22 dic 2008

Morelos, aniversario luctuoso


El Presidente Calderón en la Ceremonia Conmemorativa del CXCIII Aniversario Luctuoso de don José María Morelos y Pavón
Lunes, 22 de Diciembre de 2008 Discurso
Ciudad de México
Señor Diputado César Horacio Duarte Jáquez, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
Distinguidos integrantes del presídium.
Doctor Carlos Herrejón Peredo.
Señoras y señores:
En un día como hoy, hace 193 años, murió José María Morelos y Pavón. La gratitud nos ha reunido en este lugar de donde partiera una mañana como ésta al lugar de su fusilamiento.
Nos ha reunido la gratitud para enaltecer la gesta de nuestro prócer, quien siendo cura de Carácuaro y Nocupétaro, en Michoacán, escuchó el llamado de Hidalgo en 1810 para luchar por la Independencia Nacional.
No vaciló Morelos en seguir al Padre de la Patria y en Charo se puso a su servicio en calidad de capellán. Le dijo Hidalgo: mejor que capellán, será usted General, y lo envió al sur a alistar un ejército que apoyara a la causa de la Independencia.
Como dijera años después Ignacio Manuel Altamirano: Morelos fue el alma de Hidalgo encarnada en otro cuerpo.
Con gran inteligencia y tenacidad, el Siervo de la Nación formó un ejército de patriotas en el que destacaron hombres como Mariano Matamoros, Hermenegildo Galeana, Leonardo y Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria y tantos otros.
Con ellos venció en batallas como la de Veladero, Tixtla, Huajuapan, Orizaba o Acapulco, entre muchas que libró por la libertad de México. Con tales insignes capitanes tomó ciudades como Chilpancingo, Cuautla u Oaxaca.
Sin lugar a dudas, el Generalísimo Morelos fue uno de los más brillantes estrategas militares que ha dado la Nación, cuyo talento militar fue, incluso, reconocido en su tiempo por Napoleón.
Pero, fue además, un estadista en toda la extensión de la palabra porque tenía altura de miras y sólidos principios.
Coincido con lo que se ha dicho aquí: Morelos es probablemente el más grande de los hombres que dio la revolución de la Independencia; comprendía que la causa de la Independencia nacional requería un entramado institucional. Instituciones leales a los hijos de esa noble tierra, para que los mexicanos dejaran de ser súbditos y se convirtiesen en ciudadanos libres.
El Siervo de la Nación sabía que era imprescindible forjar un Estado, en el que se garantizara por la vía de la ley la igualdad y la libertad de todos los mexicanos. Y por eso en 1813 llamó a conformar el Congreso de Anáhuac en Chilpancingo.
El 14 de septiembre, en Sesión Solemne, Morelos y Pavón entregó a los diputados Los Sentimientos de la Nación, aquí ya citados, con los principios que debían regir a la Patria: independencia, soberanía radicada en el pueblo, división de poderes, igualdad, buen gobierno y la abolición de la esclavitud.
El Siervo de la Nación sabía que en la fortaleza de las instituciones republicanas y en la lealtad que los mexicanos le dispensaran, México se jugaba su futuro.
Por eso protegió con su vida al Congreso, hasta que éste pudo decretar la Constitución de Apatzingán, el 22 de octubre de 1814. El acoso de los realistas, sin embargo, le obligaba a acompañar y proteger al Legislativo, a fin de ponerlo a salvo.
Y al cumplir con su objetivo, Morelos trasladaba al Congreso rumbo a Tehuacán y fue cercado por el enemigo en Tezmalaca. Ante aquel peligro no pensó en sí mismo, sino en salvar al Congreso; envió a su subordinado Nicolás Bravo a organizar la retirada del Congreso hacia un lugar seguro, mientras él detenía al Ejército Realista.
Fue apresado y conducido a la Ciudad de México y aquí, en la Ciudadela, el Generalísimo estuvo preso en los meses de noviembre y diciembre de 1815. Calleja decidió fusilarlo en Ecatepec la mañana del 22 de diciembre de ese mismo año.
El Siervo de la Nación dijo ante su sacrificio inminente: Cada criatura tiene una misión sobre la tierra. Yo quería la independencia de mi Patria y luché por ella, no me arrepiento de lo que he hecho por ese ideal.
Murió así uno de los más grandes hombres que ha dado México, un extraordinario estadista y militar, un hombre que amó y luchó por los mexicanos de todos los tiempos, un valiente que ofrendó su vida por la libertad.
Por eso hoy los mexicanos invocamos gloria y honor para el Siervo de la Nación.
