29 oct 2017

El optimismo de Meade tiene un límite: "La pobreza, la gran deuda del país"/


El optimismo de Meade tiene un límite: "La pobreza, la gran deuda del país"/
CARLOS ACOSTA CÓRDOVA
Revista Proceso..#2139, 29 de octubre de 2017

El más aventajado entre los mencionados como aspirantes a la candidatura del PRI a la Presidencia, el que más pasarelas ha transitado, José Antonio Meade, se dice dispuesto a “seguir en el desarrollo de una trayectoria en el servicio público” a partir de una visión más que optimista del presente y el futuro del país, con el cual sólo hay una gran deuda: la pobreza. En entrevista con Proceso, el secretario de Hacienda defiende a ultranza la política económica de los últimos sexenios, ensalza a los políticos que apoyaron las reformas estructurales, justifica la falta de crecimiento y el incremento de la deuda pública y es rotundo cuando afirma: “Estamos en la ruta correcta”.
José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda y Crédito Público y el más aventajado de los aspirantes del PRI a suceder a Enrique Peña Nieto, lo tiene claro: “En las dimensiones sociales, en el reto de abatir la pobreza, es donde tenemos la deuda más grande con el país; es ahí donde la economía mexicana tiene la agenda más inacabada”.

Reconoce también que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue excluyente, no generó los empleos ni el crecimiento económico prometido, pues sólo apostó al sector externo sin impulsar medidas para fortalecer los motores de la economía interna.
Pero también defiende el espectacular crecimiento de la deuda pública y el aumento a los precios de las gasolinas, así como rechaza que las reformas estructurales, por no generar el crecimiento económico prometido, hayan sido un fracaso.
En entrevista con Proceso, el martes 24, acepta hablar lo mismo de economía que de política, pero es parco cuando se le pregunta por sus “posibilidades” presidenciales.­
Escurridizo en los temas políticos, dispuesto pero desesperante en sus respuestas –no se anima a ser claro y directo en materia económica y financiera, ámbito en el que ha ejercido más de 26 años–, Meade se abre apenas un poco. Muestra sus tablas, sus conocimientos, su experiencia, pero no cede a provocaciones… y también es evasivo, pero sobre todo desborda un optimismo que todo lo ve bien ahora y avizora un futuro promisorio. “Estamos en la ruta correcta”, dice.
Meade –de 48 años, abogado por la UNAM, economista por el ITAM y doctor en economía por Yale– ha servido a gobiernos panistas, pero no es miembro del PAN. También lo ha hecho en administraciones priistas, pero tampoco es militante del PRI. Eso sí, en las elecciones de 2012, tras más de cinco años sirviendo a Acción Nacional y siendo secretario de Hacienda en el último año del gobierno de Felipe Calderón, votó por Enrique Peña Nieto.
Por no ser militante priista, pero sí uno de los favoritos de Peña Nieto a sucederlo, el PRI debió modificar sus estatutos para que pudiera competir por la candidatura presidencial de ese partido.
Indefinición
–Conforme se acerca el tiempo de decidir las candidaturas presidenciales, está claro que usted es el más visible, el que más se mueve, el que más simpatías concita. Basta ver cómo lo recibieron y despidieron en las cámaras de Diputados y Senadores, como candidato de facto. Es el gallo, sin duda, de los empresarios. Es la estrella en los foros públicos. ¿Cómo aprecia todas esas muestras de reconocimiento, de confianza, de preferencia?
–He hecho una trayectoria de servicio público, he buscado desde mi familia la vocación de servicio público en los espacios que se me han ofrecido desde la administración. Y siempre en el servicio público el hecho de que ese trabajo, ese desem­peño, sea reconocido, pues es algo que uno agradece y que a uno lo distingue.
–¿Pero eso lo convence, le da ánimo para decir: “Sí voy”. “Sí quiero ser presidente”?
–Me da ánimo y energía para seguir en el esfuerzo y para seguir en el desarrollo de una trayectoria de servicio público, con independencia de lo que esa trayectoria depare.
