REPORTAJE: MAESTROS EN SANTILLANA
La obra de Vargas Llosa, Pérez-Reverte y Javier Marías, bajo la lupa en Santillana del Mar
Escritores, críticos y profesores asisten en la localidad cántabra a la II Cita internacional de literatura en español
ELPAÍS.com - Madrid - 16/06/2008;
Escritores, críticos y profesores asisten en la localidad cántabra a la II Cita internacional de literatura en español
ELPAÍS.com - Madrid - 16/06/2008;
La Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo reúnen desde hoy y hasta el miércoles en la II Cita internacional de la literatura en español a los críticos, escritores, profesores, traductores y periodistas que mejor conocen la obra literaria de Mario Vargas Llosa, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte. Los actos pueden seguirse en directo a través de Internet en esta dirección.
El encuentro se celebra en la sede de la Fundación en Santillana del Mar, Cantabria, los días 16, 17 y 18 de junio de 2008. Durante estas tres jornadas, los invitados participan en debates y coloquios dedicados a comentar los diferentes aspectos de la obra narrativa y crítica de los tres autores.
Víctor García de la Concha, Director de la Real Academia Española de la Lengua; Elide Pittarello, Catedrática de Literatura Española en la Universidad de Venecia y José María Pozuelo Yvancos, Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Murcia, tienen a su cargo el discurso de presentación de Mario Vargas Llosa, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte.
La obra de Vargas Llosa
La jornada del lunes está siendo consagrada a la obra del hispano-peruano Vargas Llosa. Presentado por De la Concha, el autor ha sido objeto de una mesa redonda moderada por Basilio Baltasar.
Mañana los actos se centrarán sobre la figura de Javier Marías y el miércoles sobre Arturo Pérez-Reverte. Los actos, además, están acompañados de eventos culturales por las tardes. Una visita al valle de Liébana y un concierto de música clásica en la colegiata de Santillana del Mar. El acto de clausura será presentado por el escritor y periodista Juan Cruz y contará con la asistencia de los protagonistas.
Vargas Llosa: "La literatura es una gran acusación"
El escritor Mario Vargas Llosa apeló hoy a la "responsabilidad" del autor, ya que, frente a la idea de la literatura como "entretenimiento y diversión", las obras "trascienden lo literario" y "desbordan lo meramente estético". El escritor peruano defendió que "la buena literatura, la obra maestra, deja siempre un sedimento en la personalidad, la memoria y la sensibilidad del lector" y que "luego, de una forma imprevisible actúa en la conciencia y actos del lector", informa Europa Press. Vargas Llosa definió a la literatura como "la gran acusación" y "la gran requisitoria" de que las sociedades "nunca fueron capaces de aplacar de manera definitiva los anhelos de los seres humanos", ya que para este escritor "la literatura ayuda a vivir, llena los vacíos e insuficiencias de la vida" con "invención y fantasía".Por su parte, Víctor García de la Concha, definió a Vargas Llosa como un "Odiseo de nuestro tiempo" y un académico "mestizo, peruano y español, emblema de la política lingüística panhispánica". El director de la RAE elogió la "transgresión" que efectúa Vargas Llosa y que consideró consecuencia de sus primeras lecturas, sobre todo la poesía de Rubén Darío o Góngora, junto a obras como la novela de caballerías Tirant lo Blanc o Madame Bovary, entre otras con las que "descubrió la fuerza contestaria de la palabra". Finalmente, el rector de la UIMP, Salvador Ordóñez, destacó las "constantes y variadas" relaciones del escritor peruano con la institución académica, así como su "personal manera de entroncarse con la tradición novelística" que, con el uso de "elementos míticos" y también de un realismo "que no pretende ser valedor de la realidad", ha conseguido que el autor se encuentre "al margen de muchos clichés del realismo mágico".
1. Mario Vargas Llosa. El vicio de escribir
Críticos, expertos y profesores analizan en el foro Lecciones y maestros la obra del escritor hispanoperuano
JUAN CRUZ - Santillana del Mar
El encuentro se celebra en la sede de la Fundación en Santillana del Mar, Cantabria, los días 16, 17 y 18 de junio de 2008. Durante estas tres jornadas, los invitados participan en debates y coloquios dedicados a comentar los diferentes aspectos de la obra narrativa y crítica de los tres autores.
Víctor García de la Concha, Director de la Real Academia Española de la Lengua; Elide Pittarello, Catedrática de Literatura Española en la Universidad de Venecia y José María Pozuelo Yvancos, Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Murcia, tienen a su cargo el discurso de presentación de Mario Vargas Llosa, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte.
La obra de Vargas Llosa
La jornada del lunes está siendo consagrada a la obra del hispano-peruano Vargas Llosa. Presentado por De la Concha, el autor ha sido objeto de una mesa redonda moderada por Basilio Baltasar.