Estoy convencido, señoras y señores, de que a cada generación le corresponde, como dijera Morelos, cumplir una misión en la tierra. Hay generaciones a las que les corresponde luchar por la libertad y otras que deben luchar para preservar esa libertad.
A la generación de 1810 le tocó conquistar los derechos de los mexicanos; a la generación de 2010 nos toca proteger con todas nuestras fuerzas este patrimonio invaluable de libertad e independencia por el cual derramaron su sangre Hidalgo, Morelos y tantos otros valientes.
Hoy, como ayer, la Patria sufre embates de sus enemigos, de aquellos que buscan, precisamente, dominar y cancelar las libertades de los mexicanos.
En nuestro país se libra una lucha contra diversos grupos criminales que durante décadas lograron penetrar a las instituciones y corromper segmentos de la sociedad.
Se trata de verdaderos traidores que con tal de ampliar sus intereses son capaces de realizar cualquier barbarie y atentar no sólo contra el tejido social, sino contra los más altos valores de los mexicanos, la vida, la seguridad y la libertad.
Generaciones de todos los tiempos recordarán siempre con desprecio a estos criminales que siembran la violencia, a fin de saciar sus mezquinos intereses.
Por ello, hoy la lucha de México contra la delincuencia es prioridad para el Estado mexicano y sus instituciones.
No hemos dudado en ningún momento hacerle frente a estos enemigos de México porque, precisamente, nuestra tarea es preservar la libertad por la cual vivieron y murieron nuestros héroes.
Las Fuerzas Armadas y distintas policías del país han respondido con valentía y lealtad para poner un alto al crimen organizado y detener este cáncer social que amenazaba a todos los mexicanos.
Muchos han caído en esta lucha, militares y policías han ofrendado su vida convencidos de la justeza y la nobleza de su causa.
Las organizaciones criminales, presas de la desesperación, derivada de los golpes contundentes que a su organización, estructura y financiamiento han infligido las Fuerzas Armadas, y las Fuerzas Federales, han recurrido a todo tipo de cobardías, y sin siquiera atreverse a hacerle frente al Ejército Mexicano.
En días pasados, en el Estado de Guerrero, ocho valientes soldados fueron asesinados cobardemente.
Ellos lucharon como héroes y como héroes serán recordados; murieron con dignidad porque protegían los valores de la Patria, defendiendo a las familias mexicanas, a ustedes, a nosotros, a toda la sociedad.
Murieron luchando por un México mejor, por un México de justicia. Ellos son: el Capitán Segundo de Infantería Ervin Hernández Umaña; Sargento Primero de Infantería Carlos Alberto Navarrete Moreno; Sargento Primero de Informática Juan Humberto Tapia Romero; Sargento Segundo Jardinero Ricardo Marcos Chino; el Cabo de Infantería José González Mentado; el Cabo de Infantería Juan Muñoz Morales; el Soldado de Infantería Julián Teresa Cruz, y Soldado de Infantería Catarino Martínez Morales.
Por todos ellos, por su memoria, rendiremos un minuto de silencio.
(MINUTO DE SILENCIO)
Gloria y honor para ellos y para todos los soldados y marinos que han fallecido en el cumplimiento de su deber.
La Patria siempre reconocerá y tendrá muy en alto su esfuerzo y su sacrificio, así como el de todos los caídos en esta lucha. Su muerte no será en vano y habremos de empeñar nuestro esfuerzo para llevar ante la justicia a los responsables de estos hechos tan cobardes, tan cobardes como ellos, de estos hechos ominosos.
Sus familiares y compañeros de armas de estos soldados deben saber que murieron como lo hicieron Miguel Hidalgo y José María Morelos y Pavón, creyendo en la libertad de México y combatiendo por ella.
Sabemos bien que estos cobardes asesinatos pretenden amedrentar al Estado y a la sociedad; pretenden paralizar y detener la acción del Estado mexicano en contra de la criminalidad, son, como he dicho, consecuencia de la contundencia de los golpes que las Fuerzas Armadas han dado a las organizaciones criminales y que han provocado una merma en su estructura tanto funcional como económica.
Por eso estamos decididos a llevar esta lucha en todas sus consecuencias, a la violencia del crimen responderemos con la acción firme del Estado.
Porque México es más fuerte que cualquier banda de delincuentes; porque no daremos un paso atrás en esta lucha ni habrá tregua ni cuartel para los evidentes enemigos de la Patria.
Todos los mexicanos debemos participar en esta lucha denunciando a quienes delinquen, porque el enemigo no debe tener cobijo ni protección de la sociedad, de ningún tipo; y quien los apoye y solape también está traicionando a México.
