Impune hasta la eternidad
Rodrigo Vera
Revista Proceso # 1740, 7 de marzo de 2009;
Medio siglo después de una primera investigación, el Vaticano entrevista a siete víctimas del pederasta Marcial Maciel. A la reunión privada, el cardenal Norberto Rivera “envío a un espía”, lo que desvanece aún más la esperanza de justicia, ya reducida porque Ratzinger –como en su momento lo hizo Juan Pablo II– encubrió al fundador de la Legión de Cristo antes de convertirse en Papa. Las personas abusadas sexualmente en las décadas de los cuarenta y los cincuenta demandan hoy que la orden “debe reestructurarse o extinguirse”.
“Yo estoy aquí para recoger sus testimonios, pero solamente en calidad de oidor”, les advirtió el obispo Ricardo Watty a las siete personas que fueron abusadas sexualmente por el padre Marcial Maciel, y que había congregado frente a él.
Las víctimas de Maciel se endurecieron y le externaron a Watty su escepticismo sobre las pesquisas que realiza por órdenes del Papa Benedicto XVI. Para dar su perdón, advirtieron, la Legión de Cristo –la congregación religiosa fundada por Maciel– necesita “reestructurarse o extinguirse”, no hay otra forma de reparar los daños.
El pasado 20 de febrero, en la parroquia de El Altillo, en la Ciudad de México, las siete víctimas de Maciel expusieron durante casi cuatro horas su postura y plantearon sus demandas ante el obispo Watty, el visitador apostólico que les envió el Vaticano para recabar sus testimonios y elaborar después un informe sobre los Legionarios de Cristo.
Para sorpresa de quienes fueron citados a declarar, en la reunión estuvo presente Carlos Briseño Arch, obispo auxiliar de la arquidiócesis de México y, por tanto, subalterno del arzobispo Norberto Rivera, quien siempre ha defendido a Marcial Maciel y ha denostado a sus víctimas.
Alejandro Espinosa, uno de los agraviados por Maciel convocadas al encuentro, señala:
“Monseñor Briseño fue el espía que nos envió el cardenal Rivera a esa reunión, en la que supuestamente no debía haber colados. Pero Briseño logró colarse y estuvo de mirón. Yo no le vi ninguna otra función. Quizá el cardenal se lo impuso a Watty, o bien, Watty se confabuló con el cardenal.”
José Barba, otra de las víctimas ahí presentes, no oculta su desencanto:
“No me agradó que asistiera Briseño, el obispo auxiliar del cardenal Rivera, porque el cardenal siempre defendió a Maciel y a nosotros nos ha denostado durante años. Norberto es un hombre indigno que tergiversó y silenció la verdad.”
–¿Con la presencia de Briseño, se corre el riesgo de que las declaraciones de ustedes puedan tergiversarse ante el Vaticano?
–Sí, hay posibilidad de que se tergiversen. Al comenzar la reunión, monseñor Watty nos explicó que Briseño estaba ahí para auxiliarlo. Ignoramos si, previamente, monseñor Briseño hizo un juramento de guardar secreto, porque debe haber cierta discrecionalidad en la ejecución de una visitación apostólica tan importante como ésta.
Impunidad oficial
Aparte de Espinosa y Barba, las otras cinco víctimas que presentaron su testimonio fueron Francisco González Parga, Saúl Barrales, Arturo Jurado, y los hermanos Fernando y José Antonio Pérez Olvera.
También estuvo Marita Jacqueline Lapalm, quien perteneció al movimiento Regnum Christi, el brazo laico de la Legión, donde sufrió abusos emocionales y psicológicos por parte de sus superiores religiosos, que narró en el encuentro.
En entrevistas por separado con Proceso, Espinosa y Barba señalan que el obispo Watty no llevó grabadora para recoger sus testimonios. Se limitó únicamente a hacer algunas anotaciones, con pluma y papel, de lo que escuchaba.
Comenta Barba:
“Desde el principio, Watty nos aclaró que él estaba con nosotros solamente en calidad de oidor. Nada más. Ese término me recordó a los oidores que enviaba la corte española a sus colonias de América. Podemos pensar que es una posición pasiva la del oidor.”
Alejandro Espinosa comenta que acudieron a la reunión con “mucho escepticismo”, pues dudan que esa visita apostólica concluya en un veredicto que sancione a la Legión de Cristo. Desde los años 50, recuerda, cuando el Vaticano investigó por primera vez a Maciel, los Legionarios han permanecido impunes.
