristas de Veracruz por la alianza PRD-PAN.
Los veracruzanos de izquierda votarán por Morena, aseguran.
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