Mañana los actos se centrarán sobre la figura de Javier Marías y el miércoles sobre Arturo Pérez-Reverte. Los actos, además, están acompañados de eventos culturales por las tardes. Una visita al valle de Liébana y un concierto de música clásica en la colegiata de Santillana del Mar. El acto de clausura será presentado por el escritor y periodista Juan Cruz y contará con la asistencia de los protagonistas.
Vargas Llosa: "La literatura es una gran acusación"
El escritor Mario Vargas Llosa apeló hoy a la "responsabilidad" del autor, ya que, frente a la idea de la literatura como "entretenimiento y diversión", las obras "trascienden lo literario" y "desbordan lo meramente estético". El escritor peruano defendió que "la buena literatura, la obra maestra, deja siempre un sedimento en la personalidad, la memoria y la sensibilidad del lector" y que "luego, de una forma imprevisible actúa en la conciencia y actos del lector", informa Europa Press. Vargas Llosa definió a la literatura como "la gran acusación" y "la gran requisitoria" de que las sociedades "nunca fueron capaces de aplacar de manera definitiva los anhelos de los seres humanos", ya que para este escritor "la literatura ayuda a vivir, llena los vacíos e insuficiencias de la vida" con "invención y fantasía".Por su parte, Víctor García de la Concha, definió a Vargas Llosa como un "Odiseo de nuestro tiempo" y un académico "mestizo, peruano y español, emblema de la política lingüística panhispánica". El director de la RAE elogió la "transgresión" que efectúa Vargas Llosa y que consideró consecuencia de sus primeras lecturas, sobre todo la poesía de Rubén Darío o Góngora, junto a obras como la novela de caballerías Tirant lo Blanc o Madame Bovary, entre otras con las que "descubrió la fuerza contestaria de la palabra". Finalmente, el rector de la UIMP, Salvador Ordóñez, destacó las "constantes y variadas" relaciones del escritor peruano con la institución académica, así como su "personal manera de entroncarse con la tradición novelística" que, con el uso de "elementos míticos" y también de un realismo "que no pretende ser valedor de la realidad", ha conseguido que el autor se encuentre "al margen de muchos clichés del realismo mágico".
1. Mario Vargas Llosa. El vicio de escribir
Críticos, expertos y profesores analizan en el foro Lecciones y maestros la obra del escritor hispanoperuano
JUAN CRUZ - Santillana del Mar
El País, 16/06/2008;
Mario Vargas Llosa se encontró un día, en la mesa de noche de su adolescencia, que además de los cuentos que le contaba su madre había unos poemas de Pablo Neruda, un poeta para él desconocido pero que le introdujo en las turgencias (y en las urgencias) de la vida. Todo fue porque su madre le quitó el libro, "eso no es para niños", de modo que él se afanó en reencontrarlo y finalmente leyó los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El escritor peruano cuenta eso en El pez en el agua, su autobiografía personal, y esta mañana lo recordó ante un nutrido grupo de profesores, escritores, críticos, editores y amigos, Víctor García de la Concha, en la apertura de las jornadas Lecciones y maestros que organiza la Fundación Santillana en su sede de Santillana del Mar.
Estas jornadas fueron fundadas por Jesús Polanco, presidente de Prisa fallecido en julio de 2007, y por Isabel Polanco, su hija, consejera delegada del grupo editorial Santillana, fallecida también en marzo de este año. Isabel estuvo en las jornadas del año pasado, y su padre no pudo estar porque entonces (junio de 2007) sufría un episodio grave de su estado de salud.
El hijo mayor de Jesús, Ignacio, presidente ahora de PRISA (empresa editora de EL PAÍS), se refirió a esa contingencia triste cuando abrió estas jornadas, y fue luego Víctor García de la Concha, director de la Academia, lingüista y crítico literario, quien subrayó esa circunstancia dolorosa para remarcar algo que distinguió a padre e hija, y que está en el origen de esta reunión de maestros literarios con sus lectores en Santillana del Mar, que tanta vinculación tiene con el proyecto editorial de Polanco y de su socio, Pancho Pérez González, que ha estado hoy, como el año pasado, en el acto inaugural.
Dijo De la Concha que nunca pagará bastante la Academia la fuerza con la que los Polanco, padre e hija, ayudaron a la institución que dirige a arraigarse y a prolongarse en América, en todos los límites del español. Salvador Ordóñez, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, se sumó a ese homenaje, que domina sentimentalmente el desarrollo de las jornadas.