–¿Por qué tan parco, secretario? Hace dos meses platicamos muy en confianza y me dejó la impresión de que le gustaba más el Banco de México que la Presidencia. No me lo dijo abiertamente, pero con esa impresión me quedé, por lo que me decía de la mala relación con Estados Unidos, el Congreso dividido aquí, la interminable guerra contra el narcotráfico, entre otras cosas. Pero desde hace rato ya no lo veo así. Los procesos se acercan. Regálele a nuestros lectores una respuesta más clara. ¿Le gustaría la Presidencia antes que el Banco de México?
–Es cierto que he sido consistente en mi respuesta, porque los tiempos, los desem­peños, el encargo, tienen también sus propios calendarios, y conforme a esos calendarios, sin ser ajeno al contexto electoral, sin ser ajeno a las expresiones que yo agradezco, hoy me siguen teniendo en condición de secretario de Hacienda y cumpliendo con mis responsabilidades.
–Hay una parte de su discurso político que no me gusta. Varias veces se ha referido a la “generosidad” de la clase política mexicana. Al término de su comparecencia en la Cámara de Diputados, el jueves 5, hizo una verdadera apología de la clase política nacional: que gracias a ella hemos podido “construir en democracia”, sacar adelante los paquetes económicos de cada año, generar consensos… Yo no he visto esa generosidad ni las virtudes y bondades que le ve usted a la clase política del país. Yo más bien he visto mucha mezquindad y un profundo afán por cuidar los intereses personales y de partido.
“Es público que en materia de reformas estructurales, para conseguir las mayorías necesarias para aprobarlas, muchos diputados recibieron ‘gratificaciones’ para dar su voto en favor. Y lo que ya es una costumbre, y sabido públicamente, es lo de los famosos ‘moches’. ¿Qué dice de todo esto?”
–Mira, si uno revisa de 1997 para acá, este es un país sin mayorías, este es un país que ha construido en pluralidad. Si uno revisa en el extremo, en la última parte del sexenio del presidente Calderón, menos de la tercera parte de los diputados eran del partido del presidente en ese último tercio. Y el país enfrentó contextos difíciles.
“Si uno revisa una forma de medir el riesgo país, es viendo cómo cotizan los CDS (credit default swap), lo que paga uno para asegurar la deuda de México. Poquito antes de que se aprobara la reforma de 2009 (el año más crítico de la crisis internacional, que significo un severo desplome de la economía nacional), la prima que tenía que pagar México alcanzó su máximo histórico en más de 600 puntos base, creo que eran 635 puntos base, al poco tiempo de aprobar la reforma se recuperó la confianza en el país.
“Y sí, creo que hay ciertamente incidentes de reformas que se quedaron cortas (el sexenio pasado), esfuerzos que no lograron un entorno o un balance legislativo adecuado, pero también puede uno acreditar que hubo muchas reformas profundas, las que aquí referimos, pero muchas instancias donde en momentos difíciles los partidos se pusieron de acuerdo para darle al país los elementos que necesitaba para enfrentar espacios muy complicados.
“Y creo que a quien habría, si acaso, que reclamarle es a quien no ha sido parte de esos diálogos. Los consensos pueden haber sido insuficientes, nos pudimos haber quedado cortos, pero nunca nos faltó un consenso, y se construyeron en momentos bien difíciles, al amparo de decisiones bien complicadas.
“Y creo que eso abona a favor del diálogo, eso abona a favor de ser capaz de anteponer intereses, eso abona a favor de que en estos últimos 20 años nadie ha ganado todo, nadie ha perdido todo, y todos hemos estado en la posibilidad de dialogar y generar consensos que le han permitido al país transitar por momentos muy difíciles.”
–No entiendo… ¿los “moches”, las prebendas, tienen que ser parte de los acuerdos, de los consensos?
–Yo no tengo ninguna duda de que las negociaciones, todas, y los consensos, deben hacerse sobre bases transparentes, y sobre bases de las que debamos y podamos sentirnos contentos, orgullosos, y sobre bases, además, de las cuales puedan rendirse cuentas.
