Revista R, ENE-31-2021
Se vende, se renta, se traspasa...
Los anuncios en Polanco, la Condesa, San Ángel e Insurgentes son un reflejo del desastre económico que vive la CDMX a causa de la pandemia. Foto: Especial
Reportaje de Jorge Ricardo
Cd. de México (31 enero 2021).- De pronto es como si los anuncios dijeran otra cosa. Que hablaran de una bonanza inmobiliaria en toda la Ciudad de México: "Se vende", "Se renta", "Se traspasa", "¡Ya abrimos!", dicen. Como si ilustraran la bonanza y no, por ejemplo, del miedo que tiene el barrendero del edificio en Avenida Presidente Masaryk 145, en Polanco, antigua sede de la tienda de moda internacional Pronovias, a perder su empleo.
"Aquí trabajaban como 30 muchachas, unas vendiendo, otras cosiendo, más el gerente y más el del valet parking, y ya sólo quedo yo porque mi patrón ya no sabe qué hacer conmigo", dice, pensativo.
El edificio es de granito. Cuatro plantas, ventanales cubiertos con papel estraza. En una ventana queda un cartel de una novia que se asoma a la Avenida casi vacía donde sólo se oye el ruido de la escoba contra el cemento. "Se renta edificio comercial", ofrece el anuncio. "¿Se imagina, si los que pagan en dólares no tienen para rentar, ¿cómo estaremos los demás?", plantea el empleado.
Más allá, la sede de la joyería neoyorquina Tiffany & Co., que en 2019, antes del Covid, le prestó un collar de diamantes de 30 millones de dólares a Lady Gaga, cerró y descolgó el símbolo de su marca: un reloj, cargado por un Atlas. Lo mismo hizo la joyería Tous. Dolce & Gabbana está tapiada con maderas. En la esquina de Masaryk y Emilio Castelar, está el anuncio de Villa Azur, un restaurante que vino de Miami. Pero el edificio está vacío con su anuncio: "Renta".
"De la renta que pedíamos ya le bajé un 30 por ciento, pero ni así sale. No hay ventas, no hay ningún apoyo para nadie", informa la encargada.
"Fuimos jineteando el dinero (del crédito que recibí) y ahorita ya se acabó y pues ni cómo pagarle al banco. Mi primer pago era en septiembre, gracias a Dios no nos han pedido nada”, mesero.
"El Gobierno nos dejó solos. Pedíamos una prórroga en el pago de impuestos, en el de servicios de la luz, que se permitiera a 12 meses sin intereses, pero su única respuesta fue 'cierren y paguen los salarios'"
Francisco Fernández, Presidente de Canirac
Los anuncios en Polanco, en la Condesa, en San Ángel, en Paseo de la Reforma, muestran el desastre de la economía. En diciembre, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó del cierre de 1 millón 10 mil 857 empresas micro, pequeñas y medianas donde trabajaban 3 millones de personas.
Julieta Armada, de la inmobiliaria Vita Bienes Raíces, dice que tienen locales en renta de 10 mil pesos y de lujo en 400 mil, y que ninguno sale. Únicamente en ventas, la probabilidad de las muertes por Covid provocó cierta bonanza. Los departamentos de hasta 2 millones y medio en colonias como Pedregal de Santo Domingo se han estado vendiendo. "La gente decidió comprar, con créditos, porque si les tocaba la mala de morirse entraba el seguro y ya le dejaban algo a sus hijos", dice la vendedora.
En la Condesa las calles parecen adornadas por anuncios inmobiliarios. Departamentos, locales, antiguos restaurantes. En Tamaulipas 143, cerró el gimnasio Accent Cycling. "Desde mayo estamos ofreciendo el local y no se renta. Tenemos otro en el Centro Histórico los inquilinos no han pagado desde hace tres meses", expresa la propietaria.
"Lo que pasa es que el Gobierno nos dejó solos. Nosotros pedíamos una prórroga en el pago de impuestos, en el de servicios de la luz, que se permitiera a 12 meses sin intereses, pero su única respuesta fue 'cierren y paguen los salarios'. Y quien pudo los pagó un tiempo, pero la situación se volvió insostenible", dice el presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), Francisco Fernández. Él calcula que más de 90 mil restaurantes cerraron para siempre. "Hoy no hay futuro, hoy estamos sumidos todos en una crisis que no sabemos cuándo va a terminar", resume.