Ya metidos en la literatura propiamente dicha, resultaba extraño, pero rigurosamente imprescindible, contemplar a Vargas Llosa, el primero de los escritores que se somete a estas lecciones, ante el exegeta de su obra, su compañero de Academia Víctor García de la Concha. Y debió ser muy estimulante para él; De la Concha recogió, de muchas de las cosas que Vargas Llosa ha ido diciendo o escribiendo, una especie de autobiografía literaria que parte de aquellos poemas de Neruda, y va a los poemas de Baudelaire o Rimbaud o Luis de Góngora, para pasar a abrazar, primero, las tesis de Jean Paul Sartre, y sucesivamente, para revisarlas o para abrazarlas, las de Albert Camus, las de William Faulkner, las de Joseph Conrad o las de Flaubert.
Cuando le respondió, sentado en la misma mesa de café, ante sus lectores y antes sus exégetas, y también ante los dos escritores que le han de suceder en esta serie de lecciones y maestros, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte (el año pasado fueron José Saramago, Carlos Fuentes y Juan Goytisolo), Vargas Llosa reivindicó esas fuentes de su escritura, marcó nítidamente el nacimiento de su vocación imbatible, se adentró en el encuentro tan nutritivo con Faulkner y con Flaubert y dibujó la esencia de su trabajo literario como la consecuencia de una teoría y de una voluntad.
Su teoría, y con ella comenzó, es contar bien las historias; y su técnica es la de hacer que la técnica tenga protagonismo; no se puede decir cualquier cosa, porque sea dramática o espectacular, de cualquier manera; hay que seguir una técnica, y ésta ha de servir en función de la esencia o el desarrollo de las historias que se quieran representar.
Sin un folio delante, sin siquiera una nota, mirando acaso a ese aparatito invisible que se llama memoria, el autor de La tía Julia y el escribidor contó su historia de matrimonio indisoluble con la literatura y dejó paso al coloquio que también le tuvo a él como protagonista silente y que controló Basilio Baltasar, director de La Oficina del Autor y de la revista cultural El Boomeran(g). Ahí hubo de todo; Peter Landelius, traductor al sueco de Vargas Llosa, contó su experiencia a la hora de trasladar a su lengua el imaginario del peruano; José Miguel Oviedo, peruano, que nació con Mario a la vida y a la literatura, en la misma escuela, en el mismo tiempo, habló de "la pasión hirviente"que hay en los personajes y en la literatura de su paisano, y estuvieron también otros especialistas o lectores.
Armas Marcelo, que escribió una biografía literaria del escritor de La ciudad y los perros, contó una anécdota que completa el mito (basado en la realidad) del trabajo incesante a que se somete Vargas Llosa a la hora de cumplir con su vocación literaria. Dice Armas Marcelo que escribe Carlos Barral que éste le fue a visitar a París, cuando ya Mario había escrito La ciudad y los perros; sonaba la máquina de escribir, y era Vargas Llosa en medio del silencio de la casa, mientras Barral dormitaba. Hasta que sonó el timbre de la puerta, entró seguramente una mujer, y al cabo de unos minutos volvió a sonar la máquina, que paró tan solo para que se oyera la voz de Mario diciendo: "¡Qué haces desnuda, que te vas a enfriar!". Y luego volvió a sonar la máquina. Lo de Neruda es verdad, Mario recuerda haber contado eso; alguien contó luego que Barral escribió esa anécdota para cumplir con el deber de un editor de crear una mitología en torno a un autor que estaba naciendo.
En lo que estuvo de acuerdo Mario, y en lo que estuvieron de acuerdo todos, fue en que en el escritor peruano se cumple el gozo del vicio más misterioso del mundo, el que proporciona la escritura incesante, a la que él se somete como un forzado feliz. Después de almorzar le ofrecieron irse de viaje por Liébana. Pero tenía que escribir. Ya se lo podía pedir Brigitte Bardot, o la que le sucediera en los estrellatos de ahora.
Estas jornadas fueron fundadas por Jesús Polanco, presidente de Prisa fallecido en julio de 2007, y por Isabel Polanco, su hija, consejera delegada del grupo editorial Santillana, fallecida también en marzo de este año. Isabel estuvo en las jornadas del año pasado, y su padre no pudo estar porque entonces (junio de 2007) sufría un episodio grave de su estado de salud.
El hijo mayor de Jesús, Ignacio, presidente ahora de PRISA (empresa editora de EL PAÍS), se refirió a esa contingencia triste cuando abrió estas jornadas, y fue luego Víctor García de la Concha, director de la Academia, lingüista y crítico literario, quien subrayó esa circunstancia dolorosa para remarcar algo que distinguió a padre e hija, y que está en el origen de esta reunión de maestros literarios con sus lectores en Santillana del Mar, que tanta vinculación tiene con el proyecto editorial de Polanco y de su socio, Pancho Pérez González, que ha estado hoy, como el año pasado, en el acto inaugural.
Dijo De la Concha que nunca pagará bastante la Academia la fuerza con la que los Polanco, padre e hija, ayudaron a la institución que dirige a arraigarse y a prolongarse en América, en todos los límites del español. Salvador Ordóñez, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, se sumó a ese homenaje, que domina sentimentalmente el desarrollo de las jornadas.
