En el quinto aniversario de la renuncia, una anécdota del ex secretario Xuereb a Vatican News: una llamada telefónica con el nuevo Papa después de la cena..
Vatican Insider.. 09/02/2018;
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
«Yo llevaba conmigo el portátil, llega esta llamada y le paso el teléfono al Papa Benedicto, y escucho que dice: “Santidad, desde ahora prometo mi total obediencia y mi oración”. Son momentos que no puedo olvidar…». Estas fueron las primeras palabras que dirigió el Papa emérito a su sucesor Francisco, el día de su elección. Las pronunció inmediatamente después de la cena, con un teléfono inalámbrico. Y Ratzinger pudo comunicar al nuevo Obispo de Roma, apenas elegido, las palabras que había pronunciado en el último encuentro con los cardenales antes de dejar la Sede Apostólica, cuando, sin saber quién habría sido su sucesor, les dijo: «Entre ustedes está también el futuro Papa, al cual prometo mi incondicional reverencia y obediencia».
El que reveló detalladamente lo que sucedió en Castel Gandolfo el 13 de marzo de 2013 por la noche fue monseñor Alfred Xuereb, ahora Secretario general de la Secretaría para la Economía, y entonces secretario particular de Benedicto XVI (2007-2013), y después durante los primeros meses de Francisco. Xuereb fue entrevistado por Alessandro Gisotti para Vatican News, el portal que engloba todos los medios de comunicación de la Santa Sede.
«¿Cuáles fueron los momentos más intensos? Obviamente –dijo Xuereb– los momentos relacionados con su renuncia. Sí, me acuerdo perfecto del 5 de febrero de 2013, cuando el Papa Benedicto me invitó a pasar a su estudio y me anunció la gran decisión de su renuncia. A mí, en esas, casi me salió espontáneo preguntarle: “Pero, ¿por qué no lo piensa un poco?”. Pero luego me detuve, porque estaba convencido de que ya había pensado mucho en ello. Es más, precisamente en ese momento me acordé de un detalle. Hubo un periodo, bastante largo, cuando él, en la sacristía, antes de empezar a celebrar la misa en la capilla privada, se quedaba largo tiempo en oración; y, a pesar de las campanadas del reloj, que anunciaba la hora de la misa, él las ignoraba y se quedaba recogido frente al crucifijo que está en la sacristía. Estaba convencido, entonces, de que estaba rezando por algo muy importante. Ese 5 de febrero, mientras escuchaba la gran decisión del Papa Benedicto, pensé: “¡Entonces, muy probablemente rezaba por esto!”. Luego, evidentemente, otro momento fuerte fue el anuncio público durante el Consistorio del 11 de febrero. Yo lloraba todo el tiempo y también durante el almuerzo él comprendió que yo estaba muy emocionado y le dije: “Santo Padre, pero, ¿ustede estaba tranquilo, sereno?”. Y él dijo con decisión: “Sí”, porque su trabajo ya lo había hecho. Él estaba sereno precisamente porque estaba seguro de haber considerado bien la cosa y que estaba en paz, ¡en la voluntad de Dios!».
«Un momento muy fuerte –dijo el prelado maltés en la entrevista– para mí fue el momento de su despedida, porque él me repitió: “Usted irá con el nuevo Papa”. Y entonces, cuando después fue elegido el Papa Francisco, le escribí una carta insistiendo en su disponibilidad de dejarme libre si tuviera necesidad de mí. Y cuando llegó el día de dejar Castel Gandolfo para irme con el Papa Francisco, desde la Secretaría de Estado me dijeron: “¡Apúrate, haz las maletas, porque el Papa Francisco está abriendo solo la correspondencia!”, yo entré al estudio del Papa Benedicto para anunciárselo y para pedirle, llorando, su bendición; él se levantó con mucha serenidad, yo estaba de rodillas, y me dio la bendición con la que me dejó ir».
Xuereb también cuenta que se reunió hace poco con el Papa emérito: «Me invitó para el día de mi cumpleaños (el 14 de octubre, ndr.), para celebrar la misa y desayunar. Me pareció encontrarle con una mente muy viva, preguntaba muchas cosas… Después, las miradas que me echaba durante el desayuno me hicieron pensar: “¡Pero, qué contento estoy de volver a verte!”. ¡Se acordaba perfectamente incluso de detalles de mi familia, de mi madre y hasta de los gatos de mi mamá! Obviamente, está muy frágil físicamente. Ya casi tiene 91 años. Mi madre, que “solo” tiene 82, ¡no tiene las condiciones físicas que tiene él!».
Sobre el gesto de la renuncia, Xuereb dijo que se trataba de algo «grandioso» y «heroico». «Él comprendió especialmente durante el vuelo a México que ya no estaba en condiciones de hacer viajes largos. Y poco después habría llegado la Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil, y se daba cuenta de que ya no podía viajar, hacer todos esos esfuerzos… Hizo un acto heroico, según yo, porque pensaba más bien en la Iglesia, en el amor por la Iglesia, que era mucho más grande que el amor por sí mismo, por su ego. No le preocupaba lo que algunas personas o ambientes pudieran decir sobre él, que tal vez no tenía el valor para seguir adelante… Él siempre ha estado sereno; habiendo comprendido que Dios le había pedido que hiciera este acto de gobierno, amando más a la Iglesia que a sí mismo».
En relación con la relación cordial entre Benedicto XVI y su sucesor, Xuereb dijo: «Antes de que el Papa Francisco saliera ante el mundo, desde la Logia de la Basílica de San Pedro, él trató de llamar por teléfono al Papa Benedicto para saludarle. Nosotros estábamos en la sala de la televisión, en donde el teléfono siempre está silenciado, por lo que no escuchamos, y esto explica por qué el retraso del Papa Francisco para salir a la Logia. Después nos llamaron de nuevo durante la cena y preguntaron: “Pero, ¿dónde estaban?”. “¡Estábamos viendo la tele!”. “Les va a hablar el papa Francisco después de la cena”. Yo llevaba el portátil, llega esta llamada y le paso el teléfono al Papa Benedicto y escucho que dice: “Santidad, desde ahora prometo mi total obediencia y mi oración”. Son momentos que no puedo olvidar…».
Para concluir, el ex Secretario del Papa Ratzinger subrayó que la decisión de «vivir una vida retirada» surgió «precisamente para poder prepararse al encuentro final con el Señor», pero, «mientras hace esto lo vive con profunda espiritualidad, ofreciendo oraciones y ofreciendo también la fragilidad de su condición de salud a favor de la Iglesia, por el papa y por la Iglesia».
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