15 de marzo de 2016 …
JAQUE MATE/Sergio Sarmiento
JAQUE MATE/Sergio Sarmiento
Reforma
Kate y el hartazgo
“La triste verdad es que el mayor mal lo hacen personas que nunca se deciden a hacer el bien o el mal”. Hannah Arendt
Si alguien en el gobierno pensaba que Kate del Castillo ofrecería una disculpa pública por haberse reunido con El Chapo, o cuando menos desaparecería por algún tiempo de la atención pública, se equivocó. La actriz se ha negado a declarar ante las autoridades mexicanas, pero ya ha emprendido una ofensiva de medios.
Esta semana Del Castillo es protagonista de un largo artículo de Robert Draper en la revista estadounidense The New Yorker. Ella misma ha escrito, además, una reflexión sobre su encuentro con El Chapo en Proceso. En un mensaje de Twitter en que anunció la publicación del artículo en el semanario mexicano sentenció: #VeritasLuxMea, “la verdad es mi luz”.
En realidad Kate no dice nada que no haya revelado antes. Cuenta paso a paso cómo se gestó el encuentro con El Chapo desde aquel mensaje en Twitter en que decía que creía “más en el Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades”. De ese mensaje, y del interés que El Chapo tenía en ella por su participación en la serie de televisión La reina del sur, surgieron los contactos que habrían de llevar al encuentro personal al que también asistió el actor estadounidense Sean Penn.
Desde que se dio a conocer el encuentro ha habido una avalancha de cuestionamientos a Kate y a Penn. Se les acusa de apología del delito o de haber violado la legislación estadounidense que prohíbe tener tratos con ciertos narcotraficantes. Hay inconsistencias en los relatos. Tanto el texto del New Yorker como el de Proceso dicen que Kate tomó una foto de la cola del avión para registrar su matrícula y mandarla a una amiga para que supiera dónde había que empezar a buscarla si desaparecía. En Proceso, sin embargo, la actriz afirma que “el viaje fue organizado y pagado por mí, si bien tiempo después Sean me dio una parte del dinero que costó”. Pero supongo que si el avión lo fletó ella conocería la matrícula.
Hasta el momento no parece haber un proceso legal en contra de cualquiera de los dos. Si se iniciara, los dos quedarían convertidos en mártires. Ya El Chapo empieza a ser visto en algunos círculos como víctima de persecución. Los dos actores lo serían mucho más.
La atracción que generan El Chapo y otros narcotraficantes es síntoma de un mal más profundo. Estamos viendo las consecuencias de un hartazgo de la sociedad ante el gobierno. El mensaje original de Kate, en el que afirmaba que creía más en El Chapo que en un gobierno que le mentía, es compartido por millones. La falta de credibilidad del gobierno hace que cualquiera que se perciba como crítico, incluso un criminal, sea visto como héroe.
Penn describe al Chapo como “una figura similar a Robin Hood que proporcionaba servicios muy necesarios en las montañas de Sinaloa”. Y añade: “El Chapo es primero un empresario y sólo recurre a la violencia cuando lo considera ventajoso para él y para sus intereses empresariales”. Kate le pide a su vez que utilice su poder para resolver los grandes problemas de la sociedad. “Señor Chapo, ¿no estaría padre que empezara a traficar con el bien?”.
La visión idealizada del Chapo es producto, me parece, de una gran ingenuidad, pero también de un desencanto con el gobierno. No es una actitud exclusiva de México. Penn escribe: “Como estadounidense, tengo que explorar lo que sea inconsistente con las presentaciones de nuestro gobierno y medios de sus enemigos declarados”. El éxito de Donald Trump se debe precisamente a esta generalizada actitud.
Los cientos o miles de víctimas del Chapo a lo largo de los años pesan poco. Son, en todo caso, el costo de lograr sus “intereses empresariales”. Pero más que escandalizarnos debemos preocuparnos. Algo está podrido en Dinamarca cuando un criminal es más admirado que un Presidente.
DIPUTADO DORADO
El que Movimiento Ciudadano postule a Eduardo Gameros, integrante de Caballo Dorado, como candidato a diputado no debe ya sorprender. Ha caído tan bajo la política que cualquiera puede ser nominado a cargos de elección popular.
@SergioSarmiento
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EL GOBIERNO DE MÉXICO NO TIENE ELEMENTOS CONTRA KATE, PERO…/Carlos Loret de Mola
El Universal
Unos días antes de que El Chapo Guzmán fuera capturado, en Los Pinos supieron que Sean Penn publicaría en la revista Rolling Stone un artículo sobre su reunión con el narco más buscado del mundo.