Ya metidos en la literatura propiamente dicha, resultaba extraño, pero rigurosamente imprescindible, contemplar a Vargas Llosa, el primero de los escritores que se somete a estas lecciones, ante el exegeta de su obra, su compañero de Academia Víctor García de la Concha. Y debió ser muy estimulante para él; De la Concha recogió, de muchas de las cosas que Vargas Llosa ha ido diciendo o escribiendo, una especie de autobiografía literaria que parte de aquellos poemas de Neruda, y va a los poemas de Baudelaire o Rimbaud o Luis de Góngora, para pasar a abrazar, primero, las tesis de Jean Paul Sartre, y sucesivamente, para revisarlas o para abrazarlas, las de Albert Camus, las de William Faulkner, las de Joseph Conrad o las de Flaubert.
Cuando le respondió, sentado en la misma mesa de café, ante sus lectores y antes sus exégetas, y también ante los dos escritores que le han de suceder en esta serie de lecciones y maestros, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte (el año pasado fueron José Saramago, Carlos Fuentes y Juan Goytisolo), Vargas Llosa reivindicó esas fuentes de su escritura, marcó nítidamente el nacimiento de su vocación imbatible, se adentró en el encuentro tan nutritivo con Faulkner y con Flaubert y dibujó la esencia de su trabajo literario como la consecuencia de una teoría y de una voluntad.
Su teoría, y con ella comenzó, es contar bien las historias; y su técnica es la de hacer que la técnica tenga protagonismo; no se puede decir cualquier cosa, porque sea dramática o espectacular, de cualquier manera; hay que seguir una técnica, y ésta ha de servir en función de la esencia o el desarrollo de las historias que se quieran representar.
Sin un folio delante, sin siquiera una nota, mirando acaso a ese aparatito invisible que se llama memoria, el autor de La tía Julia y el escribidor contó su historia de matrimonio indisoluble con la literatura y dejó paso al coloquio que también le tuvo a él como protagonista silente y que controló Basilio Baltasar, director de La Oficina del Autor y de la revista cultural El Boomeran(g). Ahí hubo de todo; Peter Landelius, traductor al sueco de Vargas Llosa, contó su experiencia a la hora de trasladar a su lengua el imaginario del peruano; José Miguel Oviedo, peruano, que nació con Mario a la vida y a la literatura, en la misma escuela, en el mismo tiempo, habló de "la pasión hirviente"que hay en los personajes y en la literatura de su paisano, y estuvieron también otros especialistas o lectores.
Armas Marcelo, que escribió una biografía literaria del escritor de La ciudad y los perros, contó una anécdota que completa el mito (basado en la realidad) del trabajo incesante a que se somete Vargas Llosa a la hora de cumplir con su vocación literaria. Dice Armas Marcelo que escribe Carlos Barral que éste le fue a visitar a París, cuando ya Mario había escrito La ciudad y los perros; sonaba la máquina de escribir, y era Vargas Llosa en medio del silencio de la casa, mientras Barral dormitaba. Hasta que sonó el timbre de la puerta, entró seguramente una mujer, y al cabo de unos minutos volvió a sonar la máquina, que paró tan solo para que se oyera la voz de Mario diciendo: "¡Qué haces desnuda, que te vas a enfriar!". Y luego volvió a sonar la máquina. Lo de Neruda es verdad, Mario recuerda haber contado eso; alguien contó luego que Barral escribió esa anécdota para cumplir con el deber de un editor de crear una mitología en torno a un autor que estaba naciendo.
En lo que estuvo de acuerdo Mario, y en lo que estuvieron de acuerdo todos, fue en que en el escritor peruano se cumple el gozo del vicio más misterioso del mundo, el que proporciona la escritura incesante, a la que él se somete como un forzado feliz. Después de almorzar le ofrecieron irse de viaje por Liébana. Pero tenía que escribir. Ya se lo podía pedir Brigitte Bardot, o la que le sucediera en los estrellatos de ahora.
Javier Marías defiende la invención como fórmula para contar verdades
El escritor opina el foro de Santillana 'Lecciones y escritores' que "la realidad es una novelista pésima"
EUROPA PRESS / ELPAÍS.com - Santillana del Mar / Madrid - 17/06/2008
El escritor Javier Marías defendió hoy que "la única manera de contar algo verdadero es bajo el elegante y pudoroso disfraz de una invención", ya que de esta manera el narrador "nunca va a plegarla a las groseras y rocambolescas imposiciones de la realidad". Marías realizó estas reflexiones durante su discurso 'Para empezar por el principio', dentro del encuentro 'Lecciones y escritores', organizado por la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en el que se reúnen críticos, traductores, editores y expertos en un autor con el propio escritor. La intervención del autor de 'Mañana en la batalla piensa en mí' se centró en las conexiones entre realidad y ficción en la literatura. Así, se refirió a las obras que se presentan como 'Basadas en hechos reales'. Los actos pueden seguirse en directo a través de Internet en esta dirección.
