La ‘economía del conocimiento’ de Cuba/ Carlos Gutiérrez Jr., Faquiry Díaz Cala
Carlos Gutiérrez Jr. es abogado e inversionista residente en EU y Faquiry Díaz Cala es inversionista de origen cubano, actualmente residente en EU.
Traducción de Anna Kushner.
El
País |17 de marzo de 2016..
Mucha
de la atención que se le ha dado a Cuba, después de la decisión histórica del
17 de diciembre del 2014 del presidente estadounidense Barack Obama de
normalizar relaciones con la isla, se ha visto dominada por nostalgia por el
rico pasado de la isla: su arquitectura colonial en vías de derrumbe, los
carros estadounidenses de los años cincuenta y sus renombrados rones y tabacos.
Las
empresas cubanas y estadounidenses más bien deberían mirar hacia el futuro, el
tecnológico específicamente, a la hora de evaluar posibles oportunidades de
inversión y de colaboración.
La
economía del conocimiento de Cuba —producto de su abundancia de licenciados
universitarios capacitados, cuyas habilidades y calificaciones técnicas han
sido puestas a prueba por carencias materiales y por limitaciones— provee un
campo fértil para hacer crecer la cooperación e iniciativa
estadounidense-cubanas. Por ejemplo, oportunidades clave existen no solo en el
sector, aún por desarrollar, de las tecnologías de la información y comunicación,
sino también en la más establecida y avanzada industria biotecnológica.
La
anticuada infraestructura técnica de Cuba —la cual incluye acceso y
conectividad limitada a Internet y el uso rezagado de teléfonos celulares y
computadoras— les ofrece a sus ciudadanos la oportunidad de dar saltos a una
nueva generación de tecnología. Con una combinación adecuada de know-how,
equipamiento de alta tecnología y financiamiento, el lánguido nivel del
desarrollo digital y de telecomunicaciones de Cuba podría transformarse
rápidamente en la vanguardia del siglo XXI. Así podrían avanzar de su actual y
casi obsoleta tecnología 2G hacia 5G y a la versión 6 del protocolo de Internet
(IPv6), y más allá.
Estados
Unidos, como socio —en lugar de rival—, está idealmente situado para proveerle
a Cuba la asistencia técnica, las transferencias tecnológicas y el estímulo
financiero para convertir a la población y la economía de la isla de rezagadas
a líderes.
“La
necesidad es la madre de la invención”, como dice el dicho. En el español
cubano se le conoce como “resolver”.
Los
emprendedores de tecnología han surgido dentro del sector privado de
cuentapropistas (empleados por cuenta propia) en Cuba en el arreglo de
teléfonos celulares, la instalación de apps y la compilación y distribución de
paquetes offline, o sea, telenovelas grabadas, películas, aplicaciones y otras
ofertas que le permiten a los cubanos asomarse al mundo moderno en línea.
Entre
la diáspora cubana, también, jóvenes emprendedores están creando sitios web y
servicios que pretenden ser negocios sostenibles que pueden ayudar a romper
barreras humanas, tecnológicas y de información que aún separan a la población
de la isla del resto del mundo. El sitio de ventas de aviso clasificado
Revolico y el sitio de recargas celulares Fonoma son ejemplos de esto.
Otra
relación provechosa se podría forjar entre los servicios de salud y el sector
de la biotecnología en Cuba, que se proyectan a nivel internacional, y las
adineradas corporaciones farmacéuticas y de salud estadounidenses que tienen
años de experiencia comprobada en los ensayos clínicos y en la introducción de
nuevos productos prometedores al mercado.
El
desempeño de los médicos cubanos en el brote de cólera tras el terremoto en
Haití, en 2010; y en la epidemia de ébola en África Occidental, en 2014, han
convertido a los sectores cubanos de salud y farmacéutica en una marca global.
Aun así, la habilidad y creatividad de los cubanos necesitan asociarse
urgentemente a mejores controles de calidad, sistemas de registro y patentes, y
financiamiento. Estas son, sin duda, áreas en las cuales Estados Unidos podría
ayudar.
A
falta de una eliminación total del embargo, el cual queda en manos de un
Congreso estadounidense recalcitrante, las regulaciones estadounidenses,
modificadas para reflejar la nueva política de Obama hacia Cuba, ya facilitan a
las compañías estadounidenses para que puedan proveer telecomunicaciones
comerciales y servicios de Internet a la isla. Incluso la exportación de
computadoras personales, teléfonos celulares, televisores, equipos de memoria y
grabación. También se permite la formación de joint ventures en este sector.
Importantes
compañías de tecnología estadounidenses como Google y un sinfín de actores más
pequeños ya se ofrecen para ayudar a Cuba a desarrollar su economía del
conocimiento. El Gobierno de Raúl Castro no debería dejar pasar esta
oportunidad para recibir una inyección de alta tecnología y know-how del país
de donde proceden Google, Apple y Uber.
Al
extenderle una mano amistosa a La Habana, el presidente Obama ha abierto una
puerta al futuro de la comunicación y la cooperación, no solo entre los
Gobiernos de ambas naciones, sino entre sus pueblos también. La proximidad de
Cuba a EE UU, su economía del conocimiento existente, una diáspora hábil y próspera,
y la clase emprendedora emergente de la isla, son factores que pueden facilitar
esa cooperación.
Las
autoridades, emprendedores y organizaciones sin fines de lucro pueden trabajar
conjuntamente para crear una economía del conocimiento con beneficios mutuos,
al contar con la capacidad creativa de los más inteligentes y los más
talentosos de ambos lados del estrecho de la Florida. Un esfuerzo concentrado
para hacer arrancar colaboraciones e inversiones en los sectores de tecnología
y del conocimiento de Cuba no solo es lógico, sino que puede servir de foco de
atención para ayudar a traer a las relaciones entre ambos países al siglo XXI
de forma contundente. Tal esfuerzo puede beneficiar a las dos naciones, al
mundo y, más importante aún, a los pueblos cubanos y estadounidenses.
Seguramente vale la pena intentarlo.
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