Los
sastres del Estado Islámico
La
incautación de 20.000 uniformes en el puerto de Valencia deja en evidencia la
red de apoyo logístico al ISIS
PATRICIA
ORTEGA DOLZ/ El País, Madrid
10 ABR 2016 - 17:03 CDT
El
ISIS no es sólo un grupo terrorista, es un protoestado, en palabras del
ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. Y por eso,
además de reclutar combatientes extranjeros, necesita armarlos, equiparlos,
vestirlos y calzarlos, para que ofrezcan la apariencia de un verdadero
Ejército.
¿De
dónde salen los flamantes todoterreno que circulan en caravana por senderos
polvorientos en los vídeos del Estado islámico? ¿Quién les facilita los fusiles
y ametralladoras que enarbolan? ¿Cómo obtienen los impolutos uniformes? ¿Quién
se los suministra y cómo los pagan?
El
pasado 15 de marzo la policía incautó un contenedor en el puerto de Algeciras
(Cádiz) y dos más en el de Valencia. El primero contenía ropa de segunda mano,
como se había declarado a aduanas, pero en los dos últimos había una máquina de
embalar y, ocultos bajo montones de ropa usada, cinco toneladas de fardos,
perfectamente empaquetados y marcados, con unos 20.000 uniformes militares sin
estrenar: suficientes para equipar a todo un ejército.
Los
envíos se hacían por barco a Turquía y luego por carretera a Siria
La
empresa Tigre Negro S. L. , de exportación textil, era la tapadera
El
contenedor había llegado desde Arabia Saudí —aunque los uniformes parecen
proceder de algún país de la OTAN— y estaba preparado para embarcarse rumbo a
Turquía: primero al puerto de Mersin, frente a Chipre; y luego, ya por
carretera, a la localidad de Bad al Hawa, al otro lado de frontera siria.
El
contenedor con cinco toneladas de ropa militar venía de Arabia Saudí
La
operación, ordenada por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, era
continuación de la realizada el 7 de febrero, cuando fueron detenidos siete
presuntos integrantes de una red de apoyo al Estado Islámico en Ontinyent
(Valencia), Ceuta y las localidades alicantinas de Crevillent, L’Alqueria
d’Asnar, Muro d’Alcoi y Alicante.
Los sastres del Estado Islámico
El
presunto cabecilla de la trama era Ammar Termanini, nacido en Alepo (Siria) en
1972, y desembarcado en España en 2012, tras haber vivido en Holanda, Bélgica y
Reino Unido. En España, montó una empresa, Tigre Negro S.L., de la que era
administrador único, dedicada a la exportación e importación de productos
textiles. Bajo la cobertura de llevar ayuda humanitaria, hizo varios envíos a
Siria, a donde viajaba con frecuencia.
Termanini
no ocultaba de qué lado estaba: en Facebook colgó fotografías suyas con armas
automáticas en el paso de Bad al Hawa y en la ciudad siria de Idlib, bajo
control de Al Nusra. Las escuchas telefónicas revelaron cómo, al igual que
muchos yihadistas, había mudado de lealtades, pasando de trabajar para la
filial siria de Al Qaeda a servir al autodenominado Califato. En el registro se
le incautó una pistola de calibre 22 Long Rifle, obviamente ilegal.
El
financiero de las operaciones de Termanini era, supuestamente, Mohamed Abu El
Rub Karima, nacido en Jordania en 1960 y vecino de Ontinyent. En su nave del
polígono industrial de L' Altet se hallaron uniformes como los incautados luego
en el contenedor de Valencia. Para recaudar fondos y efectuar pagos, recurría a
la hawala, el sistema tradicional musulmán basado en la confianza que permite
mover dinero entre distintos países sin dejar el rastro de las transferencias
bancarias.
El
ideólogo del grupo era supuestamente Nourdine Chikar Allal, empresario marroquí
residente en Muro d’Alcoi y presidente de la mezquita de Cocentaina quien se
encargaba, gracias a sus contactos en Turquía, de despejar los obstáculos con
los que tropezaban los envíos hasta llegar a su destino final.
Como
en muchas otras ocasiones, alguno de los implicados es un viejo conocido de los
servicios de información españoles: Hitham Sakka Al-Kasim, nacido en Homs
(Siria) y detenido en Ceuta, fue investigado por la Audiencia Nacional en relación
con los grupos vinculados al 11-S; mientras que su hermano lo fue por los
atentados del 11-M.
Otros
dos detenidos, un marroquí y un sirio, eran los empleados de confianza de
Termanini en Tigre Negro, pero entre los presuntos implicados hay también un
español: Simón Richart Lucas, nacido en Muro d'Alcoi y residente en L'Alqueria.
No se trataría de un converso ni de un fanático yihadista, sino de un
empresario escaso de escrúpulos dispuesto a no hacer ascos a ningún negocio,
según quienes le conocen.
La
red no solo enviaba uniformes al Estado Islámico, sino que gestionaba cualquier
clase de pedido. Por ejemplo, un tipo de fertilizante que no se vende en España
y sirve para producir explosivos que Termanini habría encargado adquirir a
Hitham.
La
madeja de la trama de apoyo al Estado Islámico es muy compleja y tiene
ramificaciones en múltiples países. Los investigadores sólo empiezan a
desentrañarla ahora, pero están seguros de que —como sucedió con ETA en su día—
para vencerlo no basta con detener a los combatientes: hay que cortar su
financiación, cegar las vías de aprovisionamiento logístico.
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