El escritor Javier Marías defendió hoy que "la única manera de contar algo verdadero es bajo el elegante y pudoroso disfraz de una invención", ya que de esta manera el narrador "nunca va a plegarla a las groseras y rocambolescas imposiciones de la realidad". Marías realizó estas reflexiones durante su discurso 'Para empezar por el principio', dentro del encuentro 'Lecciones y escritores', organizado por la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en el que se reúnen críticos, traductores, editores y expertos en un autor con el propio escritor. La intervención del autor de 'Mañana en la batalla piensa en mí' se centró en las conexiones entre realidad y ficción en la literatura. Así, se refirió a las obras que se presentan como 'Basadas en hechos reales'. Los actos pueden seguirse en directo a través de Internet en esta dirección.
Marías confesó que cuando se encuentra con un producto así le "invade una sensación de pereza y aburrimiento previo, de desconianza y rechazo, de suspicacia y hasta escepticismo". "¿Qué tendrá de peregrino e inverosímil esta historia para que habiendo sucedido en la realidad me la quieran contar y además me avisen de que debo creérmela porque efectivamente se dio así?", se pregunta Marías en esos momentos, según confesó en su discurso.
En este sentido, el autor de 'Negra espalda del tiempo' opinó que "la realidad es una novelista pésima", ya que "ni elige ni ordena ni dosifica", y "carece de estilo" porque "desconoce" aspectos como las pausas y los ritmos. "En ocasiones arroja demasiada luz y en otras tantas tiniebla, a menudo le falta ritmo y está llena de tiempos muertos o bien se agolpan los acontecimientos", explicó. Así, indicó que quienes escriben sobre historias reales incurren en una contradicción porque "recurren a la veracidad de los hechos como aval para lo que están relatando" mientras que "procuran que su narración se parezca a una ficción", de forma que "intentan que la realidad se aproxime o asimile a la ficción".
Frente a esto, también señaló que, cuando se introducen elementos verídicos en relatos de ficción, "la única forma de que resulte aceptable y verosímil consiste en pasarlo por la imaginación y en ser capaz de contarlo como si en realidad no hubiera pasado". Y en cuanto a las "invenciones" nacidas "directamente de la imaginación", Marías sostuvo que es necesario "imaginárselo como sucedió para luego podérselo imaginar de nuevo, sólo que ahora como no sucedido". Esto entra para Marías en el "territorio de la literatura", donde "la procedencia del material debe acabar siendo indiferente", ya que "el filtro de las imaginaciones lo iguala todo". "Es un territorio de difuminación y niebla, de penumbra e incertidumbre, en el que sin embargo vemos con más nitidez", aseveró.
Anécdotas que cobran sentido
Al respecto, recordó una historia familiar que ha relatado en algunos de sus libros, la de una maldición que recibió un bisabuelo suyo en Cuba y que en un principio se vio como "una anécdota para contar a la hora del almuerzo" que "mereció ser contada porque parecía ficción". Sin embargo, con el tiempo ésta se acabó cumpliendo y Marías la utilizó en sus libros, en los que, indicó, en ocasiones hay detalles que cobran sentido cuando avanza el relato, "como aquella maldición que acasó se inventó para amenizar un almuerzo" su bisabulo.
Así, manifestó que "a veces en la literatura como en la vida no se sabe qué es parte de una historia hasta que la historia se forja a sí misma y está completa y terminada". Al respecto, detalló que sus escritos "están llenos de episodios y anécdotas" que "no parecen tener una función específica", pero que más adelante "reaparecen y resultan ser no tan anecdóticas". Marías confesó que escribe "con brújula y no con mapa". Es decir, "si conociera de antemano la entera historia que me dispongo a contar, si la tuviera íntegra en la cabeza antes de ponerme a escribir, lo más probable es que ni siquiera me molestara en escribirla", expresó, ya que "si lo supiera todo desde el principio, ¿qué gracia tiene ponerlo sobre el papel si no voy a averiguar nada?", se preguntó.
REPORTAJE: MAESTROS EN SANTILLANA DEL MAR
Y 3. Pérez-Reverte: El lector de batallas
El análisis de la obra del escritor de Cartagena cierra el ciclo 'Lecciones y maestros' en Santillana del Mar
JUAN CRUZ - Santillana del Mar - 18/06/2008
Vestido de oscuro, con camisa blanca, abierta, subió de un salto al estrado, le devolvió a su presentador, el crítico José María Pozuelo Yvancos, su móvil y un bolígrafo que éste se había dejado sobre la mesa, y se lanzó a dar mandobles; no dejó títere con cabeza Arturo Pérez-Reverte. Contra esto y aquello, parecía el Capitán Alatriste, aunque alguna vez tuvo ráfagas de El pintor de batallas, su creación más melancólica y, si esto se puede decir, más tierna, más interior, más reposada.
