Antes del invierno
Este es mi tiempo, el otoñal, el último.
Ataré mi caballo del tronco de algún árbol
en el lindero de la selva oscura
y me extraviaré por los campos que huelen
a lentas flores tristes, a frases muy maduras,
a hierbas marchitadas por la helada nocturna.
Podré escuchar al grillo que intermitentemente,
solitario, afligido, guarda su violín...."
¡Ah!, el otoño, el otoño es aún mucho más rico,
más denso de secretos y también más profundo,
con días cual lagartos que pasean al sol,
noches de terciopelo y brillantes estrellas
que parecen aún más altas y lejanas
de este globo terrestre, cuya pequeña barca
gira rápidamente alrededor del sol,
al tiempo que nosotros, entre tantos aromas,
somos, presos del vértigo y locos de entusiasmo,
como niños que montan caballos 'de madera.
Pronto de todos modos va a descender la noche
y hacia las casas vamos llorosos, pues los padres
-o el destino- nos tienen prohibido
dar vueltas en la feria también después de muertos.
Otoño, otoño, ay, mi estación bien amada,
cuánto, cuánto te quise, pero ya envejecí
y si en los caballitos de madera
no puedo montar más, es ciertamente signo
de que les llegó a otros el turno y la ocasión
de que el gran torbellino los lleve en su locura.
#
Ven, canción de amor,
desde el corazón de los elementos
sobre el ala de la tormenta
con el aullido de la tempestad,
ven desde los abismos de la noche,
a caballo sobre los torbellinos
con el hervor de las aguas profundas,
que te llevan los pastores del aire
en tropeles de estrellas
ladradas por el trueno.
Ven, torbellino de fantasmas,
carro de nubes
fustigado por el relámpago
roto sobre el espinazo
de las tinieblas.
Ven, toro del crepúsculo
rasgado por el diente de la luna,
hoz surgida de las encías del celo.
Ven,
conmoción de la aurora
con la aureola del sol sobre la cabeza,
despierta
al nenúfar del lago,
la tórtola en el nido,
la voz de la fábrica en su pecho de metal,
el niño en los brazos del sueño,
desliga a los borrachos de las heces del vino,
las enamoradas de los enlazamientos de la carne,
las abejas
del calor del panal.
Ven sobre mil senderos,
nieves fundidas,
lluvias mezcladas de sol,
hierbas invasoras, esplendor de los campos,
hojas caídas,
racimos vendimiados, aplastados en el lagar,
balbuceo del mosto en los toneles,
y cristalízate de un golpe
en tres palabras
murmuradas por el hombre al oído de la amada,
envueltas en el beso,
apenas comprendidas,
frágiles y cálidas:
Estoy cerca de ti.
#
"....Mi corazón celebra, campana de la boda,
la gran fiesta del Siglo
cuando el alba despliega banderolas
de llamas y de sangre.
La savia sube, rica, por los tallos,
nuncio de una gloriosa primavera.
En el fértil y rico
terreno de mi alma,
he trasplantado
el árbol no terreno del amor entre los hombres,
y en un inmenso abrazo
rindo el espíritu y grito:
¡Vida, vida!
#
¡Oh, vosotros, los siglos, montones de ruinas!,
¿he de esperar aún el tiempo venidero,
pavo real de púrpura en lo alto de la casa,
cuando todo va a hervir, se va a quemar
y, flotando carteles y banderas,
va a transformar en lava las masas victoriosas?
Yo vestiré de negro
de arriba abajo
mi soledad.
Igual que el mes de agosto,
lloraré estrellas a montones.
#
Un día, por encima de los años, mi cuerpo
abandonará penas, alegrías,
la sed de ser, el sueño y los ensueños,
y despojándome de todo igual que la serpiente
de su vieja piel,
me deslizaré entre la hierba de los grandes silencios
fantasma de sátiro difunto,
y desde la insondable sombra veré la vida,
ella -con mozas gráciles y labios jóvenes,
y yo- con una copa destrozada en la mano.
Mis canciones, sonoras caracolas,
sin mí se quedarán en el ribazo,
amarillas, azules, rojas, blancas,
las finas espirales agudas hacia arriba.
En algunas, quizás,
los cangrejos de blandas espaldas
se acurrucarán
dejando sus tijeras cortadoras afuera,
temiendo a las estrellas de mar.
Otras, sin embargo,
los niños, dando saltos en la arena,
las alzarán al sol, resplandecientes,
y tal vez
sobre una,
alguna niña
apoyará el oído
para escuchar el son profundo de lo eterno,
en tanto que el ardiente ímpetu del futuro,
de una orilla a la otra,
sobre los continentes,
tejerá sus canciones nuevas sobre las ondas.
¡Ay! Y yo no estaré allí
y de los agujeros de mis órbitas
se escurrirán grandes granos de oscuridad.
Pero las caracolas rojas, gualdas, azules,
que los niños harán danzar al sol,
brillarán más hermosas,
y una muchacha encantará su oído
con la sonora caracola
oyendo el porvenir.