El impacto de la pieza era brutal: mientras el presidente Enrique Peña Nieto se hospedaba en un lujoso hotel de Nueva York debido a su participación en la Asamblea General de la ONU, a unas habitaciones de distancia el actor chateaba con el capo a quien no encontraba el régimen mexicano.
Lo anticiparon en Los Pinos por las solicitudes de información que hizo la famosa revista para consolidar el escrito:
Tienes una semana para agarrar a El Chapo, le habría dicho el primer mandatario a su secretario de Gobernación, cuando supieron que estaba por publicarse la escandalosa noticia que derivaría de nuevo en un ridículo de talla internacional.
Me lo revelan fuentes de primer nivel.
Para entonces, el gobierno ya tenía monitoreada a la actriz Kate del Castillo. Sus reuniones y chateos con el líder del Cártel de Sinaloa y sus abogados generaron una línea de investigación. Sus opiniones contra el gobierno federal generaron… irritación. Más cuando dedujeron (según la actriz, erróneamente) que ella participó en la planeación de la pieza de Rolling Stone.
Cuando cayó El Chapo, antes de que la revista fuera distribuida, el tablero cambió.
El gobierno federal decidió difundir en su anuncio oficial sobre la captura del capo que la actriz había sido clave para el éxito la operación. Los detalles de la indagatoria, publicados en estas Historias de Reportero, marcaban que si bien Kate permitió ubicar al Chapo en octubre de 2015 (entonces se lanzó una ofensiva de la que Guzmán Loera logró evadirse en la sierra de Sinaloa), poco o nada tuvo que ver en la operación Cisne Negro que significó su aprehensión en enero de 2016 en Los Mochis. La llave fue mucho menos glamurosa: un individuo, El Plomero, encargado de adaptar las casas de seguridad para el mandón del cártel.
En el anuncio oficial hubo, pues, un poco de verdad y un poco de ficción. Lo cierto es que la historia Chapo-Kate embrujó al público, y le costó en imagen (tal vez en ingresos) a la actriz.
Fuentes oficiales aceptan que en México no hay delito que fincarle a Kate del Castillo: no es imputable por su relación personal, su colaboración para hacer una película ni sus pláticas sobre un tequila. Siguen indagando la posible existencia de un contrato que significara algo más. Hasta ahora no lo tienen y no pueden más que citarla a declarar como testigo. Están esperanzados en que sus pares de Estados Unidos sí le presenten cargos, pues sus leyes son más duras contra quienes se asocian o no revelan el paradero de quienes amenazan su seguridad nacional.
Para el gobierno, Kate fue mucho más allá que una voz opositora. Para Kate, el gobierno también se está excediendo. Quizá por eso Eric del Castillo, actor y fugaz político por el PAN, declaró la semana pasada que buscaría una tregua: “Me gustaría hablar con el secretario de Gobernación para decirle que le baje, también le diré a mi hija que le baje”.
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LA SEDUCCIÓN DEL PODER/Rafael Cardona
La Crónica
Cuando se descubrió la relación profesional entre Sean Penn, Kate del Castillo y Joaquín Guzmán, muchos cayeron en la engañifa de las repercusiones judiciales en contra de la actriz mexicano-norteamericana quien ahora, bien asesorada, se queja de ser víctima de una cacería de brujas.
Ni la acusarán de encubrimiento ni le podrán probar la operación con recursos de procedencia ilegal. Al contrario de lo propalado por consejo de sus operadores de medios, esto no será un infierno para ella.
A la larga habrá logrado más publicidad de la jamás imaginada y cuando se haga la película las cosas regresarán a su nivel: el espectáculo dentro de la cultura del espectáculo en un mundo mediático, virtual y de “reality show”. Y hasta ahí.
La actriz hasta ahora ha sido cautelosa en su defensa y la colaboración publicada esta semana en la revista Proceso, solamente habla de su escasa capacidad narrativa, su incomprensión de la naturaleza del periodismo y su limitada resistencia al tequila.
Por ejemplo lea usted esto. Obviamente no fue escrito por ella pero como aparece debajo de su firma, no es descabellado atribuirlo a un redactor cuyo texto fue de su conocimiento. Dice barbaridades como éstas:
“La libertad de expresión es un derecho fundamental que toda persona tiene, por ende, todos podemos informar y ser informados sin ningún tipo de limitante, de ahí que las investigaciones periodísticas —documentales, escritos, cine, entre otras—, se basan en el principio básico de no revelar la fuente (ni siquiera cuando tiene un chorrito) y así poder obtener (er,er) un trabajo objetivo.”