Fue la última sesión del ciclo Lecciones y maestros. Pérez-Reverte fue precedido en la serie por Mario Vargas Llosa (que habló de sí mismo como un contador de historias), y por Javier Marías (que al fin y al cabo se calificó de la misma manera). Y Arturo hizo lo propio, "soy un contador de historias", cuando le tocó referirse a la pasión que va con él desde que nació para la lectura. Y nació pronto, a los seis años, junto a una biblioteca enorme, la de su familia; fue una suerte y un desafió; se leyó todos los libros, y lo hizo con denuedo, entrando en ellos como si le fuera la vida en la lectura. Hace unos años le pidió su amigo Julio Ollero, editor, que le escribiera una lista con sus cien libros preferidos, "y resultó que casi todos los leí antes de cumplir los veinte años".
Esos libros, en los que están desde Robert L. Stevenson hasta Mika Waltari o Agatha Christie, y en fechas más recientes John Le Carré y hasta Ken Follett, hicieron de Pérez-Reverte un lector, y sobre todo un lector de batallas, "un best seller europeo", como dijo el periodista Sergi Vila Sanjuán. Los especialistas que hablaron de su obra, después de su discurso, ahondaron en esa experiencia del autor de El maestro de esgrima, como hizo el presentador, Pozuelo Yvancos. Ese bagaje de lector le quitó a Pérez-Reverte la timidez del autor, que en la época en la que él nació a la escritura (y fue, dijo, un escritor tardío) estaba casi obligado a escribir más como Julio Cortázar o como Juan Benet que a escribir batallas como las que había leído.
El discurso de Pérez-Reverte fue una reivindicación de ese origen de su vocación, que tiene su emblema. Cuando aún no había publicado ningún libro, es decir, antes de que se publicaran El húsar o El maestro de esgrima, se encontró que iban apilándose en su biblioteca (la suya ya, atrás quedaba la de la familia) las revistas o los suplementos literarios, que llegaban a la altura física de los Balzac, Dumas o Conrad que tenía entre los libros que leía y releía. Y encima de esos libros, junto a la resma de periódicos o revistas, había clavada una frase que le marcaba un modo de ser: "Dios bendiga las lejanas islas donde nunca llegan las órdenes de captura...".
Afrontó el periodismo (que ahora le parece un mal sueño) y se adentró para siempre en la literatura huyendo de las órdenes de captura, sobre todo literarias? Su discurso, que en algún momento recordó algunos de esos instantes de refriega que le dan sentido a las últimas páginas de La Reina del Sur, constituyó una defensa de esa actitud y de aquellas herencias literarias. Pozuelo Yvancos había dicho que El pintor de batallas era un punto y aparte en su dedicación novelística; aunque es una historia como las que Pérez-Reverte reivindica, supone también una inflexión: entra ese Arturo reflexivo, que atiende el eco de los héroes cansados que constituyen, en el fondo, la materia narrativa de su obra completa.
Pero ese Pérez-Reverte, que existe, y que aflora, como dijo su editor italiano Marco Tropea, en la conversación y en la mirada, no fue el que surgió hoy por la mañana en estas jornadas de Santillana; fue más bien el autor de El capitán Alatriste o el de ese otro libro, La Reina del Sur, e incluso el autor de La piel del tambor o de Territorio comanche; él escribe, dijo, sabiendo que el lector está ahí, y quiere una historia, no está para atender los lloriqueos de los escritores que se hacen pajas mentales con los problemas de su ombligo? Él no quiere ser "ni un referente moral ni un partero moral", él es un contador de historias que no tiene nada que ver con el pesado -así lo dijo- que le echa la culpa al mercado de que no exista gusto literario...
La crítica no se libró de su invectiva; demasiado deudora de las modas y de los modos, ha preferido dedicarse al lado solemne de la literatura y se ha centrado en decir cómo se deben escribir los libros que ellos no escriben antes que atender a lo que realmente se escribe. Ante eso, ante los críticos y ante los pesados, él afronta la vida literaria como un trabajador (y como un lector), trabajando entre ocho y diez horas diarias, y teniendo en cuenta un único método de escritor: escribir una novela, contó, es contar una historia, partiendo de la A para llegar a la C, que es el desenlace, pasando por la B, que es el nudo? "Hasta la fecha no he encontrado método mejor". El método hay que seguirlo poniendo bien los puntos y las comas, escribiendo y no quejándose luego "de que el mundo no me comprenda".