Comenta Espinosa:
“A Watty le dijimos personalmente todas estas verdades. Tal vez pensaba que seríamos más moderados, pero no fue así. Incluso le dijimos abiertamente que el Papa Juan Pablo II había protegido a Maciel, lo mismo que Benedicto XVI. Y en México, su gran protector fue el cardenal Norberto Rivera.”
Las víctimas de Maciel consensaron un documento que leyeron y entregaron al visitador apostólico para que lo lleve a Roma. El informe de siete páginas detalla cómo Joseph Ratzinger, el actual Papa, protegió a Maciel cuando fungía como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Señala el escrito que Ratzinger, en mayo de 2001, “echó por tierra” la cláusula 1378, de absolutione complicis, del Código de Derecho Canónico, con lo que “dejó libre de juicio a Marcial Maciel”.
La “absolución cómplice” es una falta en la que incurren los curas cuando confiesan a sus colegas o a víctimas de trato sexual, con el fin de tranquilizarles la conciencia, que es lo que solía hacer Maciel. La penalidad consiste en expulsar de la Iglesia al infractor y reducirlo al estado laico. El delito no prescribía.
Precisamente lo que hizo Ratzinger fue darle 10 años de prescripción, con lo cual exoneró a Maciel: las siete víctimas iniciaron una denuncia contra Maciel en 1998… por delitos que cometió en su contra en los años 40 y 50.
Agrega el documento que “la Iglesia abiertamente encumbró a Marcial Maciel y a su institución”, a pesar de que sabía de sus actos de pederastia: Juan Pablo II, en una “carta abierta” difundida en 1994, “lo presentó como ejemplar para la juventud según el modelo de Cristo”. De esta manera, Maciel y su Legión gozaban de la “protección papal”.
En su informe, las víctimas le recuerdan al obispo Watty que él no es el primer visitador que les envía el Vaticano: ya en los años 50, cuando eran unos jóvenes, se realizó una investigación que no les hizo justicia.
“Esta ‘visitación’ se cumple medio siglo después de otra ‘visita’ romana, tristemente frustrada por nuestro acallamiento inducido de entonces, impuesto –directa o sutilmente– a nuestra psyche deformada por el completo apoderamiento institucional de nuestras almas jóvenes.”
Las víctimas de Maciel relatan que, a partir de entonces, “la mayor parte de nosotros ha tenido dolorosas experiencias imborrables, cuyo sólo recuerdo recurrente constituye, de por vida, una forma de daño continuado… Y durante los últimos 12 años, los abusos contra nosotros por parte de los dirigentes de la Legión de Cristo, casi siempre taimados, han sido muchos e imperdonables”.
Mencionan además el ninguneo papal a sus demandas de justicia:
“Su santidad Juan Pablo II no respondió nunca, ni por ‘interposita persona’, a la carta abierta que le dirigimos el 8 de diciembre de 1997, cuando en ese mismo año, a pesar de todas las gravísimas acusaciones en su contra, Marcial Maciel había sido nombrado por el Vaticano miembro directivo del Sínodo Latinoamericano para la Familia.”
Tampoco prosperó la demanda canónica que interpusieron contra Maciel, en 1998, cuando se aceptó la “personalidad jurídica” del grupo, pero la Congregación para la Doctrina de la Fe –a cargo en ese tiempo de Ratzinger– ni siquiera les dio “recibo alguno de las libras de documentación que le presentamos”.
Así, señalan que sus derechos siempre fueron “conscientemente conculcados por los dirigentes de la Legión de Cristo en connivencia con autoridades eclesiásticas… concretamente por el cardenal Norberto Rivera Carrera y por el mundano obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda”.
Las demandas
En el documento, le piden a Watty que “transmita a la santa sede nuestra exigencia”: que el Vaticano –“por escrito y conforme a la verdad”– les responda a sus demandas y públicamente reconozca “nuestra inocencia” y “nuestra honorabilidad”. Además, que “obligue” a la Legión de Cristo a pedirles “disculpas”, “mencionando claramente nuestros nombres y apellidos”; que “obligue a decir la verdad a los culpables de los muchos daños causados contra nosotros”, y que “favorezca la formación de un equipo de expertos para evaluar debidamente dichos daños, ocasionados por la institución de la Legión de Cristo a lo largo del tiempo”.
Otra exigencia es “que nunca más la Iglesia interfiera con nuestros derechos, ni civiles ni canónicos, y que por ello no vuelva a conminarnos bajo ningún modo al silencio, limitando nuestra libertad de expresión”.
