24 mar 2008

Los paraisos fiscales

REPORTAJE: Los paraísos fiscales
El país de las 50.000 fundaciones
Liechtenstein es el paraíso de la opacidad, pero Suiza es la que maneja el dinero
LOLA GALÁN (ENVIADA ESPECIAL)
EL PAIS, Liechtenstein - 02/03/2008;
Bajo la lluvia, la carretera que parte en dos Vaduz, capital de Liechtenstein, aparece atestada de coches. Un tráfico infernal convierte este paradisíaco valle, entre el Rin y las montañas alpinas, en un rincón tan congestionado como cualquier otro del planeta. No en vano son 20,000 las personas que entran a diario en el principado, dos tercios de la fuerza laboral total que hace funcionar la eficiente maquinaria productiva del país, uno de los más ricos del mundo gracias sobre todo, a su pujante sector financiero.
El dinero no brilla aquí con ostentación. Hay pocas tiendas de lujo y las casas tienen un aspecto discreto. Las calles de Vaduz huelen a pastos.Y en algunas laderas se cultivan viñedos, muchos de ellos propiedad de los príncipes de Liechtenstein, dieron nombre al país, hoy una monarquía parlamentaria.
El país ha cambiado mucho en setenta años. El principado es ahora un paraíso fiscal que gestiona unos 160,000 millones de euros de clientes anónimos, gracias al más exitoso de los productos locales, las Stiftungen, o fundaciones. En los últimos años han crecido como hongos. Hay más de 50,000 en este país de 35,000 habitantes y sólo 160 kilómetros cuadrados.
Los expertos aseguran que es un producto magnífico por su flexibilidad, por su rentabilidad -los intereses superan el 10%- y por la exquisita privacidad con la que funcionan los quince bancos locales, diez de ellos sucursales de grandes entidades suizas y austriacas. Se puede crear la fundación y designar a otros beneficiarios. Así que una parte considerable de los miles de turistas que recibe Liechtenstein todos los años no pisan el Kustmuseum, joya de la arquitectura moderna, ni se acercan a las pistas de esquí. Se limitan a cruzar el vestíbulo de la sede de LGT, el mayor banco de Liechtenstein, propiedad de la familia principesca, uno de cuyos miembros, Aloisio von und zu Liechtenstein, es el príncipe heredero. Tanto los que acuden a LGT como a otras entidades gemelas lo hacen en busca de su Stiftungen.
Pero la supervivencia de las fundaciones con las ventajas actuales está amenazada desde que el Gobierno de Berlín se hizo con cuatro DVDs en los que se contenían datos de 1,400 clientes del banco LGT, robados por un ex empleado. La canciller de Alemania, Angela Merkel, aprovechó una visita oficial a Vaduz para exigir mayor transparencia bancaria al principado. Pero hay quien cree que el golpe descargado sobre Liechtenstein habría caído, en realidad, sobre los bancos suizos.
"Es un secreto a voces que los bancos del principado se limitan a crear las fundaciones, pero el dinero de estos clientes anónimos queda en manos del banco suizo de turno que lo gestiona", dice un ciudadano suizo, experto en este tema, que trabaja en Liechtenstein. El principado sería sólo un eslabón en la gran maquinaria bancaria suiza, país que por sus acuerdos bilaterales en materia de impuestos no puede actuar con la misma libertad a la hora de crear fundaciones. Liechtensteintiene estrechos vínculos con los dos países que le circundan. Con Suiza no existen ni siquiera fronteras. Y toda la legislación legal del principado, y hasta los encargados de aplicarla, abogados y jueces, son austriacos.
"Los suizos son nuestros hermanos", explica Tino Quaderer, nacido en el principado, redactor jefe del diario local Volksblatt. "Los austriacos son nuestros amigos y los alemanes, nuestros clientes. Para ellos es tranquilizador, desde el punto de vista psicológico, tener el dinero aquí. Hablamos el mismo idioma y estamos a una hora de distancia". Precisamente por eso, Quaderer está convencido de que el escándalo de los DVD robados y adquiridos por Alemania no tiene otro objetivo que golpear al negocio financiero de Liechtenstein donde más puede dolerle: en la confianza de sus clientes.
Desde hace dos semanas, los teléfonos de los consultores de las distintas entidades con sede en Liechtenstein no dejan de sonar. Al otro lado de la línea hay siempre clientes temerosos de que la privacidad pueda ser vulnerada.
Bernhard Dostal, austriaco, portavoz en funciones del Gobierno de Vaduz, cree que el problema está en el "anticuado y durísimo sistema fiscal alemán. No sólo persiguen a los evasores fiscales, sino a la gente que crea fundaciones aquí después de pagar religiosamente al fisco alemán". Las fuentes consultadas coinciden en describir a Liechtenstein como un paraíso fiscal como tantos otros. ¿Por qué lo considera entonces la OCDE como uno de los tres -junto a Mónaco y Andorra- que no cooperan con la organización? "Tampoco nosotros entendemos el porqué de esa lista negra. El Liechtenstein de hoy no tiene nada que ver con el de 2000", protesta Michael Lauber, director de la Asociación de Banca de Liechtenstein, que agrupa a las quince entidades bancarias del país. "Hemos firmado decenas de acuerdos, formamos parte del Espacio Económico Europeo, respetamos rigurosamente la legalidad e investigamos, a la menor duda, la procedencia de los fondos que se nos entregan".
Lauber, suizo de Zurich, fue hasta 2000 responsable de la oficina dedicada a impedir el lavado de dinero en el sector bancario de su país. Asegura que Liechtenstein no lava dinero negro, ni toca un céntimo del que pueda tener alguna conexión con redes terroristas, o fraudulentas. Pero la evasión de impuestos es otra cosa. "No lo consideramos un delito", espeta. Y apunta cuál es el problema: "Los sueldos de los grandes directivos de empresas son demasiado grandes. La distancia con la gente más pobre no hace más que aumentar, y eso es un escándalo".
Un rico principado
- 35.000 habitantes.
- 50.000 fundaciones.
- 15 bancos o centros inversores, de ellos 10 filiales de bancos suizos
y austriacos.
- 160.000 millones de euros gestionados de clientes extranjeros.
- 16.800 euros de renta 'per cápita'.

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