Una
oportunidad perdida con los minerales?/Guillermo
Otano y Marta Mendiola; el primero es responsable de incidencia política de la Campaña Tecnología Libre de Conflicto, de la Fundación ALBOAN, y Marta Mendiola es la responsable del Trabajo sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Amnistía Internacional.
El
País, 10 de mayo de 2016..
Muchos
de los productos que empleamos en la vida cotidiana, tales como teléfonos
móviles, ordenadores, joyería, baterías de coche o bombillas requieren
minerales para su fabricación. Minerales cuya extracción y comercialización
está, en demasiadas ocasiones, vinculada a la financiación de conflictos
armados, la violación de derechos humanos, el crimen organizado y la
destrucción medioambiental. Algunas de las regiones más inestables del planeta,
como el Este de la República Democrática del Congo, la República
Centroafricana, la frontera entre Colombia y Venezuela y muchas otras, son
sumamente ricas en materias primas y, especialmente, en algunos de los
minerales más demandados por las diferentes industrias.
La
Unión Europea (UE) no puede soslayar este problema porque constituye uno de los
principales bloques comerciales a nivel internacional. Los niveles de consumo
de sus 500 millones de habitantes atraen a cerca del 16% de las importaciones
mundiales de cuatro minerales estratégicos para las industrias electrónicas (el
tantalio, el wolframio, el estaño y el oro). Por no hablar de las importaciones
indirectas de estos minerales a través de la demanda de productos acabados.
Téngase en cuenta que la UE es el segundo mayor importador de móviles y
ordenadores portátiles del mundo, y que tres de los cinco principales
importadores mundiales de estos dispositivos son Estados miembros.
El
lado oscuro de este comercio está bien documentado y es conocido por los
organismos internacionales. Cuando Naciones Unidas elaboró los Principios
Rectores de Empresas y Derechos Humanos, subrayó sin ambages la responsabilidad
de las empresas a la hora de asegurar que sus actividades comerciales no
financian, directa o indirectamente, conflictos o violaciones de derechos
humanos, independientemente del lugar geográfico donde operen. Y de manera más
específica, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) aprobó poco después, con el respaldo de sus 39 países miembros más otros
19 países que se sumaron a la iniciativa, la Guía de la Diligencia Debida para
el comercio de minerales, en la que se proponen una serie de pasos que pueden
dar aquellas compañías interesadas en garantizar un suministro responsable de
minerales procedentes de zonas en conflicto o en alto riesgo de conflicto.
El
problema es que dichos marcos de referencia son normativas de cumplimiento
voluntario. Es decir, su aplicación depende de la libre decisión de la empresa.
Y lo que han constatado diversas investigaciones
desde entonces, es que las empresas raramente incorporan las recomendaciones de
la OCDE por voluntad propia. Por el contrario, éstas sólo son efectivas cuando
se traducen en leyes de cumplimiento obligatorio, como sucede en EEUU. Allí, la
Ley de Reforma de Wall Street y Protección al Consumidor Dodd-Frank que se
aprobó en 2010, incorpora una Sección (la 1502) que obliga a las compañías que
emplean tantalio, wolframio, estaño u oro en la fabricación de sus productos a
informar al público sobre la procedencia de estos minerales y los esfuerzos
realizados para controlar los riesgos asociados a la violación de derechos
humanos en su cadena de suministros.
Siguiendo
sus pasos, en 2014 la Comisión Europea se comprometió a aprobar una legislación
similar en esta materia. Sin embargo, la deriva que han seguido las
negociaciones desde entonces corre el riesgo de conducirnos hacia una vía
muerta, debido a las discrepancias existentes entre el Parlamento Europeo y el
Consejo de la Unión Europea. El 20 de mayo de 2015, la primera de estas
instancias, aprobó por votación una serie de enmiendas a favor de la
obligatoriedad de la ley para todas las empresas europeas involucradas en la
cadena de suministro de estos minerales. El pasado 17 de diciembre, sin embargo,
los Estados miembros decidieron rebajar los estándares de responsabilidad
definidos por la OCDE y limitar la aplicación de la futura ley a unas pocas
empresas.
Queda
poco tiempo para lograr un acuerdo en esta materia y no podemos seguir
esperando. Por eso, desde amplios sectores de la sociedad civil europea y desde
la coalición de 80 oenegés nacionales e internacionales que estamos haciendo
seguimiento de esta legislación, pedimos a los Estados miembros, incluido el
nuestro, que acerquen sus posicionamientos a los de la Eurocámara. Sólo si
logramos una legislación obligatoria que abarque a un número significativo de
empresas, podremos generar cambios reales en el sector.
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