El Sol de México, jueves 2 de enero de 2020..
JUAN VELEDÍAZ/ columna.
Revelaciones e imprecisiones
La historia atrapa desde el inicio porque no es usual que el hijo mayor del hombre que controla el tráfico de drogas en el país, revele episodios desconocidos de la organización asentada en Sinaloa.
Con esa baza de por medio, al pasar las primeras páginas del libro “El Traidor”, escrito y publicado hace unas semanas por la colega Anabel Hernández, brotan de inmediato imprecisiones que sin demeritar el trabajo, le restan calidad periodística.
La fuente principal se llamó Fernando Gaxiola quien se presentó como abogado de Vicente Zambada Niebla, hijo de Ismael “el Mayo” Zambada García. Gaxiola la contactó poco después de que publicó su libro “Los señores del narco” a principios del 2011, desde entonces tuvo contacto con él hasta finales del año 2015 cuando murió.
Por medio del abogado, la reportera recibió los escritos hechos en prisión de Zambada Niebla, que son presentados a manera de un diario. Una de las joyas periodísticas es el autoretrato del “Vicentillo”, donde se dibuja con cara de payaso y es la portada del libro.
Gaxiola adolece del mismo error que tuvo en 1999 el abogado de Amado Carrillo Fuentes, el capo conocido como “el Señor de los Cielos”, quien en su libro “La historia secreta del narco: desde Navolato vengo”, cuenta algunas historias que tras ser verificadas resultaron falsas. Poco después de que José Alfredo Andrade Bojorges lo publicara, desapareció y desde entonces no se sabe nada de él.
El caso de Gaxiola es diferente. Dice que “el Mayo” Zambada en realidad es y ha sido el poder real del narco en México. El dicho habría que contrastarlo, la figura de Juan José Esparragoza Moreno, que medio asoma en las páginas, tendría mas posibilidades de encajar en esa categoría. Y para explicar la trayectoria del “Mayo” hace falta perfilar entre otros a Inés Calderón, un capo muerto hace tiempo.
En la bibliografía sobre el tráfico de drogas en México, el libro de Anabel aporta un par de revelaciones importantes. La primera sería la figura de Antonio Cruz Vázquez, avecindado en Estados Unidos, casado con la hermana mayor del “Mayo” Zambada, y quien sería el equivalente a “su padrino”. La autora del libro nos dice que Cruz Vázquez era cubano, le decían “Niko” y estuvo procesado en la unión americana. En Culiacán se conocen fragmentos de vida de este personaje. Lo ubican como puertorriqueño y actor clave en la conexión hacia Sudamérica de los clanes que controlan el negocio desde los años setenta.
La segunda sería los acuerdos que Zambada y otros capos de la organización sinaloense tienen con la DEA por lo menos desde 1998 para permitirles traficar droga a cambio de información sobre otros traficantes. En este punto la autora tocó sin profundizar un elemento fundamental que está ausente en los libros sobre narcotráfico en México: los intereses geopolíticos de las agencias estadounidenses. En el ejército mexicano se sabe que la DEA y la CIA desde que la primera surgió en los años setenta, han tenido disputas hemisféricas que responden a la agenda geopolítica estadounidense.
¿Tuvo algo que ver eso con la descomposición que vino después de la caida de los hermanos Arellano Félix en Tijuana, los Carrillo Fuentes en Ciudad Juárez y los Beltrán Leyva en Morelos y Guerrero?
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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