#
La huida
Ten cuidado, no pierdas un instante,
el más terrible perseguidor
de ti eres tú mismo.
Huye, huye, huye de ti, huye con todas tus fuerzas
porque nada puede haber más terrible
que sentir que nos agarramos nosotros mismos, furiosos,
por los hombros, por la cintura.
¡Detente! ¿A dónde vas? Porque tú has robado
y derrochado sobre todos los caminos
todas las monedas del amor, del orgullo.
¡Responde! ¡No huyas! Aturdido
te miras en tus propios ojos como en un espejo.
Quisieras mentir, pero ninguna mentira
es posible ante tu propio yo
cuando en verdad yo ignoro si hay alguna ventaja para ella en tales circunstancias
y para el que la dice, para aquel que la escucha,
aunque fuese mejor comprendida que en otro momento.
¿O conoces quizás otra salida? Párate, de pronto,
porque tu yo te adelanta
a fuerza de correr a tus talones,
y vuélvete de prisa y da marcha atrás.
#
He llegado a ser tu caja de caudales,
tu caja de secretas cerraduras,
y me has llenado de años,
moneda a moneda.
Ábreme, tiempo,
toma tus años,
todos,
o al menos algunos,
los últimos,
algunas decenas.
Yo te ofrezco a cambio
la plata de mis sienes,
las ricas pinturas
sobre los muros de mi alma,
mis sufrimientos
petrificados como en Pompeya,
bajo la lava, bajo las cenizas ardientes
de mi corazón,
las estatuas de mármol
-recuerdos de mujeres amadas-.
Yo te hago el don
de Castalia,
de mis lágrimas no lloradas,
y de todo,
a cambio de algunas docenas de años
que tú me has confiado,
y yo te ruego
de rodillas
que me los tomes de nuevo...
¿Por qué este silencio?
Parece como si no escuchases nada,
ni siquiera me miras...
En definitiva, esos años son los tuyos,
no los quiero;
tú me conoces, no soy un usurero,
no me gustan las riquezas.
¿Odié a los ricos
por ser yo
tan rico....
Abre,
vuelve a tomar los años,
vete, no te pido ningún alquiler,
aunque los haya alojado
en mi carne...
Tiempo, ¿estarás sordo?
¿Ya no comprendes el rumano?
No finjas, yo tengo bastante
con ser el depositario
de los centavos
de los años...
¿Pensaste que no los iba
a contar?
Pues bien, no. Al principio,
cuando todo me parecía
una burla, sí;
hoy estoy harto,
tus años pesan cada vez más,
su metal es cada día más sombrío,
su canto dentado hiere,
el águila tiene el aire de una fiera,
con cabeza de muerto.
No quiero nada más.
Me pongo de rodillas,
beso los bordes de tu eternidad,
me humillo ante ti:
no me abandones,
vuelve a tomar tus años,
no me hagas levantar la voz,
escúchame,
¡ábreme!
¡ Ah, miserable,
has perdido las llaves!
#
Un día
Un día nos llamaremos, sin oírnos,
uno de nosotros no responderá más,
un pájaro caerá, el ala muerta,
y mirará, el ojo temeroso,
hacia el bosque callado.
Vuelas para alcanzar el nido,
un ala sin fuerza lame la tierra,
y de la otra caen tibias gotas-coral.
Huyes para esconderte, más, ¿de quién?
Estás solo en la soledad,
y sin embargo, un corazón latía junto al tuyo.
¿Por qué no late ya?
¡Oh, si aún nos hubiésemos querido más,
entonces puede ser...!
Te sorprendes hablando solo,
el vacío te invita,
el silencio te escucha.
¿Quién ha cubierto el espejo con un velo negro?
En la mesa dudarás,
Tal vez mañana,
sin tomar la cuchara con la mano,
pero la silla quedará vacía,
oh, tú lo sabes.
Las rutas del otoño se volverán más largas,
sin ningún deseo de llegar hasta el fin,
sin ningún deseo de regresar a casa.
#
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
Mihai Beniuc, poeta rumano nacido Sebis, provincia de Bihor en 1907, difunto en junio de 1988
Desarrolló una importante obra como poeta, dramaturgo y novelista, convirtiéndose en gran baluarte de la literatura socialista rumana.
Licenciado en psicología, filosofía y sociología, fue profesor de las universidades Cluj, Sibiu y Bucarest, consejero cultural en Moscú durante dos años, miembro titular de la Academia Rumana y presidente de la Unión de Escritores de Rumania, cargo desempeñado por algún tiempo hasta su destitución en 1966.
Inició la carrera literaria en 1946 con la obra "Un hombre que espera el alba", seguida por títulos tan importantes como "Canto para el camarada Gh. Gheorghiu-Dej" en 1951,"La manzana junto al camino" 1954, "El corazón del viejo Vezuv" 1957, "Con una hora de adelanto" 1959, y
!Poesía", recuento de su obra poética hasta 1960.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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