Wikileaks destapa a los informantes de Estados Unidos
El portal publica miles de cables sin proteger la identidad de las fuentes
D. ALANDETE - Washington -
EP31/08/2011
EP31/08/2011
La organización de revelación de secretos Wikileaks ha publicado, en las pasadas semanas, más de 130.000 cables diplomáticos norteamericanos, en los que no ha borrado el nombre de informantes cuya seguridad ahora corre peligro, según el Gobierno norteamericano. Esa ha sido, en el pasado, una de las principales denuncias de la Casa Blanca y el Pentágono contra la organización que lidera Julian Assange, a quienes diversos altos funcionarios de Estados Unidos han acusado de "tener las manos manchadas de sangre" por
haber dejado al descubierto a fuentes críticas para la inteligencia y diplomacia norteamericanas.
En muchos de los cables publicados ahora se lee, junto al nombre del informante, la expresión "proteger rigurosamente". Sucede así, por ejemplo, en un cable datado en abril de 2008 en la Embajada de Brasilia, donde se nombra a un senador brasileño que revela información crítica sobre la formación de guerrillas terroristas en su país. Ese mismo patrón de dejar el nombre al descubierto se sigue en numerosos cables de embajadas en Ankara, Ammán o Camberra, por ejemplo.
El pasado mes de noviembre, EL PAÍS publicó, junto a otros medios, la información más relevante de una filtración de 250.000 cables diplomáticos norteamericanos, de la que proceden estos nuevos documentos. En aquella cobertura, EL PAÍS borró los nombres de esas fuentes, con la intención de protegerlas y evitar represalias contra ellas. Wikileaks, sin embargo, ha ido publicando esos cables por su cuenta y de forma paulatina, sin otorgar esa protección a los informantes. Entre julio y agosto ha incrementado notablemente el volumen de esas filtraciones.
Un juzgado federal de Virginia está investigando la procedencia de esos documentos secretos y aún no ha presentado cargos. El soldado Bradley Manning, detenido el año pasado en Irak, espera un juicio militar por alta traición, acusado de ser la fuente de esa filtración y de otros documentos relativos a las guerras de Irak y Afganistán.
"La decisión de publicar los 133.877 cables se ha tomado de acuerdo con el compromiso de Wikileaks de maximizar el impacto y la información al alcance de todos", asegura la organización en un comunicado.
La labor de buscar nombres de fuentes y borrarlos es costosa, y Wikileaks no la asumió en su primera gran filtración, la de los 92.000 documentos de la guerra de Afganistán, en julio de 2010. Entonces, un portavoz de los talibanes anunció que su organización había buscado en los documentos nombres de informantes y espías, y que estaba elaborando una lista con ellos.
"El señor Assange puede decir lo que quiera sobre el gran bien que él y sus fuentes están haciendo, pero la verdad es que ya es posible que tengan en sus manos la sangre de algún joven soldado o alguna familia afgana", dijo entonces en conferencia de prensa el jefe del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen.
En la segunda filtración, la de los 400.000 cables de Irak, en octubre, Wikileaks empleó un programa informático de identificación y borrado de nombres propios en los cables, que operaba de forma automática, lo que dificultó notablemente la lectura de muchos de ellos. Mientras, las relaciones entre Assange y uno de los medios que colaboraron con él inicialmente, The New York Times, se estropearon notablemente por ese motivo.
Ese diario se negó a publicar enlaces en su sitio web a las páginas de Wikileaks, por la identificación en ellas de nombres propios en los documentos sobre la guerra afgana. Wikileaks no incluyó a The New York Times en el grupo de medios al que entregó los cables del Departamento de Estado en su última tanda de filtraciones.
haber dejado al descubierto a fuentes críticas para la inteligencia y diplomacia norteamericanas.
En muchos de los cables publicados ahora se lee, junto al nombre del informante, la expresión "proteger rigurosamente". Sucede así, por ejemplo, en un cable datado en abril de 2008 en la Embajada de Brasilia, donde se nombra a un senador brasileño que revela información crítica sobre la formación de guerrillas terroristas en su país. Ese mismo patrón de dejar el nombre al descubierto se sigue en numerosos cables de embajadas en Ankara, Ammán o Camberra, por ejemplo.
El pasado mes de noviembre, EL PAÍS publicó, junto a otros medios, la información más relevante de una filtración de 250.000 cables diplomáticos norteamericanos, de la que proceden estos nuevos documentos. En aquella cobertura, EL PAÍS borró los nombres de esas fuentes, con la intención de protegerlas y evitar represalias contra ellas. Wikileaks, sin embargo, ha ido publicando esos cables por su cuenta y de forma paulatina, sin otorgar esa protección a los informantes. Entre julio y agosto ha incrementado notablemente el volumen de esas filtraciones.
Un juzgado federal de Virginia está investigando la procedencia de esos documentos secretos y aún no ha presentado cargos. El soldado Bradley Manning, detenido el año pasado en Irak, espera un juicio militar por alta traición, acusado de ser la fuente de esa filtración y de otros documentos relativos a las guerras de Irak y Afganistán.
"La decisión de publicar los 133.877 cables se ha tomado de acuerdo con el compromiso de Wikileaks de maximizar el impacto y la información al alcance de todos", asegura la organización en un comunicado.
La labor de buscar nombres de fuentes y borrarlos es costosa, y Wikileaks no la asumió en su primera gran filtración, la de los 92.000 documentos de la guerra de Afganistán, en julio de 2010. Entonces, un portavoz de los talibanes anunció que su organización había buscado en los documentos nombres de informantes y espías, y que estaba elaborando una lista con ellos.
"El señor Assange puede decir lo que quiera sobre el gran bien que él y sus fuentes están haciendo, pero la verdad es que ya es posible que tengan en sus manos la sangre de algún joven soldado o alguna familia afgana", dijo entonces en conferencia de prensa el jefe del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen.
En la segunda filtración, la de los 400.000 cables de Irak, en octubre, Wikileaks empleó un programa informático de identificación y borrado de nombres propios en los cables, que operaba de forma automática, lo que dificultó notablemente la lectura de muchos de ellos. Mientras, las relaciones entre Assange y uno de los medios que colaboraron con él inicialmente, The New York Times, se estropearon notablemente por ese motivo.
Ese diario se negó a publicar enlaces en su sitio web a las páginas de Wikileaks, por la identificación en ellas de nombres propios en los documentos sobre la guerra afgana. Wikileaks no incluyó a The New York Times en el grupo de medios al que entregó los cables del Departamento de Estado en su última tanda de filtraciones.
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