A la comisión vaticana investigadora, de la que forma parte Watty, le preguntan:
“¿Se ha investigado la doble constitución de la Legión de Cristo y su sólo gradual revelación a los candidatos religiosos? ¿Se han investigado los casos de suicidio testimoniado y de muertes ocurridas en circunstancias inexplicables? ¿Se ha investigado la doble contabilidad de sus finanzas? ¿El mencionado lavado de dinero? ¿Quiénes son sus apoderados? ¿Cómo están constituidas sus asociaciones civiles?”
Este documento fue el eje de las preguntas y respuestas de la visitación apostólica efectuada en El Altillo.
Dice Alejandro Espinosa:
“El informe condensa todas las humillaciones y calumnias en contra nuestra. Después de su lectura, nosotros tomamos la palabra para afinar o ampliar lo expuesto. Monseñor Watty tomaba nota y nos hacía alguna que otra pregunta.”
–¿Ninguno de ustedes le expuso a Watty su caso particular?
–No, ninguno del grupo de abusados por Maciel, ya que la reunión se hubiera alargado muchísimo. Fue solamente Marita Lapalm la que habló de su caso. Mencionó que trabajó para el Regnum Christi en Estados Unidos y la ciudad de Monterrey; habló sobre el abuso emocional que padeció, al grado de que intentó suicidarse y cayó ocho días en un hospital, donde le estuvieron lavando los intestinos y finalmente lograron salvarle la vida. El suyo fue un testimonio muy valiente.
–¿Le pidieron a Watty una reestructuración a fondo de la Legión de Cristo?
–Sí, por supuesto, pero esa petición también se la hicimos por escrito, mediante otro documento que le entregamos y que redactó nuestro compañero Francisco González Parga.
En esa petición de nueve páginas, también en poder de Proceso, González Parga le dice al obispo Watty:
“Para una operación radical de saneamiento de esa obra de Marcial Maciel, y no del Espíritu Santo, no bastaría con separar de ella a sus miembros contaminados, aquellos de los que ya se sabe, o se puede llegar a saber, que han heredado y repetido de una u otra manera los ejemplos de inmoralidad del fundador, sino que se debería cortar y desarraigar el sistema establecido en cada una de las actividades de formación y de apostolado, con todas aquellas normas, reglas y costumbres que lo sostienen y lo constituyen.”
Con la actual visitación apostólica, agrega el documento, “la Iglesia católica romana se está jugando su prestigio, si es que tenía alguno en siglos pasados como ‘columna y baluarte de la verdad’”. Y advierte que sería “desastroso para todos” que no se lograra el “saneamiento y limpieza”, así como la “restauración y reestructuración” de la Legión de Cristo.
La comisión investigadora fue dada a conocer en mayo del año pasado por la Curia Romana. Aparte de Watty, obispo de Tepic y miembro de la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, la integran otros cuatro prelados: Charles Joseph Chaput, arzobispo de Denver, Estados Unidos; Giuseppe Versaldi, obispo de Alejandría, Italia; Ricardo Ezzati Andrello, arzobispo de Concepción, Chile, y Ricardo Blázquez Pérez, obispo de Bilbao, España.
Comenta José Barba:
“Veo a esos visitadores como a un grupo de arquitectos que inspeccionan un edificio estructuralmente muy dañado, que hace peligrar la vida de quienes lo habitan. Tiene que reestructurarse drásticamente o tiene que demolerse. Igual la Legión: debe someterse a la reestructuración… o a la extinción.”
–¿Esa es la condición que ustedes ponen para dar su perdón?
–Mire, el perdón purifica a quien lo da, pero más a quien lo pide. Actualmente, los dirigentes de los Legionarios han estado pidiendo perdón a las víctimas de Maciel. Pero ni siquiera dan sus nombres. Piden perdón a una nebulosa. Esa vaguedad esconde su falta de sinceridad y de arrepentimiento.
“De parte nuestra, no podemos perdonar de manera absoluta porque somos parte de una sociedad agraviada. En este caso, y por el bien social, el perdón debe venir acompañado de la justicia.”
***
Del abuso al “chantaje”
Rodrigo Vera
Tres jóvenes que aseguran ser hijos del sacerdote Marcial Maciel –Omar, Raúl y Christian González Lara– revelaron la doble vida, la manipulación y los abusos sexuales que contra ellos cometió el fundador de los Legionarios de Cristo, en una entrevista realizada el miércoles 3 en el programa radiofónico Noticias MVS que conduce Carmen Aristegui.
