Tres historias del ‘Jueves Negro II’
Por Aarón Ibarra
Artículo publicado el 08 de enero de 2023 en la edición 1041 del semanario Ríodoce.
Entre el miedo, la desolación y el desamparoTres mujeres caminan sobre el bulevar José Limón. Se detienen unos instantes, dudan. Son casi las diez de la mañana del jueves 5 de enero. Buscan el modo de volver a sus hogares en la colonia Infonavit Humaya, al norte de Culiacán.
El resto de la ciudad luce abandonada. En las calles de la zona norte, los ruidos de motores de motocicleta, estruendos, detonaciones de armas de fuego y algunas explosiones, eran comunes. Es la segunda versión del “Jueves Negro”.
Alrededor de las 5:00 de la mañana un operativo desencadenó encontronazos a tiros entre elementos federales y grupos armados. Y aunque la consigna fue recapturar a Ovidio Guzmán, los hechos no se trataban de un deja vu.
Bloqueos por las principales vialidades del norte y del poniente de la ciudad marcaron las siguientes 12 horas. El humo en vehículos calcinados que fueron atravesados sobre vialidades, invadía la ciudad. Al menos 19 bloqueos en Culiacán.
Una escena similar se reprodujo el jueves 17 de octubre de 2019. Al igual que este, se intentó dar captura a Ovidio Guzmán. Los hechos terminaron con la ciudad tomada como rehenes por grupos armados para negociar la liberación de uno de los hijos de Joaquín del Chapo Guzmán.
BLOQUEOS. Por doquier.
La diferencia en este jueves 5, en una segunda versión de los hechos, es que la ciudad aún dormía cuando los hechos ocurridos en la sindicatura de Jesús María, situada al norte de la capital del estado, y donde el mismo gobernador Rubén Rocha Moya había acudido a celebrar una posada el lunes 19 de diciembre.
Villancicos, piñatas, rifa de regalos. Toda una fiesta en la comunidad que presumía paz. Y cuatro semanas más tarde, la lluvia de fuego despierta no sólo a la comunidad, sino a todo el Estado.
Pero de eso no estaban informadas las tres mujeres. Ellas trabajan como camareras en un motel en las cercanías. Su turno culminó a las seis de la mañana, pero una hora antes una explosión las alertó, y aunque en un principio pensaron en un accidente, afuera la realidad era otra.
“Estábamos en la lavandería del motel y escuchamos una explosión, pero pensamos que era un accidente, estuvimos como si nada porque eso pensamos, que era un accidente. Salimos para ver y pues nos dijeron que eran unas cosas de esas”, dice.
A unos metros de las mujeres un camión humea su carrocería. Quedó calcinado, sus restos reducidos a un esqueleto tiznado. Era un camión recolector de basura que, a primera hora, durante esa mañana, acudió a la zona a realizar sus labores. Fue despojado y sirvió como bloqueo junto a otros vehículos pesados e incluso otros ligeros.
El sonido del fuego consumiendo el metal es interrumpido por el estruendo de los motores de motocicletas.
Montadas por dos jóvenes, al menos seis motos circulaban en la zona. De un lado a otro, iban y venían. Su bolso de mano y un radio siempre a la vista, y a veces, también un arma.
La mujer no supera los 20 años de edad. Cubierta con una sudadera con capucha, platica agitada lo sucedido. Y a sus espaldas, el camión sigue expidiendo los humos de sus restos.
INCENDIO DE VEHÍCULOS. La pauta.
Otra de las mujeres interrumpe. Explica que familiares le recomendaron no salir. Ellas no sabían de qué se trataba.
“Debimos salir a las seis de la mañana y son las diez, pero desde temprano nos dijeron que no nos saliéramos porque estaba muy feo”, acota la otra mujer.
Metros al poniente, sobre la misma rúa, un hombre observa el fuego y humo que emanan de los vehículos incendiados. Es velador en ese sector y se pregunta cómo llegar a su casa. Vive en la colonia Amistad.
Tampoco sabía de qué se trataba, explica. Lleva horas esperando el camión y no pasa. Y es que el servicio se suspendió desde las primeras horas de la mañana, las pocas unidades que no lograron resguardarse sirvieron de material de bloqueo. Uno de ellos en el Infonavit Humaya, a unos metros de la Unidad Médica Familiar número 36 del IMSS. Es de la ruta Agustina Ramírez. Quedó atravesado para bloquear el tránsito vehicular pero las motocicletas pasan como si nada.
