El
Vaticano desautoriza la movilización antigay de los obispos mexicanos
El
nuncio lanza un pulso al cardenal Rivera y la ultraderecha al exigir que se
abandonen las hostilidades
JAN
MARTÍNEZ AHRENS
El País, México
8 NOV 2016 - 14:25
El
Vaticano desautoriza la movilización antigay de los obispos mexicanos
El
Papa ha ordenado frenar hostilidades en México. En un gesto de fuerza, el
nuncio apostólico, Franco Coppola, desautorizó públicamente las movilizaciones
contra el reconocimiento del matrimonio homosexual lanzadas por el sector más
conservador de la jerarquía. “Los mexicanos, más que enfrentarse, hacer
proclamas o marchas, tienen que sentarse a una mesa y hablarse. No hay que
tratar estos temas con los ojos de una ideología sino de la realidad concreta”,
afirmó monseñor Coppola en la mismísima Basílica de Guadalupe, la gran sede espiritual
del catolicismo mexicano.
La
llamada al orden vaticana tiene un claro destinatario. El episcopado local,
encabezado por el oscuro y poderoso cardenal Norberto Rivera, ha emprendido una
virulenta cruzada contra la decisión del presidente Enrique Peña Nieto de
avalar constitucionalmente las bodas gays. En esta guerra, los obispos no han
dudado en sacar de las catacumbas a la ultraderecha mexicana y ampliar el
perímetro de su ataque a toda la gestión del mandatario priista. Bajo consignas
homófobas, decenas de miles de católicos se han manifestado por el país en un
intento de imponer su agenda a un Estado que tiene en la laicidad una de sus
rasgos fundacionales.
La
andanada, cuyo vitriolo ha despertado la indignación de amplios sectores
ciudadanos, llegó a su cénit hace un mes de la mano del altavoz oficial del
cardenal Rivera y los obispos más retrógrados. En un incendiario artículo
publicado en el semanario Desde la fe, se atribuyó a los homosexuales todo tipo
de horrores: aumento de enfermedades de transmisión sexual, desestabilización
emocional de los menores, baja del rendimiento escolar e incluso una mayor
incidencia de agresión sexual: “Un niño tiene más posibilidades de sufrir
abusos sexuales de un padre homosexual”, afirmó el semanario de la
Arquidiócesis de México.
El
incendio había ido demasiado lejos. El nuncio, recién llegado a México, tomó
cartas en el asunto. El primer golpe llegó cuando acudió a finales de octubre
al Palacio Nacional a entregar sus cartas credenciales al presidente. Ahí
declaró que todas las personas que “forman parte de la diversidad sexual” deben
gozar de los mismos derechos que los otros mexicanos. “La sugerencia que tengo,
simplemente mirando al Papa, es que cada uno puede hablar en este tema si tiene
experiencia directa de acompañamiento a personas de este tipo”, dijo. Y en una
clara advertencia a Rivera y su cohorte recordó que el no iba a ser “un mero
observador”.
El
segundo acto vino una semana después. En un acto púbico, el cardenal Rivera, de
74 años, entonó un inesperado mea culpa y se excusó por haber empleado
“términos ofensivos” contra los que llamó “hombres y mujeres con atracción
hacia el mismo sexo”. Sus palabras fueron entendidas como una retractación
forzada por el Vaticano.
El
tercer y último capítulo se dio este lunes en la Basílica de Guadalupe.
Acompañado por el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, Francisco
Robles, uno de los pocos arzobispos alejados de Rivera, desautorizó
públicamente la ofensiva antigay. “No creo que sea bueno para el país
confrontarse por el tema del matrimonio igualitario e ir a una lucha y contar
cuántos son los que están a favor y cuántos son los que están en contra. Es
algo que toca a la Constitución y cuando se habla de Constitución es algo que
tienen que compartir todos los mexicanos o al menos una gran mayoría”, señaló
al tiempo que anunciaba que estaba dispuesto a recibir a los representantes de
la comunidad homosexual, aunque no como mediador. “Lanzar insultos y prejuicios
no sirve de nada; hay que comprenderse, entender”, concluyó Coppola.
La
decidida intervención del nuncio no sólo deja en fuera de juego al movimiento
liderado por Rivera y sus patricios, sino que marca el camino a seguir por la
Iglesia mexicana. Una senda que el Papa en su visita de febrero ya marcó con
claridad cuando, en la catedral de la Ciudad de México, de la que es obispo
Rivera, recriminó al episcopado su cercanía a los “faraones” y les exigió que
abandonasen sus intrigas palaciegas y saliesen a la calle a ayudar a los pobres
y oprimidos.
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