La protección extrema de las fuentes no es la base de las investigaciones periodísticas ni garantiza objetividad ninguna. La objetividad, si mucho me apresuran, ni siquiera existe. Podrá haber, en algunos casos, imparcialidad, pero objetividad, lo veo distante, remoto y a veces imposible.
Y por otra parte, confundir la obra cinematográfica con el periodismo, resulta algo muy tirado de los pelos. Puede haber investigaciones periodísticas previas a la obra cinematográfica, pero miles y miles de películas no han necesitado la herramienta del periodismo para llegar al tema de su rodaje.
—¿Habrá hecho una investigación periodística Federico Fellini para haber “8 ½”?, por ejemplo.
Hay muchos documentales, sobre todo los relacionados con entomología, ciencia, etnografía, antropología, para cuyos fines el periodismo ni siquiera es una disciplina seria.
Pero finalmente la línea más importante de todo el papasal con cuya melodramática narrativa nos quiere conmover la señora Del Castillo es una y sólo una:
“…Así que renté un avión privado. Como buena escorpión prefiero tener las cosas bajo mi control. ¿Valía la pena el gasto? Ni siquiera lo pensé…”
Lo demás no es sino pasto para la publicidad. Propaganda pura, elección de un personaje social en manos de una mujer inteligente cuya audacia la ha llevado, por esta efímera relación, a un punto de fama superior a todo lo obtenido antes. No importa si el texto es pésimo, si las boberas sustituyen todo cuanto hubiera podido hallarse de interés general ni la forma como los diletantes (ella y Penn) desperdician una oportunidad para entablar —y publicar en el nombre de ese invocado derecho de informar—, un diálogo inteligente con una “fuente” ni siquiera protegida, como dice en el inicio de su rollo etílico-cinematográfico-aventurero.
Esta pequeña odisea, a la cual si se le busca una trama paralela se le podría convertir en una buena película, no es sino un recurso defensivo, una maniobra de abogados y un recurso de imagen. Por eso no importa su calidad; no la tiene. Importa su publicación y sus repercusiones.
Kate del Castillo se ha colocado en la cima del conocimiento público. No se sabe hasta ahora si del reconocimiento. Su tacto para no mencionar detalles aparentemente de cercanía con el narcotraficante es tan notable como necesario, ahora lo sabemos: El Chapo no habría sido capaz de aprovecharse de una invitada ni siquiera si ésta ya anduviera entonada por el tequila de todas sus pasiones.
El Chapo es un caballero andante, quien la puede llevar a los aposentos escondido y ocultarla detrás de un biombo seguro para evitar cualquier peligro hacia ella, a quien había quedado de cuidar como a la niña de sus ojos.
Y otra cosa, ante sus temores de ser detectada por los perros entrenados en olisquear mercancías prohibidas, pues debió saberlo desde un principio: los canes huelen drogas, no efluvios de traficantes de drogas.
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Kate, El Chapo y la película/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior
Kate, El Chapo y la película
No hay chamaqueo, sino un frío cálculo de negocios en torno a un filme que puede dar enormes utilidades.
Imposible sustraerse a la telenovela Kate-Chapo, Chapo-Kate. A la ofensiva mediática de El Chapo Guzmán ha seguido la de Kate del Castillo durante el pasado fin de semana, con adelantos editoriales, textos en México, una próxima entrevista en el prestigiado semanario The New Yorker y otra en el no menos importante programa de la televisión estadunidense 20/20 con Diane Sawyer.
Salvo lo de The New Yorker, y habrá que ver lo de 20/20, nadie intenta hacer periodismo ni cotejar información. El texto en Proceso de Kate y lo adelantado de las entrevistas puede ser interesante como chisme y hasta controversial, pero es, sobre todo, rosa. “Mi corazón se paró por unos segundos antes de empezar a batir a una velocidad increíble. Empecé a sudar, palidecí, mis manos temblaban...”, así dice Kate que se sentía cuando El Chapo la acompañaba, del brazo y estando ella ya un poco tomada por el consumo de tequila, a su dormitorio.
Le alcanzó, sin embargo, para decirle que la película que quiere hacer sobre El Chapo, podría estar destinada a “apoyar a las víctimas de la delincuencia organizada”, lo que no deja de ser interesante asumiendo, como nunca lo hace la actriz, que no hay mayor victimario, una persona que haya causado más muertes, más víctimas en este país que el propio Chapo Guzmán, al que en ningún momento Kate califica siquiera de delincuente o narcotraficante, mucho menos como asesino.
