1 dic 2018

Jorge Medina Viedas/Edgardo Bermejo Mora

Jorge Medina Viedas/Edgardo Bermejo Mora
La Crónica,  2018-12-01;
Ha muerto Jorge Medina Viedas. La educación universitaria, el periodismo, la política y la lectura como hazaña de la libertad lo resumen como intelectual y como servidor público.
En 1981, siendo muy joven —36 años— tuvo a su cargo la Rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa en un tiempo convulso para la vida universitaria del país. Comenzaba la década de los ochenta, y aún se resentían en la política universitaria los exabruptos de las corrientes más radicales que habían optados por opciones armadas como vía opositora —cuyo centro de reclutamiento y operaciones justamente encontraba en las universidades un semillero importante; o bien grupos de filiación comunista prosoviética o trotskista o maoísta y un largo etcétera— que imponían su hegemonía en los planes de estudio, formas de gobierno y destino de los planteles de educación superior.

Como rector debió, con mano firme, mantener a raya a las expresiones más radicales dentro de la UAS, particularmente a una corriente cuyo mote, “los enfermos”, describía con elocuencia su condición talibán. Con la otra mano debió obtener recursos de la Federación para reconstruir una universidad en ruinas, y eso le granjeó buenas relaciones en la SEP y el reconocimiento de su titular, don Jesús Reyes Heroles. Puente entre lo marginal y lo central, en ese natural pragmatismo se resumen sus talentos y habilidades políticas.
Me parece, pues, que ese lustro al frente de la UAS definen en mucho su perfil y su temperamento político:  un militante de izquierda que emprende gradual y de manera incesante la transformación hacia el centro moderado y liberal, un estudioso y admirador de la transición política española —donde realiza su doctorado años más tarde, con una tesis sobre las élites políticas mexicanas dirigida nada menos que por Rudolfo Paramio, y publicada años después por la editorial Cal y Arena—.
Como otros de su generación, en la búsqueda de nuevas definiciones políticas encontró en las franjas menos anquilosadas del PRI una alternativa, y, como muchos de su generación, la promesa modernizadora del salinismo llamó su atención, y esto a su vez abriría la puerta de las afinidades electivas que le condujeron más tarde a los círculos más cercanos de Luis Donaldo Colosio y a compartir la orfandad que Lomas Taurinas le trajo a su grupo.
En estos años de nuevas definiciones logra finalmente canalizar sus impulsos profesionales y sus apetencias ideológicas   en el ámbito de la comunicación social desde posiciones de gobierno.
Así fue como lo conocí a principios de 1995, cuando por una recomendación generosa de mi amigo y maestro Raúl Trejo Delarbre me dio empleo como su asesor en la Agencia Mexicana de Noticias (Notimex), donde había sido nombrado director general en tiempos de Ernesto Zedillo como presidente. Antes ya había estado al frente del Imer y de RTC.
Tenía yo 27 años, tras una larga espera, me recibió en su despacho del piso quinto del edificio de Morena 110, en la colonia del Valle. Me hizo un par de preguntas sobre los artículos que le había mandado a manera de muestra de mi trabajo. Me preguntó si me gustaba el beisbol y si me gustaba la poesía. A todo dije que sí. Enseguida me confirmó que estaba contratado como su asesor.
El periodista y escritor Ariel González Jiménez —con quien lo unió una amistad vitalicia y una complicidad admirables— y yo éramos los más  jóvenes de un equipo donde abundaban los sinaloenses. Jorge mantuvo siempre un vínculo con su tierra natal y a donde iba solían acompañarle una runfla de paisanos.
La mejor manera en que se expresó aquel Chilorio power, como le llamábamos, fue un equipo de softball del que formé parte. Conservo aún mi uniforme, pero sobre todo conservo el recuerdo de aquella tarde que nos prestaron el  Parque del Seguro Social para realizar un juego de práctica. Poco tiempo después lo demolieron para construir sobre el territorio de mis pasiones infantiles un horrendo centro comercial.
Le debo, pues, a Jorge Medina Viedas un empleo que resultó muy relevante en mi formación profesional, y también le debo el mareo existencial que me provocó jugar por algunas entradas la segunda base en la misma arcilla que años atrás pisara mi ídolo de la infancia: el Abulón Hernández, segunda base de los Diablos Rojos de México.
Como asesor del director de Notimex escribí muchas páginas para intentar explicarnos aquel México que se reconstituía tras los múltiples sismos del 94: Colosio, Ruiz Massieu, el zapatismo y el error de diciembre.
No siempre entendía el destino que tenían algunas de mis largas parrafadas que escribía por encargo, día tras día, hasta que una vez las vi reproducidas, línea a línea, en la columna Frentes Políticos, de Aurora Verdejo, una periodista de la vieja guardia que entonces publicaba diariamente en Excélsior.
Más estimulante resultó ayudarle en otras dos tareas que Jorge emprendió con gran tino:
La primera consistió en redactar un manual de estilo para la agencia. Ése sería acaso uno de sus mayores legados como director. Nos sirvió de modelo el manual de estilo de El País y el la agencia EFE. Que yo sepa, aquel manual continúa vigente hasta nuestros días.
La segunda, construir la primera plataforma digital para la agencia. En efecto, Jorge tuvo la visión de dotarle a Notimex de un nuevo formato  en los albores del internet. Durante su gestión nació la página web de Notimex, toda una novedad en aquel entonces, y se crearon también servicios noticiosos en inglés y en portugués.
Algo que se propuso quedó pendiente al final de su gestión y en algún sentido continúa así: la idea de transformar a Notimex en una auténtica y moderna agencia de Estado. Un medio autónomo, autosustentable, montado en la ola de las nuevas tecnologías, con credibilidad, participación ciudadana y capacidad para competir en el mercado internacional de la información. Muchos años después tal intención quedaría en el papel, pero no en la realidad. Notimex, tristemente, no ha logrado dar tal salto que Jorge Medina Viedas vislumbró hace un cuarto de siglo.
Descanse en paz. (continuará).

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