Junto con su madre, Blanca Estela Lara Gutiérrez, los jóvenes reclaman la herencia que, afirman, su padre les prometió verbalmente y está en un fideicomiso cuyo paradero se desconoce.
La Legión de Cristo, por su parte, respondió al día siguiente, mediante un comunicado, señalando que estos jóvenes decidieron hacer sus revelaciones luego de que la congregación religiosa no aceptó pagarles los 26 millones de dólares que pedían a cambio de su silencio.
En la entrevista radiofónica, Omar y Raúl afirmaron que Maciel abusó sexualmente de ellos. Dijo Raúl:
“Mi primer abuso sucedió en Colombia, cuando yo tenía siete años de edad. Yo estaba acostado con él, como cualquier hijo con su padre a esa edad. Me baja el calzoncillo y me intenta violar. Por instinto humano reacciono y me muevo.”
De Omar abusó por primera vez en un hotel de Madrid. Con el tiempo, Maciel logró que los niños se acostumbraran a masturbarlo.
La señora Blanca Estela comentó que conoció a Maciel cuando ella tenía 19 años de edad y él 56. Para entonces ya tenía a Omar, producto de una relación anterior pero que Maciel adoptó como suyo. Después, la pareja procreó a Raúl y Christian.
Maciel –dijo– le ocultó su verdadera identidad: dijo llamarse José Rivas y ser detective privado, luego agente de la CIA. “Puras mentiras. Así me llevó todo el tiempo y yo le creí”, comentó Blanca Estela.
La familia descubrió la identidad de Maciel en 1997, al ver su nombre y fotografía publicados en la revista Contenido, a raíz de sus escándalos por pederastia.
Madre e hijos comentan que Maciel les aseguró, verbalmente, que como patrimonio les dejaba una cuantiosa herencia a través de un fideicomiso. Pero éste no aparece. Y relataron sus avatares por encontrarlo.
En respuesta, el jueves 4, la Legión de Cristo, por medio de un comunicado que hizo acompañar de una carta, acusó concretamente al joven Raúl González Lara de pretender extorsionar a la congregación con 26 millones de dólares, suma que pedía a cambio de su silencio.
La carta –fechada el pasado 12 de enero– es de Carlos Skertchly, procurador general de la congregación en Roma, y está dirigida a Raúl. En ella hace referencia a una reunión que ambos sostuvieron seis días antes, el 6 de enero, cuando el joven le pidió los 26 millones de dólares.
Dice Skertchly a Raúl en la misiva:
En nuestro encuentro del pasado día 6, en la Universidad Anáhuac del Norte, tuvimos oportunidad de conversar por espacio de una hora… pides que se te entregue una suma de 6 millones de dólares como cumplimiento de lo que dices fue la voluntad de tu padre, expresada oralmente a ti en una conversación. Además pides otros 20 millones de dólares como compensación por tus sufrimientos.
El día 8 de enero por la tarde recibí tu llamada telefónica en la que confirmaste tu petición afirmando ‘si ustedes me dan los 26 millones de dólares callo la verdad’, y pediste una respuesta para el próximo día 13, a más tardar.
En respuesta a tu petición puedo decirte cuanto sigue… no podemos en modo alguno ceder ante la petición de pagar dinero a cambio de silencio. Si bien valoramos todo el dolor y sufrimiento que nos has relatado, y deploramos el mal que pueda seguirse del escándalo, no acogeremos nunca peticiones de este género, que además son ilícitas. Preferimos buscar y afrontar la verdad por dolorosa que sea.
Aparte de esta misiva, la Legión dio a conocer un mensaje escrito de Jesús Quirce, rector de la Universidad Anáhuac, donde señala que él sostuvo “largas conversaciones” con Raúl desde abril de 2008. En esas charlas –dice– el joven le reveló que es hijo de Maciel.
“En todo momento me mostré empático y traté de entender su realidad”, dice Quirce. Y agrega que Raúl jamás le refirió “que había sido objeto de abusos por parte de su padre”. Incluso, dice, el joven le pidió que guardara “absoluta reserva y discreción” sobre esas pláticas.
Quirce dice estar sorprendido y desilusionado porque, sin haberle dicho, esas conversaciones fueron “grabadas por Raúl” y difundidas después en el noticiario de Aristegui.
