Venezuela,
abismo y engaño/Abel Veiga Copo, profesor de Derecho Mercantil en ICADE
El
País, 17 de mayo de 2016
En
Conversación en la Catedral, la tercera novela del hoy nobel (Mario) Vargas Llosa, hay
una pregunta elíptica y trasladable a cualquier país y situación, “¿Cuándo se
jodió el Perú?”. Llevemos este interrogante a Venezuela: ¿cuándo y por quién se
jodió Venezuela? Perdone amable lector por los vocablos, pero en la convulsión
que vive el país, asomado al abismo y en frente de un precipicio de
proporciones inauditas, no se nos ocurre mejor interpelación.
La
demagogia, la vaciedad intelectual de esa suerte destructiva en que se ha
convertido la filosofía chavista está conduciendo al país al vértice mismo de
la confrontación social y política. El populismo enfangado de mentiras y
patrañas, acusaciones y amenazas de Maduro y su gobierno ha arrojado al país a
la quiebra absoluta y a la convulsión total. El desastre de gestión, pésima,
errónea, a la deriva misma, en lo económico, es el reflejo último de una forma
de gobernar clientelar, mezquina, donde la confrontación y la arrogancia, la
manipulación y la amenaza, el miedo y el recurso a la violencia desgarran la
fibromialgia de un país con unos recursos extraordinarios y donde ahora mismo
la pobreza, la miseria, la escasez significan y simbolizan el hundimiento y el
caso de un sistema y de una economía. Peor no se podía hacer.
Sólo
les quedaba un último recurso, al amenaza y la apelación al estado de excepción
como cortafuegos violento ante la contestación, cada vez mayor, de una sociedad
tan fácilmente manipulable por promesas efímeras y hoy vacías como cansada y
lastrada por años donde la venda se ha caída forzosamente de unas anteojeras
donde muchos no querían ni quisieron ver nada.
Sin
recursos y bienes imprescindibles, con una escasez de productos lacerante, sin
asegurar tres comidas al día, sin alimentos en los comedores escolares de
algunos barrios, sin medicamentos necesarios e imprescindibles, con un mercado
negro que parece una montaña rusa, con una inflación que llegará a los cuatro
dígitos en breve si no lo ha hecho ya, con un país saqueado y un erario
noqueado sin escrúpulos por los prebostes del poder y los oligarcas de un
chavismo que se ha convertido en la quimera más grande de Latinoamérica, con un
derroche abismal de recursos, con unas políticas públicas infaustas y
autodestructivas en inversiones tan absurdas como incontrolados, con
resquebrajamiento legal e institucional vergonzoso con un poder judicial títere
y rehén del chavismo, con una inseguridad jurídica que atropella derechos y libertades,
la nueva burguesía chavista ha roto el país en dos y ellos consolidado el
expolio. Políticos, funcionarios, militares y miembros del partido han llevado
al abismo al país. Sin importarles nada. Venezuela es hoy un espejismo
esperpéntico de lo que un día, no tan lejano fue. Sin que éste fuere perfecto y
manifiestamente mejorable, dos décadas después el experimento ha explotado
hundiendo la economía, la sociedad fracturada en mil pedazos y lo institucional
una copia vergonzosa y lastimosa de lo que un día fue.
La
violencia -Caracas es una de las ciudades más violentas del mundo, poco o nada
se sabe de otras ciudades del país caribeño donde el hermetismo y el silencio u
omertà es proporcional al miedo y a la impunidad de gobernantes, poderosos oligarcas,
funcionarios y algunos militares-, el tráfico de drogas y la corrupción, el
cáncer espoleado y agitado a enésima potencia durante estos quince años, y
agravándose a lo que ya era genético en la política venezolana y de tantos
otros lares no solo latinoamericanos, han campado a sus anchas.
No
hay espacio para la anécdota y sí para la tragedia, el drama de un país rico en
sus recursos y esquilmado por ávidos sin escrúpulo. La manipulación mediática,
el miedo y la amenaza gansteril cuando no caciquil para cerrar cualquier medio
crítico, la persecución de la oposición, la farsa judicial en el juicio sin
garantías procesales ni constitucionales de ningún tipo a dirigentes y alcaldes
de la oposición encarcelados ominosamente, asesinatos de políticos y dirigentes
de la oposición, la polarización de quintas columnas chavistas y perfectamente
adiestradas y armadas, la erosión de la educación por el adoctrinamiento de
confrontación, el hundimiento y colapso de la economía, la hiperinflación, el
control de precios hasta el absurdo que no cubre ni siquiera los costes
marginales de producción, el mercado negro, la restricción de agua y de
energía, luz, el cierre de la semana laboral a dos días para funcionarios, la
imposibilidad de proveerse de alimentos y medicinas por la población tras horas
y horas de colas interminables, son el pan de cada día, azuzado por la
inseguridad, la arbitrariedad del poder y el fantasma del miedo.
El
país rico que ha regalado y subvencionado petróleo a muchos países, que ha
encendido esa mecha bolivariana que es un epítome de falsedad y mentira como
todos los populismos y que hoy se ve, miseria, confrontación y dictadura,
colapsa. Y con ella un país que no se merece esta deriva, este permanente
engaño. Llegan horas convulsas para un país que necesita libertad, democracia y
justicia. Hoy no la tienen. Y el precio será alto. Demasiado alto.
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