Seguiremos con el esfuerzo operacional para garantizar la seguridad de los mexicanos en todo el territorio nacional, y lejos de intimidar a las Fuerzas Armadas, éstas están más que determinadas a cumplir con su deber con la seguridad interior del país.
Seguiremos adelante en nuestra tarea de depurar a fondo las instituciones policiacas, a fin de identificar y castigar a aquellos que han deshonrado a sus corporaciones y a México.
Avanzaremos también con la Reforma Constitucional en Materia de Procuración e Impartición de Justicia, que nos permitirá una justicia más expedita y eficaz; una policía unificada y que dé menos espacios para la opacidad o para la corrupción.
Sin embargo, lo que nos dará triunfo en esta tarea será la unión de todos los mexicanos. Por eso, convocamos a los Poderes de la Unión, a los gobiernos estatales y municipales y a la sociedad entera, a refrendar el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, con el cumplimiento de los compromisos ahí establecidos.
La esencia de este Acuerdo es reconocer que todos tenemos algo importante que aportar, que es por México y por su porvenir, porque alcanzar un futuro de paz depende de lo que hagamos hoy, unidos en un solo frente común.
Señoras y señores:
Siguiendo los ejemplos del Siervo de la Nación, siguiendo los ejemplos de nuestros héroes, habremos de derrotar a los enemigos de México.
Morelos, al igual que Hidalgo o Zaragoza, enfrentaron situaciones mucho más difíciles y salieron adelante gracias a la fuerza de sus convicciones, a su aplomo y a su valentía.
Juárez fue capaz de perseverar y vencer en la Invasión Francesa al Ejército más poderoso del mundo.
Hoy, a poco más de un año de los festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, los principios que inspiraron estas batallas, los grandes principios de libertad, soberanía, justicia y equidad, que han inspirado la historia nacional, deben reencenderse y mantenerse vigentes en el corazón de cada una y de cada uno de los mexicanos.
2010 será un año de alegría y de celebración, en que en el orgullo de ser mexicano palpitará con fuerza en cada hogar, en cada escuela, en cada plaza, en cada rincón de la República; será un año de fraternidad, de solidaridad y de reconocer lo mucho que nos hermana a todos los mexicanos.
Esta generación está también llamada a cumplir una misión, una tarea con el país, precisamente la de preservar las libertades conquistadas en 1810, preservarlas y acrecentarlas en el nuevo entorno del 2010; una generación que estará unida por la historia, por el mismo pasado glorioso, pero también por el mismo anhelo de triunfo frente a los retos y desafíos que encara hoy la Nación.
Los mexicanos estamos llamados a seguir el ejemplo del Siervo de la Nación y a construir un porvenir de gloria y de grandeza para el insigne pueblo mexicano.
Qué Viva Morelos y Qué Viva México.
Muchas gracias.

***

Palabras del ciudadano doctor Carlos Herrejón Peredo

Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Distinguidos señores, miembros del presídium, señora.
Señores y señoras.
Estamos aquí reunidos en un justísimo homenaje para recordar el sacrificio de uno de los forjadores de esta Patria, el hombre más grande que produjo la Revolución de Independencia y, al mismo tiempo, para reconocer la invaluable herencia que nos ha legado.
Morelos, prisionero en las cárceles de la inquisición y luego en esta Ciudadela, sufrió varios procesos en que se trató de cubrirlo de ignominia, como mal súbdito, mal sacerdote y mal creyente, conduciéndolo hasta el rito de la degradación y la pena de muerte.
Pero, desde entonces, para los mexicanos, los procesos y el sacrificio de Morelos, lo cubrieron de gloria y su sangre fue semilla de Independencia.
Un día como hoy, pero viernes y muy de madrugada, sacaron al prisionero de esta Ciudadela, iba Morelos en coche cerrado, lo acompañaban un oficial y un sacerdote, afuera, numerosa escolta a caballo al mando de quien había sido su captor, Manuel Concha.
Al pasar cerca del Santuario de Guadalupe, el reo quiso ponerse de rodillas, lo que hizo no obstante el estorbo de los grillos. Siguieron hasta Ecatepec. Allí, en el patio del antiguo caserón de los Virreyes sería la ejecución.
Prevenido del momento fatal, se confesó con el sacerdote, tocaron los tambores. Sacando su reloj vio la hora, eran las tres de la tarde. Pidió un crucifijo y le dirigió estas palabras: Señor, si he obrado bien, tú lo sabes, y si mal, yo me acojo a tu infinita misericordia.
No quería que le vendaran los ojos, pero al fin él mismo lo hizo. Arrastrando sus cadenas y atados los brazos llegó al lugar, donde le mandaron que se hincara.
Haga usted cuenta que aquí fue nuestra redención, le dijo por último el sacerdote. Dos descargas, de cuatro cada una y un horrendo grito.
Ése fue el paso de Morelos a la inmortalidad.
Cuál fue la herencia que nos dejó.
No voy a ponderar el valor, talento militar y organizativo del conquistador de Oaxaca y Acapulco, que se sintetizan en aquella frase sobre el rompimiento del Sitio de Cuautla: salí por encima de su artillería.
Tampoco me voy a referir a su sentido del orden y del buen humor, que lo hacía reír de su propia gordura. Grande con los grandes y pequeño con los pequeños, su acercamiento al pueblo, la adaptabilidad a diversos ambientes y circunstancias fueron rasgos de su carácter.
La convicción que tenía en el triunfo final lo hacía escribir: nuestras armas están pujantes y la América se ha de poner libre; y aquello otro: la Nación no larga las armas, hasta concluir la obra.
Pero cuáles son los valores políticos de la herencia de Morelos. El primero de todos, la unidad en la lucha por la Patria.
Por encima de intereses personales o de grupo, Morelos sabía que el triunfo sólo se lograba a través de la unidad. Y cómo se podía realizar esta unidad, sino gracias al diálogo y acuerdos en las instituciones que la propia insurgencia se fue dando.
Por eso, reconoció y se integró a la Suprema Junta Nacional Gubernativa ideada y presidida por Ignacio Rayón. Pero cuando ésta se destrozó por desavenencias, ajenas a Morelos, él convocó para una nueva institución más representativa y democrática, tal fue el proyecto del Congreso de Anáhuac.
Saben ustedes cuál fue el día más feliz de Morelos, el 22 de octubre de 1814, cuando en Apatzingán se promulgó el Decreto Constitucional de la América Mexicana, fruto principal de ese Congreso. Así lo confesó el generalísimo y bailó de gusto. Pero aquel Congreso tenía sus limitaciones.
Y entonces, se escucharon voces que aconsejaban al caudillo dar un golpe y desconocer la institución o transformarla a su arbitrio.
En aras de la unidad de la causa y de los principios fundamentales, ya sancionados, Morelos asumió postura de una pieza: digan cuanto quieran los malvados, muevan los resortes de la malignidad; yo jamás variaré del sistema que he jurado ni entraré en una discordia de que tantas veces he huido.
Y lo reiteró en aquella frase: cuando el señor habla, el siervo debe callar.
He aquí otra riqueza de la herencia que nos ha legado. Rechazando el tratamiento de alteza, adoptó su más preciado título: Siervo de la Nación.
La autoridad concebida como un servicio, autoridad no para dominar ni lucir, no para medrar, sino para servir. Servicio y solidaridad conformaban su ejemplar proyecto de vida.
Soy un hombre miserable, decía, más que todos y mi carácter es servir al hombre de bien, levantar al caído, pagar por el que no tiene con qué y favorecer cuanto pende de mis arbitrios al que lo necesita, sea quien fuere.
Pero, cuál es la parte principal de la herencia formulada y vivida por Morelos.
Los Sentimientos de la Nación representan la síntesis no sólo de los logros que para entonces llevaba el movimiento, sino de las aspiraciones seculares de una Patria: independencia, soberanía, libertad, derechos humanos, división de poderes, representación democrática, limitación a privilegios corporativos, simplificación de cargas fiscales.
Ahí resuenan las voces de Hidalgo, de Rayón, de otros caudillos y aún de las Cortes de Cádiz, pero él las resume, corrige, articula y enuncia con la mayor contundencia y, sobre todo, recoge otros reclamos del pueblo.
Y es aquí donde se halla el más innovador de los sentimientos, el número 12, que dice: que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del jornalero; del pobre que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.
Qué otro caudillo, en aquel tiempo y mucho después, tuvo la sensibilidad de demandar como ley esa justicia social, y me atrevo a preguntar, no sólo en los ámbitos de la Patria, sino en el horizonte de América.
Señor Presidente, señores y señoras:
El sacrificio y la herencia de Morelos nos interpelan en estos tiempos.
Y hoy como ayer, el poner por obra el espíritu de los Sentimientos de la Nación conlleva esfuerzo y constancia, de acuerdo a una advertencia y a una Bandera de Morelos.
La advertencia dice: es necesario de usar de algún sufrimiento, porque es tiempo de sufrir. Lo que no sufriría yo jamás, es una injusticia.
La Bandera ostenta al águila mexicana circundada de esta frase latina:
Aeque victrix oculis et unguibus: Igualmente victoriosa con la mirada penetrante y con la fuerza de sus garras.
La Nación mexicana ha sido y será vencedora con la sabiduría de sus hijos y el poder de sus instituciones.Gracias.

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