Deuda creciente
–Vayamos a la economía, secretario, si me permite. Una de las cosas que la autoridad no ha logrado explicar de manera clara, y que inclusive la Auditoría Superior de la Federación le ha reclamado, es el espectacular crecimiento de la deuda pública neta. Andamos en cerca de 10 billones de pesos, que es más de 50% del PIB. El FMI dijo que en 2016 cerró en 56%. Hay cifras discrepantes. Lo cierto es que no se entiende un aumento de 15 puntos porcentuales del PIB en sólo cuatro años de gobierno. Es una barbaridad. La gente se pregunta por qué se pidió prestado tanto dinero, qué se hizo con él… si la inversión pública ha sido mínima en el sexenio y el gasto público no ha aportado al crecimiento económico y éste ha sido francamente mediocre.
–Primero hay que poner en perspectiva algunos de los números. El crecimiento de la deuda va a ser más cercano a 10%, 11% del PIB, que al 15%, de punta a punta de la administración. De la anterior administración se entregó la deuda como en 38% del PIB, y habremos de entregar en esta un poco abajo del 48%, en esa vecindad.
“Entonces, terminaremos con un crecimiento como de 10 puntos porcentuales, no muy diferente al crecimiento que vimos en la anterior administración. Y lo que nos encontramos desde la anterior administración y ésta fue un entorno difícil de crecimiento global.
“México en diferentes momentos de esta última década ha venido usando su espacio fiscal, usó su espacio monetario, y es de los países que más se adelantó en cambiar la propia estructura de su economía. De hecho, el debate de la anterior administración era incluso si México no estaba siendo tímido en su impulso fiscal, si no debíamos habernos endeudado aún más.
“Hoy lo que tenemos son ya dos administraciones en las que la deuda juega un papel importante para contrarrestar lo débil del entorno internacional primero, para acompañar la entrada en vigor de las reformas estructurales y de la reforma fiscal después.
“Del incremento en deuda hay diferentes elementos en términos de su uso. Una parte de este crecimiento, más o menos la cuarta parte, se utilizó para fortalecer las finanzas de Pemex y de la CFE. La reforma energética le pedía a estas dos empresas que hicieran una reforma pensionaria, y ofrecía mejorar su balance hasta por un peso de cada uno de lo que estas empresas redujeran en sus pasivos; eso implicó más o menos dos puntos del PIB, que se reflejan como deuda por un lado, aun cuando en el balance de Pemex y la CFE se refleja como una mejora en su situación patrimonial. Esto explica más o menos la cuarta parte.
“Y el resto, pues se explica por el ánimo de acompañar a la economía en el contexto complicado. Creo que la deuda por sí misma, como instrumento, no debe satanizarse, y debe ponderarse si era o no la respuesta al contexto. Y perdón, nada más para ponderar el crecimiento, el ejercicio que tenemos que hacer es cómo habríamos crecido si le quitábamos a la economía el impulso que se dio por la vía de lo fiscal (en este caso, vía la deuda); y es muy probable que el crecimiento hubiese sido menor del que alcanzamos, si no hubiéramos podido darle ese estímulo, estímulo que hacia el cierre de la administración estamos quitando.”
–Fueron evidentes los llamados de atención del FMI por el crecimiento de la deuda mexicana. Se prendieron focos rojos. Las calificadoras nos pusieron en perspectiva negativa y el propio Fondo sugería un consejo fiscal independiente para darle transparencia al manejo de la deuda. Estábamos llegando a un punto en el que no podíamos tener más deuda, toda vez que nuestros ingresos tributarios apenas rebasaban 10 por ciento, y no tenemos la profundización financiera que nos dé la solvencia necesaria para soportar una deuda mayor.