Más deudor de Quevedo que de Ferlosio o Cortázar, Pérez-Reverte escribe "porque soy lector"; no entiende que haya escritores que se quejan de su sacrifico, "pues no escribas, tío"; él lo hace para divertirse, "divertirse es imprescindible, no lloriquear"; para seguir creyendo en las historias, sigue atendiendo más a las novelas del siglo XIX y principios del XX que lo que luego mandaron las modas; eso fue conformado "el territorio en el que se fue asentando el novelista que yo no tenía ni idea de que un día iba a aparecer...". Él iba a contar las historias del héroe, del combate, del tesoro?, lejos siempre de "esos pajilleros de la vacuidad inane".
Después de esa diatriba, Arturo recogió sus artes de matar lo que no le gusta, se sentó entre Vargas Llosa y Marías y atendió el coloquio que dirigió Rosa Junquera. Muchos de los especialistas en su obra le arrancaron la risa y la sonrisa, e incluso intervino a veces; hablaron de sus artículos, de sus libros, se refirieron con mucha minuciosidad a ese libro, El pintor de batallas, como para fijar un Pérez-Reverte más secreto (como Negra espalda del tiempo en el caso de Marías): su editor italiano dijo que en ese libro se habían juntado "la gran literatura europea y el testimonio de este tiempo; e incluso se mostró (lo mostró Óscar López, uno de sus más frecuentes entrevistadores) un decálogo para periodistas que quieran entrevistar a Pérez-Reverte y pretendan tener éxito en el empeño... Annie Morvan, su editora francesa, dijo que ahora en Francia el paradigma español ya no es Carmen sino Alatriste?, y hablando de sus artículos José Luis Martín Nogales dijo que Pérez-Reverte "es el Larra de nuestro tiempo..."
Pérez-Reverte había dicho, en su discurso, "me importa un rábano el futuro de la novela". No es un teórico, eso dijo también; pero sus libros, dijo su amigo Pepe Perona, son una suma de libros, un punto de partida para leerle a él y para no dejar de leer esa larga bibliografía que le contempla desde que cumplió seis años.
Y 3. Pérez-Reverte: El lector de batallas
El análisis de la obra del escritor de Cartagena cierra el ciclo 'Lecciones y maestros' en Santillana del Mar
JUAN CRUZ - Santillana del Mar - 18/06/2008
Vestido de oscuro, con camisa blanca, abierta, subió de un salto al estrado, le devolvió a su presentador, el crítico José María Pozuelo Yvancos, su móvil y un bolígrafo que éste se había dejado sobre la mesa, y se lanzó a dar mandobles; no dejó títere con cabeza Arturo Pérez-Reverte. Contra esto y aquello, parecía el Capitán Alatriste, aunque alguna vez tuvo ráfagas de El pintor de batallas, su creación más melancólica y, si esto se puede decir, más tierna, más interior, más reposada.
Fue la última sesión del ciclo Lecciones y maestros. Pérez-Reverte fue precedido en la serie por Mario Vargas Llosa (que habló de sí mismo como un contador de historias), y por Javier Marías (que al fin y al cabo se calificó de la misma manera). Y Arturo hizo lo propio, "soy un contador de historias", cuando le tocó referirse a la pasión que va con él desde que nació para la lectura. Y nació pronto, a los seis años, junto a una biblioteca enorme, la de su familia; fue una suerte y un desafió; se leyó todos los libros, y lo hizo con denuedo, entrando en ellos como si le fuera la vida en la lectura. Hace unos años le pidió su amigo Julio Ollero, editor, que le escribiera una lista con sus cien libros preferidos, "y resultó que casi todos los leí antes de cumplir los veinte años".
Esos libros, en los que están desde Robert L. Stevenson hasta Mika Waltari o Agatha Christie, y en fechas más recientes John Le Carré y hasta Ken Follett, hicieron de Pérez-Reverte un lector, y sobre todo un lector de batallas, "un best seller europeo", como dijo el periodista Sergi Vila Sanjuán. Los especialistas que hablaron de su obra, después de su discurso, ahondaron en esa experiencia del autor de El maestro de esgrima, como hizo el presentador, Pozuelo Yvancos. Ese bagaje de lector le quitó a Pérez-Reverte la timidez del autor, que en la época en la que él nació a la escritura (y fue, dijo, un escritor tardío) estaba casi obligado a escribir más como Julio Cortázar o como Juan Benet que a escribir batallas como las que había leído.
El discurso de Pérez-Reverte fue una reivindicación de ese origen de su vocación, que tiene su emblema. Cuando aún no había publicado ningún libro, es decir, antes de que se publicaran El húsar o El maestro de esgrima, se encontró que iban apilándose en su biblioteca (la suya ya, atrás quedaba la de la familia) las revistas o los suplementos literarios, que llegaban a la altura física de los Balzac, Dumas o Conrad que tenía entre los libros que leía y releía. Y encima de esos libros, junto a la resma de periódicos o revistas, había clavada una frase que le marcaba un modo de ser: "Dios bendiga las lejanas islas donde nunca llegan las órdenes de captura...".
