Escrito por Mons. Alberto Suárez Inda Jueves, 19 de Agosto de 2010
No es justo atropellar lo que es la base de nuestra sociedad
A propósito de la agria polémica que se ha suscitado acerca del fallo que ha dado la Suprema Corte acerca de las uniones entre personas del mismo sexo y su facultad para adoptar niños, me parece importante compartir algunas reflexiones.
Independientemente de la doctrina católica, que es muy clara al respecto, pienso que no se toman en cuenta los elementos que nos brindan las ciencias naturales y humanas, como son la Biología, la Antropología y la Psicología, en los que están claramente definidos los caracteres de varón y mujer, que son básicos para un verdadero matrimonio y una auténtica familia.
Conozco muchos casos de niños y jóvenes que han estado privados de padre o madre y que por la falta de la figura paterna o materna tienen un gran vacío y en ocasiones traumas que los marcan de por vida.
Las tradiciones más arraigadas y la cultura de un pueblo merecen ser valoradas. No es justo que se pretenda de manera arbitraria atropellar lo que es la base de nuestra sociedad. El núcleo o célula del tejido social ha sido la familia de marido, mujer e hijos biológicos o adoptivos.
Violentar el espíritu de la Constitución que nos rige es orientar la historia hacia derroteros inciertos y, a mi juicio, demoledores de nuestra civilización. Una cosa es la tolerancia de conductas contrarias a lo comúnmente aceptado y otra cosa es querer legitimar lo que va contra la misma naturaleza.
Considero que estos temas deberían analizarse y discutirse en foros de alto nivel académico e interdisciplinario. No deberían pronunciarse las autoridades por presiones o motivos apresurados sin suficiente razonamiento y amplia consulta a la población.
Por supuesto que como creyentes, la mayoría de los mexicanos hemos de tener en cuenta la advertencia del profeta Ezequiel: “Te has creído tan sabio como Dios, tu corazón se ha ensoberbecido, pero eres hombre y no Dios” (Ez 28,2). Querer cambiar la ley natural es ir contra el designio del Creador. De nosotros pudiera llegar a decirse tristemente lo que afirma el Salmo 32: “Son una nación que ha perdido el juicio”.
+ Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
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