Revista
Proceso
# 2070, 3 de julio de 2016...
México:
percepciones y datos sobre terrorismo/ERNESTO VILLANUEVA
El
ataque terrorista perpetrado en Turquía en días pasados ha puesto en jaque las
tendencias observadas en los años recientes y pone de relieve la distancia
entre datos duros y las percepciones de los mexicanos sobre el tema.
De
acuerdo con la más reciente edición del Índice Global sobre Terrorismo 2015,
elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, con sedes en Sídney,
Australia; Nueva York, Estados Unidos; y Oxford, Reino Unido
(http://economicsandpeace.org/wp-content/uploads/2015/11/Global-Terrorism-Index-2015.pdf),
Turquía no está en los primeros lugares de países con incidentes de terrorismo
(para este índice, un acto terrorista es aquel cometido por grupos o personas
ajenas al Estado con la intención de causar violencia o amenaza de causarla) al
estar en el lugar 27 del ranking del citado índice. Los países con mayor
incidencia de actos de terror son, en orden descendente: Irak, Afganistán,
Nigeria, Pakistán y Siria. De la misma forma, Turquía no aparece en la lista de
los 10 primeros países con incidentes de terrorismo del año 2000 a 2014,
periodo que abarca el estudio.
La
primera lectura es que no hay, o son muy pocos, lugares seguros. México está
ubicado en el lugar 44 del ranking referido. Tampoco, por ende, se encuentra en
la lista de los 10 países con algún tipo de incidente terrorista de 2000 a
2014. Una reflexión lógica es que el país estaría fuera del radar de este tipo
de actos. El problema es que también lo estaba Turquía hasta que dejó de
estarlo.
Contra
lo que pudiera pensarse (porque ese no suele ser tema de conversación entre
amigos o familiares), a los mexicanos les inquieta muchísimo la amenaza de
actos terroristas. Según señala el World Values Survey (2010-2014) un estudio
que mide percepciones con cortes cada cuatro años
(http://www.worldvaluessurvey.org/WVSDocumentationWV6.jsp), a la pregunta:
“¿Qué grado de preocupación tiene de un ataque terrorista?”, 86.4% de los
mexicanos respondió que mucho (76.8%) o que sí les preocupa (9.6%). Sólo 13.6 %
dijo no tener ninguna preocupación (6.8%) o muy poca (6.8%). En Turquía, 68.1%
de sus ciudadanos dijo estar muy preocupado o preocupado. Sólo 29.7% dijo no
tener ninguna (7.4%) o poca preocupación (22.3%). Más todavía, es sorprendente
que la sociedad mexicana ocupe el tercer lugar en el nivel de máxima
preocupación por un ataque terrorista, sólo superado por Ruanda (92.8%) y Túnez
(91.4%). En el lado opuesto, Holanda es el país al cual menos le inquieta el
tema, habida cuenta de que sus ciudadanos que dijeron estar muy preocupados
representa 1.7%, seguido de Suecia con 4.5%.
El
gran problema es que México no está preparado para un ataque terrorista por más
que la retórica gubernamental diga lo contrario, en un esfuerzo para ofrecer
seguridad psicológica a los ciudadanos. La discusión se centra en la tensión
entre libertad y seguridad. Debe haber, sin duda, seguridad, particularmente en
los grandes centros de concentración humana, pero eso no debe restringir la
libertad, como pretendió el expresidente Felipe Calderón, y lo que logró
después de su fallida guerra contra el crimen organizado y el terrorismo es que
el país se quedó sin libertad y sin seguridad. Parafraseando a Jorge de
Santayana, quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo. De ahí, por
tanto, que la lección sobre este tema en el sexenio de Felipe Calderón debe ser
aprendida en su justa dimensión para que México no tenga caminos de regreso al
autoritarismo, ahora con el agravante de que se gobierna con un despotismo
iletrado. Y es que casi todos los centros de altísima concentración humana en
la Ciudad de México, por ejemplo, no tienen la capacidad estratégica ni
servicios de inteligencia eficaces para prevenir ataques terroristas como sí la
tienen, por citar dos casos que señala el índice comentado, el Reino Unido –que
sufrió 102 ataques terroristas y no tuvo un solo muerto en 2014– o Alemania
–donde se perpetraron 12 ataques sin ningún deceso en el mismo año–.
Con
base en el índice señalado, el problema en los países occidentales de los que abreva
(obviamente con carácter solamente aspiracional) el sistema de diseño
institucional de México, casi 70% de los ataques son llevados a cabo por lo que
el índice denomina “lobos solitarios”, que son simpatizantes espontáneos de
algún movimiento o detractores de una política pública, para diferenciarlos de
los grupos organizados trasnacionales, como el Estado Islámico. Esta
circunstancia hace más compleja su prevención y seguimiento, particularmente
por la ausencia de formación cognitiva de las fuerzas del orden y de los
servicios de seguridad en el país.
La
precariedad preventiva es tal, que un ataque, por ejemplo, en las instalaciones
del Metro de la capital del país en horas pico haría que lo ocurrido en Turquía
sea un juego de niños. Aquí en Proceso publiqué en su momento cómo el sistema
de videovigilancia y los llamados “biombos” o detectores de metales de ese
medio de transporte no funcionan o lo hacen sólo de manera simbólica, por
razones imputables a la corrupción de servidores públicos (http://www.proceso.com.mx/345314/metro-inseguridad-corrupcion-e-impunidad).
Lo
cierto es que debe coexistir la seguridad con la libertad, de suerte que se
garantice la máxima libertad posible con la mínima (pero efectiva) seguridad
necesaria en el país, que hoy no hay.
@evillanuevamx
ernestovillanueva@hushmail.com
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