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La marcha por la justicia/Kemal Kılıçdaroğlu es presidente del Partido Republicano del Pueblo (CHP) de Turquía.
Traducción del inglés de María Luisa Rodríguez Tapia.El País, 8 de julio de 2017
El 15 de junio inicié una marcha por la justicia, de Ankara a Estambul.
¿Por qué?
Mi único propósito en este viaje de 450 kilómetros es buscar la justicia.
Me preguntan: “¿Se puede buscar la justicia en la calle?”. Por supuesto que sí. Si en tu país existen grandes injusticias e ilegalidades y los tribunales no cumplen con su labor hay que alzarse y emprender el camino, que es exactamente lo que estoy haciendo ahora.
Ese es mi único lema: Justicia.
El 15 de julio de 2016, nuestro país sufrió un sangriento intento de golpe militar, cuyos responsables eran, en su mayoría, oficiales seguidores del clérigo Gulen. Esa noche, los golpistas abrieron fuego sin piedad contra la población, mataron a 249 personas e hirieron a miles. Pese a ello, gentes de todos los sectores de una sociedad que ha acogido la democracia salieron a la calle para rechazar la abominable agresión.
Mientras asesinaban a nuestros ciudadanos en las calles, el Parlamento turco se reunió, con la participación de todos los partidos políticos, para respaldar la democracia, hacer pública una declaración común y aprobar la decisión de luchar unidos contra los golpistas.
Los militares que habían intentado derrocar la democracia turca y habían matado a nuestros ciudadanos, así como los funcionarios y civiles que les habían apoyado, serían juzgados y castigados. Además, el Gobierno tenía derecho a emprender las medidas legales necesarias para prevenir otros intentos de golpe en el futuro. Pero todas esas medidas debían tomarse con arreglo a la ley.
Por desgracia, no ha sido así. El estado de emergencia declarado el 20 de julio, cinco días después del golpe, se convirtió en excusa para actuar al margen de la ley y gobernar el país de forma arbitraria. Hoy, en la práctica, el Parlamento se ha convertido en algo marginal, y Erdogan gobierna el país a base de decretos. Estamos, sin la menor duda, ante un golpe de Estado civil.
Por si fuera poco, el 16 de abril de este año, en esta situación, se celebró un referéndum, sin el menor asomo de limpieza ni equidad. Sus resultados, más bien sospechosos, han hecho que nuestra atribulada democracia se aleje aún más del principio de la separación de poderes. El Estado de derecho ha quedado gravemente dañado.
El partido Justicia y Desarrollo lleva tiempo apartándose de la democracia. En la actualidad, Turquía cuenta oficialmente con un régimen unipersonal. Después de haber rechazado el golpe militar del 15 de julio, está sufriendo las devastadoras consecuencias del golpe civil de cinco días después.
Durante el año que se han sufrido estas consecuencias, muchos disidentes que no tuvieron nada que ver con el intento de golpe de Estado han sido detenidos, y se ha despedido a más de 10.000 funcionarios de sus puestos. A pesar de los meses transcurridos, ninguna de esas personas ha tenido todavía oportunidad de defenderse.
La independencia judicial ha desaparecido, y el partido en el poder es el que da las órdenes. Los jueces y fiscales que se niegan a juzgar sin garantías pueden ser expulsados de sus puestos y arrestados.
En la actualidad, se encuentran en prisión 159 periodistas y empleados de medios de comunicación, 12 diputados y cientos de intelectuales y profesores universitarios. Se ha vuelto imposible hablar de libertad de expresión y de prensa.
El último personaje público detenido es un parlamentario de nuestro partido, Enis Berberoglu, que, además de diputado, es un veterano periodista, con 33 años de experiencia. Antes de entrar en política, dirigió el diario Hurriyet durante años. No es solo a él al que se está juzgando, sino a la profesión periodística entera.
El arresto de Berberoglu fue la última gota. El 15 de junio dije: “No podemos seguir tolerando esta situación”. Y comencé nuestra marcha por la justicia.
Pero no marcho solo por él.
En mi país hay muchas personas, de todos los sectores sociales, que se enfrentan a la injusticia, la ilegalidad y la arbitrariedad. Mi marcha es por todas ellas.
En mi país hay muchas mujeres y muchos menores que son víctimas de la violencia. Se discrimina a la gente por su identidad, sus creencias o su estilo de vida. Mi marcha es contra esas injusticias.
En mi país hay más de un millón de menores que trabajan.
En mi país, cada año, mueren alrededor de 2.000 trabajadores en accidentes laborales.
En mi país, millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza y el hambre y trabajan por un salario mínimo, en condiciones inadecuadas.
Mi marcha es por todos ellos.
¿Ocurre solo en mi país? Por supuesto que no. La injusticia impera en el mundo en muchos aspectos.
La codicia de los poderes políticos y económicos ha ensangrentado el mundo. Los conflictos y las guerras civiles actuales causan la pérdida de miles de vidas inocentes. El terrorismo está presente en todas partes y mata a diario a mucha gente. Esa también es una flagrante injusticia, y también marcho por todas las víctimas del terrorismo.
La riqueza está mal repartida en el mundo. Hay demasiados pobres. Hay adultos y niños que mueren de hambre. Mi marcha también quiere llamar la atención sobre esa injusticia.
Millones de personas que huyen de guerras entre Estados, guerras civiles, el acoso y el hambre se han visto desplazadas, convertidas en refugiados. Cada año, miles de esos refugiados que intentan llegar a los países occidentales en busca de seguridad, de pan para comer y de libertad mueren ahogados en las frías aguas del Mediterráneo. También marcho por esa injusticia, para que evitemos la muerte de más bebés como Aylan.
Nuestro mundo está siendo asolado; se destruye el hábitat de los seres humanos y otras criaturas vivas. Esta es también una injusticia crucial, y mi marcha también quiere recordar a toda la humanidad y a las generaciones futuras.
Presido el Partido Republicano del Pueblo (CHP), el fundador de la moderna República de Turquía y el introductor de la democracia en mi país. Mi marcha no es una acción desesperada contra las injusticias en mi país y en el mundo. A pesar de las presiones y los problemas, estoy profundamente convencido de que mi pueblo restablecerá la democracia y la justicia volverá a reinar en Turquía. También creo que es posible un mundo más justo y equitativo, porque conozco a muchas personas buenas y escrupulosas que están intentando dar con una solución para reducir las justicias en nuestro mundo.
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