Sexo para emperadores/ Lydia Cacho
Publicado en El Universal, 24/03/2008;
Hace unos días estaba en Washington, por desgracia trabajando y no de vacaciones como miles de personas. En la capital política de Estados Unidos la broma de la semana era que Eliot Spitzer, ex gobernador de Nueva York, es un bruto porque es uno de los pocos políticos que necesita pagar por sexo con una mujer de 22 años. La broma se refiere al ambiente de las casas de gobierno y el Senado estadounidense. Una joven que trabajó en el Senado mientras estudiaba, me cuenta que tenía 21 años cuando entró de pasante. Una tarde un grupo de unas 30 estudiantes esperaban que los senadores demócratas y republicanos entraran al salón para conocerlas, más tarde sus secretarios las llamarían para ofrecerles el trabajo como aprendices. Maureen asegura que todas eran bonitas, delgadas y con personalidad. Fueron preseleccionadas por su aspecto y sus calificaciones universitarias. Muchas de estas jóvenes pasantes se convierten en amantes de congresistas, gobernadores y cabilderos; otras, incluso, encuentran marido entre ellos.
El gobernador neoyorquino tenía una historia de integridad. Fue procurador general y se convirtió en un personaje cuando logró arrestar a la familia Gambino, una mafia de Manhattan que mantenía el control de maquiladoras y camioneros. Más tarde su reputación como fiscal aumentó cuando logró resolver casos notorios de delitos de cuello blanco y corrupción en Wall Street. Spitzer denunció el fraude millonario de Richard Grasso, presidente de la Bolsa de Nueva York. Su fama y calidad moral parecían intachables.
Spitzer está casado con una mujer inteligente, atractiva, de sapiencia política equiparable a la de él. Tienen tres hijas. En los corrillos de Washington se decía que sería el próximo candidato a la presidencia de su país (2012). Tal vez fue por eso que Eliot decidió alejarse de las jóvenes que ofrecían sexo casual y gratis. La experiencia de Clinton con Mónica Lewinsky aleccionó a muchos. Así, el honorable gobernador eligió a Andreia Schwartz, la madame brasileña que conducía su propia red de prostitutas VIP. Pagar mil dólares por una hora con una prostituta parecía darle seguridad al gobernador. Lo que él no sabía es que estaba bajo investigación policiaca, por una serie de movimientos inusuales en su cuenta bancaria, los cuales hicieron creer a la policía que estaba recibiendo dinero sucio de mordidas. Eso les llevó a descubrir la red del Club del Emperador VIP de Schwartz. La prensa estadounidense lo destapó. Muchos dirían que la renuncia de Eliot Spitzer es de una moralina insoportable. ¿Por qué un buen político va a renunciar por haber pagado por sexo? Si fuera regla, el 80% de los políticos del mundo tendrían que dimitir hoy mismo. Pero no sólo pagó por sexo, invirtió poco menos de 100 mil dólares en una red de prostitución. Al hacerlo, desde el poder público avaló un negocio ilegal vinculado a la trata de mujeres. Ese es el tema de fondo.
Spitzer hizo toda su carrera basado en la legalidad y la ética. Pagar por sexo, él lo sabe como ex fiscal, es un delito. El Partido Demócrata le recomienda que renuncie porque en un par de años gastó 80 mil dólares en la red de prostitución. Le piden que dimita porque su liderazgo moral no admite esos niveles de incongruencia. Al renunciar luego de ser evidenciado en los medios, el político aseguró: “Siempre he dicho que debemos asumir las consecuencias de nuestras acciones, y yo las asumo”. Lo sorprendente es que la gente con la que platiqué en Washington no esperaba menos de su góber. Aunque hubiese una posible motivación política detrás de la investigación (Spitzer se pronunció a favor de Hillary Clinton, y sería voto de calidad en la decisión final del Partido Demócrata) las y los demócratas aseguran que no se puede ser juez y cómplice de la delincuencia a la vez. ¿Qué en México no esperarían lo mismo de sus políticos? Me preguntó un abogado. Ajá, respondí con una débil sonrisa de Semana Santa.
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