El Chapo está realizando su campaña mediática esperando mejores condiciones en prisión en México y, si realiza su extradición, a Estados Unidos. Esa campaña confluirá en la película. Lo que está haciendo Kate es una estrategia, muy bien armada, para primero tratar de deslindarse de problemas legales en su relación con El Chapo, aunque no lo logra del todo, hay temas como la renta de los aviones, el transporte, etc, que no quedan claros. Y segundo no lo critica ni con el pétalo de una rosa, en parte por inconsciencia (aunque está muy lejos de haber sido chamaqueada como declaró su padre, el actor Éric del Castillo), pero en muy buena medida también porque lisa y llanamente está cuidando su negocio: que no le quiten los derechos de la película que ya está negociada con los grandes estudios de Hollywood y que tiene como personaje central al director Oliver Stone. No hay chamaqueo, sino un frío cálculo de negocios en torno a un filme que puede dar enormes utilidades para sus productores (en primer lugar Kate) y que a El Chapo le servirá enormemente en su propia campaña y búsqueda de acuerdos para tener una condena y unas condiciones de detención más benignas: una cosa es ser el hombre más buscado del mundo luego de Osama Bin Laden y otra convertirse en una especie de latin lover mezclado con Robin Hood. Leyendo las entrevistas y textos de Kate ya sabemos desde qué ángulo se enfocará esa película, contando, además, con la muy clara posición de Oliver Stone y sus productores sobre el tema de las drogas.
Hasta ahí todo me parece transparente, o casi. Lo que resulta difícil de entender es la reacción de las autoridades ante el tema. Se comprende que no entren a una contracampaña que sólo puede alimentar la que están realizando Kate y El Chapo, cada uno por su lado, pero con una confluencia común. Pero sí debería contrarrestarla con el tema central de esta historia: El Chapo Guzmán es un criminal responsable de miles de muertes, torturas, vejaciones, es un personaje frío e inescrupuloso que ha construido un imperio con base en la violencia y las drogas, ha destruido hogares, familias, carreras, así como la juventud y la niñez de millones. La historia del hombre pobre que surgió de la nada y no tuvo otra opción más que convertirse en criminal es tan falsa como la del padre de familia amoroso que va dejando hijos regados por el mundo.
En algún lugar deben hablar y aparecer sus víctimas, sus socios, sus sicarios, los testimonios de los daños causados por él y sus secuaces. Debe aparecer toda la historia que ese “periodismo comprometido” y políticamente correcto se ha rehusado a hacer desde que consciente o inconscientemente se convirtió en parte de las campañas de Kate y El Chapo, entrevistando dulcemente a Emma Coronel, a los abogados defensores, inventando a Rosa Isela, entrevistando y publicando a Kate sin cuestionarla jamás, profundamente preocupados por las horas de sueño y la presión arterial de Guzmán Loera.
Todo eso ha desaparecido de la narrativa oficial sobre El Chapo y el narcotráfico, igual que las investigaciones sobre sus recursos, en dónde y con quién están invertidos, incluso, no sabemos algo tan simple como quién les paga a sus abogados, a sus promotores, de dónde sale su dinero, el de sus familiares, sus hijos, sus allegados. Y mientras tanto discutimos con amplitud la legalización de la mariguana, hablamos de El Chapo que duerme poco, del buen y cariñoso padre de familia, de su capacidad de amar y procrear, de sus ojos negros que penetraban a la pobre Kate.
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El misterio de Sean Penn/ Raymundo Riva Palacio
El Financiero,
Sean Penn nunca fue tan conocido en México como hasta después de la polémica suscitada por su entrevista con Joaquín El Chapo Guzmán en la revista Rolling Stone, que sería la primera escena de una telenovela basada en hechos reales que está comenzando. La segunda escena arrancó con la irrupción pública de la actriz Kate del Castillo, quien lo llevó a la guarida de Guzmán en la Sierra de Durango, y que en los últimos días decidió contar su verdad y blindarse de una acción penal en su contra. Sus versiones sobre el encuentro chocan en varios puntos, y dejan varias incógnitas sobre las motivaciones de Penn para reunirse con El Chapo.