El viernes 5, Raúl aceptó que, efectivamente, él y su familia divulgaron sus testimonios debido a que la Legión no quiso darles los 26 millones de dólares que pedían. “Afirmativamente, así fue”, dijo.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) –a través de su vocero, el sacerdote Manuel Corral– señaló que se trata de un caso de “extorsión y chantaje burdo”. Y para el arzobispado de México –según Hugo Valdemar, su respectivo vocero– los jóvenes quedan en “entredicho” y “pierden autoridad moral” por haber pedido esas “cantidades exorbitantes” de dinero.
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El infierno de Maciel
Carmen Aristegui F.
Reforma, 12 Mar. 10
Blanca Estela Lara y sus hijos José Raúl, Omar y Cristian González Lara, la familia formada en México por Marcial Maciel, decidieron dar a conocer públicamente su historia. Describen su parte dentro de la siniestra biografía del fundador de los Legionarios de Cristo. Sus dichos tocan la llaga del entramado institucional y complicidades de diverso tipo que hicieron posible la existencia consagrada a la mentira, el engaño, la simulación y el crimen solapado. Los testimonios de esta familia radicada en Cuernavaca, que incluyen narraciones sobre abusos sexuales y sicológicos cometidos por Maciel en contra de sus propios hijos, han colocado en el punto extremo esta historia. Los calificativos posibles para definir al personaje después de las revelaciones no se hicieron esperar en masivas comunicaciones a través de las redes sociales abiertas, especialmente en internet, para hablar del tema: siniestro, criminal, pederasta, mentiroso, ruin, farsante, etcétera.
La defensa a ultranza de Maciel está en extinción. Persiste entre aquellos que mantienen la dinamitada tesis de un complot contra la Iglesia y contra la orden religiosa fundada por Maciel. Es de entenderse que la, cada vez más delgada, franja de negacionistas sobre los abusos y crímenes de Maciel mantiene su postura en un intento básico -e inútil ya- de sobrevivencia moral. Negar las cargadas evidencias presentadas durante años en contra de Maciel es algo que no sostienen ya ni los propios legionarios. Lo dicho por Blanca, Raúl, Omar y Cristian es tan demoledor que coloca la historia de Marcial Maciel en un punto de no retorno. Sería inadmisible -aunque no imposible- que el Vaticano optara, una vez más en este caso, por el silencio como respuesta. Los costos de eludir una responsabilidad institucional de este tamaño resultan cada día más inmanejables. Sería inaceptable -aunque no imposible, otra vez- que el Vaticano recibiera el informe final de las visitas apostólicas realizadas por un grupo de obispos ordenadas por Benedicto XVI desde las pasadas Pascuas, y que no diera mínima cuenta pública de su contenido o, peor aún, que a partir de la previsible información que arrojen las visitas apostólicas, aunada al amplio conocimiento que Joseph Ratzinger tiene desde tiempos de Juan Pablo II del caso Maciel y del funcionamiento de la legión fundada por él, no se procediera en consecuencia.
En México el obispo Ricardo Watty, integrante de la comisión apostólica que entregará su informe al Vaticano, al parecer el 15 de marzo, ha escuchado a la familia de Maciel y también al grupo de personas que, habiendo estado en el circuito más cercano de Maciel desde que fundó la orden religiosa, y habiendo vivido en carne propia abusos sexuales y psicológicos, siendo participes de la funcionalidad oscura y secretista de la Legión de Cristo, decidió salir de ahí y, años más tarde, denunciar lo vivido en una histórica carta dirigida a Juan Pablo II a mediados de los noventa. Sus denuncias no fueron atendidas. Fueron vilipendiados, acusados y perseguidos. Sobra decir que la historia les ha dado la razón y que su autoridad moral ha quedado fortalecida.
El grupo firmante, ahora compuesto por José Barba, José Antonio y Fernando Pérez Olvera, Alejandro Espinoza, Francisco González Parga, Saúl Barrales y Arturo Jurado, entregó al prelado un documento dirigido a la Santa Sede en el que plantean siete peticiones. Entre ellas, que conmine a los dirigentes de la congregación "a dejar de fingir arrepentimiento teatral" y a pedir públicamente disculpas a los miembros de este grupo y a todos los ex legionarios acusados injustamente. Además, a desdecirse de sus acusaciones y a reconocer la comisión de su injusticia y de sus ofensas. Exigen que la congregación aclare ante la opinión pública la falsificación de firmas del obispo Polidoro Van Vlieberghe, que Maciel hizo para darle credibilidad a un par de cartas que utilizó para desacreditar la primera denuncia pública que los ex legionarios hicieran en 1996. El cumplimiento de lo que plantean los ex legionarios es piso mínimo de lo que estaría obligado el Vaticano a realizar mostrando, una vez más, el infierno construido por el padre Maciel. Las víctimas dibujan la disyuntiva para el Vaticano: o se reestructura o se extingue a la legión.
