El
Papa y Hebe: entre la grieta y la reconciliación
Francisco
recibirá este viernes a Hebe de Bonafini, titular de las Madres de Plaza de
Mayo. La señora llenó de insultos a Bergoglio en el pasado, pero el Papa busca
trascender. La visión de Julio Bárbaro, un histórico dirigente peronista y uno
de los principales detractores públicos del “kirchnerismo”
Hebe
de Bonafini
ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD
DEL VATICANO
Bonafini
cruzará la puerta de Santa Marta, la tarde de este viernes 27. Será un
encuentro privado, sin límite de tiempo establecido. Un diálogo en el gran
salón de la residencia papal, el mismo donde el pontífice ha recibido a
Cristina Fernández de Kirchner más de una vez, o a Mauricio Macri y su familia,
en septiembre de 2013.
Ahí
mismo, en Santa Marta, el Papa recibió a Bárbaro una semana atrás. El viernes
20, a las cinco de la tarde. Una conversación íntima, durante la cual Francisco
hizo una aclaración: Ni Bonafini, ni las madres hicieron sus necesidades en el
altar de la catedral de Buenos Aires, cuando la tomaron en enero de 2008. En
esa época se informó que, ante el cierre de los baños del templo, ellas habían
improvisado uno con un balde y unas lonas.
“Salí
de ver al Papa y escribí: tengo que salir de muchos odios. Él me dijo: Bonafini
dijo cosas horribles de mi. No es cierto que cuando ocuparon la catedral no la
hayan respetado, eso es una mentira. Pero si quiere verme me siento muy
satisfecho que lo quiera hacer. (Francisco) reivindica el derecho de la fe a no
tener las limitaciones de la política; ese reencuentro podría haber sido, para
muchos, el símbolo de una unificación”, precisó Bárbaro.
Militante
peronista desde su juventud, conoce a Bergoglio hace años. Pese a haber sido
secretario de Cultura en la administración de Carlos Menem y titular del Comité
Federal de Radiodifusión con Néstor Kirchner, terminó enfrentado con ambos
presidentes. En los últimos años sus duras críticas públicas al gobierno de
Cristina Fernández lo colocaron como uno de los más aguerridos
“antikirhneristas”.
En
entrevista con el Vatican Insider, Bárbaro dio su particular visión sobre el
encono contra el Papa en su país por sus gestos y sus encuentros. “El lugar de
la fe es el lugar de la misericordia”, señaló. Constató que, a los argentinos,
les cuesta asumir alguien que “salga del fangal”.
“Reducir
todo, en una sociedad como la nuestra, donde las pasiones son infinitas y las
ideas son escasas, cuando no nulas, es triste. Trágico. Los argentinos
deberíamos poner pasión a la cordura, porque la pasión que le ponemos a la
demencia es desmesurada”, añadió.
Sobre
las críticas lanzadas contra el Papa por recibir a Bonafini, afirmó que son
producto de “una falta de comprensión” y “una falta de grandeza”. “Es no entender
que la fe está por encima mío. Si la bronca entre uno y otro no entiendo que el
sacerdote la supere, es porque no entiendo que exista alguien por encima de mi
pequeñez, que alguien escape a mi limitación. El Papa es la demostración de que
se puede estar más arriba de la pequeñez. Algunos lo podemos ver con
admiración, pero a la mayoría le da bronca. ¿Por qué, si se puede ser grande,
yo soy tan enano? Nosotros tenemos enanos que son gigantes”, ponderó.
Recordó
que Néstor Kirchner, al inicio de su presidencia, se negó dos veces a recibir
en audiencia privada al cardenal Bergoglio. Por esa negativa confesó haberle
dicho al mandatario: “¡Vos no querés hablar con nadie que no puedas dominar!”.
“Él
fue uno de los que más duro se enfrentó con los Kirchner. Tanto que Néstor
Kirchner le pagó un libro a (Horacio) Verbitsky en su contra. Y ahora lo
consideran como un kirchnerista. No cabe duda que es un hombre que coloca a la
religión al margen y por encima del poder. No la hace dependiente del poder.
Confrontó al poderoso de los Kirchner y ahora confronta al poderoso de los
Macri con la misma actitud. No lo hacía contra Kirchner porque era macrista. O
contra Macri porque es kirchnerista. En realidad él le exige al poder la
justicia que la sociedad necesita y que él sabe, desde su Iglesia, que no se
está dando. Toda la vida se le pidió a la Iglesia que se separe del poder y
cuando lo hace nos molesta”, estableció.
Bárbaro
advirtió que, en su espiritualidad, el Papa está preocupado sobre hacia dónde
va la humanidad, no hacia dónde se dirige la Argentina. “Dónde va la Argentina
es un problema político, dónde va la humanidad es un problema de la Iglesia
universal”, insistió.
El
problema de la sociedad argentina, reconoció, es que vive inmersa en un
conflicto cuyos habitantes son incapaces de trascender. Y bromeando apostó que,
si el Papa hubiese sido brasileño, si algunos lo criticaban hubiesen terminado
“colgados en el Maracaná”.
Aceptó
que mucha “gente común” está enojada con Francisco, porque es presa de ese
conflicto. Mientras tanto, los líderes políticos y sociales se sienten en la
necesidad de diferenciarse entre ellos, no asumir que forman parte del mismo
todo. Eso ha provocado “una originalidad basada en la limitación mental, una
originalidad hecha al vacío”, dijo.
Sostuvo
que la cosa más importante del pontífice es el poder de su conciencia, el valor
infinito de su palabra. Una especie de respuesta a Stalin que preguntaba:
“¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”.
“Decir
que el Papa es peronista es un tanto injusto con su amplitud. Es absurdo porque
la mayoría de quienes lo dicen no entienden lo que es el peronismo, tampoco
comprenderán lo que es el Papa. Dos incomprensiones juntas dan un gran caos. Es
ridículo que los peronistas que los dicen lo hacen como si el peronismo se
hubiese convertido en papado, y los liberales que lo dicen lo hacen como si el
daño del peronismo hubiese llegado al Vaticano. Ni lo uno, ni lo otro”,
advirtió.
“Es
un hombre de fe que surgió de uno de los lugares más complejos de la sociedad.
El Papa puede ir a rezar al muro de los lamentos con un rabino y un islámico
porque salió de ese caos. Que ese caos pueda dar personajes como el Papa es
maravilloso, pero eso no soluciona los conflictos que el caos tiene en su
seno”, insistió.
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