Metros al sur, justo en el paso peatonal de la clínica, pero en el carril opuesto, un tráiler cargado con mercancía es saqueado por vecinos del sector.
“Yo también tengo mis derechos”, justifica una de las personas.
Todo ese sector fue testigo de al menos 16 vehículos incendiados que sirvieron para bloquear vialidades, desde el bulevar Rotarismo frente al estadio de futbol, a la zona de la plaza Ibiza y el Salón 53.
También en la esquina de los bulevares Enrique Cabrera y Félix Castro y en la zona de plaza Sendero otros tres vehículos pesados. En la plaza las Carolinas otros cinco vehículos bloqueando el tránsito y adentro sobre la carretera las columnas de humo seguían.
En ese sector del bulevar José Limón, los jóvenes iban y venían. El Fili los saluda. Dice que los conoce, que no se mete con ellos ni ellos con él. También es velador del sector y desde temprano le tocó todo otra vez.
“Como con los guachitos, muchacho, ¿te acuerdas qué feo sonó esa tracatera?”, recuerda.
Se refiere al 30 de septiembre de 2016, fecha en que un convoy del Ejército fue emboscado por gatilleros en esa misma esquina del sector Espacios Barcelona. Luego vuelven los motociclistas.
“Esconde el celular porque los andan quitando, los andan quitando”, advierte el Fili.
Los motociclistas siguen de largo.
La tensa calma
En la esquina conocida como El Papalote, al norte de Culiacán, camina un hombre de la tercera edad. Se pregunta por qué está tan solo. Son casi las nueve de la mañana y luce desolado, sin camiones ni carros, nada.
Todo el ancho de la avenida Obregón, recién remodelada, está en soledad. El hombre iba al banco, explica, pero todo está cerrado. No sabía lo que sucedía como muchos otros que quedaron atrapados en el centro de Culiacán.
En esa zona un camión de la ruta Aguaruto-Centro está detenido en su paradero. Es sobre la calle Rubí, apenas pasando la Escobedo. Es el único camión en la zona, pero está abandonado.
Son casi las 10:30 de la mañana y tres hombres descansan sobre la banqueta a un costado del mercado Gustavo Garmendia. Trabajan del diario, es decir, si ese día no hay trabajo, ese día no hay comida.
“Queremos trabajo, oiga, no sabíamos de esto”, dice uno de ellos.
DESOLACIÓN. El toque de queda.
Algunos locales sí alcanzaron a abrir, como una birriería del sector. Según el líder de la Unión de Locatarios del Centro de Culiacán, Óscar Sánchez Beltrán, se giró la advertencia desde temprana hora para que evitaran exponerse, aunque algunos se anticiparon debido al horario en que abren.
“En un comunicado urgente estamos solicitando a toda la comunidad comercial y empresarial que no salgan de su domicilio, que cuiden la integridad física de sus trabajadores y estén atentos de los reportes de las autoridades de seguridad”, dijo.
En las horas siguientes el centro así se mantendría. La avenida Álvaro Obregón totalmente desolada. La violencia se trasladaría hacia el poniente.
Fue en la zona del Aeropuerto Internacional de Culiacán. Tuvo que detener operaciones, ni arribos ni salidas, todos a resguardarse. Incluso una aeronave recibió un impacto de bala. También en la zona del penal de Aguaruto.
Y mientras la información oficial se daba a cuenta gotas, apenas unas advertencias del secretario de seguridad Cristóbal Castañeda Camarillo. En sus redes sociales pedía a la ciudadanía no salir a la calle. Los despojos de vehículos se comenzaron a dar en algunas zonas sobre todo del norte de Culiacán.
En todo el estado, según el gobernador hubo 18 bloqueos de calles en Culiacán y alrededor de 250 vehículos robados en todo el estado. También 29 lesionados entre ellos ocho civiles y 21 elementos de seguridad.
Y casi 15 horas más tarde, el llamado sigue siendo el mismo: no salir a la calle. Ya son casi las ocho de la noche y Culiacán aún vive los estragos de su segundo “Jueves Negro”. Miedo y silencio en sus calles. Desolación.
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