Impacto Diario, 22 de febrero de 2010;
Me cuesta trabajo no soltar una carcajada al imaginar al procurador Miguel Ángel Mancera luciendo la vestimenta propia del hermano masón de mayor rango, Grado 33, para ser investido como tal por los servicios prestados para desprestigiar a la Iglesia Católica.
Me dirán que se trata del argumento para una mala novela de Dan Brawn; y estaría dispuesto a concederlo si la historia no la hubiese relatado a la Mesa Editorial de IMPACTO El Diario una de las voces más autorizadas de la Arquidiócesis de México.
Mancera se habría hecho merecedor al Grado 33 por su afanosa persecución a curas, supuestos o reales, curas pederastas. Esto tendría la finalidad de empatar el marcador con la jerarquía católica capitalina, que ha librado una lucha sin cuartel en contra de la legislación que permite a personas del mismo sexo contraer matrimonio y adoptar niños.
El asunto puede alcanzar ribetes de escándalo, porque estaríamos en medio de una batalla sorda entre masones y la orden Caballeros de Colón, algo propio de novelas o de episodios de la historia patria del Siglo XIX.
Quien esté dispuesto a reír debe aguantar las ganas porque, nos dicen, la historia es cierta y Mancera se ha prestado con singular entusiasmo a difamar a los clérigos del cardenal Norberto Rivera, a pesar de que los jueces lo han dejado colgado de la brocha.
El enfrentamiento entre estas dos singulares organizaciones tendría como pretexto el asesinato, la noche del miércoles 17, del sacerdote José Luis de la Parra Puerto, ocurrido después de la ceremonia de iniciación de un grupo de jóvenes en el primer grado de la orden de los Caballeros de Colón. El cura habría sido objeto de un asalto para robarle su vehículo cuando era acompañado por un joven.
La jerarquía de la Arquidiócesis advirtió desde los primeros informes de la Procuraduría capitalina la intención de utilizar el crimen para insinuar relación homosexual entre la víctima y el testigo de los hechos quien, conforme a ciertas versiones periodísticas y judiciales, habría incurrido en contradicciones en sus declaraciones.
Bien, ya están servidos los elementos para el escándalo. Ahora sólo falta estar atentos para ver si el procurador remata sus rúbricas con tres puntos, simulando los vértices de un triángulo, si luce delatador anillo en la mano izquierda; y si por la valenciana del pantalón se asoma el espadín propio del Grado 33.
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