Una silla vacía en Oslo para la Premio Nobel de la Paz: "Narges Mohammadi está en la cárcel, pero no la han silenciado"
PEDRO POZA MAUPAIN (Aarhus / Dinamarca)
EL MUNDO, 10 diciembre 2023
La activista por los derechos de las mujeres, encarcelada en Teherán por el régimen iraní, protagoniza la entrega de los Premios. Sus dos hijos recogieron el galardón en su nombre
Los hijos de la premio Nobel de la Paz recogen el galardón al estar presa en Irán
El Ayuntamiento de Oslo, entre Kiana y Ali, los gemelos de 17 años de Narges Mohammadi, se había colocado una silla vacía. Ella no estaba ahí. Al mismo tiempo, simbólicamente, sí estaba presente. La activista iraní recibió en ausencia el Premio Nobel de la Paz por su lucha a favor de los derechos de las mujeres y de la democracia, y en contra de la pena de muerte. Lo recogieron sus hijos, residentes en Francia junto a su padre, Taghi Rahmani. Mohammadi sigue encarcelada en Teherán, desde 2010, por «actuar contra la seguridad nacional y emitir propaganda contra el régimen».
Un gran retrato suyo con el pelo rizado suelto y una gran sonrisa cubría uno de los pilares de la sala y formaba el telón de fondo de la silla vacía situada entre sus dos hijos. Nadie, aparte de sus carceleros, sabe exactamente cómo pasó el día esta mujer de 51 años, una de las principales líderes del movimiento Mujer Vida Libertad, en su celda de la tristemente célebre prisión de Evin, en la capital iraní, donde permanece aislada mientras el mundo occidental le rinde homenaje.
Como se pudo apreciar en la transmisión de la ceremonia por parte de las cadenas públicas noruega y sueca, en la sala se respiraba una mezcla de rabia y esperanza cuando sus hijos agradecieron el premio con un conmovedor discurso escrito por su madre desde el cautiverio: «Sin duda, el pueblo iraní seguirá luchando por la libertad y la democracia, pero en su lucha necesita el apoyo de gobiernos, organizaciones y medios de comunicación de todo el mundo. Porque es la lucha común la que influirá en los gobernantes de Irán. Cuántos a más de nosotros encierran, más fuertes nos hacen».
Ya lo había dicho Berit Reiss-Andersen, presidenta del Comité Nobel: «Mohammadi está en la cárcel, pero no la han silenciado».
Cuatro horas más tarde, a algo más de 500 kilómetros de distancia, dio comienzo en la Koncerthuset Stockholm, la ceremonia de entrega del resto de los premios, menos emocionante, pero con su tradicional pompa y circunstancia. Con la presencia de la Familia Real sueca, que hizo su entrada al redoble de los tambores de la Orquesta Filarmónica Real, dirigida por Alexander Hanson. Muy serio el rey Carlos XVI Gustavo, con el clásico frac, acompañado sobre el escenario por la reina Silvia, de rosa, y la princesa heredera Victoria, con un vestido morado que no habría desentonado -broches, tiaras, medallas y bandas aparte- entre las ya ex ministras de Podemos.
Astrid Söderbergh Widdin, Presidenta de la Fundación Nobel, abrió la ceremonia con un discurso algo sombrío, vista la situación actual en el mundo, en el que aseguró que, «hoy más que nunca, necesitamos la visión de Alfred Nobel», fundador de los Premios.
En la capital sueca quien más atención concentró fue el escritor noruego Jon Fosse, ganador del Nobel de Literatura «por sus innovadoras obras de teatro y prosa que dan voz a lo indecible». Con su melena canosa recogida en una coleta, Fosse, de 64 años, recogió su medalla de manos del rey con una expresión de cierta perplejidad que denotaba tanta satisfacción como timidez. Un reconocimiento definitivo para una carrera que comenzó hace cuatro décadas y cuyo vasto catálogo incluye teatro, novelas, poemas, ensayos, cuentos y traducciones.
Escritos, además, en nynorsk, nuevo noruego, la menos extendida de las dos versiones oficiales del idioma, surgida en el siglo XIX, basada en dialectos rurales y creada con el objetivo de que resultase más diferente del danés que el noruego común. Para Noruega supone un triunfo histórico después de una larga espera de 95 años. Fosse es su cuarto Nobel de Literatura después de Bjørnstjerne Bjørnson (1903), Knut Hamsun (1920) y Sigrid Undset (1928).
Por lo demás, entre los discursos de presentación del resto de premiados, pronunciados en inglés con fuerte acento sueco, e intercalados con música de Berlioz, Mozart o Grieg, también recibieron sus medallas Pierre Agostini, Ferenc Krausz y Anne L'Huillier (Física); Moungi Bawendi, Alexei Ekimov y Louis Brus (Química); Katalin Karikó y Drew Weissman (Medicina); y Claudia Goldin (Economía).
Como en Oslo con Mohammadi, el discurso de presentación de Goldin, a cargo de Kerstin Enflo, también tuvo un claro tono de reivindicación: «Ya es hora de que el mundo conozca la larga historia laboral de la mitad de su población. Sus investigaciones pioneras han cambiado radicalmente lo que sabemos sobre las mujeres en el mercado laboral».
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