Del Castillo dijo en una entrevista con la revista The New Yorker que conoció a Penn por medio de uno de los dos productores con quienes iba a trabajar la película autobiográfica de Guzmán, con la idea de incorporarlo al proyecto y ampliar sus posibilidades de que la cinta fuera respaldada por uno de los grandes estudios de Hollywood. Penn no mostró interés alguno en la cinta, recordó, pero le preguntó: “¿Crees que puedo ir a verlo?”. Del Castillo dijo que no supo que lo quería entrevistar hasta que iban rumbo a la cita, pero no objetó. Cuando leyó el borrador de la entrevista, tampoco se opuso. La parte más delicada del escrito de Penn es cuando afirmó que un retén militar que los dejó pasar cuando se identificó el hijo de El Chapo, momento que aseguró la actriz, jamás existió.
Si lo que refuta la señora Del Castillo es cierto –los productores confirmaron a The New Yorker su dicho–, ¿qué papel jugó el dos veces ganador del Oscar en todo este episodio? Él sabía cosas que ella no imaginaba. En la entrevista recuerda que Penn le preguntó si tenía abogados penalistas, y se quejó que no la incluyera –como sí hizo con los productores–, en las cartas credenciales de Rolling Stone que los reconocía “periodistas” en esa asignación especial, con la cual quedó excluida del amparo de la Primera Enmienda, que se refiera a la libertad de expresión. Durante semanas, voceros oficiosos han dicho que engañaron a la actriz, quien ubicó ahora a Penn como el destinatario de esa denuncia.
El actor, empero, mantiene su posición. En un correo electrónico que envió el viernes a la agencia de noticias Associated Press, afirmó: “Creo que Kate estaría más feliz separándose de los recuerdos que enardecen al gobierno mexicano en este momento”. Sobre las contradicciones con la versión de la actriz, insistió que él no mintió. ¿Qué interés tenía realmente Penn en la entrevista con El Chapo? No sería la primera vez que realiza entrevistas o contacta a personajes controvertidos. Ha hablado con el presidente cubano Raúl Castro y lo hizo con el venezolano Hugo Chávez, a quien llamaba “amigo”. Estableció relación con el presidente boliviano Evo Morales y ahora con Guzmán. En todos los casos, eran enemigos o rivales del gobierno de Estados Unidos.
Las autoridades mexicanas sabían desde 2014 que Guzmán deseaba que la señora Del Castillo realizara su película autobiográfica y cuando Penn entró en contacto directo con él en 2015 a través de un teléfono, el Cisen intervino el dispositivo y comenzó a grabar sus conversaciones. El Cisen tiene audios, aparentemente comprometedores, entre El Chapo y Penn. Pese a ello, las autoridades mexicanas han chocado con sus contrapartes estadounidenses cada vez que solicitan información sobre Penn. “Siempre dicen que sí nos la darán, pero nunca llega”, dijo una de las fuentes.
La protección del gobierno estadounidense con Penn es notoria. El 2 de octubre, cuando los comandos de la Marina iban a iniciar la operación para capturar al Chapo en Tamazula, en la Sierra de Durango, la DEA pidió al más alto nivel del gobierno mexicano que se aplazara porque había ciudadanos estadounidenses en la zona. La presión de la DEA logró que la acción se demorara 48 horas, con lo cual Penn y el resto de los estadounidenses pudieron salir de esa área.
Para la operación, la CIA había mandado un dron para ubicar con toda precisión el punto donde se encontraba Guzmán –una pequeña loma en lo alto de la sierra–, pero cuando fueron alertados de la presencia de Penn, de acuerdo con fuentes federales, apagaron el dron. “No querían dejar nada grabado sobre lo que Penn hacía o decía”, dijo una de las fuentes. Lo que hizo la CIA fue optar por el silencio total y la visibilidad nula en esa zona, mientras la DEA prefirió cuidar a Penn que atrapar a un criminal que buscan en siete cortes federales en Estados Unidos.
Desde un principio hubo múltiples especulaciones sobre el papel de Penn en ese episodio, y numerosas analogías con la película Argo, basada en hechos reales donde la CIA, con ayuda de Hollywood, inventó la filmación de una cinta en Teherán, con el objetivo de rescatar a seis diplomáticos que habían escapado de ser tomados presos durante la crisis de los rehenes en 1979. Esa colaboración se formalizó en 1996, donde abiertamente la CIA asesora a productores, directores, actores y actrices. ¿El papel de Penn en la Sierra de Durango era mucho más que una entrevista para Rolling Stone? Difícil saberlo ahora, pero su actuar evasivo y embaucador en el que está emergiendo, obligará a mirar sus acciones y motivaciones bajo ópticas amplias y diferentes.
Twitter: @rivapa
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