Las capas de la ofensiva informativa de Putin/Paolo Gerbaudo es experto en política y tecnología del King's College de Londres y colaborador de Agenda Pública.
En los días de preparación de la invasión han sido muchos los bulos que han circulado por parte rusa para crear pretextos para justificar la intervención. En uno se veía un blindado supuestamente ucranio en territorio ruso, pero los verificadores lo han desmontado porque ese modelo no es del Ejército ucranio. También en otro vídeo se pretendía documentar un ataque ucranio contra un puesto de frontera y se ha documentado que no era verdadero. Verificadores como los que trabajan con Elliot Higgins, de la organización Bellingcat, que se ocupa de comprobar la información en las redes sociales, observan que el Kremlin parece apuntar más a la cantidad que a la calidad y que los bulos así producidos se pueden desmentir fácilmente. Por cierto, la producción de bulos es también una táctica utilizada por la propaganda ucrania. Un ejemplo es la leyenda creada alrededor del llamado “fantasma de Kiev”, un caza de la aviación militar del que se sostiene sin pruebas que ha abatido cuatro cazas rusos. Pero en el caso de Rusia, la operación de propaganda es mucho más sofisticada.
Ya hace muchos años que se habla de las tácticas de desinformación del Gobierno ruso, con Putin al frente. Por lo menos desde 2008 y la guerra contra Georgia, Putin ha invertido muchos recursos en el aparato de propaganda, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales. Es un sistema complejo con diferentes capas y con una finalidad común: imponer un marco de comunicación favorable al Gobierno ruso.
La primera capa de este sistema integrado de propaganda son los medios oficialistas, como la agencia de noticias TASS y la red de televisión internacional Russia Today (RT). A través de esos canales, el Gobierno ruso propone su visión de la verdad, al mismo tiempo que trata de desmentir las versiones de otros gobiernos.
Así pasó con el caso del exespía ruso Serguéi Skripal, envenenado en el Reino Unido junto a su hija con Novichok, un agente nervioso producido en Rusia. Los medios oficialistas rusos lanzaron muchas hipótesis alternativas, y a menudo poco creíbles, sobre quién era Skripal, para quién trabajaba, cómo había sido envenenado y de dónde llegaba el Novichok. Pero, al estar conectados al Kremlin, estos canales de información acaban siendo poco creíbles a largo plazo.
Otro nivel es el de los canales llamados alternativos, como los casos de las cuentas de Facebook y Twitter de Sputnik News. Este canal ha servido para atraer al público de las redes sociales, con un estilo más irreverente y menos institucional comparado con el de medios como TASS o RT. Publicada en 32 idiomas, la web se presenta como “una fuente de noticias alternativa” en conflicto con “la visión unipolar del mundo”. Expertos en desinformación han concluido que uno de los objetivos de estos canales pseudoalternativos es fortalecer el apoyo a fuerzas populistas en Occidente.
El nivel más bajo y con una mayor distribución es el que forman las cuentas anónimas que parecen operar de manera autónoma, en colaboración con idiotas útiles en Occidente que sean simpatizantes de Putin o personas fácilmente impresionables que no se dan cuenta de que lo que circula es propaganda. Detrás de estas redes aparentemente más difundidas se esconden a menudo organizaciones bien financiadas que se ocupan de producir contenidos, como la Internet Research Agency (IRA) de San Petersburgo, ligada al aliado de Putin Yevgeny Prigozhin.
Este es el sistema de “propaganda red” que se utilizó para tratar de influenciar en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, ayudando a Donald Trump a ganar a Hillary Clinton. Según un análisis, 146 millones de ciudadanos estadounidenses (más de los que participaron en las elecciones) vieron propaganda rusa en Facebook.
El trabajo de estos troles de Estado incluye no solo escribir artículos con noticias falsas, crear imágenes de propaganda, editar vídeos y audios e inventar fantasiosas teorías de la conspiración, como la famosa historia del Pizzagate, según la cual Hillary Clinton y su director de campaña, John Podesta, estaban involucrados en abusos a menores a través de una cadena de pizzerías. Una propaganda bastante casera, pero que funciona. O mejor, que funcionaba muy bien hasta que tras las presidenciales de 2016 el peligro de la desinformación se volvió más evidente y gobiernos y compañías empezaron a tomar contramedidas.
La cuarta capa, que se podría llamar la quinta columna, del sistema de propaganda de Putin son los medios de la ultraderecha internacional que, a menudo, han repetido y amplificado la propaganda del Kremlin. Particularmente importante es la cadena de televisión de Rupert Murdoch Fox News, una verdadera fábrica de teorías de la conspiración. Hace mucho tiempo que los presentadores de este canal de televisión repiten la desinformación producida por el Kremlin, lo que se intensificó durante la Administración de Trump.
En los últimos días, presentadores famosos como Tucker Carlson han apoyado a Putin afirmando que los ciudadanos de Estados Unidos “han sido entrenados en el odio a Rusia”. Carlson ha afirmado que la razón por la que Biden apoya a Ucrania son los intereses económicos de su hijo Hunter en la región. Y que Ucrania no tiene razón de existir como Estado independiente, exactamente lo que Putin repite desde hace muchas semanas.
Frente a esta operación de propaganda integrada, la estrategia informativa del Gobierno de Biden cuando se acercaba la invasión rusa fue tratar de volver a ganarse la confianza de una opinión pública internacional muy desconfiada tras los bulos utilizados por EE UU para justificar la guerra en Irak y las muchas mentiras y la desinformación asociadas a este y a otros conflictos. Información y material fotográfico recogido por espías estadounidenses sobre el movimiento de tropas rusas han sido publicados en los medios de comunicación.
Este tipo de estrategia resulta peligrosa desde el punto de vista del espionaje, dado que revela al enemigo lo que ya se conoce y expone a las fuentes dentro del aparato estatal ruso que facilitan la información. Pero es evidente que el Gobierno de Estados Unidos consideró que era un riesgo necesario para prevenir operaciones de “bandera falsa” por parte de Rusia y anticipar las tácticas de desinformación de Putin. Por el mismo motivo, Biden repitió obsesivamente que Rusia iba a invadir Ucrania. Veremos si esa estrategia funciona. Lo que es cierto es que la batalla informativa seguirá después de que hayan callado los cañones.
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