–Y eso es justo lo que nos ha llevado a irle quitando ese estímulo a la economía y a consolidar nuestras finanzas públicas. Los ingresos tributarios mejoraron y eso le da a la sustentabilidad de nuestras finanzas públicas un mejor soporte. Hay un par de indicadores que son interesantes para este propósito. Un poco lo tributario pasó de poco menos de 9% a casi 14% del PIB, fueron cinco puntos de mejora. Y la razón entre deuda e ingresos tributarios disminuyó en consecuencia, en lo que va de la administración, de una razón de más o menos 4.2% o 4.3%, a una razón de entre 3.6% y 3.7%
“Si dividimos la deuda entre los ingresos que estamos recogiendo en lo tributario, tenemos hoy un mejor soporte sobre la base de los demás ingresos, que son más estables que los que teníamos al principio de la administración. Si comparamos a México con el resto de los países del G-20, los países emergentes del G-20, y con los países de Latinoamérica, en términos del esfuerzo de consolidación fiscal somos de los primeros países que nos movemos a regresar a tener superávit primarios, y que ubicamos nuestra deuda como porcentaje del PIB en una trayectoria decreciente.
“El tamaño de nuestra deuda –dice el secretario– no preocupa per se, en términos de que su nivel absoluto sea muy elevado. Preocupa un poco en términos del contexto, sobre todo por la incertidumbre de la negociación comercial, y si esta negociación comercial pudiera, en función de su resultado, tener impacto de crecimiento hacia adelante.”
Bajo crecimiento
–Otra de las cosas que la gente no cree, o no entiende, es la recurrente explicación del bajo crecimiento de la economía en este sexenio. El gobierno federal prácticamente interpreta como una hazaña crecer apenas por arriba de 2%. Pero curiosamente el público no lo registra así, tanto como las promesas que nos hicieron al principio. La gente dice, más bien: “no cumplieron, no sirvieron las reformas”.
–Yo creo que la explicación es que México buscó complementar sus fuentes de crecimiento inercial con nuevas fuentes de crecimiento. México fue muchos años un país de casi una sola historia por momento. Primero, en las décadas de los setenta-ochenta era el país del petróleo, y era un poco lo que explicaba la atención del mundo en México, que éramos un país petrolero importante, donde el petróleo explicaba buena parte de nuestras finanzas públicas y buena parte, además, de la participación que teníamos en el mundo; prácticamente todas nuestras exportaciones eran petroleras.
“A esa historia se suma una segunda, porque México nunca ha dejado de ser un país petrolero. Queda México como potencia y como plataforma exportadora. Si nosotros hubiésemos preservado esos dos instrumentos, si hubiésemos preservado una buena dinámica en lo energético y una buena dinámica internacional, si hubiésemos preservado las fuentes de crecimiento inercial, las reformas nos hubieran dado nuevas fuentes de crecimiento. Y lo que acabó sucediendo, en un contexto muy difícil, es que México pierde por el contexto de crecimiento inercial y se sustituye por el crecimiento que le dieron las reformas.
“Esto quiere decir que, en ausencia de las reformas, México muy probablemente hubiera enfrentado un entorno recesivo. Y lo que podemos ver con los números es, si tuviéramos el crecimiento inercial, si, por ejemplo, la plataforma se estabilizara, si el crecimiento de la producción industrial de Estados Unidos fuera como al principio del sexenio, pues el crecimiento en México hoy sería de más o menos un punto o 1.5 puntos porcentuales por arriba, y se acercaría bastante a lo que nosotros sentíamos que las reformas nos darían.
“Realmente, entonces, las reformas nos dieron lo que se comprometió, y lo que perdió México fue el impulso de lo inercial, porque cambió la inercia, y enfrentamos un contexto complicado que no se había anticipado.”
–Creo que era una explicación que hacía falta. Porque la gente lo que dice es: las reformas han sido un fracaso, no dieron el crecimiento prometido. Y hay que reconocer que ahí hay fallas de comunicación. Porque la idea del fracaso económico es lo que se queda en la memoria de la gente, y en tiempos electorales eso cobra otras dimensiones.­
–Creo que no ha habido tal fracaso. Si uno ve hoy al país, encuentra fortalezas que se sienten en las economías de las regiones, que se reflejan en el empleo que se ha venido construyendo, en un mayor proceso de formalización, en condiciones de mayor inclusión, y que se aquilatan sobre la base de lo complicado que ha sido nuestro marco.
“Y creo que vale la pena reconocer, sí, los muchos retos que tenemos. Un país que necesita crecer más, un país que necesita ser más incluyente.”


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