Golpe
de efecto de Trump al reunirse hoy con Peña Nieto en México
El
candidato republicano busca mejorar su imagen horas antes de su discurso sobre
inmigración.
La visita relámpago responde a una invitacion de Peña Nieto
Nota de JAN
MARTÍNEZ AHRENS y SILVIA
AYUSO
El País, Washington
/ Ciudad de México 31 AGO 2016 - 00:18 CDT
Donald
Trump ha dado el golpe sorpresa.
Horas antes de su gran discurso contra la
inmigración, el multimillonario republicano blanqueará su imagen con un viaje
relámpago a México. Aunque se trate de una visita privada, la reunión este
miércoles con el presidente Enrique Peña Nieto muestra a las claras la
habilidad de Trump para apropiarse del escenario político y le proporciona una
inesperada plataforma desde la que recuperar un terreno donde las encuestas
marcaban un inexorable deterioro. Más difícil será la digestión para México,
cuya opinión pública, escaldada por la xenofobia y los vituperios del
republicano, verá cómo su presidente le da la mano al hombre que ha pedido
construir un muro para separar ambos países.
“Creo en el diálogo para promover
los intereses de México en el mundo y, principalmente, para proteger a los
mexicanos donde quiera que estén”, se justificó Peña Nieto en Twitter.
La
reunión se celebrará horas antes del “gran discurso” que Trump ha anunciado que
dará en Phoenix (Arizona) sobre inmigración, uno de los pilares de la campaña
del republicano y que se basa, al menos hasta ahora, en propuestas como la
construcción de un muro con México para impedir la entrada de inmigrantes
indocumentados. Durante el año largo que lleva en campaña, Trump ha calificado
a los migrantes procedentes del país vecino como “criminales” y hasta
“violadores” y ha criticado duramente el tratado de libre comercio con México y
Canadá por el daño que afirma hace en los trabajadores estadounidenses.
Frente
a estos ataques, la Administración mexicana ha reafirmado su decisión de “no
opinar ni involucrarse” en la campaña electoral estadounidense. Así lo reiteró
Peña Nieto durante su última visita a la Casa Blanca a finales de julio. “El
próximo presidente electo encontrará en México y en su gobierno una actitud
positiva, propositiva y de buena fe para engrandecer la relación entre ambas
naciones”, aseguró en Washington el mandatario mexicano.
En
sintonía con esta idea, el pasado viernes la presidencia mexicana giró invitaciones
a ambos candidatos estadounidenses. El gesto, bien recibido por los aspirantes,
no trascendió y fue visto como una oportunidad de oro por Trump. No tardaron en
reaccionar. El martes por la tarde, su equipo, saltándose las normas
habituales, anunció que al día siguiente su candidato estaría en México.
El
golpe de efecto fue acogido, en un primer momento, con perplejidad por la
diplomacia mexicana. Ni la Presidencia ni la Secretaria de Exteriores dieron
confirmación oficial de la visita relámpago y, fuera de los focos, subrayaron
que una reunión con el presidente de México no se improvisaba de un día para
otro. Pero a las pocas horas, esta actitud cambió radicalmente. A través de
Twitter, Peña Nieto confirmó la reunión. La decisión, según fuentes diplomáticas,
había sido adoptada directamente por él para “proteger los intereses de los
mexicanos”. "Puede ser beneficioso para México y fortalecer la
rectificación que ha emprendido Trump en su discurso", señaló un alto
funcionario.
La
apuesta es arriesgada. Desde que el huracán Trump apuntó a su vecino del sur,
las autoridades mexicanas han tratado de calmar las aguas y mostrar la mejor de
sus caras ante los vituperios xenófobos del multimillonario. Su objetivo
declarado ha sido evitar un incendio que beneficiase al republicano y quitase
margen de maniobra a Hillary Clinton, la aspirante que los mexicanos prefieren
de forma apabullante. Esta estrategia no ha evitado que el aspirante
estadounidense haya convertido a México en una de sus dianas preferidas.
Pero
el resultado no ha sido el esperado. Las encuestas han mostrado que sus ataques
a los migrantes le alejaban de las corrientes mayoritarias del voto. Consciente
de ello, Trump ha protagonizado en las últimas semanas un lento giro y ha
intentado congraciarse con aquellos a los que insultó.
Ahora,
con su viaje a México, Trump acelera vertiginosamente esta aproximación y
vuelve a situarse en el centro del tablero. La estocada es profunda. Su llegada
a la tierra que ha satanizado durante meses no sólo deja momentáneamente fuera
de juego a Clinton y pone en un difícil brete a Peña Nieto, cuya opinión
pública percibe a Trump como un peligro, sino que, sobre todo, le da oxígeno a
sí mismo, ofreciendo una imagen de moderación y concordia. Los elementos que
necesita para acercarse a su objetivo: la Casa Blanca.
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