En Polanco, el Sir Winston Churchill's, de 48 años, de caoba y cristal cortado, lugar de reunión de políticos mexicanos, cerró en mayo y todos sus cubiertos se subastaron en junio. En la Condesa, el Lampuga, de mariscos mediterráneos, no volvió a abrir desde marzo. Tampoco el Lampuga Bistro Miyana, en la Colonia Granada. Entre los dos, empleaban a 100 personas. "Nuestro plan era abrir el 1 de mayo, pero cuando nos piden que hasta junio y luego que en julio y empezamos a ver los números y vimos que no íbamos a aguantar económicamente, entonces decidimos que el dinero que quedaba era para liquidar a los empleados y proveedores", recuerda su fundador, Emmanuel Zúñiga.
En el Centro Histórico, en Madero 23, cerró la Terraza de Don Bátiz, que según su gerente, Emmanuel Saucedo, daba empleo a 100 personas. El lugar sigue en renta igual que el edifico de la esquina de Madero y Bolívar. "Todo o en partes". Ahí estaba un Starbucks, la tienda American Bookstore, la zapatería Dorothy Gaynor. "Nosotros sí vamos a seguir aquí", dice y sonríe apenada una trabajadora del Burger King, con esa vergüenza con la que a veces habla uno de la buena suerte propia.
Sobre Insurgentes se renta el edificio donde estaba Metlife. En la Plaza Inn hay más de 15 en renta. En la esquina de Insurgentes y Avenida de La Paz, a través de los cristales de Bar Montejo se ve en primer plano las medidas que intentaron contener la pandemia: uso obligatorio de gel y cubrebocas, toma de temperatura. Al fondo, sillas y mesas abandonadas tienen manteles de polvo.
Sobre Avenida de La Paz, el edificio de la Plaza Versalles que tenía más de 20 negocios, chocolaterías, una joyería, salas de belleza, está en renta. La Trattoria della Casa Nuova, un restaurante italiano que daba empleo a 65 personas, ocupaba toda la planta alta. Su nómina era de 250 mil pesos, más 300 mil de la renta del lugar. "Fue más difícil tratar de sobrevivir", considera el dueño, Sergio Roterman. "Cerramos en marzo y en junio abrimos reducidamente. Llegamos bien que mal a las ventas navideñas pero llegó otra vez el semáforo rojo y los problemas nos acabaron de derrotar. Así que liquidamos y pudimos rescatar a 15 trabajadores para un nuevo proyecto que tenemos".
De las promesas a la realidad
Al inicio de la pandemia, la oferta del Presidente López Obrador fue prestar 25 mil pesos a 645 mil 102 microempresarios que tuvieran inscritos en el IMSS hasta 10 trabajadores. No se va a rescatar a los mismos de siempre, decía. Apuntaba a los empresarios que, según sus cuentas, han saqueado al País, pero en medio quedaron miles de trabajadores. Se inscribieron 900 mil microempresarios para el préstamo y sólo 191 mil 981 reunieron los requisitos. El resto de los créditos se dio a taxistas y a meseros.
El mesero Noé Moya obtuvo un crédito de 25 mil pesos. Recuerda que compró "chácharas": audífonos, cargadores de celular, carcasas, que vendió por un tiempo en el tianguis de Puerta Grande, en Álvaro Obregón. "Fuimos jineteando el dinero y ahorita ya se acabó y pues ni como pagarle al banco. Mi primer pago era en septiembre, gracias a Dios no nos han pedido nada", dice. Noé Moya tiene 45 años, tres hijos, una esposa y su madre también en casa. El Kiki Bar, en la Zona Rosa, donde trabajaba, sigue cerrado. "Recojo y vendo basura acá en Santa Fe. Lo bueno es que hay un comedor comunitario en Lomas de Becerra", confía.
Los restaurantes que han encontrado espacios al aire libre reabrieron hace unos días con horario hasta las 18:00 horas aunque los empresarios han propuesto horarios más amplios y escalonados para no saturar tampoco el transporte público. "¡Ya abrimos!", anuncian los negocios en esa fiebre que es la supervivencia, pero apenas es un respiro.
"La crisis económica tan profunda en México no es por la pandemia, es por el mal manejo que le dio el gobierno a la pandemia", asegura Giuliano Lopresti, propietario del restaurante Quebracho. "Los empleados estaban más seguros en sus empleos que yendo a vender al tianguis".
El empresario calcula que por cada fallecimiento oficial por el Covid-19 hay al menos cuatro personas desempleadas. Sobre el futuro, nadie puede imaginar nada. Ni cuándo ni cómo alguien responda a los anuncios, pero Lopresti plantea un motivo de esperanza: "Veo más conciencia de la importancia de que se generen empleos formales. Da tristeza, pero los trabajadores se van dando las gracias y diciendo 'ojalá me pueda volver a ofrecer el trabajo cuando le vaya mejor’".
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