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Papa no decidió reintegrar pastoralmente en Munich al sacerdote pederasta
El vicario general de la arquidiócesis de ese momento se asume la responsabilidad
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 12 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI es ajeno a la reintegración pastoral de un sacerdote pederasta en la arquidiócesis de Munich, a inicios de los años ochenta, cuando era arzobispo de esa arquidiócesis, aclara la Santa Sede.
Un comunicado de la Oficina de Información de la Santa Sede emitido en la tarde de este viernes aclara anticipaciones del diario alemán Süddeutsche Zeitung "sobre un sacerdote de la diócesis de Essen, con precedentes de abuso sexual, trasferido a la diócesis de Munich y, tras un período de tratamiento, integrado en la actividad pastoral en la época en que era arzobispo el cardenal Joseph Ratzinger".
La nota vaticana hace referencia a un comunicado emitido también este viernes por la arquidiócesis de Munich, que "explica los hechos, de los que se asume 'responsabilidad total' el vicario general de la diócesis en ese entonces, Gerhard Gruber".
La arquidiócesis de Munich explica que puede aclarar los hechos, pues el vicario general, monseñor Peter Beer, ha creado un grupo de trabajo para revisar la manera en que se han afrontado en el pasado las acusaciones de abusos sexuales atribuidos a sacerdotes.
En particular, este grupo de trabajo ha constatado que el sacerdote en cuestión, de quien no se revela su identidad --se habla de él con la inicial "H."--, a la solicitud de la diócesis de Essen, fue acogido en enero de 1980 por la arquidiócesis de Munich para ser sometido a una terapia en Munich.
Según el dossier, el grupo de trabajo de la arquidiócesis ha deducido que el sacerdote debía someterse a esta terapia, probablemente porque había mantenido relaciones sexuales con jóvenes. En 1980, sigue explicando la arquidiócesis en el comunicado, se decidió permitir al sacerdote alojarse en una casa parroquial, para que poder someterse al tratamiento.
"Esta decisión fue tomada por el arzobispo", que entonces era el cardenal Ratzinger. Esta es sin embargo la primera y última decisión que involucra a Ratzinger en este caso, pues como sigue aclarando la diócesis, "a pesar de esta decisión, el entonces vicario general asignó a H. la asistencia pastoral en una parroquia de Munich sin ningún límite".
La decisión, por tanto, no fue de Ratzinger, a quien Juan Pablo II le nombró el 25 de noviembre de 1981 prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El sacerdote fue retirado del ministerio, después, en 1985, cuando la diócesis tuvo conocimiento de denuncias de abuso sexual contra él y al constatar que había sido incluido en una investigación policial.
En junio de 1986 fue condenado por el Tribunal de Distrito de Ebersberg por abuso sexual de menores a 18 meses de privación de libertad en régimen de libertad condicional y a una multa de 4.000 marcos. Al acusado se le ordenó someterse a psicoterapia.
De noviembre 1986 a octubre 1987 el sacerdote fue capellán en un asilo de ancianos. Luego fue reintegrado en una parroquia de Garching a causa de dos elementos decisivos, según explica el comunicado arquidiocesano: la sentencia relativamente ligera del tribunal de distrito Ebersberg y las observaciones ofrecidas por la psicóloga encargada de ofrecerle el tratamiento.
Desde el fallo del tribunal, en 1986, las autoridades diocesanas no han tenido conocimiento de ningún otro caso de abuso atribuido al sacerdote.
El 6 de mayo 2008 el sacerdote fue retirado de sus funciones como administrador de la parroquia en Garching, y desde octubre de 2008, fue integrado en la pastoral del Turismo. Se le impuso como condición que no tuviera ninguna relación con niños, jóvenes o monaguillos. Un informe legal preparado por petición del nuevo arzobispo Reinhard Marx ha confirmado que el sacerdote no debía haber sido reintegrado en la parroquia.
Según explica en un comunicado el antiguo vicario general Gerhard Gruber: "La reintegración de H. fue un grave error. Me asumo toda la responsabilidad. Lamento profundamente que esta decisión haya podido acarrear perjuicio a los jóvenes, y presento mis excusas a todos los que han sufrido un daño".
Por Gisèle Plantec y Jesús Colina
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