Afrontó el periodismo (que ahora le parece un mal sueño) y se adentró para siempre en la literatura huyendo de las órdenes de captura, sobre todo literarias? Su discurso, que en algún momento recordó algunos de esos instantes de refriega que le dan sentido a las últimas páginas de La Reina del Sur, constituyó una defensa de esa actitud y de aquellas herencias literarias. Pozuelo Yvancos había dicho que El pintor de batallas era un punto y aparte en su dedicación novelística; aunque es una historia como las que Pérez-Reverte reivindica, supone también una inflexión: entra ese Arturo reflexivo, que atiende el eco de los héroes cansados que constituyen, en el fondo, la materia narrativa de su obra completa.
Pero ese Pérez-Reverte, que existe, y que aflora, como dijo su editor italiano Marco Tropea, en la conversación y en la mirada, no fue el que surgió hoy por la mañana en estas jornadas de Santillana; fue más bien el autor de El capitán Alatriste o el de ese otro libro, La Reina del Sur, e incluso el autor de La piel del tambor o de Territorio comanche; él escribe, dijo, sabiendo que el lector está ahí, y quiere una historia, no está para atender los lloriqueos de los escritores que se hacen pajas mentales con los problemas de su ombligo? Él no quiere ser "ni un referente moral ni un partero moral", él es un contador de historias que no tiene nada que ver con el pesado -así lo dijo- que le echa la culpa al mercado de que no exista gusto literario...
La crítica no se libró de su invectiva; demasiado deudora de las modas y de los modos, ha preferido dedicarse al lado solemne de la literatura y se ha centrado en decir cómo se deben escribir los libros que ellos no escriben antes que atender a lo que realmente se escribe. Ante eso, ante los críticos y ante los pesados, él afronta la vida literaria como un trabajador (y como un lector), trabajando entre ocho y diez horas diarias, y teniendo en cuenta un único método de escritor: escribir una novela, contó, es contar una historia, partiendo de la A para llegar a la C, que es el desenlace, pasando por la B, que es el nudo? "Hasta la fecha no he encontrado método mejor". El método hay que seguirlo poniendo bien los puntos y las comas, escribiendo y no quejándose luego "de que el mundo no me comprenda".
Más deudor de Quevedo que de Ferlosio o Cortázar, Pérez-Reverte escribe "porque soy lector"; no entiende que haya escritores que se quejan de su sacrifico, "pues no escribas, tío"; él lo hace para divertirse, "divertirse es imprescindible, no lloriquear"; para seguir creyendo en las historias, sigue atendiendo más a las novelas del siglo XIX y principios del XX que lo que luego mandaron las modas; eso fue conformado "el territorio en el que se fue asentando el novelista que yo no tenía ni idea de que un día iba a aparecer...". Él iba a contar las historias del héroe, del combate, del tesoro?, lejos siempre de "esos pajilleros de la vacuidad inane".
Después de esa diatriba, Arturo recogió sus artes de matar lo que no le gusta, se sentó entre Vargas Llosa y Marías y atendió el coloquio que dirigió Rosa Junquera. Muchos de los especialistas en su obra le arrancaron la risa y la sonrisa, e incluso intervino a veces; hablaron de sus artículos, de sus libros, se refirieron con mucha minuciosidad a ese libro, El pintor de batallas, como para fijar un Pérez-Reverte más secreto (como Negra espalda del tiempo en el caso de Marías): su editor italiano dijo que en ese libro se habían juntado "la gran literatura europea y el testimonio de este tiempo; e incluso se mostró (lo mostró Óscar López, uno de sus más frecuentes entrevistadores) un decálogo para periodistas que quieran entrevistar a Pérez-Reverte y pretendan tener éxito en el empeño... Annie Morvan, su editora francesa, dijo que ahora en Francia el paradigma español ya no es Carmen sino Alatriste?, y hablando de sus artículos José Luis Martín Nogales dijo que Pérez-Reverte "es el Larra de nuestro tiempo..."
Pérez-Reverte había dicho, en su discurso, "me importa un rábano el futuro de la novela". No es un teórico, eso dijo también; pero sus libros, dijo su amigo Pepe Perona, son una suma de libros, un punto de partida para leerle a él y para no dejar de leer esa larga bibliografía que le contempla desde que cumplió seis años.
Javier Marías defiende la invención como fórmula para contar verdades
El escritor opina el foro de Santillana 'Lecciones y escritores' que "la realidad es una novelista pésima"
El escritor opina el foro de Santillana 'Lecciones y escritores' que "la realidad es una novelista pésima"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario