Revista Proceso # 1708, 26 de julio de 2009;
De José Luis Piñeyro
Señor director:
Me permito hacer algunas precisiones sobre el reportaje de Ricardo Ravelo titulado Como en Vietnam, como en Irak, publicado en Proceso 1707.
Al solicitarme una evaluación de la estrategia de la guerra contra las drogas en México, mencioné que la guerra es la suma de fuerzas materiales y morales, y que en nuestro país descansa más en las materiales (mejor armamento, entrenamiento, transporte, equipo de comunicación, más salarios –como atractivo de reclutamiento y disuasivo de corrupción–, coordinación interinstitucional, etcétera) que en las morales (vocación profesional, espíritu de cuerpo y sacrificio, patriotismo, etcétera).
Puntualicé que esta situación se ha manifestado en la deserción masiva de soldados, la corrupción de policías federales bien pagados, la impunidad de funcionarios policiacos y judiciales, etcétera. Además señalé que tal estrategia anticriminal carece de cinco tácticas amplias y permanentes (rehabilitación de drogadictos, prevención de delitos, confiscación de activos financieros, así como de propiedades, y participación social).
Advertí que ésta última táctica es de difícil impulso, ya que a la añeja desconfianza frente a las autoridades policiacas y judiciales se agrega hoy el temor a las represalias de los narcos.
A este panorama, apunté, se debe añadir el creciente desempleo y la pobreza en que sobrevive más de la mitad de la población, lo que implica desmoralización social, por lo que se requiere de una urgente política económica y social de Estado, y no sólo de llamados a la unidad nacional al estilo Calderón.
Concluí que se debía recurrir a la fuerza moral del Estado y de la nación mexicanos, pues por sí solo el material bélico no sirve para ganar ninguna guerra, como lo mostraron Vietnam e Irak, donde los soldados estadunidenses superarmados y entrenados no ganaron, entre otros factores, por la falta de moral de guerra.
Ante la pregunta de Ravelo de si en México estábamos frente a una derrota moral, respondí que no habíamos llegado a tal punto. Tampoco afirmé que “la del Ejército es una derrota moral”; creo que aún tiene capacidad de respuesta. El problema es por cuánto tiempo puede mantenerla y en cuánto espacio territorial puede actuar, y, por otro lado, cuánta “democracia” más puede aguantar nuestra empobrecida nación.
Si las Fuerzas Armadas, institución vital de cualquier Estado, no pueden y se desgastan más, entonces ¿cuál opción queda? ¿Recurrir a la “ayuda” militar externa? Si no disminuye sustancialmente la pobreza nacional, el crimen organizado tiene un ejército de reserva con un porcentaje mínimo que reclute de la misma.
México, ante el amplio deterioro humano y moral, no requiere de gobernantes sexenales, sino de estadistas que elaboren políticas de Estado democráticas anticrimen, económica y social, entre otras. Ojalá que en la nueva diputación federal haya diputados conscientes de la muy grave condición social y estatal y aprueben leyes que impulsen tales políticas y no más políticas de Estado oligárquicas; y, por supuesto, ojalá que surjan fuerzas civiles que los obliguen a ser verdaderos representantes populares.
Aprovecho la ocasión para enviarle un afectuoso saludo y felicitarlo por su atinada dirección de un semanario que aborda de manera oportuna y objetiva los grandes problemas nacionales.
Atentamente
José Luis Piñeyro
Señor director:
Me permito hacer algunas precisiones sobre el reportaje de Ricardo Ravelo titulado Como en Vietnam, como en Irak, publicado en Proceso 1707.
Al solicitarme una evaluación de la estrategia de la guerra contra las drogas en México, mencioné que la guerra es la suma de fuerzas materiales y morales, y que en nuestro país descansa más en las materiales (mejor armamento, entrenamiento, transporte, equipo de comunicación, más salarios –como atractivo de reclutamiento y disuasivo de corrupción–, coordinación interinstitucional, etcétera) que en las morales (vocación profesional, espíritu de cuerpo y sacrificio, patriotismo, etcétera).
Puntualicé que esta situación se ha manifestado en la deserción masiva de soldados, la corrupción de policías federales bien pagados, la impunidad de funcionarios policiacos y judiciales, etcétera. Además señalé que tal estrategia anticriminal carece de cinco tácticas amplias y permanentes (rehabilitación de drogadictos, prevención de delitos, confiscación de activos financieros, así como de propiedades, y participación social).
Advertí que ésta última táctica es de difícil impulso, ya que a la añeja desconfianza frente a las autoridades policiacas y judiciales se agrega hoy el temor a las represalias de los narcos.
A este panorama, apunté, se debe añadir el creciente desempleo y la pobreza en que sobrevive más de la mitad de la población, lo que implica desmoralización social, por lo que se requiere de una urgente política económica y social de Estado, y no sólo de llamados a la unidad nacional al estilo Calderón.
Concluí que se debía recurrir a la fuerza moral del Estado y de la nación mexicanos, pues por sí solo el material bélico no sirve para ganar ninguna guerra, como lo mostraron Vietnam e Irak, donde los soldados estadunidenses superarmados y entrenados no ganaron, entre otros factores, por la falta de moral de guerra.
Ante la pregunta de Ravelo de si en México estábamos frente a una derrota moral, respondí que no habíamos llegado a tal punto. Tampoco afirmé que “la del Ejército es una derrota moral”; creo que aún tiene capacidad de respuesta. El problema es por cuánto tiempo puede mantenerla y en cuánto espacio territorial puede actuar, y, por otro lado, cuánta “democracia” más puede aguantar nuestra empobrecida nación.
Si las Fuerzas Armadas, institución vital de cualquier Estado, no pueden y se desgastan más, entonces ¿cuál opción queda? ¿Recurrir a la “ayuda” militar externa? Si no disminuye sustancialmente la pobreza nacional, el crimen organizado tiene un ejército de reserva con un porcentaje mínimo que reclute de la misma.
México, ante el amplio deterioro humano y moral, no requiere de gobernantes sexenales, sino de estadistas que elaboren políticas de Estado democráticas anticrimen, económica y social, entre otras. Ojalá que en la nueva diputación federal haya diputados conscientes de la muy grave condición social y estatal y aprueben leyes que impulsen tales políticas y no más políticas de Estado oligárquicas; y, por supuesto, ojalá que surjan fuerzas civiles que los obliguen a ser verdaderos representantes populares.
Aprovecho la ocasión para enviarle un afectuoso saludo y felicitarlo por su atinada dirección de un semanario que aborda de manera oportuna y objetiva los grandes problemas nacionales.
Atentamente
José Luis Piñeyro
***
Respuesta del reportero
Señor director:
Aunque en su carta el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana José Luis Piñeyro menciona algunos datos y frases que no fueron incluidos en el reportaje por razones de espacio, al parecer olvidó que sustentó “la derrota moral” del Ejército Mexicano en las deserciones de militares, que él mismo estimó, en lo que va del sexenio, entre 30 mil y 40 mil soldados, algunos de los cuales, dijo, se enganchan con el crimen organizado. Manifestó que algo parecido ocurrió en Vietnam e Irak, para rematar que de poco sirven las armas cuando los soldados no quieren pelear.
Atentamente
Ricardo Ravelo
Respuesta del reportero
Señor director:
Aunque en su carta el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana José Luis Piñeyro menciona algunos datos y frases que no fueron incluidos en el reportaje por razones de espacio, al parecer olvidó que sustentó “la derrota moral” del Ejército Mexicano en las deserciones de militares, que él mismo estimó, en lo que va del sexenio, entre 30 mil y 40 mil soldados, algunos de los cuales, dijo, se enganchan con el crimen organizado. Manifestó que algo parecido ocurrió en Vietnam e Irak, para rematar que de poco sirven las armas cuando los soldados no quieren pelear.
Atentamente
Ricardo Ravelo
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